domingo, 19 de octubre de 2014

Ricardo Villamil

La leyenda cuenta que Ricardo Villamil fue uno de los miles de hijos de españoles con indigenas. Aunque lo poco común era que su padre era indígena y su madre española. El padre había sido el jefe de su tribu y la mujer era hija de un comerciante de especias, más que todo exportando clavo y canela.

Pero este no era el aspecto que todos recordaban de Ricardo. La historia que todos conocían, y algunos todavía recuerdan, es la de su expedición al interior del país, en ese tiempo poco explorado, con uno que otro asentamiento, casi siempre un caserío de mala muerte.

La idea de Ricardo era aumentar el poder de la empresa que iba a heredar de su abuelo. Siendo su único descendiente, no podía negarse a dejarle hasta el último centavo y cada papel con su firma para que la empresa siguiera existiendo. Conociendo al viejo avaro que era su abuelo, sabía que nunca sería capaz de dejar derrumbar su imperio, que él mismo había heredado de sus ascendientes.

Ricardo había llegado en cuestión de dos semanas, casi un record en la época, al borde de la llanura, donde empezaba la jungla espesa y los mitos más locos sobre la tierra desconocida. Eso, francamente, no le interesaba. En el camino fue formando su equipo hasta encontrar 20 hombres dispuestos a adentrarse con él en la selva.

También viajaba con ellos una cocinera negra, que él conocía hacía años. La había convencido diciéndole que todos dependerían de ella para comer comida real y no porquerías de la selva. La idea del viaje no le importaba, solo nutrir a los demás.

Y así llegaron al borde de la selva y se abastecieron de comida, armas y demás cosas que pudieran necesitar. Se hicieron al río en una gran embarcación y siguieron el curso fluvial por kilómetros y kilómetros.

Para Ricardo este tramo del viaje fue el más tedioso ya que tenía que esperar y esperar. No había nada más que hacer sino repasar planos pasados, informes de tribus autóctonas y avisos de exploradores y otros personajes que frecuentaban la selva para conseguir comida.

Ya conocía de memoria las leyendas: una mujer que buscaba a sus niños matando hombres perdidos, el hombre que era jaguar o caimán o un oso y, por supuesto, la gran ciudad pérdida que muchos decían que existía pero que nadie vivo podía decir que había visitado.

En la travesía por el río pararon algunas veces, recolectando frutas, hierbas y cortezas de árboles. Todo podía servir. La idea era volver con todo a la costa y allí ver que se podía hacer con cada material. Al fin y al cabo allí estaban los equipos científicos necesarios para saber de que estaban hechos los materiales.

En el bote tenía una cabina para él solo y allí un cofre donde guardaba todo. Ya ansiaba volver, a pesar de no haber llegado al lugar donde muchos reclamaban haber visto poderosos animales y plantas exóticas. Extrañaba a sus padres, que ahora tenían el peso de la empresa encima.

A veces pensaba que los tiempos estaban cambiando y su familia era ahora menos discriminada pero sabía que el mundo no era así, era cruel y duro. Lo había notado cuando había cortejado a una joven dama hija de comerciantes de pieles. Ella misma le dijo que no podía dejar que la vieran con él.

Y así ocurrió con otras más hasta que se cansó y decidió montar la expedición. Era un viaje necesario para el negocio, pero también era una oportunidad perfecta para escapar de todo un tiempo, ver otros espacios, y encontrarse un poco en un mundo que no estaba hecho para él.

Un buen día desde el bote pudieron ver montañas, más bien montes por su altura, y tenían formas extrañas. Eran mucho más altas que la planicie de la selva y era planas por encima. Algunas tenían los costados en pendiente brusca y otros eran más suaves.

Unos pocos se quedaron para resguardar el bote, entre ellos la cocinera que dijo que no le interesaba ir a escalar pero que le trajeran carne roja para las comidas de los próximos días.

Ricardo se armó con un fusil y varias bolsas de piel de panza de oveja, ideales para guardar las preciosas plantas que encontraría. Dejaron las colinas para el último día y se dedicaron a buscar por entre los montes y las cuevas. Encontraron bastantes animales salvajes que, después del primer día, se mantuvieron al margen de los extraños.

En el tercer día encontraron las ruinas de lo que parecía un pueblo o un asentamiento. Habían círculos de rocas, claramente las bases de casas. Había también un rectángulo gigante de piedras y, a un lado del pueblo, varios montículos con piedras alargadas clavadas encima. Todas tenían caras talladas, cada una diferente a la otra.

Ricardo y otros calcaron los rostros e hicieron dibujos. Esto les tomó demasiado tiempo por lo que tuvieron que acampar esa noche allí. Ricardo no podía dormir. Se sentó sobre su cobija y escuchó la jungla: ruidos de monos, un rugido en la lejanía y, entonces, una canción. La escuchó por varios minutos hasta que la aprendió.

Al otro día le preguntó a la cocinera que hacía cantando en la noche y ella le dijo que jamás cantaba, no desde la muerte de su hijo. Además, había dormido desde temprano. Ricardo se extrañó pero no prosiguió la conversación. Era el penúltimo día y decidieron explorar una cueva grande que habían visto.

Los hombres entraron primero y espantaron a los murciélagos. La cueva brillaba en la oscuridad y no había mucho más que ver hasta que se adentraron en la roca y encontraron un recinto que parecía natural y, a la vez, se notaba la presencia humana. Había dibujos por todos lados y más piedras con caras. En la roca había hoyos, seguramente para antorchas o algún tipo de fuego.

Y allí escuchó de nuevo la canción. No sabía de donde provenía pero la voz era femenina, sin duda. Cuando le preguntó a los demás si escuchaban la canción, le dijeron que no sabían de que estaba hablando.

El último día subieron a uno de los montes. Escalaron con dificultad, casi cayendo al vacío varias veces. Pero había dos hombres experimentados y ayudaron al resto. Solo ocho subieron y exploraron uno de los montes. La vista era hermosa: la selva parecía una enorme alfombra de la que solo sobresalían montes como en el que estaban ahora y otras formaciones más oscuras, a lo lejos.

Y entonces uno de los hombres gritó y todos fueron con él. Había encontrado otro circulo de rocas con caras y, en el centro, había un montículo de tierra: era un entierro. Lo más extraño es que este entierro tenía una lapida y la inscripción estaba en números y alfabeto romanos. La enterrada era una mujer, europea por el nombre, muerta hacía unos cien años. Imposible, parecía.

Entonces se escuchó la alarma del barco que consistía en golpear un plato de metal. Algo malo ocurría. Ricardo supo entonces que no regresaría pronto a su hogar.

sábado, 18 de octubre de 2014

Life's surprises

After walking for a long time, my feet had started to complain. My legs were starting to stop working correctly too and, quite frankly, I was dying of thirst. Not just for walking more than 10 kilometers but because I had decided to wear a winter coat, thinking it was kinda windy.

Anyhow, I had arrived to a neighborhood I didn't really know although a friend of mine lived fairly close. I saw a strip mall across the street and decided to explore the place.

It was not a big place but had a lot of stores and bars and even a multiplex on the second floor. I had no intention of watching a movie, and also no money. I just wanted to have a drink an watch people go by. I would think about how to get back home later.

Finally, I found a coffeeshop. They had many types of smoothies with multiple flavors and additions but I have always hated places with far too many choices. I was thirsty. So I bought a simple passion fruit smoothie, just fruit and ice, nothing else. After paying, I chose a sit outside the place to check my cellphone and drink my juice. But I didn't.

I should feel ashamed o something but I didn't then and don't now. The reason I didn't check my phone was that I saw a guy, a very handsome one, cute if you like the word. He was sitting there with a male friend. I drank my juice as I heard what they were talking about.

Surprise: the subject was a girl. Ok. Hope she is cute as well at least. I know, nasty thing to think but, haven't we all done it? It's not that everything is about how you look but it would be a lie to say we only fall in love with our feelings. We all need something more earthly.

Anyway, the friend left and five minutes after the girl, I suppose she was the one they were talking about, arrived. She was not my type, that is if I had one, but she wasn't bad altogether. He kissed her on the cheek and she sat down. He offered to buy her a drink and she complied, asking for a cappuccino. He rushed inside, happy that she had agreed.

That's a don't guys. Girls are not really into guys that do things so easily. They are just to easy and most girls, not all, are into someone a little more layered, typically complicated. Alert for girls too: don't be to picky. You're not all prizes. Nasty? Not sorry.

Anyway the guy came back with the drink and the girl started a long and uninteresting one person conversation about her friends, and how one of them was marrying and all the details about the engagement. The guy faked being interested but it was obvious he was interested in her liking him, not much more.

Ok. I'm not saying he's looking for sex. Although most guys do, gays or straights, many other are looking for meaningful relationships. The bad thing is that those guys are scarce and they are usually found by bitches. Yes, that is the word.

She then started asking him about babies and marriage. From what I could understand and see, they were younger than me, possibly in their first semesters in college. The guy just asked her what she liked and she keep on going, like a parrot. Never mind being ugly, if you just cannot stop talking, you're less appealing than an Arctic walrus.

I stood up to leave but my legs trembled and my feet hurt like hell. And I hadn't figured out how to get back home so I just wen back inside and bought another smoothie, an orange one. I came back to my table and realized it was five in the afternoon. I had to go back before sundown, or traffic would never let me leave.

Time had passed and I did not realize the couple was now arguing. What had I missed? More babies? A car? Whatever it was, the girl was pissed and, good for him, the guy took a stand. For what I could hear, he told her he was sick of going out with her friends. He said he would always go to expensive places with her, places he didn't even like, just to please her. And always with a bunch of people he didn't even like.

She bursted into tears and, not only me, but everyone around was looking at them. She said that her friends were her life and that it was hard that he didn't like them. And then she added something that made me laugh, loud: "Sometimes I thing you just like me for my looks".

Now people looked at me. I faked reading something hilarious on my phone so people wouldn't stare and some did look the other way. He didn't. And my face turned into a red fleshy thing. I hated people when they stared that way, not angry but just, looking.

Their argument went on until the girl just stood up and left, without saying one more word. Fast enough, she grabbed her phone and called someone. A friend or a rebound guy? Who knows...

I finished my second smoothie and really felt like peeing. Besides it was late. On my wait to the restroom I confirmed on the phone that only one bus line passing nearby would take me home. So I went to the urinals, thinking about how much time it might take to get home.

Then he, the guy in the coffeeshop entered. I went to wash my hands and he did the same, washing his face slowly. I then dried my hands in the machine and was about to leave when I heard him saying: "She's not that pretty, is she?".

I turned into stone for a moment. No one had ever come to me and talked, just like that. It was really strange.

