jueves, 23 de octubre de 2014

Dulce y Amargo

Pasteles, tortas, dulces, chocolates y todo tipo de repostería. Eso era lo que la señora González hacía mejor. Si trataba de hacer algún platillo sin azúcar, le quedaba horrible, tanto así que la gente se lo decía sin vergüenza ni temor.

Ella se había acostumbrado a esto y por eso solo cocinaba cosas dulces, lo más delicioso que se podía encontrar en el pueblo. No era un lugar muy grande, eso es cierto. Pero era el centro de la comuna y mucha gente de otros poblados venía al menos una vez al día a comprar alimentos o simplemente a divertirse.

La señora González se llamaba Libia y su pueblo estaba a las orillas de un río de gran caudal, en la mitad de la selva tropical. No era un lugar muy común para que surgiera una maestra pastelera pero eso era lo que había ocurrido.

De todas partes venía gente para probar los deliciosos bocados de azúcar de Libia y ella les ponía nombres y procuraba tener al menos una novedad cada día de bazar, que normalmente caía un miércoles, para mostrarla a los habitantes de la región.

Un día hizo unas increíbles milhojas de maracuyá con crema batida sabor a mango. Era una mezcla divina, literalmente. El mismo gobernador, que visitaba ese día el pueblo, la felicitó por tan delicioso postre y la invitó a su casa para que cocinara. Se acercaba el día de la Independencia y habría festejos y música y la comida no podía faltar. El hombre quería que Libia se encargara de los postres.

Pero había algo más. Libia era una mujer hermosa. A pesar de su edad, rondando los 50, tenía un cuerpo con curvas en los lugares correctos, una sonrisa amable y unos grandes ojos color marrón claro. Su piel tenía el tono de la canela que usaba tan a menudo y su voz era calma, con el poder de apaciguar a cualquiera.
El gobernador al parecer había notado todo esto y más su destreza en la cocina, era imposible no mirarla o reconocer su existencia. Además el era también viudo hacía poco y se esperaba que gobernara de la mano de una mujer.

Libia, por su parte, había enviudado poco tiempo después de casarse a los 20 años y más nunca se quiso volver a casar. Si bien era correcto no apresurarse a buscar un hombre, todos creían que era demasiado bella y joven como para ser viuda de por vida. Pero nunca se volvió a casar. Eso sí, no faltaron los pretendientes y el gobernador quería ser uno más en esa larga lista.

El día anterior al día de la Independencia, Libia viajó en bus hasta la capital del departamento. Quedó fascinada con la hermosa casa del gobernador: tenía el aspecto de una de esas viejas mansiones del sur de los Estados Unidos, que ella había visto en películas. Parecía un sueño entrar y ser recibida como invitada de honor.

El gobernador mismo se presentó y dieron un paseo por la casa para mostrarle sus tesoros: el árbol gigante del patio, la porcelana china del comedor y los muebles franceses de la sala. Finalmente le mostró la cocina y Libia perdió el habla de la sorpresa: era una cuarto enorme, como ninguna cocina que hubiera visto antes. Todo tipo de objetos estaban a la vista y unas ocho personas trabajaban en los hornos, hornillas y sobre grandes superficies cocinando, cortando y creando obras de arte.

Le mostraron su puesto de trabajo y ella empezó ahí mismo a inventar. Se olvidó de todo lo demás y solo tuve mente para sus postres. El gobernador se resintió un poco pero pensó que lo mejor sería verla en la fiesta y ahí sorprenderla una vez más.

Lo que quedaba del día, Libia escribió receta tras receta e incluso horneó algunas de sus viejas recetas para tenerlas listas de antemano. Hizo galletas de nueces con naranja, pastelitos de arazá con fresas y pasteles de con chocolate de la región por dentro.

La mañana siguiente se sorprendió al descubrir en en una silla un hermoso vestido de dos tonos de amarillo, acompañado de zapatos y sombrero a juego. Sobre el vestido había una nota que decía: "Para la fiesta. Nos vemos allí." No decía quien la había escrito pero era evidente que había sido el gobernador.

Esto entristeció un poco a Libia. Recordó a su primer esposo, Alcides y como este había muerte en una de sus expediciones por el río. A pesar de que no habían vivido juntos por mucho tiempo, ella había estado enamorada perdidamente de él y habían hecho muchos planes para el futuro, imaginando hijos, festejos y un amor que no moriría.

