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viernes, 10 de noviembre de 2017

Asesino

   Era el último de la semana, el cuarto si había que contarlos todos. Era un buen momento para el tipo de trabajo que H hacía, uno que no muchas personas aprobaban. De hecho, muchos ni sabían que algo así existía. Claro que había que ser una cierta clase de persona para saber al menos un poco del mundo en el que H se desarrollaba. Las personas con las que se relacionaba seguido podían ser clasificadas como lo peor de lo peor, el mugre aceitoso de la humanidad.

 Lo que él hacía era matar gente y hacer que todo pareciera un accidente desafortunado. Sus técnicas más frecuentes eran las de ahogar a las victimas o envenenarlas sin que lo supieran. Esta última era algo mucho más elaborado que se tomaba demasiado tiempo pero siempre tenía los mejores resultados pues no había forma que nadie se enterara de cómo había muerto en verdad su ser amado o su jefe o cualquiera que fuese su relación con el muerto. El caso es que quedaba bien hecho.

 Sin embargo, no había sido fácil empezar en el negocio. Todo había sido consecuencia de una serie de errores que había cometido. El primero, tal vez el más importante, había sido no trabajar tan pronto como pudo cuando fue joven. Mientras otros lo hacían en panaderías o tiendas de video, él se la pasaba mirando las estrellas o simplemente cultivando su cerebro, algo que con el tiempo resultó ser algo que no llevaría a ningún lado. Por eso surgió lo de las drogas.

 Como no podía conseguir trabajo cuando ya todos sus conocidos eran jefes o al menos ganaban una buena suma en algún lado, H se desesperó y buscó por todas partes una opción para al menos tener un ingreso mensual fijo. Lo que encontró fue una red de narcotráfico que buscaba personas que vendieran la mercancía y él resultó ser la persona perfecta para el trabajo: parecía universitario y no resaltaba en multitudes. Se podría acercar a los estudiantes para ampliar el negocio.

 Así empezó su carrera entre las sombras, pues tuvo que hacer negocios que no le gustaron pues sabía en qué estaba metiendo a jóvenes hombres y mujeres que se encontraban en un mal momento de sus vidas. Él se estaba aprovechando de ellos, de su vulnerabilidad. Por un buen rato se sintió bastante mal por ser aquella persona, un depredador, que se lucraba con su afán de sentirse mejor. Con el tiempo, esa preocupación desapareció. Se fue dando cuenta que todos ellos no eran niños sino adultos y era su decisión consciente hacer lo que hacían. H jamás forzaba sus ventas.

 H era un pésimo profesional en el campo que había elegido estudiar en la universidad. Era un mediocre en aquello que se suponía amaba y conocía bien. Se había pasado meses y meses, casi una década entera, tratando de construir una estructura de conocimiento suficiente para poder ser lo que más quería en la vida. El triste resultado se había derrumbado a su alrededor y los escombros lo habían atrapado durante un buen tiempo hasta que se metió en el negocio e las drogas.

 En eso era el mejor. No solo vendía más y a más gente sino que había ampliado la extensión de su zona de distribución e incluso se había adentrado en negocios alternos para poder impulsar la venta de la droga. En un mismo paquete muy bien cerrado, podían haber también medicamentos de prescripción médica, así como alcohol y cigarrillos. Se le daba al cliente lo que quisiera, como quisiera y dónde quisiera. No había limite alguno y esa era la clave de toda la operación.

 En poco tiempo fue el mejor vendedor de la red de la ciudad y pronto se le pagó para que viajara a otros lugares para mejorar las ventas. En muchos lugares los vendedores sufrían bastante para vender lo poco que tenían pero con sus estrategias eso cambió bastante pronto. En poco tiempo, la venta de narcóticos creció casi al doble de lo que era en el pasado. Y fue en ese momento cuando H se dio cuenta de que su momento en ese negocio había expirado.