"Pretty maybe. Empty, for sure". Now he laughed and I smiled. I told him that, by the looks of it all, he was better off without her. He didn't answer. I said I had to go but then he did something guys do when they are really affected by someone: he asked me to go with him for a beer.

I refused. Surely he had friends to do that but he answered they had all taken sides and that he didn't wanted to discuss it further. He just wanted to drink and talk about whatever.

And so we did. Needless to say, I still talk to him and we have become the best friends... No, I'm lying. That's not exactly what happened. But let's just say he's fairly close and we still laugh about that day.

viernes, 17 de octubre de 2014

Sex Shop

 - Tienes que trabajar. O estudias o trabajas. Así de fácil.

Tan claro lo había dicho la madre de Alicia, que no había manera de pelearle nada. Su indecisión por elegir una carrera adecuada, sumado eso al hecho de que no había mucho dinero para estudios, había sido una carga pasada para la joven de 18 años.

Sus padres ya estaban hartos de verla por ahí en la casa, "haciendo nada" como ellos decían, y le habían llamado la atención dándole un ultimatum.

No tenía todavía ni idea que quería estudiar. Había mucho de donde elegir pero nada que la apasionara. De hecho no entendía bien el significado de esa palabra. No sentía nada así por nada ni por nadie. Pensaba que seguro sería algo interesante y bonito, pero no lo sentía y cuando no se siente algo, no aparece por simple voluntad. Hay que esperar.

La opción de buscar trabajo parecía, de algún modo, más sencilla que la de buscar una carrera que le gustara en serio. Buscó y buscó por los clasificados. Cada día que compraba el periódico para su jubilado padre, tomaba la sección de su interés y resaltaba los trabajos que resultaran atractivos.

Resultaba que para todo, hoy en día, había que tener especialización, saber inglés y tener maestría y doctorado. Lo pedían hasta para atender en centros de llamadas, llamadas de países hispanohablantes. Simplemente ridículo.

Envió su hoja de vida a cuanta empresa encontró, describiendo sus cualidades y don de gentes, pero esto no parecía tener efecto.

Ahora su único desahogo, sus amigas, se había convertido en algo fastidioso. Siempre que quedaban para verse, hablaban de los maravillosos trabajos, lo ocupadas que estaban y los proyectos que tenían en el corto plazo para el dinero que estaban ganando. Alicia solo sonreía y trataba de cambiar el tema a algo más banal pero siempre volvían a lo mismo.

Un buen día, salió a caminar. Estaba harta de la casa y había decidido salir por ahí a despejar la mente. Caminó por una avenida con bastante comercio que quedaba cerca a su hogar. Había bastantes personas yendo y viniendo, olor a comida y personas contentas. Ella no lo estaba.

Después de caminar un buen rato, se detuvo frente a un local grande pero con las ventanas tapadas con un velo rojo. No se podía ver hacia adentro. El sitio no tenía letrero que dijera que había dentro pero Alicia podía ver luces adentro y sombras.

Se acercó a la puerta y allí vio algo inesperado: había una hoja pegada en la puerta. Solicitaban empleado de tiempo completo pero no detallaban en que consistía el trabajo. Alicia pensó que habiendo gastado todos los cartuchos, cualquier cosa podía ser opción. Empujó la puerta y entró.

El lugar tenía una luz roja bastante fuerte y el ambiente se sentía pesado, como si se pudiera sentir en los hombros. Frente a la chica, había unas cinco filas, paralelas, de estantes llenos de películas. Y ahí entendió que clase de tienda era. Viendo que al fondo había un mostrador, atravesó uno de los pasillos para llegar. Era la sección de "Asiaticas" y "Latinas". Trató de no mirar detalladamente las carátulas de los estuches porque si lo hacía seguramente reiría, como siempre le pasaba cuando se ponía nerviosa.

Llegó al mostrador. Allí estaba Miguel, sentado sobre una silla alta, leyendo una revista. Alicia se aclaró la garganta. El chico, algo mayor que ella, la miró.

 - Hola.
 - Hola.
 - Ehm... Vengo por el aviso... El de la puerta.
 - Ah...

El chico se puso de pie, le hizo una seña a Alicia para que lo siguiera y atravesó una cortina de cuentas rojas. La joven lo siguió algo nerviosa. Había cabinas por ese pasillo pero por los sonidos dudaba que fueran para llamar por teléfono. Al final del corredor había una puerta que Miguel abrió con una llave de seguridad.

Al otro lado había una casa, común y corriente. Parecida a todas las otras que había en el barrio. Bien iluminada y con escalera en espiral.

 - Espera aquí.

Miguel subió dejando a Alicia atrás. De pronto, se le ocurrió la idea de que podría ser que estuvieran buscando chicas para desnudarse o algo por el estilo. Y sus manos empezaron a sudar y quiso irse pero la puerta estaba cerrada y no sabía por donde más salir de allí. Muy tarde, se oían pasos bajar.

Era un hombre parecido a Miguel, que venía detrás. Era gordo y bonachón, algo calvo.

 - Mucho gusto. Alfredo Prada, como la ropa.
 - Alicia García.
 - Vienes entonces por el trabajo?
 - Sí pero...
 - Tranquila, no hay nada de que preocuparse. Ven.

Siguieran a un estudio y allí se sentaron los tres. Miguel no decía nada. Su padre empezó a hablar y le explicó a Alicia que necesitaban un empleado para la tienda, ya que solo eran tres personas en el momento.

La joven iba a hablar pero el señor le dijo que sus obligaciones serían de aseo, arreglar los videos, atender a la gente y tal vez cobrar. Alicia estaba evidentemente aliviada y Alfredo lo notó.

 - Es que pensaba que... necesitaban chicas para...

No completó la frase pero Alfredo igual rió y Miguel le sonrió. No contrataban chicas en el sitio. Le explicaron que solo era una tienda de videos y accesorios sexuales y que ofrecían a los clientes la posibilidad de ver las películas en el sitio. Nada más.

Volvieron luego a la tienda y le mostraron todo: las filas de películas y los estantes donde exponían los accesorios a la venta. Desde esposas hasta disfraces. Alicia, extrañamente, sintió curiosidad y empezó a querer saber más. Esto le gustó a Alfredo y la contrató, sin pedir hoja de vida ni nada más.

Y así fue como Alicia empezó a trabajar en un "sex shop", sin decirle a sus padres. Le había dicho que era una tienda de ropa en el centro para que nunca fueran a verla trabajar ni nada parecido.

Se hizo amiga de Miguel, que resultaba ser un músico empedernido. Había estudiado piano cuando pequeño y ahora iba a clases de canto y guitarra. El señor Alfredo era un amor de persona, siempre le invitaba a comer con su familia y la consideraba de sus mejores adquisiciones para la tienda. También conoció a Mireya, la mamá de Miguel y esposa de Alfredo. Una mujer grande en todo sentido, igual de amable que su esposo. Todo era perfecto.

Tanto así, que empezó a darle ideas a Alfredo, cuando llegaba la hora de cerrar. Con la ayuda de Alicia, la tienda cambió la iluminación por una menos "agresiva" así como la vitrina. No ponían vibradores o películas allí pero sí disfraces y accesorios inofensivos. Esto atrajo nueva clientela, sobre todo de parejas que buscaban darle un giro a sus relaciones.

Tuvieron también la idea de cambiar el tipo de estantes para generar más espacio y también se sumaron nuevas categorías para atraer más público. Todo tipo de película XXX estaba en la tienda e hicieron tratos con los mejores proveedores.

Un año después, convenció a don Alfredo de poner una sucursal en la zona "alternativa" de la ciudad. Las ventas iban por los cielos y la gente los seguía en todas las redes sociales. Esta colaboración también había resultado en una relación estable entra la joven y Miguel. Se entendían y compartían gustos.

Alicia, la chica que no sabía que hacer con su vida, encontró entonces una pasión. Tal vez una poco común pero era suya y nadie se lo podría arrebatar nunca.

jueves, 16 de octubre de 2014

Lady of the night

Brutal, bloody, senseless. Few words to describe the kind of horrors we have been living in Paris the past few days.

It all started with a corpse, floating on the Seine. They had tried to fill his guts with stones but the cut opened and the dead man floated back up.

As a member of the police, I'm responsable for the people of this town. It's not an easy task: these streets are filled with every single element of society: whores and thieves, society ladies and dandies, politicians and bakers. Every one walks these streets.

This first year of the new century has been disastrous for the force. I sometimes think 1900 is going to be the year that tears us apart, when this country will finally fall to the hands of brigands and opium smokers.

The city is less dangerous than in the past, that may be true, but what about this murders? Five men have been found floating on the Seine, in different parts of the city, always with a mark carved behind their necks: a spiral.

No one knew what that meant but, as policemen, we knew dead men would continue to come up. They all had some stones inside and we dismissed the idea the killer wanted them to sink. It was something else.

I visited Doctor Marteau, an old men that had studied in London and knew all about the procedures and tests to be done to a corpse, in order to find more about the death. Well, he did his job just fine. He found out every single one of these men had been sodomized with an object. The doctor was sure of it.

On the job, I had been to every part of town and knew about every aberration that lived in the city. Men sodomizing each other? No news to me. So there was more to it than just raping men and killing them. Someone was throwing them to the water, making them visible for us to get them. And that person, or persons, were branding these men like cattle.

After days of stalling, I went to have a glass of wine, a few glasses actually, to an old place I loved in the artists district, not far from the Moulin Rouge and the Sacré Coeur. All the girls knew me well and also knew I would be good to them if they didn't get into trouble. They greeted me on the street and I slightly bowed: they were women all the same.

I finally got to my joint and drank and drank and enjoyed myself for the first time in months. I liked talking to Michel, the bartender. A bald men that had seen enough of Paris and now only worked and lived in the same neighborhood, never traveling anywhere nor wandering around. But, as I did, he knew people.

He told me he had heard about the dead men and even about the state of the bodies, something we hadn't released to the press. I was rather surprised. He said a guy from the morgue came in the place a few times a week to brag about the horrible things he saw, drank a few ones and then left with a different chick every time.

I left the place, a bit dizzy but sure enough I could get home all right. It wasn't very far and I hated trains or cars. Nothing like the good air of Paris in the spring. Even late at night, it comforts you.

I walked down a steep road and among various buildings. I stopped to pee on a garden or something and moved on. Wine out of the system, I felt less drunk and very hungry. I had walked a lot and suddenly found myself near Madeleine. I knew a place around there so I could have something to eat.

But I never got to that. A man was screaming his lungs out, mad to the core or scared. I approached the screams, as I tried to dissipate any dizziness of my mind. Apparently, I was on duty.

The man was on the ground, leaning on a building. His eyes looked troubled, big and red. His leg was cut deep and bled profusely on the ground. The sight was enough to make me sick. And having had nothing to eat, it was worse.