Tratando de apartar el dolor de su mente, Libia se duchó rápidamente y se puso ropa normal con un delantal encima. Le echó un ojo a su vestido y salió del cuarto. En la cocina, habían dispuesto a dos ayudantes para que le colaboraran y en pocos minutos les explicó cuales eran los postres que iban a hacer. Algunos clásicos infaltables como la milhoja de maracuyá y los macarrones de lulo no podían faltar pero también había creaciones nuevas como las canastillas de fruta con flores comestibles o un pastel de cuatro pisos con sabores cítricos y cubierto de chocolate amargo y frutos de la selva.

Trabajaron desde temprano hasta pasado el mediodía. El almuerzo fue de pie, mientras esperaban que los hornos hicieran su trabajo. A las 5 de la tarde empezaron a llegar invitados. Libia echó un ojo al patio y vio que habían montado dos grandes carpas cerca al árbol gigante y había mesas y sillas todas de blanco y adornadas con lazos y moños color crema.

Al rato vino el gobernador con la mujer a cargo del evento. Les explicó adonde debían llevar cada uno los alimentos y la distribución de las mesas. Los trabajadores comerían también pero dentro de la casa, en un gran comedor dispuesto para ellos. Solo podrían comer cuando afuera todos ya estuvieran en el postre, bailando y escuchando la música.
El gobernador les agradeció a todos y dio un pequeño discurso sobre la gran nación en la que vivían. Libia notó que el hombre le sonrió en un momento antes de irse y esto la puso nerviosa.

Trató de olvidarlo y mientras los demás cocineros iban y venían con sus creaciones a la fiesta, ella terminó los postres. Estuvieron a tiempo, justo cuando los comensales terminaban el plato fuerte y empezaban a beber y escuchar los ritmos regionales que una banda tocaba sobre una improvisada tarima.

Cuando ella y sus ayudantes salieron al patio con los postres, todos se callaron al instante. Era una visión de belleza única, de perfección y dedicación. Tanto así que cuando todo estuvo ubicado en su lugar, la gente le dio un fuerte aplauso a Libia y ella respondió con algunas lágrimas y reverencias tímidas.

Mientras la gente se servía subió a su habitación y se puso el vestido. Se veía bien pero no se sentía como ella misma. Pensó que igual era por una noche y así bajó a la fiesta.
El gobernador dio su discurso y al final mencionó a Libia y a sus postres. Ella pensó que seguramente sería allí que el hombre preguntaría lo que ella temía y odiaba que fuera frente a tantas personas. En todo caso esta podía ser una oportunidad... Quien mejor que el gobernador como marido?

Pero no sucedió. El gobernador la felicitó y hubo más aplausos y luego baile. Bailó con él y con otros hombres y vio a la gente disfrutar sus postres. Pero todo el tiempo pensaba: "Que hice mal? Que pasó".

Al otro día empacó sus cosas y se disponía para irse. El gobernador la llamó a su oficina justo cuando salía y se devolvió con todo y maleta. Por fin entendió que pasaba: él quería una repostera para la casa y nada más. No la quería de esposa sino de cocina.

Sorprendiendo a si misma, Libia se negó. Le dijo que le tenía mucho cariño a su pueblo y que no podía dejarlo así nada más, después de tanto tiempo. Tomó el primer bus que encontró y regresó a su hogar.

Libia siguió creando y creando hasta el día que murió, muchos años después. La gente la amaba y se preguntaba porque ella no había amado a nadie más pero se equivocaban: Alcides siempre había estado en su corazón y ahora ella estaba con él, seguramente creando más de esas maravillas que habían hecho de su vida una muy feliz.

miércoles, 22 de octubre de 2014

The Crossing

My family was very tired, they couldn't walk any more. We all helped putting up a bit tent beneath a rocky formation, in order to spend the night there. We had walked over twenty kilometres today and that was a lot for some of us.

Grandma was the most tired. Mom had to massage her legs for her to be able to sleep. Dad and I agreed to carry grandma on our backs if it was necessary.

Dad, mom, my sister, her husband and I decided to check the map on our mobile device, as grandma and my niece slept in a corner of the tent. According to the map, we were only a few kilometers from the border that passed over the highest peak. If we passed it, we would be safe, at least for a couple more months.

The war had suddenly erupted and, even if we recognized it or not, it was our fault. Many of us helped that mad man with our votes and now he was the only ruler. Many had been killed and he had decided to cleanse the nation of people he deemed "dangerous".