 Le explicó a sus jefes, hombres que casi nunca se dejaban ver, que necesitaba hacer algo diferente, algo que lo desafiara más. Ellos trataron de amenazarlo pero él les recordó que gracias a sus esfuerzos, ellos eran más ricos de lo que jamás podrían imaginar. Aclaró que jamás le diría nada a la policía porque obviamente eso iría en contra de sí mismo pero sabía de la competencia y que a ellos les encantaría entender como fue que ellos habían crecido tanto en tan poco tiempo.

 Los hombres terminaron por aceptar su renuncia pero fue entonces cuando le propusieron algo diferente, que tal vez le podría interesar. Durante su tiempo vendiendo drogas, él había hecho lo opuesto a sus clientes: había cuidado su cuerpo, entrenando varias horas a la semana para poder ser ágil e intimidante. Por eso le propusieron ser uno de los nuevos guardaespaldas de un narcotraficante que necesitaba con urgencia personas que le colaboraran, después de un ataque particularmente fuerte de las fuerzas del Estado. Aceptó la propuesta sin pensarlo dos veces.

 No pasó mucho tiempo para que empezara a destacarse entre los demás guardaespaldas. Podía ser muy calmado en un momento y casi salvaje al siguiente. Era una máquina de fuerza y velocidad cuando quería. Por eso su nuevo jefe lo enviaba a hacer ciertas tareas que él solo le daba a sus más fieles empleados. Matar fue una de esas tareas y al comienzo no fue nada fácil. Pero con el tiempo todo se hace más sencillo y terminó siendo una máquina de la muerte muy refinada.

 Los estudios del pasado le sirvieron para refinar sus técnicas. Fue así que encontró varios venenos que la mayoría de personas no conocían y que podían ser utilizados efectivamente para eliminar a quienes necesitase eliminar. Pronto perdió la cuenta de sus victimas y matar personas se volvió algo tan común y corriente para él como correr las cortinas por la mañana y servirse jugo de naranja. Era algo oscuro y asqueroso pero ese era él, ese había resultado ser su verdadero yo.

 A veces se despertaba a la mitad de la noche o simplemente no podía dormir. Y no era que viera las caras de los muertos en la oscuridad sino que se sentía como en una caja que lentamente se iba cerrando a su alrededor. Sin pensarlo mucho, le pidió a su jefe que lo dejara ir, pues quería emprender su propio negocio por su parte. Le aseguró que no serían competencia ni nada por el estilo. La idea era ofrecer el mismo servicio que le ofrecía a él pero a otras personas.

 Meses después, recibía contratos de varios tipos de personas. Los narcotraficantes eran cosa del pasado. No había nada mejor que trabajar para amas de casa desesperadas o para hombres de negocios que se veían entre la espada y la pared. Había cierto interés casi morboso en ver como personas que parecían ser normales, que parecían no herir una mosca, podían convertirse en monstruos peores que él mismo en un abrir y cerrar de ojos. Era algo digno de ver.

 Con el tiempo, empezó a subir sus precios y a hacer cada vez menos trabajos. Esa era la idea desde el comienzo. Después de todo no iba a tener la energía de un joven toda la vida, su entrenamiento físico solo podría mantenerse por un cierto tiempo.


 Así fue como empezó a entrenar a otros en su arte de la muerte. Cuando llegó su propio momento de morir, había otros que seguirían su oficio para siempre pues con los seres humanos la muerte es segura y, es aún más seguro, que las pasiones de un momento los hagan hacer lo que nunca antes harían.

miércoles, 18 de enero de 2017

Están aquí

   Todo está bien. Desde la llegada de las criaturas, no ha habido de verdad cambios significativos. Esto puede no parecer coherente pero es un hecho: seguimos siendo los mismos a pesar de saber que están allí, aquí, a pesar de saber que no estamos solos en este vasto universo. Claro que la mayoría de nosotros nos quedamos mirando al cielo por horas y nos hacemos un sin fin de preguntas que tal vez nunca tenga una respuesta satisfactoria, pero la vida ha tenido que seguir igual.