I calmed down the man, telling him to stop shouting and to talk to me. I took out my ID and presented myself as a policemen. He ceased with the screaming but still trembled uncontrollably, as if he had seen a monster.

I looked all over my coat and finally pulled out my whistle. I carried it for emergencies and this was one for sure. I used it many times and minutes later two fellow officers helped me get the sick man to an ambulance.

The next day, I tried to visit him but couldn't. He had been put on strong medication, in order to cure his leg and to help him deal with the pain. It wasn't the appropriate time to question him.

I came back after two days. I wasn't feeling very good: another body had been found on the night I found my screaming lunatic. I visited him because I needed to know he was fine, at the moment, I never imagined he would be a pivotal part of everything.

A nurse pulled a chair close for me and I sat beside his bed. To be honest, this young man was handsome, which led me to believe he came of a good family. His clothes were expensive, for what the talkative nurse told me, and he had money on himself so he wasn't mugged.

He turned to me and greeted me kindly, as if I was a old friend. He told me he remembered me from that night and thanked me for my help. I told him that, as a policemen, that was my duty. I proceeded to ask what had happened and then his kind smile disappeared. And he began telling me.

He had escaped his parents house. He was the son of a duchess and a politician that lived in Lyon. He had come with a friend to Paris and started enjoying the night of the city. He went to parties with artists and whores and enjoyed both flesh and drinking. He smoked opium and had sexual relations with everyone he met.

Then, he said, he met a woman when coming out of one of many parties. She was beautiful and willingly went with her to her home. But there was nothing there, no furniture, no clothes, nothing. Only empty space. She said she liked to bring boys there and then proceed to tie him to a post. Then pulled out a knife and cut herself and him, on the leg.

She started talking about the pleasure of carving human flesh, of feeling the guilt of men when she did so and how weak they all were and women had to deal with their stupid attitudes and ideas. She laughed at moments and said it was precious to see them cry in front of her, as he was doing.

Then, according to the young men, she got near but he managed to kick her and release himself. As he was, he fled the building, almost getting caught by the woman. She didn't follow him but he ran fast and far and finally caved to his leg.

I stood there, hearing his words. While he was talking about being forced to drink and smoke by her, I was thinking I was closer to my murderer than ever before. A lady of the night, nonetheless.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Cuando joven

La juguetería era enorme. Parecía tener varias plantas y cada lugar estaba lleno de niños y padres viendo los miles de objetos en exposición por todo el sitio.

Yo cogí a Lucas y le dije que aquí no podía correr. Me aterraba la idea de perderlo y tener que buscarlo en semejante selva de juguete. Le apreté la mano, de pronto algo más de lo debido, y seguimos caminando.

 - Pa, que es eso?

Lucas señalaba hacia la zona de los videojuegos. En un estante cercano, al que me acerqué porque mi hijo me halaba con fuerza, estaba lleno de pequeñas cajas cuadradas con imágenes de criaturas varias por todos lados.

 - Mira, peluches!

Me haló de nuevo para entrar a un pasillo. Empezó a mirar los peluches uno por uno, fascinado por las formas y los colores.

Yo los conocía. Eran mis juguetes preferidos de infancia y no sabía que todavía los vendían tanto. Tengo que decir que me alegré mucho al ver caras y formas conocidas de cuando era mucho más joven, aunque de más edad que Lucas.

Se acercó con uno y me dijo que le gustaba y se lo quería llevar. Le sonreía y le dije que sí, como me iba a negar. El que había elegido no tenía manos pero si dos pequeñas patas azules y hojas en la cabeza con unos ojos grandes.

Luego de eso recorrimos el lugar, viendo todos los juguetes que había. Pero algo me oprimía el pecho, como si tratase de salir. Gracioso fue cuando pasamos por los juguetes para niños mayores y vi uno de Ellen Ripley. Mi carcajada asustó a un par de niños y extrañó a Lucas, que no se cansó de preguntarme porque me había reído.

Pagamos el muñeco y nos fuimos en el carro hasta la casa. En el camino le conté a mi hijo que conocía al personaje que tenía ahora en las manos, porque había jugado con criaturas parecidas cuando era pequeño.

Entonces él me preguntó que me gustaba a esa edad. Recordé tantas cosas al mismo tiempo. Cuando tenía unos doce años amaba los videojuegos y eran mi manera de pasar el tiempo y así había conocido a los personajes que habíamos visto en la juguetería.

A decir verdad, no tenía muchos amigos y los videojuegos creaban mundos aparte de ese en el que no me gustaba mucho estar. El colegio era aburrido y la gente, no parecía interesante. No sé como sea para todos los niños a esa edad, pero yo no estaba muy interesado en amigos, a menos que fueran pocos. Siempre he pensado que es mejor pocos y buenos que muchos y malos.

Llegamos a la casa y le dije a Lucas que la abuela se demoraría un poco en llegar todavía, por asuntos del trabajo. Le pregunté si tenía hambre y me dijo que sí. Mientras le hacía un sandwich, se sentó a la barra de la la cocina, con el peluche, y me preguntó si jugaba fútbol cuando pequeño.

La pregunta tenía razones: le encantaba llenarse de barro hasta el pelo jugando con sus amigos del barrio. No había reglas ni había competencia. Era diversión sana y nada más.

Le dije que no. Nunca me gustaron los deportes porque nunca necesité de ellos porque, como dije antes, había encontrado otras diversiones. Y cuando tuve que hacer deporte ya estaba en los otros el espíritu de competir, de ganar, de vencer. No me interesaba en lo más mínimo perseguir una pelota para alimentar mi ego o el de nadie más.

Y si por ejercicio preguntan, pues no me interesaba mucho. Cuando se es joven, siempre hay tiempo para remediar las cosas. Y ya cuando somos viejos, es muy tarde. Es el orden de la vida.

Lucas mordía el sandwich de jamón con mayonesa como si temiera que le saliera un gusano en él. Mordía un poco y miraba, con cuidado. De pronto, separó los dos panes y miró detenidamente.

 - Come bien.
 - Pa, no es atún?
 - No, no es atún. Es jamón. Cerdo.
 - El jamón es cerdo?

Asentí y le di un mordisco al mío. Lucas había heredado mi aberración por el pescado, en cualquiera de sus presentaciones. Ahora revisaba porque mi madre le había dado atún hacía días, olvidando los gustos del pequeño hombre. No era un niño que llorara pero sí que se quejaba cuando algo no le gustaba. Eso sí, agradecía bastante cualquier cosa que sí fuera de su gusto, como el peluche.

 - Que materia te gustaba más en el cole?

La pregunta me cogió fuera de base. Era difícil de responder, ya que el colegio para mí había sido una etapa de transición.

 - Historia y geografía.
 - Porque?
 - Me gusta saber como vivió la gente antes, que pasó y en donde. Como son los lugares.

Asintió, asimilando mi respuesta.

Era cierto, la historia y la geografía siempre me habían gustado en el colegio y había sobresalido con mis conocimientos en ambas clases. La gente siempre parecía sorprendida porque yo supiera una fecha o algo sobre algún lugar. Eso no me gustaba, era como si dudaran de que yo pudiera saber algo que ellos no. Me ofendía, así esa no fuera su intención.

 - Tenías novia en el cole?

Me reí. Respuesta nerviosa a una situación que siempre había sido incomoda para mí.

 - No. Tu tienes?
 - No! Soy muy chiquito.

Me reí de nuevo. Él siguió con el sandwich, sin parar de revisar como si fuera un investigador privado en una misión fundamental.

 - Y novio?

Esa pregunta fue aún más incomoda, tanto que no me reí sino que me quedé en silencio.

 - Tampoco.
 - Nunca, ni novio ni novia en todo el cole?
 - No, nunca.
 - Porque?

Era una buena pregunta. Supongo que jamás había sido de los que quieren que todo el mundo sepa de sus cosas. Bueno, al menos en el colegio. Después ya no me importaba quien supiera que acerca de mi.

 - Ya terminé.

Era cierto. Le retiré el plato y ahí se bajó solo de la silla y se fue con su peluche y un cajita de jugo a la sala de estar, seguramente a ver televisión.

Suspiré. Ahora entendía lo que habían dicho tantos de ser padre. Era bonito verlos crecer pero a la ves dolía saber que no se quedaran así para siempre.

Lavé los platos y fui con él a ver televisión. Los dos estuvimos en silencio todo el rato, yo todavía pensando en mi infancia. No, no todo había sido feo. Había disfrutado aprendiendo muchas cosas, teniendo algunos amigos bastante buenos e imaginando del futuro, que no había resultado malo tampoco. Muy al contrario.

martes, 14 de octubre de 2014

The Mark

His eyes move, a lot, still asleep. His hairs is all on one side so we can easily see, on his forehead, a big mark. Red, with lines and black dots.

The man, or boy pending on your definition, wakes up rather fast, opening his eyes as if he had been scared by the boogieman in a dream. He doesn't move, as the physical pain of his forehead comes to him and he has to relive everything again.

He finally gets out of bed and goes to the bathroom. With one hand he holds his hair and stares at his image. The red mark is centered right above the nose. Frowning hurts a bit but he has no way of doing some other facial expression. He lets his hair down again and pees and then washes his hands.

As he walks to the kitchen, he thinks that at least it's not bleeding now, as it was yesterday night. He touches his forehead with care and then watches his fingers: clean.

In the kitchen, he pours some juice into a glass and drinks half of it as if he had been walking across a dessert for years. When he's done, he goes to the living room and sits on the sofa, to watch people go by.

Have they ever done that too? Have they ever caved to their urges and fears and weaknesses?
Who knows... He just watches them as he finishes up the juice and, once again, touches his forehead.

He then remembers being in school, twelve years old or something like that and being mocked for having peed his pants. He was so afraid of speaking to anyone he had held his urge for too much time and accidents happen. No one was kind, nor nice, nor decent. They were all animals and he hated them for it. He was just a kid and from then on, he felt rejected, an outcast.

No, not the moment for that. He goes to the kitchen again and makes a sandwich. Somehow, he's starving. He must have had an awful dream or one of those were you run like crazy, not knowing why.

He goes back in the sofa and eats his breakfast as he sees a man helping a woman with some boxes. They smile and each other and are oddly kind. People are not like that, almost never

He then remembers what it was for him to turn into a teenager, parties and all. And still feeling left out. It was incredible how much he had hated everyone in school so much, and none of them knew. They had no idea he never wanted to see them again. He didn't wish them harm or anything but he didn't care about their happiness. He was too hurt and alone.

The last year of school was different. He was just himself, as he knew he would never come back again. And college was another story, with different disappointments. No, not all was bad. Friends, real ones, were there.

As he finishes his sandwich, he touches the mark again and goes back to the bathroom. He puts some cold water on it and on his hair, to flatten it so people cannot see it easily. It shames him. It's a mark of shame and despair.