And that's what we, apparently, were. We didn't even now why but we realized it when the police raided our home and wanted to arrest us. They actually took grandpa and, in part, that was the real pain grandma was suffering. They were my father's parents. My mother's parents had been killed in the first wave of the war, as they lived in another city.

We escaped thanks to my sister's husband, a former member of the military, and now we were all on the run, trying to get to the border over the mountains. We couldn't afford any other way of escape as boats and planes had been forbidden, except for those used by the armed forces.

I turned off my phone fast. We had four phones but used only one at a time in order to preserve the batteries. The communications were cut off but somehow some of the apps still work, such as the map.

We slept on the ground, covering ourselves with a few blankets my sister's husband had stolen from the barracks. They were really warm and cozy blankets and we were all grateful for them. Still, I couldn't get any sleep, thinking of the next day. Without a doubt, it would be a very important day: we would cross the most dangerous part of the mountain and then get to a country that no one knew if it would be welcoming.

I woke everyone up at the first light of the following day. Grandma complained and my little niece was happy as some snow had fallen overnight.

We tore down our tent, we put it on the biggest backpack and started walking. Snow made our ascent mucho more slow than I had imagined. We had to pull out the blankets and cover ourselves with them as our clothes were not made for cold weather.

We didn't stop for lunch: we ate in motion, being very careful with the food as it wasn't necessary to lure animals or anyone to our position.

Sunset arrived and I checked my phone: if we walked fifteen more minutes, we would pass the border. I told everyone and insisted on walking in the dark if it was necessary: we were too close to stop now.

What I didn't expect was for the wind to be so strong and chilly, freezing our faces and bodies to the bone. Grandma fainted and we had to stop. After putting up the tent and putting the elderly woman inside, I checked my phone again. With the last remaining battery power, I could see the border was only 700 hundred meters away. The phone died. When I told the news to the others they seemed relieved and we agreed to wake up early to walk to the border and then down the mountain.

There was apparently a town nearby and that was their goal. We knew many people had fled to the neighboring nation and that it might be problem to get in as such, but that was a problem for tomorrow. Now we felt a bit more at ease and and I even slept a couple of hours before been awoken by a rumble, a horrible sound in the distance.

All the family woke up and, although we did not day, we were scared. We packed up again and started walking. The wind had calmed down and the sky seemed cloudless.

After some minutes, we finally arrived at the top, to the border. My mom gave me her phone so I could locate the town. As it was very early still and the sky wasn't properly lit, we may have seen the town from there.

A horrible sound again. But now it was a rumble but something like an engine... an airplane. We all stared at the sky and saw the shadow of a large aircraft. The first light of the day let us see what was happening: in the valley below was the town we were looking for. And the airplane was heading there but not with refugees or food. They were bombing.

We hadn't seen lights because it had been cut off. From our vantage point, we could see at least five more planes descending into the valley and drop dozens maybe hundreds of bombs. The city was on fire.

From our tiny spot in the mountain we were witnesses of an invasion, the first of many. Our future was now even bleaker.

martes, 21 de octubre de 2014

Entrevista

1. CAFETERÍA - INT. DÍA

Gabriel (42) está sentado en una mesa, solo. En ese momento se abre la puerta del sitio y es Abel (23) que se acerca y se sienta frente a él.

ABEL
Bonito lugar.

GABRIEL
Es una cafetería de cadena. Nada especial.

ABEL
Igual, bonito.

Gabriel, con un gesto, llama a la mesera.

GABRIEL
Quisiera un espresso y una porción de pastel de queso.

La señorita mira a Abel.

ABEL
Mmm... También pastel de queso y de tomar chocolate caliente.

La señorita asiente y se va. Gabriel saca un cigarrillo pero lo guarda al darse cuenta que está en un lugar público.

ABEL
Fuma mucho?

GABRIEL
Algo.

Los dos se quedan en silencio hasta que la mujer trae el pedido a la mesa. Gabriel prueba su pastel pero Abel no hace nada. Se ve fastidiado.

ABEL
Esto no era una entrevista?

GABRIEL
Sí, porque?

ABEL
No se supone que hace preguntas? No tengo todo el tiempo, sabe?

Gabriel se incorpora y de su abrigo saca una pequeña grabadora. La enciende.

GABRIEL
Feliz?

ABEL
No.

GABRIEL
Como empezaste?

ABEL
Bueno, pues me atrajo el dinero fácil. Mi familia tenía dinero, 
no eran ricos, pero tenían. No lo hice por necesidad sino por tener dinero.