 Los niños siguen yendo al colegio, los jóvenes adultos a las universidad y los demás al trabajo. Esa rutina no ha cambiado en nada pero sí las conversaciones que se escuchan en los pasillos de todas partes. Dentro de los seres humanos hay algo que se mueve y que quiere saber más pero también hay algo que nos impide dejarnos llevar por lo que nuestro instinto desea. Muchos quisieran saber mucho más pero simplemente no pueden y saben que podrían no saber manejarlo propiamente.

 Las criaturas están en lugares específicos, compartiendo espacios con científicos y otras luminarias del mundo. Unos tratan de aprender su idioma y otros quieren comprender como fue que llegaron hasta aquí. La búsqueda de respuestas es algo lenta pero cada cierto tiempo sucede un descubrimiento emocionante que hace parecer que la misión no es una perdida de tiempo completo. Muchos en el público desearían que todo se detuviera pero esas novedades eliminan la relevancia de sus deseos.

 Las criaturas han sido vistas por todo el mundo pero no parecen tener ningún deseo real de comunicarse con cada uno de nosotros. Por el contrario, parece que incluso se aburren de cuando en cuando y es entonces cuando se escuchan las noticias más extrañas como que alguien les quiere enseñar a bailar o simplemente les muestra una película para que vea algún aspecto fundamental de la cultura humana. Siempre que esto sucede, las criaturas parecen entrar en una extraña parálisis.

 Las razones para ello no son completamente claras pero lo que es cierto es que llevan aquí casi un año y los avances en el intercambio son mucho menores a lo que se desearía. Los que aprenden su idioma han preguntado una y otra vez: “¿Que quieren?” y “¿Porqué están aquí?”, pero las criaturas siempre responden con una frase confusa, algo del estilo de una evasiva humana pero en su idioma. No hay manera de presionarlos sin que se asusten o tal vez ataquen así que tras horas de frustración, siempre se vuelve a como estaba todo con anterioridad, sin apuro aparente.

 La cultura humana ya ha sido irremediablemente afectada por la llegada de estos nuevos vecinos. Las películas, los análisis filosóficos, la música, el teatro, la pintura y todas las demás artes han mutado y han querido incluir en si mismas una parte de lo que sea ha podido entender de la cultura de ellos. Al parecer también entienden el arte pero para ellos es algo más funcional que para nosotros. Han mostrado elementos antiguos de su civilización y su escritura parece ser esencial para el intercambio entre unos y otros.

 Los seres humanos nos apoyamos en nuestra voz, en lo que tenemos para decir y solo usamos la escritura como una muleta muy útil cuando queremos dejar algo más que claro. Ellos, por el contrario, utilizan su escritura casi como una manera de comunicación que va más allá de lo físico y tiene un nivel más allá, con sutiles cambios si un ser lo mira de un lado o de otro, o incluso con un estado de ánimo particular o no. Parece ser que su escritura es la base de sus avances como especie.

 Por supuesto, todo debe ser un intercambio justo y coherente. Por eso se les han presentado copias de escritura de todo el mundo así como elementos artísticos y de importancia cultural esencial para cada uno de los habitantes del planeta Tierra. La idea es compenetrar ambas culturas y que pueda llegar a existir, si no una convivencia, una comprensión completa de todo lo que es el otro y hasta donde puede llegar su civilización y cuales son los propósitos esenciales de cada una.

 Los avances parecen lentos y de pronto saltan en el tiempo de un momento a otro, gracias a un momento de claridad de uno de los científicos humanos a un segundo de autentica curiosidad por parte de los visitantes. Es extraño ver como, cada cierto tiempo, la noticia del día parece ser el haber aprendido algo nuevo el uno del otro. Es de una importancia máxima pero para el público de a pie son cosas que probablemente jamás lo afecten en lo más mínimo, en su vida personal o social.