He washes the glass and the plate and enjoys the feel of water on his hands. He flattens his rebel hair again and then goes back to the sofa, now with his laptop. He puts on some music and finds himself reviewing, mentally of course, his bad luck in love.

He had grown tired of going out, dates, getting to know people. They didn't even tried to know him, at least to fake interest. No. They just didn't care much. Sex was first many times and he caved as it was fun and felt good but soon that ran out and it wasn't enough.

And the world wasn't helping. He had grown up to see how he had to look and behave and he wasn't that model everyone was supposed to be. And if you weren't, you lost. And he did, or so he felt.

He changes the song, to something a little more upbeat. Starts reading an article about sea creatures with incredible strength and the people that look out for them.
And again, thoughts. His brain was his enemy, no doubt.

Now he remembered, as if he had forgotten, that he had no money, no job, nothing. He had become bored too of sending his damn CV to every single company, even to fast food restaurants and retail stores. No one wanted him. And that felt awful. It hurt a lot to feel no one needed him, or appreciated what little he could do.

He shook his head, feeling some pinches, as his brain now was trying to escape, to move away as he too had become bored with him. He closed his eyes in pain, trying to push everything inside, deep, never to come back out again.

Suddenly he heard a voice and opened his eyes. It was his mother.

 - Hi.
 - Hey.
 - How are you feeling today?
 - Better. Thanks.
 - Sure?

He doubts.

 - Yeah.

She sighs and moves on to the kitchen.

After hitting himself with the first object he could get his hand on, he stroke his head too with his fists and he had a physical strength that scared him. He had caved to his inner fears, his demons, everything that was eating his brain.

He bled alone and cried as he hadn't done in so many years, when he thought he had kept it all behind. No. The past always comes back to have a bite of your brain, to torture you slowly.
And he, fed up, had taken matters in his owns hands and almost broke his skull.

As his mother made breakfast for herself, he took a few deep breaths and calmed down. He had to be strong, as she had said. "Take control of your feeling. Don't let them control you". And he knew she was right.

He hoped, really hard, that things would change soon. But that is something no one knows, until it happens or it doesn't.

lunes, 13 de octubre de 2014

Amor y amistad

 - No.

Se quedaron entonces en silencio, bastante incómodos el uno con el otro. La mesera vino con la orden que habían hecho: un chocolate caliente con pastel de queso para uno y un café negro con croissant de almendras para el otro.

Mientras Jorge, el del chocolate, tomó un sorbo de su bebida, Tomás no hacía nada. Su café humeaba frente a él pero solo miraba por la ventana, a un punto perdido en la calle.

Jorge preferiría no decir nada. Tenía hambre y por eso comía pero no tenía la mínima intención de seguir la conversación.

 - Porque no?

Tomás lo miraba a los ojos. Jorge trató de que su expresión no fuera de exasperación. Suspiró.

 - Porque somos amigos.
 - Y ? Que tiene?
 - Que te quiero como amigo.
 - Por favor...
 - No quiero dañar nuestra amistad? Ok?

Tomás por fin tomó un sorbo de café. Se quemó la lengua pero no se quejó. Le pegó un mordisco al croissant y mientras tragaba, pensó en que decir.

 - Como podríamos dañarla?
 - Porque nada de eso me sale bien!

Había subido voz y la gente los estaba mirando. Eso no les importaba. No a Jorge, que se sentía herido.

 - Le hemos pasado muy bien estos días... Nos hemos acercado más.
 - Lo sé. Por mi culpa en parte.
 - Culpa suena como algo malo.
 - No he estado en mi mejor momento.
 - Me gustó mucho ir de viaje juntos, solos. Nunca lo habíamos hecho.
 - Sabes que necesitaba irme.
 - Sí...

Jorge toma otro sorbo de chocolate. De pronto ya tiene nada del entusiasmo que hasta hace algunos minutos lo invadía. Estaba de nuevo como antes, sumido en una tristeza inexplicable.

 - Me gusta nuestra amistad y significa mucho para mí.
 - Para mi igual.
 - Yo nunca tuve un amigo hombre... No uno de verdad. Y contigo puedo compartir cosas y pasarla  bien y me gusta. No quiero que eso se vaya, no ahora.

Tomás veía la mano de Jorge tan cerca pero se contuvo como pudo. Sabía lo que él había pasado y estaba contento porque ahora por fin parecía estar pasando su mala temporada. Y definitivamente no quería ser la causa de otro mal en su vida.

 - El último día del paseo...
 - Que?
 - El último día, me desperté antes que tu. Te vi dormir un rato, antes de bañarme.

El otro se siente incómodo pero Tomás no puede dejar de decirlo.

 - Me di cuenta de que...
 - No.

Jorge lo detiene con esa sola palabra. Eso sí, no logra detener una única lágrima que sale de uno de los ojos de Tomás.

Él se la limpia casi al instante y decide tomar otro poco de café, para tratar de calmarse. La mesera se acerca y les pregunta si desean algo más. Jorge le dice que por ahora nada y sonríe con debilidad.

Toma otro sorbo de chocolate y trata de controlar esa voz interna, tal vez más aventurera que su yo de diario. Hay mucho en riesgo y no es el momento para ponerse a apostar con lo poco que se tiene.

 - Y Manuela?

Tomás ríe.

 - Que pasa con ella?
 - No la has olvidado o sí?
 - Tu sabes que sí.

Esta vez mira la mano de Jorge y sin dudarlo la toma. La aprieta con suavidad y Jorge deja que suceda.

 - Siempre terminan las cosas mal. Siempre quieren algo.
 - Alguna vez terminarán bien. Y creo que me conoces lo suficiente como para saber que quiero y que  no.
 - No quiero intentar más. No quiero más dolor gratis.
 - Porque?
 - Porque me asusta que nos terminemos odiando. Eso me dolería más que cualquier cosa. Si fueras  un desconocido sería distinto.

Jorge retira la mano y se cruza de brazos, sin decir más. De nuevo, es como si se creara de la nada un muro invisible entre los dos.

Ninguno termina lo pedido. La mesera viene de nuevo y pregunta si puede retirar los platos y los dos asienten, sin decir nada ni cruzar la mirada.

Cuando la mujer regresa con la cuenta cada uno pone exactamente lo que debe y no más, no más cortesías entre los dos, al menos no hoy.

Se ponen de pie y salen del negocio, al frío de la tarde de domingo. El viento sopla bastante y los dos caminan juntos a la parada del autobús. Al fin y al cabo, viven en el mismo barrio.

Se sientan en la banca del paradero y no dicen nada hasta que Tomás sonríe y Jorge lo voltea a mirar.

 - Que?
 - Te acuerdas del perro que quería venir con nosotros?

Jorge también sonríe.

 - Sí, hubo que bajarlo del carro como cinco veces.
 - Que raza es esa?
 - No sé... Collie?
 - No... Es otra. No sé como se llaman.

Y de pronto silencio de nuevo. Pero esta vez se miran cara a cara y sonríen. Los daños son menos graves de lo previsto.

Cuando llega el bus, se suben los dos y se sientan uno al lado del otro, Jorge contra la ventana porque se baja después de Tomás. Miran hacia el frente o por la ventana.

 - Como vas con el guión para Julieta?
 - Bien... Ya casi lo termino.

El turno es de Jorge.

 - Ya pasaste los diseños para el concurso?
 - No.

Jorge respira profundo.

 - Porque?
 - No sé... No tengo cabeza para eso ahora.

Silencio de nuevo. Ahora es más duradero. Se acercan al barrio y los dos saben que no tienen mucho tiempo más de decir nada, no hoy que es cuando cuenta.

Sin embargo, Tomás se despide en voz baja y apenas se baja empieza a llorar en silencio. Tan mal se siente, que casi trota para llegar a su apartamento. Allí, se dirige a su cuarto y se acuesta en su cama, con los ojos húmedos y rojos.

Casi una hora después, a punto de dormirse, escucha el sonido de su celular.

Se levanta de la cama y mira la pantalla. Es un mensaje:

QUIEN MÁS VA A ENTENDERME? MARATÓN DE ALIEN?

Jorge sonríe. Se pone la chaqueta rápidamente y sale como un rayo del lugar.

domingo, 12 de octubre de 2014

Beneath The Habit

Sister Gwendoline loved desserts. From her first years on this world, she had adored anything sweet that you could share with friends and family. Her favorites were éclairs, any kind, as her grandmother always made them when she visited.

Many years had passed and, instead of baking, she would spend her days in the convent, taking care of the elderly nuns and helping with a day care center the church had established in town, to help single mothers with their children.

Let's not misunderstand the situation: Sister Gwendoline loved to help and it was this calling that made her take the habit when she was eighteen. Her mother encouraged her to do i and her father would have preferred to see her become a great cook. But when her grandmother died, she new she wanted the world to be a better place and becoming a nun was her choice to do so.

She had asked Sister Eloise to talk to the Mother Superior, in order for her to have duties in the kitchen but she wouldn't listen or care. She thought Sister Gwendoline was suited for her current duties and sending her to the kitchen would not be in the best interest of the congregation.

But, as they say, God works in mysterious ways. Mother Superior had been called to a reunion in Italy and decided to leave Sister Mary in charge. Sister Mary was just past seventy years old. She was a bit deaf and forgetful. But dedicated 100% to our Lord. She was always first in mass and last to leave.

Sister Gwendoline had also noticed Sister Mary was also first in the dining hall and last to leave, after repeating dessert, something only the most elderly members of the convent could do. So the younger woman took advantage of the situation and directly asked Sister Mary to have duties in the kitchen.

But Sister Mary knew about Gwendoline's requests and said no, like Mother Superior. But knowing about her predilection for sweets, Sister Gwendoline asked for a trial period or a test to be in the kitchen. She said she would bake éclairs for every single nun in the convent as a proof she was suited for the duties she was looking for.

And Mary, number one fan of pastries, accepted. Sister Gwendoline was thrilled and immediately when to the kitchen and asked for a time in which she could do her creation: only after dinner, said Sister Ruby. She was a big, older woman, happy in her duties as a chef and taking care of everyone's health. To her, she was even more important than a doctor as she relieved not only the body but also the soul of her patients.

Sister Gwendoline cooked the pastries the same night she asked Sister Ruby and took special attention to detail. Everything was there, in that big and old kitchen that had seen so many groups of religious women come and go.

She did one for every single sister, using three different types of filling (pistachio, rum and vanilla) and decorating with edible pearls, nuts, fruit and chocolates. When they were done, they looked as if one had entered a french shop. They look perfect, maybe too perfect to even eat.