GABRIEL
Como fue la primera vez?

ABEL
Desagradable hasta que el tipo me pagó.

GABRIEL
Cuanto fue?

ABEL
Unos doscientos cincuenta dólares.

GABRIEL
Eso no es mucho.

ABEL
Para mi lo eran.

Abel toma un poco del chocolate. Casi se quema. Sopla un poco e intenta de nuevo. Gabriel toma de su espresso.

ABEL
Porque el interés?

GABRIEL
Es para un artículo. La prostitución infantil está en boca de todos, 
es lo que la gente quiere ver.

ABEL
Es lo que los medios quieren que vean. Y hace mucho no soy un niño.

GABRIEL
Pero empezaste como uno o no ?

ABEL
Supongo, a los dieciséis. 

GABRIEL
Que hacías con el dinero?

ABEL
Comprarme ropa o juegos o relojes.
No sé, lo que viera que me gustara.

GABRIEL
Algún cliente que recuerdes?

ABEL
Los recuerdo a todos.

Gabriel miró entonces a Abel que partió un trozo de pastel.

GABRIEL
Alguno en especial?

ABEL
Claro. Un alemán que venía seguido. 
No recuerdo el apellido pero el nombre era Max. 
Era muy guapo.

GABRIEL
Que recuerdas de él?

ABEL
Me hacía regalos cuando venía. Chocolates, relojes, ... 
Me pidió que me fuera con él a Alemania.

GABRIEL
Porque no lo hiciste?

ABEL
Tenía dieciocho e iba a empezar la carrera.

GABRIEL
Que estudiaste?

ABEL
(Masticando pastel)
Comunicación.

Gabriel asiente. Toman y comen un poco más y siguen la entrevista.

GABRIEL
Te gusta el sexo?

ABEL
No lo odio. Hoy en día me da de comer.

GABRIEL
No vives con tus padres?

ABEL
No. Salí de mi casa hace tres años. No terminé la carrera. 
Estoy ahorrando para retomarla.

GABRIEL
Entonces el dinero que ganas con clientes es esencial?

ABEL
Claro. No hay trabajo y en eso me pagan. 
Que más iba a hacer?

GABRIEL
No has tratado de cambiar de... profesión?

ABEL
No es una profesión, no me dan cartón por comerme a nadie. 
Y sí, he tratado pero sin éxito.

GABRIEL
Tus clientes son solo hombres? Porque?

ABEL
Son más fáciles de controlar. 
Las mujeres no son lo mío.

Gabriel asiente de nuevo. Termina su espresso y solo le queda un pequeño pedazo de pastel. Lo mismo con Abel.

GABRIEL
Eres feliz?

Abel se ríe.

ABEL
Prefiero no responder preguntas idiotas.

GABRIEL
Pareces contento contigo mismo.

ABEL
No lo soy. De hecho por eso busco dar placer. 
Porque así mi apariencia no es importante sino como lo...

Gabriel y Abel miran al mismo tiempo a un lado y otro de la mesa. Algunas personas los miran.

ABEL
Como hago lo que hago.

GABRIEL
Crees que es importante la apariencia?

ABEL
No soy actor porno. 
Usted saque las conclusiones.

GABRIEL
No entiendo.

ABEL
Trabajo por debajo, sin que muchos sepan. 
Entre menos me noten, mejor.

GABRIEL
Entonces no eres feliz?

ABEL
Nadie lo es o sí? Usted lo es?

Gabriel no responde.

ABEL
Todos queremos más de lo que recibimos. Siempre más. 
Nunca estamos felices con nada.

GABRIEL
Entonces piensa hacer esto para siempre?

ABEL
No lo sé. Eso ni idea.

Los dos terminan sus cosas. La mesera viene y deja la cuenta. Gabriel saca la billetera.

ABEL
Dicen que la esperanza nunca muere, no?
Supongo que debo esperar a ver que pasa.

Gabriel no responde nada. Abel se pone de pie.

ABEL
Me tengo que ir.

GABRIEL
Cliente?

Abel se ríe.

ABEL
No. Tengo que visitar a mi abuela. 
Me llama.

Gabriel se despide de Abel con un apretón de manos. El joven sale de la cafetería. Gabriel saca de su billetera lo necesario y lo pone sobre la cuenta.

lunes, 20 de octubre de 2014

Beauty

Flora Summers was a psychiatrist. She worked in a facility, the biggest in the country, that treats different types of disorders.