 Las personas alrededor del mundo están fascinadas con lo que sucede pero la verdad es que la mayoría no tiene la más remota idea de cómo responder ante  todo lo que ha sucedido. Después de todo, han visto seres de otro planeta interactuar con humanos, han visto naves especiales estacionadas sobre las nubes y han aprendido una cierta cantidad de cosas que jamás creyeron que existieran en un lapso de tiempo relativamente corto. Es casi un milagro que los seres humanos no se hayan vuelto completamente locos después de tantas cosas nuevas.

 Pero así es. Seguimos aquí mismo, sin que nadie nos mueva de verdad del sitio que nos hemos hecho para aprender, crecer, vivir la vida y luego morir. No se ha detenido nada de eso desde que ellos llegaron y no parece que nada de lo que hacemos a diario tenga ninguna influencia en lo que sucede. Obviamente les interesa como vivimos nuestra vida y como entendemos el universo pero el hecho de que existan no tiene nada que ver con que nuestras responsabilidades siguen vigentes, como siempre.

 El dolor y el horror, la esperanza y el amor, y todos los sentimientos que hay entre esos, siguen existiendo sin ningún problema. Lo único que tal vez ha cambiado es la curiosidad innata del ser humano que parece ser ahora algo inevitable para cualquier persona viva. Nunca antes hubo tantos que quisieran dedicarse al entendimiento integral del mundo que nos rodea y eso por supuesto ha sido algo muy bueno para la ciencia, la que intenta desenredar todo esto que tenemos delante nuestros.

 Es interesante ver como la gente se ha vuelto más apasionada por las cosas que de verdad importan. Claro que unos se siguen matando por estupideces pero ahora hay como una insistencia en querer comprender todo lo que pasa a nuestro alrededor, y ya no es algo que solo las personas más educadas tengan en su interior. Ahora es algo generalizado que ha causado que incluso las personas con menos oportunidades quieran ser instrumentos para poder aprender más todos los días.

 Vivimos en un mundo emocionante, que quiere saber más pero que también mantiene los pies sobre la tierra. No es fácil pero nuestro mundo no se puede permitir detenerse como si nada. Seguimos necesitando alimentos, seguimos necesitando buena salud para poder aprender y emplear nuestros conocimientos para todos crecer juntos en un mundo donde las oportunidades sean más y para más de nosotros. Hay que seguir trabajando como siempre, caminando hacia delante y tratar de cumplir nuestras metas como seres individuales y como colectivo.

 Ellos siguen estando allí, por supuesto, y no parece que tengan ninguna intención de dejarnos en ningún momento. Muchos especulan que quieren de verdad aprender, que han sido enviados para poder hacer un intercambio real y sustancioso pero para hacerlo se necesita tiempo y construir puentes de comunicación resistentes a todo. Siguen habiendo muchas preguntas que salen de todos los rincones del ser humano pero la clave es tener paciencia y confiar en que todo saldrá bien.  Todo está bien.


miércoles, 10 de agosto de 2016

Detective privado

   El pequeño ventilador daba vueltas sobre la mesa, llegando en un ángulo casi recto sobre la cara de quién estaba allí esperando, con los brazos cruzados y una expresión de profunda preocupación. Para cuando el detective Flores entró de nuevo a la habitación, la persona que había estado esperando ya no estaba. Solo había dejado una nota diciendo que volvería pero no ponía ni el nombre ni un número de contacto.

 Flores sabía que la persona había esperando durante mucho tiempo para la confirmación de la información que parecía tener pero su archivero estaba hecho un desastre y pro eso se demoraba demasiado con cada persona y la gente terminaba yéndose. Solo sus amigos se quedaban y eso que era solo para burlarse, sin decir nada de ayuda. Sin embargo, pronto se dio cuenta que no llegaría ningún lado como iba.