On breakfast, the morning after, she stood besides Sister Ruby as she served oatmeal and gave aways juices and fruit. She put an éclair on every tray and she told every nun to eat it last, so everyone could taste it at the same time. It wasn't very common to have dessert this early but no one said a word.

They ate the oatmeal plates faster than usual, even the elderly nuns. Sister Clara, who was over ninety years old, kept watching her éclair with the same eyes a mother sees a baby. She thought it was adorable and that she should thank Mother Superior for this delicacy.

Then the moment came and everyone ate in silence. Sisters Ruby, Gwendoline, Clara, Eloise, Mary and everyone else enjoyed it in silence, as if this was another one of the masses. When they finished, they cleared the tables and went on to their duties, without any word been spoken.

Sister Gwendoline was summoned to Sister Mary's office two hours later. She was nervous but overall happy. She had done what she liked best and that was a great accomplishment.
In the office, Sister Ruby sat in front on a large desk, on the other side Sister Mary smiling. They had agreed that Gwendoline should spend two hours each day in the kitchen, getting familiar with every single aspect of cooking. She would keep her duties with the children and the elderly until they had seen she could handle kitchen work.

All the rest of that day, of the week actually, Sister Gwendoline walked on air. She was thrilled to serve her congregation with her real talents. She was on the kitchen on time everyday and, although tired at night, she would fulfill her other duties as she had always done.

Then, Mother Superior came back. Sister Mary told Gwendoline she would speak about their arrangement with her but apparently that wasn't necessary.
Unknown to anyone, Sister Clara had taken Sister Romilda's éclair, as she had an upset stomach. Instead of eating it, the elderly nun had kept it in a cloth napkin for the last few days in order to give it to Mother Superior, as a thank you, thinking she had been the one to authorize dessert on breakfast.

Gwendoline thought she would be summoned to Mother Superior's quarters but that didn't happen. Instead, she summoned all nuns to the chapel and there she talked about what the congregation had gathered to talk about in Italy: tolerance and understanding.

She said these teaching didn't only apply to their relationship with people outside the convent but also inside, and that an example of this not being handled correctly was her denial to let Sister Gwendoline cook, as it was her desire.
Mother Superior said understanding was basic in their way of life and that they should respect each other's tastes and preferences, as the Lord intended them to be individual beautiful creatures.

So from that day on, Gwendoline moved full time to the kitchen and the sisters enjoyed her creations for many years, as she had always wanted to do.

sábado, 11 de octubre de 2014

Sueños

Estaba acostado en una cama y sabía que lo estaba mirando a él, sin conocerlo. No se movió ni dijo nada, solo contempló la hermosa vista que había desde la habitación así como el movimiento de la delgada cortina por el viento que entraba y el personaje que estaba recostando sobre la baranda del balcón.

No le veía el rostro al hombre que estaba afuera pero veía que solo tenía puesto unos boxers y nada más. Sabía que estaba soñando pero todo parecía perfecto. De pronto el sueño cambió y ahora estaba en un tren, lleno de gente.

Estaba sentado entre de una anciana que tejía algo y una chica gótica que escuchaba música. Se levantó de la silla porque sabía que la siguiente estación era su parada. Se cogió de un tubo junto a la puerta y esperó.

Justo cuando entró el tren a la estación, vio al tipo del balcón, de nuevo de espaldas. Estaba en la estación, caminando hacia la escaleras eléctricas. Apenas se bajó, corrió detrás del hombre del balcón pero había muchas personas y empujarlas parecía no servir de mucho. Siempre quedaba muy detrás del tipo y nunca lo pudo alcanzar.

Corriendo por un pasillo, se tropezó y cayó al piso con fuerza. Y el sueño cambió de nuevo. Esta vez estaba en un sitio muy extraño: parecía el interior de una de esas naves espaciales de las películas. Incluso estaba vestido con un uniforme parecido al que llevaban los actores.

La gente lo saludaba y el parecía conocerlos, al mismo tiempo que no tenía idea de que era lo que pasaba. Se acercó en un momento a una ventana y pudo ver a través de ella al planeta Tierra, o eso parecía.

Retomó su caminata por el lugar y vio mucha gente que conocía, de la infancia, del colegio, de la universidad, del trabajo... Todos parecían estar allí y se conocían los unos con los otros, algunos se daban la mano y otros incluso se besaban en público. Era muy extraño.

De nuevo, vio al hombre del balcón de espaldas y lo siguió. Por los pasillos de la nave espacial hasta que, esta vez, pudo alcanzarlo. Cuando le tocó el hombre, el tipo se dio la vuelta. No lo conocía o al menos no conscientemente.

El tipo era más alto que él y, no se podía negarlo, era bastante atractivo. Solo le sonreía y se tomaron de la mano.

Ahí cambió el sueño de nuevo, esta vez por algo más simple y familiar. Estaba en su cuarto, con todo lo que conocía de siempre. Y el chico del balcón estaba con él, durmiendo en la cama. Él se puso de pie y lo contempló un buen rato. Quería escuchar su voz, para hacerlo más real pero se veía tan en paz y tranquilo dormido que no quiso despertarlo.

Se sentó en la silla del escritorio y siguió contemplando al hombre en su cama hasta que por fin se despertó.

A su lado estaba su novia y se sintió culpable, como si hubiera traicionado su confianza con solo imaginar a otra persona en sus sueños. La relación estaba deteriorada y, de hecho, ella estaba allí para intentar mejorar las cosas.

La quería pero como a una amiga, algo que nadie quería escuchar. Habían tenido relaciones y él no había estado muy interesado y creía que lo mejor era no fingir lo contrario. Para que? Todo tiene que terminar algún día.

Cuando ella se despertó, tomaron café en la cocina y hablaron. De mutuo acuerdo, terminaron. Se abrazaron y despidieron. Ella se cambió y se fue y el se quedó allí, tomando su café en la sala.

Entonces sonrió, al ver un pequeño cuadro en la pared opuesta: era una fotografía de la isla griega de Santorini, con sus edificios blancos. En primer plano, se veía una pequeña casa con una gran terraza pero no había nadie allí.

viernes, 10 de octubre de 2014

Signore Mazzanti

Fyodor Mazzanti, was born to an odd couple: an italian father and a russian mother. He was born in Kazan in 1916, but a year after his family fled to the west. They eventually came back to his father's hometown, Laurenzana, locate in southern Italy.

The kid, born between communism and fascism, grew up with a lot of love around: his mother, an only child, gave him all that she could, including a younger brother. His father always came from work with candies or toys.

Lorenzo, his brother, and him, grew up happy. That was the most important. But their parents suddenly became enthralled by the governing party in the country. Soon enough, they were attending rallies and supporting causes they did not fully understand.

When he turned eighteen, he had the chance to leave the country to study and their parents wanted him to go to Berlin. They said the german language was the future and that he and Lorenzo should know all about it.
But Fyodor felt his place was in Italy, as his love for this country, his adoptive one, grew exponentially since he was a little boy. He wanted to study history or art. His parents finally accepted his decision and he went on to live alone in small flat above a bakery in Rome, in the Trastevere district.

Lorenzo turned eighteen the same year Italy entered the war against the Allies and he didn't let his parents say a word: he went to Sicily and boarded a ship from there, on to New York. Fyodor would only know about him until five years later.

The war ravaged the continent and it was worst for the Mazzanti family towards the end, when the allies bombarded cities all over Italy. Fyodor himself was saved by a lover, who kept him a little bit too long in her room, saving his life as a bomb hit his house.

In Laurenzana, his parents were safe and received the American troops by asking them how to get in touch with their son. No one knew how to help, as communications to the outside had been cut for months. And both mother and father suffered for the faith of their children.

As soon as the government fell, Fyodor travelled to his former house and found that no one was there. His family had disappeared, leaving no word or letter behind. He returned to Rome, finished his studies and went on to work with the Capitoline Museums. They were gathering a lot of damaged paintings and sculptures from every single part of the country.

He was happy for his job and now lived in a very nice house, near his first flat in the city. Every day he got to see great pieces of artwork. But at the same time, he thought of his family, the face of his mother when cooking a brilliant new dish, his father when carving a nice piece of wood and his brother Lorenzo playing with his favorite toy train.

He had looked for them all over, visiting Laurenzana often but he found very little information. A neighbor told him they had left after the American arrived, towards Sicily. Fyodor went to Palermo but the trail died there as no one knew if they had ever boarded a ship or if they had decided to go back.

Death was not an option, he thought. He felt of them as alive as every single moment he wasn't working, restoring old pieces in the museum or traveling for them, he went on to check every fact he knew about his parents and his brother.

He had even visited New York a couple of times, looking for his parents. He knew that was useless as many immigrants had changed their names when arriving through Ellis Island but he insisted without success.

Fyodor grew bitter because of this. His family had given him so much love as a child and then they just vanished. He was a grown man but he missed them all and not knowing anything about what had happened, was just heartbreaking.

It had affected his love life too. Women grew tired of trying to make him fall in love with them as he never paid much attention. His work was the thing that distracted him from the pain of having been left alone. Besides, he was afraid that if he had a child, he would do the same. He couldn't think of breaking someone into pieces like that, he just didn't want to do what his parents did to him.

In 1978, after more than thirty years on the job, he finally decided to step out to give room for a new generation. His eyesight was everything for him and now he was slowly loosing it. The staff of the museum made a party, with cake and champagne and all kinds of songs and music. It was the first time in years that he cried, in public no les. People thought it was because of his job, but that wasn't the cause.

During those years he had a dog called Caesar. A gray great dane that just loved him. As tall and strong as he had always being, it was the perfect pet for Fyodor.

Now, with all the time in the world, he decided to try one last time and he looked for the help of an institution to track down his family. He gave them all the information he had and they told him to be patient, to wait and that sometimes, nothing happened.

Fyodor waited for almost fifteen years until a young woman called Maria, called him to tell him she had found his file and that she had been investigating. She had found her brother. When he asked about his parents, she said they had died years ago in California.

Weak but now on the verge of finally getting answers, he flew to San Francisco and, with Maria, visited the cemetery were his parents were buried. He cried and cried, kneeling and just crying, without saying a word. Maria could only stand there.

The day after that, they went to Las Vegas. Lorenzo had become the owner of a fast food restaurant chain and now was retired in a house on the outskirts of Las Vegas.
They hugged and cried together and Maria smiled, as she was happy to reunite family.

Fyodor went back to Rome after a week and asked Lorenzo to visit him sometime.

Just a few weeks after that, he went to take a stroll around his neighborhood with Caesar. They sat in a park bench and watched people go by. And he then fell asleep. And died there, finally at peace.

jueves, 9 de octubre de 2014

Lo Natural

Después de dejar el automóvil en la entrada, el pequeño grupo de personas esperó mientras el guardabosques iba por el guía, que estaba en una cabaña cercana alistando lo necesario para la caminata.