She decided to study this field as her grandmother suffered from senile dementia and had died during her last year in high school. She loved grandma and the ineptitude of the people in understanding her condition had been essential in the decisions Flora made from then on.

Now over forty, she married a gynecologist and had a young son. She watched over her mother with great care as the probabilities that she would suffer the same illness her grandma did, were very high.

Everyday, she was in charge of watching over the patients in ward C. In the mornings, she made her rounds, checking them out, talking a bit, watching over their diets and recent behavior. She had lunch in an office with a window towards the patients dining room as she liked to see them in different kind of situations. She thought that was pivotal in understanding their diseases.

One day, she realized Thomas, a patient suffering from depression, had been moved to ward D. Ward D was reserved for those that were deemed "untreatable". She hated to go to that place as the people that attended the patients there were rude and did not treat anyone well.

A week later, Thomas's room was taken over Rudy, another young man. As psychiatrist of the ward, she had to interview the patient so they could now what kind of medication, diet and treatment he should follow.

When he entered her office, she couldn't help being sad: he looked like a ghost, very pale with big dark circles beneath his eyes. He had beautiful eyes, the color of honey. She started by telling him that. She had read he suffered anorexia and depression had already kicked in: he had attempted to kill himself twice.

The boy wasn't very talkative. Not uncommon to be honest, except in those with diseases like persecutory delusion. He looked at his hands all the time, answering only in "yes" or "no" and sometimes just shrugging. When he left, she realized it was yet another one of those cases, the kind you never knew how to solve or how it would end as they depended highly on the patient and their surroundings.

The days passed by and Flora tried harder to make Rudy come out of his shell. She had been sent information about his school and other activities and had even visited his parents. No, she didn't blame them although it was clear he had never felt like he could talk to them, as they only found out about his condition when he committed suicide the second time.

After that, she summoned him every other day to talk and she started, after having read every piece of information, with a blunt question:

 - Why did you tried to hang yourself?

This time, he looked at her, nervous.

 - I have seen many patients that have attempted to take their own lives but hanging is quite  uncommon.

Then he talked, the words just poured out as if she had said a magical word. He told Flora that he wanted people to feel bad for him been dead, even his parents. He wanted all to see him as miserable as he was.

Over the course of many sessions, Rudy told everything the doctor already knew and more. She had learned he was a TV fan, watching all shows and watching all kinds of movies with his friend Robert. He said he loved candy and specially ice cream. Flora told him she could bring her some next time but that threw him over the edge and she had to call a nurse to calm him down and take him to his room.

Rudy was visibly upset by something and had decided not to eat. But what was it? Flora knew that he had a profile in many social networks, that he didn't liked sports and that he had just finished high school. So, what was wrong?

In the next session, Rudy told her he was sorry to have lost his temper but that he didn't like to talk about food. Flora answered they had to, as that seemed to be a part of the problem. She told him he had anorexia and depression, and that the combination was hard to live with.

Flora asked him to give her his hand and, with a bit of hesitation, he did: she pulled up his sleeve and made him look the marks the cuts had left there.

 - That was the first time, yes?

He nodded. Next she asked him to take off his shirt and take a look into a mirror on one of the corners of the room.

 - What do you see?

He knew what she meant: the skin covering the bones and little more. Rudy did not say a word. He pulled down his shirt and cleaned off a tear from his face.

 - Do you see a healthy person or an unhealthy one?

Rudy answered he saw a fat person, a person no one wanted to be with, someone that felt ashamed. Flora told him she was going to change his diet a bit as he needed many vitamins and nutrients to be healthy. He didn't care.

On the weekend, the doctor thought of Rudy while watching her son play in the garden with her husband. She thought of how awful it would be if her son felt like Rudy, misplaced and ugly. She was brought to reality when the phone rang. From outside, her husband watched her cry and went in with their son.

Months later, she continued to work in the facility but had also started a venture of her own: at least once a week, she would visit a school or a college's auditorium and then just talk with young and older teens. Her subject: the destructive beauty standards in our times.

As it happens, the day of Rudy's burial, his parents approached Flora and thanked her for her help. They told her that Rudy wanted to get better but just couldn't. His sister, a young and beautiful twelve year old, talked to her after her parents just couldn't do it anymore. She told Flora they had found things in Rudy's laptop: apparently he had been bullied as he had uploaded pictures all round and he had been attacked for being "ugly".