 Había abierto su consulta privada hacía ya varios meses y la verdad era que siempre le había ido de manera regular. Por eso vivían en el barrio en el que vivían: a la gente no le importaba lo que hiciese o como lo hiciese con tal de que fuese efectivo y ayudara de verdad a las personas que lo necesitaban. Pero el trabajo era demasiado para una sola personaje. A veces lo ayudaban amigos o familiares pero ellos no entendían sus métodos y lo único que sucedía era que terminaban enterrando el poco prestigio que ganaban al solucionar casos interesantes.

  El detective se decidió y puso un aviso en el periódico de mayor circulación en la ciudad. Le había costado bastante dinero pero esperaba tener la mejor respuesta y así por fin encontrar a la persona perfecta para ayudarle a crear un ambiente de trabajo idóneo en el que el caso no tenga que sufrir por culpa del archivo, el clima, que tan ocupado esté Flores y todo esos detalles que hacen que alguien elija a un detective privado sobre otro.

 Un centenar de mujeres respondieron al aviso por correo electrónico y Flores tuvo que leer cada uno de ellos y hacer una selección del os que le parecían mejor. Quería alguien con al menos algo de experiencia en alguna profesión similar y también pensaba que la imagen decía más que mil palabras. Personas que parecieran buscar un puesto de modelo quedaban automáticamente por fuera.

  A pesar de su mejor esfuerzo,  tuvo que dividir las entrevistas en dos días. Durante ese tiempo tuvo que dejar el trabajo de lado para poder elegir de la mejor manera posible y, ojalá, rápidamente. Siendo un independiente, no tenía tampoco mucho  tiempo para desperdiciar e iba a ser muy sencillo ver si había “química” laboral o si simplemente no encontraba alguien que lo inspirara para crear un lazo fuerte a nivel laboral.

 El primer día de entrevistas comenzó terriblemente mal con varias personas que no tenían ni idea de lo que significaba un despacho de detective privado. Una de las “pruebas” que Flores tenía era un montón de fotos en las que mostraba diferentes cosas que la persona podrían encontrar en el trabajo. Algunos fotos eran de cadáveres, otras fotos sexualmente explicitas y otras apenas infrarrojas. Le parecía que ver la reacción de las personas al ver las imágenes podría decirle mucho de cada una de las personas.

 Obviamente, todo el que gritara con los cadáveres o se escandalizara por los desnudos, quedaba automáticamente por fuera. Los que ganaban puntos eran quienes, a pesar de ver lo que veían, tenían la capacidad de ordenarlo todo en su mente y hacer conexiones entre las fotos pues Flores no las había ordenado al azar. Un par de personas lo sorprendieron de esa manera, dándole toda la información que no había pedido pero que estaba allí para que cualquiera pudiese descubrirla.

 Llegaban hombres y mujeres y eran de todas las edades. No había un rango de edad más indicado que el otro. Para el detective eso no importaba porque la persona que iba a contratar debía estar dodo el día en la oficina, su trabajo primordial siendo el de mantener todo en orden allí mientras el detective estuviese fuera. Necesitaba un compañero pero también una secretaria. Tenía que ser una persona muy completa y para eso la edad era algo casi secundario.

 El segundo día fue un poco mejor, con personas que incluso lo asustaron un poco con el nivel de conocimientos que tenían del mundo forense y del espionaje como tal. Hubo una mujer a la que le dijo que todo estaba bien pero que supo que jamás iba a llamar de vuelta pues a pesar de saber muchas cosas, parecía tener una obsesión muy particular con los asesinos en serie. No era muy inteligente trabajar con alguien así en casos graves.

 Las entrevistas y las pruebas demoraron mucho tiempo y, durante ambos días, consumieron casi todo el tiempo del que disponía Flores. Eso no le gustaba nada pues debía trabajar constantemente o no tendría dinero para pagar el alquiler de la oficina y menos aún para pagarle un sueldo a una eventual persona que quisiera venir a ayudarlo. Por eso al tercer día, a pesar de tener mucho que pensar, tuvo que volver a los casos.