Los miembros del grupo eran siete personas: había cuatro mujeres y tres hombres. Ninguno se conocía con el siguiente, eran desconocidos los unos con los otros y habían tenido distintas razones para venir al parque.

Estaba, por ejemplo, Daniela. Era fotógrafa de corazón pero cardióloga de profesión. Siempre había querido tomar fotos de la naturaleza pero sus obligaciones en el hospital no dejaban que se alejara demasiado. Tenía 46 años y no se había casado. Su único compañero era Mateo, un gran danés que había querido traer pero el parque no admitía mascotas.

Al lado de ella estaba Clara. Era asistente en un estudio de moda y la habían enviado para revisar el sitio. Su trabajo era ver que posibilidades tenían ciertos sitios para ser utilizados como locación para fotografías varias. Ella no quería venir: era alérgica a muchas cosas y su nariz ya estaba roja en el transporte que los había traído.

El guardabosques volvió con otro hombre, un hombre bastante guapo. Las cuatro mujeres se quedaron mirándolo como tontas, por lo que no escucharon muy bien cuando el guía les explicó que el recorrido sería de tres horas, con un descanso en un hermoso lugar panorámico.

Vestidos con ropa térmica, se adentraron en el parque siguiente un sendero de tierra que pronto vieron cubierto de ramas, pasto y musgo.

Felicia y Amanda eran estudiantes. No habían venido juntas pero habían comenzado a charlar en el bus y ahora se ayudaban a no pisar los charcos de barro más peligrosos. Las dos tenían el mismo estilo: demasiado arregladas para un paseo por la naturaleza y visiblemente incomodas con todo. Ellos no sabían, pero tenían el mismo profesor. Y él les había puesto como tarea hacer un informe personal de un parque nacional. Él había asignado los parques y así, las dos distraídas chicas, estaban ahora haciendo equilibrio para no pisar plantas ni barro.

El guía ahora se detenía para mostrarles un amplio sector del páramo, que estaba cubierto de frailejones y de hongos. Mientras les explicaba las propiedades de algunas plantas, Rodrigo comía una barra de cereal. Estaba obsesionado con el ejercicio y las calorías y demás y había pensado que retar al cuerpo con la altura y una larga caminata era buena idea.

A su lado estaba Marcos, estudiante de biología, que se sentía como niño en una dulcería. Era el único que escuchaba con atención todo lo que decía el guía y anotaba algunas cosas en una pequeña libreta. Incluso hacía preguntas y algunos comentarios que buscaban denotar su conocimiento de la zona.

Por último estaba Walter. Era un hombre maduro, apasionado por la naturaleza, recorriendo el mundo visitando cuanto parque o reserva pudiera encontrar. Había dejado atrás una vieja casa en Londres para hacer su travesía y no extrañaba su casa en ningún momento. Eso sí, estaba cansado. Había llegado de Ecuador hacía unas horas y no había tenido la oportunidad de dormir como se debe.

El grupo siguió caminando por el sendero hasta llegar a un pequeño bosque que cruzaron con cuidado. El guía ayudaba a las chicas y a ellas se les olvidaba todo, encantadas de que les cogiera la mano para ayudarlas a seguir el camino.

Había llovido a cántaros y se notaba: no había animales en ninguna parte, ni siquiera en el cielo. El guía les contaba que alguna vez habían visto cóndores pero que ya nadie sabía muy bien si existían en los terrenos del parque. Eran criaturas muy sensibles. Al igual que osos y ciervos, que tal vez verían, según él.

Apenas salieron a un claro, se cumplió lo que había dicho. Les indicó que hicieran silencio y que no se movieran ya que había un pequeño venado con su madre sobre una superficie plana, no muy lejos de un abismo.

Todos sacaron sus cámaras fotográficas y tomaron un par, a tiempo, antes de que los animales se asustaran cuando Felicia tropezó y cayó de frente contra el suelo. Se llenó de barro y dañó su cámara. La ayudaron a pararse mientras ella sollozaba y decía que nunca se graduaría. Amanda dijo que le prestaría sus fotos y el guía se alejó apenas pudo: odiaba las mujeres quejumbrosas.

Se reunieron en el sitio donde estaban los venados y el guía les dijo que era hora del descanso. Mientras sacaban de comer, les advirtió que no podían dejar basura, ni siquiera restos de comida porque un oso podría seguirlos y eso no era muy buena idea.

Walter y Daniela se acercaron al abismo que había cerca del plano donde habían estado comiendo los venados. Aunque con pésima visibilidad, podían ver el cañón que había abajo y las montañas verdes que se extendían muchos kilómetros más allá.
Y los dos empezaron a charlar, en inglés, ya que Daniela sabía muy bien el idioma por sus estudios. Rodrigo había sido odontólogo y compartieron anécdotas médicas mientras comían compartían un paquete de galletas.

Marcos hablaba con el guía, con quien compartía un sandwich. Hablaban de las nuevas especies descubiertas en Guyana y lo que significaba poder descubrir nueva vida en un mundo ya viejo.
El guía se sentía muy a gusto hablando con Marcos, ya que compartían ese gusto enorme que él tenía por los animales y la vida en general.

Felicia le decía a Amanda que fotos tomar y como tomarlas y ella asentía ante todas las peticiones de la otra. Amanda era del tipo de chica que quería caer bien y Felicia del tipo que le gustaba tener el control. Y lo hacían de maravilla.

Rodrigo hablaba con Clara de sus ambiciones de ser modelo para diferentes marcas y ella solo asentía. Ya conocía a los modelos y sabía que el tipo iba a hablar horas, quisiera ella o no. La joven solo sonreía en los momentos apropiados, asentía y pedía, en sus adentros, largarse de allí lo más pronto que se pudiera.

Pasados unos minutos el guía dijo que tenían que continuar. Revisó minuciosamente el sitio donde habían comido y, tras recoger una envoltura de barra de cereal tirada, prosiguieron con el recorrido. La idea era bajar a una zona del cañón para buscar vida salvaje y luego volver a subir por un lugar que no habían pasado, donde solo crecía musgo y habían restos arqueológicos.

Y así lo hicieron. Bajaron, unos quejándose más que otros, hasta encontrar el arroyo que pasaba por el cañón. Les advirtió no tomar de allí ya que podían contaminar el lugar. Felicia ordenaba a Amanda tomar fotos y Rodrigo ya ni se molestaba en fingir poner atención: se había puesto los audífonos y oía música electrónica.

Tras no ver nada en el cañon, subieron con dificultades por un tortuoso sendero hasta una pequeña meseta, despejada. Allí no crecía nada más que brotes de musgo. Habían varias piedras distribuidas por el sitio, algunas hundidas en el suelo. Formaban una marca circular, con otro circulo adentro de ese. La sensación fue de asombro general.

Todos tomaron fotos e incluso posaron junto a las rocas. Y después, en silencio, cada uno dio una vuelta por el lugar. Según el guía, esto era tradición.

Rodrigo pensó en que le gustaría no sentir tanta presión de todos, por ser más y mejor. Walter quiso volver a su hogar y dejar flores en la tumba de su mujer. Marcos tomó una decisión: haría un año académico en Brasil. Y el guía solo inhaló el aire puro y agradeció estar allí todos los días.

Amanda pensó en que querría tener un buen trabajo al salir de la universidad, mientras que Felicia solo pensó en pasar la materia. A Daniela se le aguaron los ojos pensando en lo sola que se sentía todos los días y Clara, como Marcos, tomó una decisión trascendental: dejaría la agencia para dedicarse al teatro, su verdadero amor.

Algo más felices de lo que habían entrado, el grupo dejó el parque tras media hora más de caminata. Le agradecieron al guía y al guardabosques y se alejaron en el pequeño bus que los había traído.

Antes del anochecer, un oso de anteojos visitó el sitio arqueológico, también llamado Templo de la Revelación. Y la criatura se sentó allí largo tiempo hasta que fue de noche y se alejó para cazar.

miércoles, 8 de octubre de 2014

The Need To...

Ali was born when the Soviet union still existed and a wall divided the lives of the citizens of one same city. He was born into a struggling family, a group of people seeking to breakaway from what society had set for them.

But, as he grew up, strange things started happening. When a young kid at school, people teased him for no reason, mocked him for being the new kid or for peeing his pants as he was always afraid of everyone.

His family travelled, from one city to the other and that was fine for him. He didn't liked people very much, only his family, and it was best not to get so involved. In time, he made friends but the relationships were short. It was then when it happened.

His mother felt it first. When he touched her one day, she felt suddenly ill, trembling, feeling her knees caving to the weight of the body. It was strange but no one even thought the possibility of Ali being the problem.

That changed when it happened again and again and finally, with a schoolmate, in class. He touched his hand when handing off a pencil and then the kid collapsed and everyone saw how it happened.

Ali was tested in every way possible. He was only twelve years old, so he was confused and scared. The doctors, at first, didn't found anything. But a foreign specialist took an interest and ran tests himself.

Apparently, Ali had developed some sort of self defense mechanism: his skin would attack anyone touching the boy by inducing sickness. The doctor didn't know if the sickness was inside Ali or was created by his body. He requested further tests.

But Ali's parents said no. They didn't wanted him to become a freak. So they left that city and went back to where he was born. They thought it was the best place for him but, as it turns out, it was one of the worst decisions they could have made.

He went back to the place he dreaded, where he felt under judgement every single day. He grew solitary and isolated by his own will. His grades weren't very good either. He had no will to keep going.

But the family helped as much as they could and he accepted that help. Soon, they became inmune to his powers. But it wasn't the same with others so he kept to himself. In his last year in school he made some friends but he knew it was too late. He had no intention of keeping any memories of that place.

When he left, he went to college and study arts, as he felt his mind needed to open more, to learn more in order to be able to control his powers.

But, in time, he discovered that wasn't possible. He didn't have any control over it and when people got too close, the powers stepped in and drove them away. He made a few friends, real ones, and they learned about his condition and promised to keep distances, remaining friends.

Sometimes his powers rested, as with his family, and then he could be a little closer to friends.

The other issue, which wasn't a problem but a fact, was that Ali liked boys. As he was a boy, this may have added some difficulty to his life but, strangely enough, it never was. No one rejected him for it, maybe because the people he knew were a bit more liberal than most.

The real problem came every time he grew close to someone. His powers would turn off at first, even letting him have sex or kind of a relationship for a few weeks but it always ended up badly and then the guy would end up sick and Ali would run away.

It was worst when the people were actually bad, with awful intentions and using lies to get to him. They thought they were smarter, just brighter and his body knew they weren't. They just lied. And once, he had felt he was taking a life, or at least his powers did.

So when he got out of college, he decided to go away, to another country, by himself. There he would keep studying and be away from any distractions. To be honest, Ali didn't not believe in love anymore. For him, the concept was ridiculous as he had only seen people using others for their own wellbeing and not to give anything back.