Even more, he had written somewhere he felt bad because of what he saw all around, the beauty standards that were impossible to follow and that he had felt more and more guilty because he wasn't like everybody else wanted to be.

Now Flora knew why what happened, had taken place. She had decided to make something for her community and started the talks, to teach teenagers not to feel obliged to be something they weren't and to love yourself. She always said "being healthy is not the same as been skinny or muscular. It's about loving your body and doing the best for yourself".

Now, she really felt she was helping people and not only keeping them safe or sane. She thanked Rudy for this and always made sure her son knew he could talk to her.

domingo, 19 de octubre de 2014

Ricardo Villamil

La leyenda cuenta que Ricardo Villamil fue uno de los miles de hijos de españoles con indigenas. Aunque lo poco común era que su padre era indígena y su madre española. El padre había sido el jefe de su tribu y la mujer era hija de un comerciante de especias, más que todo exportando clavo y canela.

Pero este no era el aspecto que todos recordaban de Ricardo. La historia que todos conocían, y algunos todavía recuerdan, es la de su expedición al interior del país, en ese tiempo poco explorado, con uno que otro asentamiento, casi siempre un caserío de mala muerte.

La idea de Ricardo era aumentar el poder de la empresa que iba a heredar de su abuelo. Siendo su único descendiente, no podía negarse a dejarle hasta el último centavo y cada papel con su firma para que la empresa siguiera existiendo. Conociendo al viejo avaro que era su abuelo, sabía que nunca sería capaz de dejar derrumbar su imperio, que él mismo había heredado de sus ascendientes.

Ricardo había llegado en cuestión de dos semanas, casi un record en la época, al borde de la llanura, donde empezaba la jungla espesa y los mitos más locos sobre la tierra desconocida. Eso, francamente, no le interesaba. En el camino fue formando su equipo hasta encontrar 20 hombres dispuestos a adentrarse con él en la selva.

También viajaba con ellos una cocinera negra, que él conocía hacía años. La había convencido diciéndole que todos dependerían de ella para comer comida real y no porquerías de la selva. La idea del viaje no le importaba, solo nutrir a los demás.

Y así llegaron al borde de la selva y se abastecieron de comida, armas y demás cosas que pudieran necesitar. Se hicieron al río en una gran embarcación y siguieron el curso fluvial por kilómetros y kilómetros.

Para Ricardo este tramo del viaje fue el más tedioso ya que tenía que esperar y esperar. No había nada más que hacer sino repasar planos pasados, informes de tribus autóctonas y avisos de exploradores y otros personajes que frecuentaban la selva para conseguir comida.

Ya conocía de memoria las leyendas: una mujer que buscaba a sus niños matando hombres perdidos, el hombre que era jaguar o caimán o un oso y, por supuesto, la gran ciudad pérdida que muchos decían que existía pero que nadie vivo podía decir que había visitado.

En la travesía por el río pararon algunas veces, recolectando frutas, hierbas y cortezas de árboles. Todo podía servir. La idea era volver con todo a la costa y allí ver que se podía hacer con cada material. Al fin y al cabo allí estaban los equipos científicos necesarios para saber de que estaban hechos los materiales.

En el bote tenía una cabina para él solo y allí un cofre donde guardaba todo. Ya ansiaba volver, a pesar de no haber llegado al lugar donde muchos reclamaban haber visto poderosos animales y plantas exóticas. Extrañaba a sus padres, que ahora tenían el peso de la empresa encima.

A veces pensaba que los tiempos estaban cambiando y su familia era ahora menos discriminada pero sabía que el mundo no era así, era cruel y duro. Lo había notado cuando había cortejado a una joven dama hija de comerciantes de pieles. Ella misma le dijo que no podía dejar que la vieran con él.

Y así ocurrió con otras más hasta que se cansó y decidió montar la expedición. Era un viaje necesario para el negocio, pero también era una oportunidad perfecta para escapar de todo un tiempo, ver otros espacios, y encontrarse un poco en un mundo que no estaba hecho para él.

Un buen día desde el bote pudieron ver montañas, más bien montes por su altura, y tenían formas extrañas. Eran mucho más altas que la planicie de la selva y era planas por encima. Algunas tenían los costados en pendiente brusca y otros eran más suaves.

Unos pocos se quedaron para resguardar el bote, entre ellos la cocinera que dijo que no le interesaba ir a escalar pero que le trajeran carne roja para las comidas de los próximos días.