 Para la semana siguiente llamó a los finalistas, citándolos a los cinco en la oficina para que hablaran entre todos. Pensaba que lo mejor sería ver como se defendían bajo presión y con algo real. Y justo el día siguiente a las entrevistas le había llegado un caso bastante importante que podría ser la prueba ideal para determinar quién podría ser la mejor persona para ayudarle en el trabajo.

 El caos parecía simple de entrada: una mujer había asesinado a su esposo y a su amante al descubrirlos juntos en su casa, llegando de un viaje largo de vacaciones. La mujer era rica pero no por su esposo, así que no podía tener nada que ver con el dinero. La razón más obvia era venganza. Sin embargo, había decidido matar al marido después de matar al amante, a quién ahorcó con la corbata de su esposo. El cliente en este caso era la madre del amante del hombre.

 Lo que se debía determinar era simple: porqué había asesinado la mujer a los dos y porque había matado primero al amante y luego a su esposo. ¿Qué había hecho el esposo mientras mataba al amante? La idea era desenredar el caso para esclarecer si la mujer no tenía razón más allá de las evidentes para hacer las cosas como las había hecho.

 Le dio a cada uno los documentos necesarios y les pidió que volvieran al día siguiente con las soluciones al caso. Algunos se le quedaron mirando, como esperando algo. Antes de que pudieran preguntar, él respondió que ya había resuelto el caso pero que ellos tendrían la oportunidad de cambiar su conclusión antes de que hablara con la madre del amante para establecer el camino legal a seguir. Flores ya tenía todo solucionado pero quería ver como lo hacían los demás, cual era su razonamiento de todo.

 Al día siguiente, pudo ver con placer que los candidatos parecían cansados. Revisaban frenéticamente notas y parecían recitar palabras en voz baja, recordando qué era lo que tenía que decir. Uno a uno, expuso lo que había encontrado y su conclusión. Flores asentía solamente pero no decía nada más, ni de manera negativa ni positiva. Solo bebía café y movía la cabeza para que supieran que ponía atención.

 Una vez terminaron, hizo pasar a la madre del amante. Todos estaban expectantes pues querían ver en que estad estaba la pobre. Pero se sorprendieron al ver que no entró nadie a la oficina. Flores cerró la puerta tras él, se sentó y los miró fijamente. Les dijo que todos sus razonamientos tenían sentido pero que todos habían olvidado una de las reglas esenciales de una investigación: están lidiando con seres humanos y los seres humanos dicen mentiras.


 Nunca hubo caso, todo era inventado. Le explicó que muchas veces venía gente con mentiras, buscando que él validara esas mentiras para tapar sus fechorías y eso debía evitarse pues estaba en juego su nombre. Los candidatos estaban sorprendidos, tanto que ni hablaban. Flores les dijo que podían descansar pues todos iban a trabajar con él. La paga sería pésima pero tener un equipo era mejor que estar en pareja. Todos aceptaron, entusiasmados. Sin duda sería una experiencia única para todo ellos.

viernes, 6 de mayo de 2016

La masajista

   Con toda la fuerza de la que era capaz, Lina recorría de arriba a bajo las piernas del hombre que yacía sobre su camilla. El hombre a veces hacía unos sonidos extraños, como de placer, pero ella solo los ignoraba y seguía adelante con su trabajo. Nunca había sido difícil ser masajista y muchos clientes creían que tenían el derecho de pedir más o, al contrario, de pagar menos porque era más barato para ellos que ir a un doctor y hacerse exámenes o incluso ir a un gimnasio y hacer deporte.

 Lo había visto todo: había tenido en la mesa a mujeres que no se callaban, que le contaban toda su vida en la hora que tenían para el masaje. También había hombres parlanchines pero la diferencia solía ser que los hombres terminaban con una erección y las mujeres no. Tenía varios clientes que eran señores y señoras mayores y, aunque parecía difícil de creer, eran sus clientes favoritos. Jamás se quejaban tanto como los otros, no solía haber problemas con lo emocionados que se ponían y hablaban poco.