Away, he was in peace. Of course there was always someone in the street that caught his attention or a strong need to hold someone. But that wasn't possible as he knew something would eventually go wrong, as his powers could go crazy and kill anyone. It had almost happened once and the feeling had been impossible to forget.

Ali lived alone, always refusing someone that would come too close. He had learned to be tough, to be nasty if needed. He didn't wanted anyone interested in him and viceversa.

He made some money writing, working in supermarkets, moaning lawns, walking dogs and as a waiter. He had found a small flat, with one room and one bathroom.

And that was Ali's life. As people always hurt and never wanted him but something else, he lived and died alone and no one ever knew how much he had wanted, needed, to hold someone else's hand.

martes, 7 de octubre de 2014

Equilibrio

Sofya era la mejor en toda la competencia, de eso no había ninguna duda. En cada una de sus presentaciones se lucía con pasos cada vez más refinados, perfectos. Su cuerpo parecía hecho de plastilina o algún otro material maleable. Verla era increíble.

Su mayor seguidora era su madre. La niña había mostrado aptitudes desde pequeña y los profesores habían instruido a Katerina para que la niña aprendiera algún deporte donde pudiera sacar a la luz todo su potencial. Estuvo un año haciendo ballet pero la niña odiaba estar en grupos grandes, con otras niñas. Y Katerina detestaba sentarse con madres obsesionadas con sus sueños frustrados.

La niña se decidió entonces por la gimnasia rítmica, un deporte que podría practicar sola pero que pediría bastante de su cuerpo y de su disciplina. Pero así lo hizo, cumpliendo con todo lo que debía hacer. Sofya era dedicada y cuando entraba a competir, era como si no hubiera nada más en el mundo.

Su madre le preguntaba con frecuencia si estaba segura de que esto era lo que quería hacer y la pequeña siempre respondía que su sueño era estar en los Olímpicos. La madre estaba feliz pero puso reglas: no más de cierta cantidad de práctica a la semana y nada de competencias demasiado pesadas, al menos no hasta que fuera algo mayor.

Sofya resentía esta actitud de su madre, ya que ella creía que era un miedo de Katerina de ver a su hija fracasar o algo por el estilo. La verdad era que su madre quería que fuera una niña normal y disfrutara otros aspectos de la vida, no solo estar siempre metida en algún gimnasio o preocupada por su peso o aspecto.

Cuando podían, Katerina lleva a la niña con al centro comercial de compras, a jugar en el parque con su perrita Ariel o jugaban juegos de baile en la consola que tenían en casa. Todo para que Sofya no sintiera que debía hacer cosas sino que las hiciera cuando quisiera.

Pero el mundo de las competiciones lentamente fue tocando la mente de Sofya hasta que, a los dieciséis años, ya había desarrollado un serio problema sicológico. Nunca había sido de aquellas niñas con montones de amigas. De hecho Katerina no conocía ninguna amiguita de su hija, a parte de las chicas que iban al mismo gimnasio a entrenar.

Lo más grave era que Sofya había empezado a crecer y ahora se veía a si misma diferente. Veía a una chica con más busto y caderas y le era más difícil manejar su cuerpo en ciertas maniobras. Otras chicas seguían siendo delgadas y casi no tenían senos. Y eso le daba rabia.

Katerina se había dado cuenta un día, cuando había encontrado a su hija mirándose al espejo como si estuviera contemplando a alguien que nunca hubiera visto. Sin dudarlo, habló con ella y la relación que habían construido dio frutos cuando la niña le dijo exactamente que le molestaba.

La mujer le respondió que su cuerpo era más bello que el de las otras chicas y que tal vez ese era un nuevo reto para ella, manejar su cuerpo a través de los ejercicios más difíciles. Le propuso hablarlo con su entrenadora.

La mujer les dijo, sin pelos en la lengua, que todo era más fácil para una chica ligera, con menos carga. Pero que nada era imposible. Este era un deporte que solo se podía practicar hasta cierta edad, hasta que los huesos permitieran los difíciles giros y saltos.

Con la ayuda de Katerina, Sofya se sometió a una dieta para bajar de peso. Esto ayudó a hacer que la relación entre las dos fuera más estrecha y a que Sofya viera a su madre como quien era en realidad: una mujer dedicada a complacer a su hija, desde pequeña.

Ahora hablaban de chicos, del trabajo de Katerina en una inmobiliaria y de los entresijos de las competencias de gimnasia.

La joven, con permiso de su madre, empezó a practicar más seguido. Dejó a un lado sus estudios, habiendo prometido a su madre que sin importar el resultado, volvería al colegio apenas todo terminara.

Katerina ayudó a su hija con la música para su rutina y le aconsejó mezclar algunos pasos de baile moderno con los ejercicios. A la entrenadora y a su hija les encantó la idea.

Por fin llegó el día de la competencia nacional, que se llevaría a cabo en una ciudad costera. Katerina y su hija disfrutaron del hotel y de la playa antes del día de la competencia, prometiendo estar juntas pasara lo que pasara.

En la competencia, Sofya se lució ante los jueces, a quienes les encantó la música moderna y los pasos contemporáneos mezclados con rutinas de ejercicio complejas que Sofya pude ejecutar a la perfección, con disciplina y esfuerzo.

En la tabla general quedó tercera y eso la calificaba automáticamente para competir a nivel regional, con chicas de otros países del continente. Era un paso más hacia su sueño de llegar a las Olimpiadas.

Katerina la felicitó y le dijo que había tenido una idea: la ayudaría a estudiar bastante para poder graduarse lo más pronto posible, antes o después de las regionales. Creía que era básico estudiar y tener un respaldo.

Aunque en un principio Sofya se enojó ya que pensó que eso ponía a la luz cierta desconfianza de su madre, después entendió que ella solo quería lo mejor para su hija. Así que cuando la chica volvió a hablar con su madre, como siempre lo hacía, le dijo que quería estudiar arquitectura y que así su madre podría vender las casas que ella hiciera.

Esto alegró a Katerina, no por el hecho del trabajo y los estudios sino porque le hizo ver lo rápido que su hija había madurado. Estaba segura que Sofya sería una gran mujer en el futuro, capaz de tomar decisiones por su cuenta sin ayuda ni presiones de nadie. Sería una mujer libre y eso era lo que Katerina siempre había querido, tras sus muchos sacrificios y esfuerzos.

lunes, 6 de octubre de 2014

Keljbalāh

It was a small moon, orbiting a hot, unwelcoming planet. Keljbalāh was all green, spotted with blue lakes and small settlements all around. No more than one million Keljbalans lived on the small moon. They were mainly farmers and enjoyed a simple life. They worked only to feed themselves, each family receiving a crop. It wasn't a property as such. The whole moon was their property, of every Keljbalan. If someone had a bad crop, their neighbors would help them. No problem, no ulterior motives, no evil.

Keljbalans had light yellow skin, due their conception of "mush". Mush grew all over and could be cooked into hundreds of dishes, combined with fruits and vegetables grown on the dark side. Most people lived in the light side but they thought that, with basic technology, they could bring light to the dark side and so they did.

Keljbalāh was peaceful, never having wars of any kind. They did have disease but the species was intelligent and used their natural resources to take care of the sick. Poverty was unknown as well as richness. They were advanced but preferred to be at ease, enjoying their time alive.

One day, however, the moon witnessed a historic event: an eclipse. They didn't occur often but, when they did, every Keljbalan would look to the sky and thank the Sun for everything he allowed to exist.

The day of the eclipse many people gathered with their families, on fields, mountains and arounds lakes, to contemplate the all mighty sun. In a matter of minutes it turned black and many gasped and screamed and laughed. The moon was all dark for a time. People held hands and kissed and hugged. It was their most special event.

The the sun returned to its normal state. But something was wrong. Some of the Keljbalans interested in astronomy, where looking at the sun with telescopes. And what they saw when the planet left was very strange.

In a matter of minutes every person knew, as no secrets existed on the moon: a small object, apparently increasing size with the passing of minutes, was detected in front of the Sun. The object was not another planet as its shape was similar to the arrows some Keljbalans used to hunt flying animals when in the forests.

Now, every person had to go home. And they all thought about the same thing that night: what's the object? Other people? A small moon? Some kind of transport?

The answer came two weeks after the eclipse. The ship, almost exactly like an arrow, landed near the largest settlement. And did nothing for a whole day. People from every part of Keljbalāh came to see it. The hull was silver, a color not many Keljbalans had seen, only the miners. The apparatus had some windows around, but no one to be seen.

The following day, a big door no one had seen before, opened and a ramp was deployed. People that had stayed to see more of the sip, gather close but not too close. From inside the sip, two creatures stepped out. Different from Keljbalans, their skin was light blue and they were tall and with big eyes. Slids insted of a proper nose and three toes on each feet and three fingers on each hand. They wore capes, the same colors of the blueberries that grew by the lakes.

The creatures then bowed and it appeared it was hard for them. Not because they didn't want to but because of their large bodies.

  - We are Xysperians. We are explorers. We spent a day before coming out as we were learning your   language and your physical traits.

Everyone was a bit scared but mostly intrigued. The creatures seemed peaceful and decent. No one understood how they had learn to breath and speak in a day but more questions arose.

Some villagers took them to take a stroll around the fields and up to a hill from were the largest lake in Keljbalāh could be seen. They explained their history to the explorers and they just listened.

The following days, more Xysperians came out of the ship. They said they were from a planet with a dim red sun and that they had explored the galaxy looking for other life forms. They had thought, for a time, they were alone.

Keljbalans asked them about their planet, their traditions, their food. And Xysperians did the same. They shared meals, jokes, work and stories. And the two species rapidly became friends.

After on week, the Xysperians got back to their ship and stayed there for another whole day. They told the Keljbalans they had to meet and talk about some important issued and that they would now soon enough the results of their discussion.

Not just waiting this time, Keljbalans thought their new friends might leave soon. So every single Keljbalan came to the valley were the ship had landed and organized a feast, like no one had seen in years on the planet. They wanted to give the best to their friends.

The following day, Xysperians enjoyed the feast. The food was delicious, and it was accompanied with dances and tales and laughs. Everyone had a great time.

But when the food was almost disappeared, the visitors told their hosts they had important news to share with them: they had come to this system as they had detected life with their scientific knowledge. They had actually detected life in at least a hundred other places in the galaxy. But they had chosen to visit Keljbalāh as another discovery led them to.

An asteroid was coming and would hit Keljbalāh planet with strength. The Xysperians thought that event would finish life in the moon, rendering it barren, if not destroyed.

It was hard for the people of the moon to pass from great happiness to that hollow feeling you have after receiving terrible news. The Xysperians said they would share every piece of information with them as they revealed the reason why they had come to Keljbalāh: they wanted to save them.