Ricardo se armó con un fusil y varias bolsas de piel de panza de oveja, ideales para guardar las preciosas plantas que encontraría. Dejaron las colinas para el último día y se dedicaron a buscar por entre los montes y las cuevas. Encontraron bastantes animales salvajes que, después del primer día, se mantuvieron al margen de los extraños.

En el tercer día encontraron las ruinas de lo que parecía un pueblo o un asentamiento. Habían círculos de rocas, claramente las bases de casas. Había también un rectángulo gigante de piedras y, a un lado del pueblo, varios montículos con piedras alargadas clavadas encima. Todas tenían caras talladas, cada una diferente a la otra.

Ricardo y otros calcaron los rostros e hicieron dibujos. Esto les tomó demasiado tiempo por lo que tuvieron que acampar esa noche allí. Ricardo no podía dormir. Se sentó sobre su cobija y escuchó la jungla: ruidos de monos, un rugido en la lejanía y, entonces, una canción. La escuchó por varios minutos hasta que la aprendió.

Al otro día le preguntó a la cocinera que hacía cantando en la noche y ella le dijo que jamás cantaba, no desde la muerte de su hijo. Además, había dormido desde temprano. Ricardo se extrañó pero no prosiguió la conversación. Era el penúltimo día y decidieron explorar una cueva grande que habían visto.

Los hombres entraron primero y espantaron a los murciélagos. La cueva brillaba en la oscuridad y no había mucho más que ver hasta que se adentraron en la roca y encontraron un recinto que parecía natural y, a la vez, se notaba la presencia humana. Había dibujos por todos lados y más piedras con caras. En la roca había hoyos, seguramente para antorchas o algún tipo de fuego.

Y allí escuchó de nuevo la canción. No sabía de donde provenía pero la voz era femenina, sin duda. Cuando le preguntó a los demás si escuchaban la canción, le dijeron que no sabían de que estaba hablando.

El último día subieron a uno de los montes. Escalaron con dificultad, casi cayendo al vacío varias veces. Pero había dos hombres experimentados y ayudaron al resto. Solo ocho subieron y exploraron uno de los montes. La vista era hermosa: la selva parecía una enorme alfombra de la que solo sobresalían montes como en el que estaban ahora y otras formaciones más oscuras, a lo lejos.

Y entonces uno de los hombres gritó y todos fueron con él. Había encontrado otro circulo de rocas con caras y, en el centro, había un montículo de tierra: era un entierro. Lo más extraño es que este entierro tenía una lapida y la inscripción estaba en números y alfabeto romanos. La enterrada era una mujer, europea por el nombre, muerta hacía unos cien años. Imposible, parecía.

Entonces se escuchó la alarma del barco que consistía en golpear un plato de metal. Algo malo ocurría. Ricardo supo entonces que no regresaría pronto a su hogar.

sábado, 18 de octubre de 2014

Life's surprises

After walking for a long time, my feet had started to complain. My legs were starting to stop working correctly too and, quite frankly, I was dying of thirst. Not just for walking more than 10 kilometers but because I had decided to wear a winter coat, thinking it was kinda windy.

Anyhow, I had arrived to a neighborhood I didn't really know although a friend of mine lived fairly close. I saw a strip mall across the street and decided to explore the place.

It was not a big place but had a lot of stores and bars and even a multiplex on the second floor. I had no intention of watching a movie, and also no money. I just wanted to have a drink an watch people go by. I would think about how to get back home later.

Finally, I found a coffeeshop. They had many types of smoothies with multiple flavors and additions but I have always hated places with far too many choices. I was thirsty. So I bought a simple passion fruit smoothie, just fruit and ice, nothing else. After paying, I chose a sit outside the place to check my cellphone and drink my juice. But I didn't.

I should feel ashamed o something but I didn't then and don't now. The reason I didn't check my phone was that I saw a guy, a very handsome one, cute if you like the word. He was sitting there with a male friend. I drank my juice as I heard what they were talking about.

Surprise: the subject was a girl. Ok. Hope she is cute as well at least. I know, nasty thing to think but, haven't we all done it? It's not that everything is about how you look but it would be a lie to say we only fall in love with our feelings. We all need something more earthly.

Anyway, the friend left and five minutes after the girl, I suppose she was the one they were talking about, arrived. She was not my type, that is if I had one, but she wasn't bad altogether. He kissed her on the cheek and she sat down. He offered to buy her a drink and she complied, asking for a cappuccino. He rushed inside, happy that she had agreed.