 Eso sí, había recibido varios pellizcos o palmadas en el trasero de parte de esos ancianos que solo querían recordar como se sentía el cuerpo de una mujer. Pero Lina lo manejaba muy bien: les decía que si la tocaban les subía el precio del masaje y no volvería a sus casas. Obviamente los señores mayores se comportaban después de eso aunque siempre volvían a las andadas porque así eran las cosas. Suponía que vivían tan aburridos con todo, que preferían meterse en problemas que no tener nada.

 El caso es que tenía todo tipo de clientes y trataba de mantenerse ocupada. Por muchos años, Lina se había entrenado para ser enfermera profesional. Pero cuando llegó el último semestre de la carrera, no pudo pagarlo. No tenía un solo billete para pagar nada y todo era porque estaba sola en el mundo. Siempre había tenido que trabajar para pagarse sus cosas y en ese momento todo le estaba yendo  tan mal que debió pagar varias deudas y no quedó nada para su educación.

 Fue por ese tiempo que una amiga le sugirió lo de los masajes. Consiguieron a alguien que tuviese la mesa y se la alquilaban. Luego, se hicieron propaganda por todos los gimnasios, centro de recreación, casas de la tercera edad y demás para ganar clientela. Y le funcionó todo a la perfección. Tanto, que pudo comprar su propia mesa y terminar de pagar las cuotas del automóvil que tenía para transportarse a las casas u oficinas de sus clientes.

 Sin embargo, nunca volvió a pensar en terminar su carrera. No era algo difícil, podía retomarlo cuando quisiera. Pero simplemente vivía ahora muy ocupada y no tendría tiempo de estudiar a conciencia y ganar dinero. En su vida era o una cosa o la otra, jamás las dos. Y prefería sobrevivir.

 Curiosamente, tuvo una clienta un día que le preguntaba más de lo que le contaba. Al parecer estaba fascinada con la idea de una mujer que masajeaba gente a domicilio y que no le daba miedo lo que pudiese pasar. En ese momento a Lina le dio autentico susto, porque nunca se había puesto a pensar que alguien malo le pudiese pasar. Era cierto que iba a las casas de muchas personas y, en numerosas ocasiones, esas personas parecían estar solas. Pero jamás se le había ocurrido desconfiar de nadie. A muchos los conocía ya de varias citas y no hubiese tenido sentido tenerles miedo.

 Sin embargo, le contó a la curiosa mujer la vez que un hombre de unos cincuenta años aprovechó un minuto en el que ella tuvo que buscar un aceite especial en su mochila de accesorios, para quitarse la toalla y ponerse de pie a un lado de la mesa de masajes. Ella soltó el aceite del susto y la botellita, aunque de plástico, se abrió del golpe  voló aceite por todos lados. El hombre tenía una erección notable y había querido “mostrarla” pero cuando el aceite estalló, se cubrió rápidamente y se plantó en no pagar el masaje, que iba casi a terminar.

 A Lina el aceite que había en el piso, que era bastante caro, no le importó nada al lado del reclamo del hombre. Pero en la oficina donde estaba, no había nadie pues era la hora del almuerzo y no quedaba nadie que pudiese apoyarla. Entonces tuvo que irse sin dinero y con un aceite menos para su trabajo. Eso sí, no limpió nada y tuvo una idea antes de irse: como el hombre había corrido al baño a cambiarse, ella aprovechó su salida para tomar un poco del aceite y echarlo encima de unos papeles que tenía en el escritorio. Se fue antes de que volviera.

 La mujer en la mesa de masajes rió bastante con la anécdota y le preguntó si era frecuente que le pasaran cosas así, extrañas. Lina le dijo que no era algo poco común y que seguramente era igual que cuando había hecho sus cursos preparativos para ser enfermera. Mejor dicho, había alcanzado a hacer algunas prácticas en hospitales pero jamás había completado las horas por las falta de dinero y luego de tiempo. La mujer le preguntó que cosas extrañas le habían pasado entonces.