So for the next ten years, Xysperians and Keljbalans worked together to build three massive ships and then they had a day called Koflar: the day of ripping. The day they had to leave the place that had given them everything. Every single one of them left something on the ground, a memory that would stay there forever.

They boarded their ships and the Xysperians led them to a new planet, a place where they would relocate close to their new friends, to built something even better for everyone. Due their extraction from their home world, all Keljbalans developed blue lines on their bodies, different from everyone. They said they were there to remember them of their origins.

Twenty years after, the asteroid hit the planet and debris hit Keljbalāh, transforming it into a ball of rock, with no life or heart. The planet, however, slowly became habitable and it appeared to be the new hope of this system.

domingo, 5 de octubre de 2014

La realidad del placer

El sexo siempre había sido bueno. No tenía como no serlo. Eran personas que disfrutaban del placer y sabían muy bien sus gustos. Así que por ese lado, parecía que no iban a haber problemas.

Pero Andrés quería más. O menos, dependiendo del punto de vista. La relación con David era buena pero basada en un gusto puramente carnal. Siempre que uno, casi siempre David, deseaba pasarla bien llamaba al otro y quedaban en alguno de sus hogares. Y así había sido durante el último año.

Esta vez no era diferente. Andrés estaba desnudo, orinando en el baño del apartamento de David, cuando se dio cuenta lo aburrido que estaba de toda la situación. Era una rutina incesante y ya tenía suficiente con la rutina del trabajo como para tener otra basada en el placer. Placer que, dicho sea de paso, ya no era igual que antes. Sí, lo pasaba bien. No podía decir que no. Pero la emoción, el sentimiento real, no estaban, si es que lo estuvieron alguna vez.

Andrés se cambió con rapidez y salió del apartamento tan rápido como pudo. Solo llevaba su celular, una tarjeta de transporte y un par de billetes enrollados. Esa era otra cosa que le molestaba: siempre tenía que salir a hurtadillas como si fuera un ladrón o algo peor. Nunca se había quedado para ver a David más despierto, mucho menos compartir algo más con él que el sexo. Era como un acuerdo tácito y hoy no era el día para romperlo.

Salió del edificio rápidamente, apenas mirando al portero, y salió a la luz azul de la mañana de un sábado bastante frío, al menos a esas horas de la mañana. Tenía hambre y por eso, en vez de encaminarse a la parada de bus más próxima, se fue caminando hasta una panadería.

En el camino, tiritando del frío, pensó en su situación sentimental: era inexistente. No era posible seguir acostándose con un tipo nada más porque se veía bien y se entendían en la cama. De hecho, estaba seguro que David tenía más amigos de ese estilo y que Andrés para él solo era carne, por feo que suene.

Un fuerte olor a pan recién salido del horno interrumpió los pensamientos de Andrés apenas entró a la panadería. Tantos olores deliciosos hicieron que su panza empezara a reclamar, con vehemencia, algo de comer y sus pensamientos sobre su vida amorosa desaparecieron por el momento.

Había algunas mesas pero ninguna estaba ocupada. Miró los estantes y demás mostradores: todo se veía delicioso.

 - Tenemos galletas también, con mermelada.

De atrás del mostrador apareció un joven, algo menor que él. Andrés sonrió sin pensarlo.

  - Gracias.
  - Que le gustaría?

El chico tomó una bolsa y la abrió rápidamente.

 - No voy a llevar. Voy a comer aquí.

El joven sonrió. Andrés se sintió sonrojar.

  - Quiero dos galletas de mermelada, un croissant de jamón y queso y... Tienen de tomar?
  - Sí. Café con leche, chocolate, café negro,...
  - Chocolate.
  - Se lo llevo a la mesa.

Y antes de que Andrés se volteara, el chico le guiñó el ojo. Si no estaba rojo antes, ahora sí que lo debía de estar.

Se sentó en la mesa más cercana y sacó los billetes que tenía. No era mucho pero seguro era suficiente para lo que iba a comer. Y como tenía su tarjeta de transporte podría llegar a casa rápido para descansar y, seguramente, seguir pensando.

El chico le trajo dos platos: uno con las galletas y otro con el croissant.

  - Recién salidos del horno. Voy por el chocolate.

Andrés asintió, sin mirarlo. El croissant estaba caliente todavía y sabía delicioso. Lo consumió completo antes de que el chico volviera con el chocolate.

  - Hambre?

Andrés sonrió. Y le contó que no comía desde el almuerzo de el día anterior. Fue así que el chico se sentó frente a él y le contó que había veces que él no comía por varias horas, a pesar de estar rodeado por comida. Era una regla no comer nada de lo que hacían.

  - Es tu negocio?

El chico rió y le explicó que era un negocio familiar. Andrés se disculpó por robarle su tiempo pero el joven le dijo que ya había puesto todo en su lugar y que era demasiado temprano para que llegara alguien. No era un barrio muy movido.

  - Vive cerca?
  - No, estaba... en casa de un amigo.

Y entonces sintió la urgencia de decir la verdad. Mucha gente decía que, a veces, es mejor hablar con un completo desconocido y no con alguien que ya sabe como eres. Andrés le contó todo, omitiendo algunos detalles, pero explicando cual era su dilema.

El chico no dijo nada durante todo el discurso. Solo levantó la cejas, frunció el ceño y asintió. Al terminar Andrés, se quedaron en silencio por un rato, que él aprovechó para comer una de las galletas con su chocolate. Entonces, el chico le dio su opinión.

  - Debería estar solo con gente que lo aprecie por quien es, tanto lo mental como lo físico. Si alguien solo quiere una parte del todo es que no quiere saber de la otra parte y eso está mal, creo yo.

Y el joven panadero tenía razón. Ese era el verdadero punto de todo este asunto.

Andrés le agradeció por su opinión y terminó su segunda galleta y su chocolate. Se despidió, no sin antes pedirle al joven el número de la panadería ya que le había encantado su desayuno. El chico le dio un papel con los números y la dirección. Se despidieron sin mayor consecuencia.

Ya en su casa, Andrés se recostó en la cama y se dio cuenta que el primer paso era suyo. Le escribió a David, diciendo que no podía seguir así y pidiendo no contactarlo más. La respuesta de David llegó luego pero Andrés la borró sin leerla. No había razón para hacerlo.

Había entendido que debía valorarse para que otros los hicieran. Y someterse a hacer algo que no le brindaba nada, era negarse el lugar que en verdad merecía. El placer no era algo malo. Al contrario. Pero compartirlo con alguien que no lo apreciaba era una pérdida de tiempo y energía.

Antes de quedar dormido en su cama, con la ropa puesta, recordó el delicioso oler del pan recién horneado y como deseaba cambiar su vida, a partir de ese día.

sábado, 4 de octubre de 2014

Dream Sequence

I run. Not really knowing where I'm going or why do I move so fast, faster than I would normally run.

Hundreds of houses built on cliffs, white as snows with small tile roofs above nice little balconies. And I run on them, on the tile roofs. They must have been built by someone very skilled as now tile moves. The problem is I slip sometimes and I realize what's there, beyond. Nothing. Big black nothing.

I stop for a moment and look in front of me. There, at the end of the tiled houses, there are platforms that move. They look like big wooden circles and they move as wheels inside a clock. And then, something even stranger. The clouds above the largest circle, which is covered in what appears to be moss, turn black and start spiraling down, forming some kind of tornado. It's colored black and green and seems beautiful and grim at the same time. I feel hopeless as I see it.

But then the sky appears to suck the tornado back in and everything goes back to normal, normal for this world I mean.

I look back. No one. But I feel followed, I feel that if I don't move the tiles may begin to move and collapse under my feet. And I know really well I don't want this to finish here.

I resume my running, from one roofs to the other, jumping over gaps between houses. When I do it, I watch down: a long fall and then, pitch black.

When I finally get to the first moving circle, I fall to my knees. It's not that my legs hurt, they don't. But it's rather the feeling of having no air to breathe. I feel like a bug on a jar. I instinctively gaze up, to the sky, but there's nothing. The clouds are cotton white and the sky blue, peaceful for now.

I get up and jump to the next platform. My foot has not touched down well and I fall, hitting the ground heavily. I feel hopeless again. With one look I confirm it: the tornado has formed again and, somehow, it looks more menacing now.

Once it goes back to the sky, I continue, this time analyzing every jump carefully as falling may be fatal. The fun thing is I know I'm dreaming. I know I cannot die. But the feeling is so strong, so powerful, that my breathing accelerates.

I get to the last platform, before the one covered in moss. I realize something: in the center of the circle there's a small sand pyramid. I know it's sand because the surface seems to move. Deep breath and jump onto the fluffy surface.

From there I can finally see my next destination: there are more moving platforms that descend slightly to a floating green valley. I have to pass by the pyramid the start my trek towards the valley but then everything turns black: the tornado descend on me. Hopeless, in pain, wanting to scream but can't. Those winds around me make me feel like killing myself but I cannot even move so I know the tornado wants only to torture me.

I hear voices and feel, in a few seconds, every major feeling I've had. My head is about to explode as I'm rendered useless and fall to the ground. From there, I see the pyramid being dissolved and sucked by the tornado. It seems to last for years.

I want to force myself to wake up but I can't. Is it really a dream? What is real? Stop it! I can't breath. I can feel death near...

And then it ends. The grains of sand that make up the pyramid slow fall into place again and the small structure rests there again, on the green carpet.

Taking a deep breath, I stand up and jump on to the next platform. Then I run, from one point to the other, like in a video game, as I did on the tiled roofs. I have to run away from that vacuum space. I do not want to feel like that ever again.

I finally get to a place of rectangular wooden platforms, all covered in grass. Strangely, this is the first place I see people. Although, when I come closer, I realize they are machines. They are dressed in old clothes, with big dresses for the ladies and top-hats for the gentlemen.

I wander around, fascinated by them. They walk around the platforms, as if chatting as they take a stroll on a european summer day. On the bigger platforms, there are black ponds. Realizing how thirsty I am, I kneel in front of one: it's not water but dark beer. It doesn't matter. I drink until I'm satisfied and then sit there, watching the holograms and robots walk about, ignoring my presence.

Then, I feel I have to go on. I look back: the tornado is forming. I get up and walk the other way, past a few more couples and then, at the bottom of the small green valley, there's a cave.

And something strange happens: I smile. Somehow, I know now everything is fine and that this is, in fact a dream. I look a this bizarre world one last time, before entering the cave.

I wake up confused, feeling I have been running a marathon. My legs actually hurt. For a second, I recall everything that happened on the dream, as I stand up to have breakfast.

- I have to written down. - I think, as I pour a lot of orange juice into a glass. After all, I've been running a lot.