 Lina le contó la historia de un chico, universitario por lo que se veía, que había llegado una noche con los ojos muy rojos al hospital. Ella estaba allí solo para ver lo que hacían las enfermeras profesionales y para tomar notas y hacer preguntas. Al chico lo acostaron en una camilla y no era difícil ver que había fumado marihuana, pero había algo más. Parecía resistir un dolor pero no era capaz de decir que era lo que le pasaba. A veces le salían lagrimas pero no hablaba. Lina se dio cuenta que era por vergüenza.

 Le hicieron rayos X y pudieron ver que el chico tenía una verdura, tal vez un pepino o algo así, metido en el trasero. Cuando las enfermeras en entrenamiento vieron la imagen, se echaron a reír pero la enfermera que cuidaba de ellas, con varios años de experiencia, les dijo que no era algo poco común. Sacar la verdura era fácil pero lo difícil era manejar al paciente y su vergüenza. La clienta le preguntó a Lina que pasó luego pero ella solo recordaba haber hablado un rato con el chico para tratar de que no se concentrara en lo mal que se sentía.

 La mujer le dijo a Lina que sería buena enfermera, pues eran las que  estaban más cerca de los pacientes y podían escuchar mejor sus dudas o afirmaciones o simplemente darse cuenta con más rapidez de lo que les pasaba. Ella no supo si era un cumplido, por lo que sonrió y terminó el masaje en unos minutos. Cuando salió de allí, la mujer la siguió al coche y le dio su tarjeta: le dijo que podría llamarla cando quisiera, si lo deseaba. Para ella sería más que interesante saber más de su historia.

 Leyendo la tarjeta, Lina se enteró que la mujer llamada Jimena, era periodista. De eso se dio cuenta ya en casa y le pareció curioso que una periodista quisiera hablarle a ella o, por lo visto, saber como era el mundo de los masajes y demás. Pero no la volvió a ver hasta mucho después. Su prioridad era seguir trabajando porque las deudas no esperaban a que la gente las pagara.

 Ella no tenía una casa propia ni nada así, por lo que tenía que pagar un arriendo. Además de eso, estaban los servicios en su domicilio y además la comida que muchas veces ni cocinaba. La cantidad de clientes que tenía a veces, le hacían llegar muy tarde a su casa y para esas horas ya estaba exhausta y no tenía ganas de nada. Si acaso se comía un pedazo de pan con algo o algún producto que pudiese meter en el microondas y estuviese listo en menos de cinco minutos.

 Cuando la llamó Jimena, no le reconoció la voz. Ella solo se rió y le recordó que tenía su número por lo de los masajes. Sin embargo, la llamaba para hacerle una propuesta. La invitó a cenar a un restaurante, a una hora en la que Lina normalmente no tenía muchos clientes, y le propuso hacer una entrevista sobre ella para la revista que trabajaba. Pensaba que muchos estarían interesados en la vida de una masajista, un trabajo poco común.

 Lina no estaba muy segura de si quería hacerlo o no. Jimena le aseguró que lo único que necesitaba era poder ir con ella a algunas citas con clientes para ver como trabajaba y tener al menos tres citas con ella para hablar y preguntar un poco de todo. Le pagaría por todo ese tiempo y además otra vez cuando publicaran el articulo.

 La masajista dudó un momento. No sabía que decir porque era un interés que nadie había mostrado nunca. Sin embargo, el pago por la entrevista publicada sería casi un extra y podría apartarlo para por fin ahorrar un poco. Pensó en como podría organizarse y Jimena interrumpió su pensamiento y le dijo que no había nada de que preocuparse. Todo sería pagado y sería divertido y ¿que mejor que pasar un rato distinto, haciendo algo diferente?


 Lina aceptó. Necesitaba un cambio en su vida y tal vez el que necesitaba empezaba con una entrevista.