That's a don't guys. Girls are not really into guys that do things so easily. They are just to easy and most girls, not all, are into someone a little more layered, typically complicated. Alert for girls too: don't be to picky. You're not all prizes. Nasty? Not sorry.

Anyway the guy came back with the drink and the girl started a long and uninteresting one person conversation about her friends, and how one of them was marrying and all the details about the engagement. The guy faked being interested but it was obvious he was interested in her liking him, not much more.

Ok. I'm not saying he's looking for sex. Although most guys do, gays or straights, many other are looking for meaningful relationships. The bad thing is that those guys are scarce and they are usually found by bitches. Yes, that is the word.

She then started asking him about babies and marriage. From what I could understand and see, they were younger than me, possibly in their first semesters in college. The guy just asked her what she liked and she keep on going, like a parrot. Never mind being ugly, if you just cannot stop talking, you're less appealing than an Arctic walrus.

I stood up to leave but my legs trembled and my feet hurt like hell. And I hadn't figured out how to get back home so I just wen back inside and bought another smoothie, an orange one. I came back to my table and realized it was five in the afternoon. I had to go back before sundown, or traffic would never let me leave.

Time had passed and I did not realize the couple was now arguing. What had I missed? More babies? A car? Whatever it was, the girl was pissed and, good for him, the guy took a stand. For what I could hear, he told her he was sick of going out with her friends. He said he would always go to expensive places with her, places he didn't even like, just to please her. And always with a bunch of people he didn't even like.

She bursted into tears and, not only me, but everyone around was looking at them. She said that her friends were her life and that it was hard that he didn't like them. And then she added something that made me laugh, loud: "Sometimes I thing you just like me for my looks".

Now people looked at me. I faked reading something hilarious on my phone so people wouldn't stare and some did look the other way. He didn't. And my face turned into a red fleshy thing. I hated people when they stared that way, not angry but just, looking.

Their argument went on until the girl just stood up and left, without saying one more word. Fast enough, she grabbed her phone and called someone. A friend or a rebound guy? Who knows...

I finished my second smoothie and really felt like peeing. Besides it was late. On my wait to the restroom I confirmed on the phone that only one bus line passing nearby would take me home. So I went to the urinals, thinking about how much time it might take to get home.

Then he, the guy in the coffeeshop entered. I went to wash my hands and he did the same, washing his face slowly. I then dried my hands in the machine and was about to leave when I heard him saying: "She's not that pretty, is she?".

I turned into stone for a moment. No one had ever come to me and talked, just like that. It was really strange.

"Pretty maybe. Empty, for sure". Now he laughed and I smiled. I told him that, by the looks of it all, he was better off without her. He didn't answer. I said I had to go but then he did something guys do when they are really affected by someone: he asked me to go with him for a beer.

I refused. Surely he had friends to do that but he answered they had all taken sides and that he didn't wanted to discuss it further. He just wanted to drink and talk about whatever.

And so we did. Needless to say, I still talk to him and we have become the best friends... No, I'm lying. That's not exactly what happened. But let's just say he's fairly close and we still laugh about that day.

viernes, 17 de octubre de 2014

Sex Shop

 - Tienes que trabajar. O estudias o trabajas. Así de fácil.

Tan claro lo había dicho la madre de Alicia, que no había manera de pelearle nada. Su indecisión por elegir una carrera adecuada, sumado eso al hecho de que no había mucho dinero para estudios, había sido una carga pasada para la joven de 18 años.

Sus padres ya estaban hartos de verla por ahí en la casa, "haciendo nada" como ellos decían, y le habían llamado la atención dándole un ultimatum.

No tenía todavía ni idea que quería estudiar. Había mucho de donde elegir pero nada que la apasionara. De hecho no entendía bien el significado de esa palabra. No sentía nada así por nada ni por nadie. Pensaba que seguro sería algo interesante y bonito, pero no lo sentía y cuando no se siente algo, no aparece por simple voluntad. Hay que esperar.

La opción de buscar trabajo parecía, de algún modo, más sencilla que la de buscar una carrera que le gustara en serio. Buscó y buscó por los clasificados. Cada día que compraba el periódico para su jubilado padre, tomaba la sección de su interés y resaltaba los trabajos que resultaran atractivos.

Resultaba que para todo, hoy en día, había que tener especialización, saber inglés y tener maestría y doctorado. Lo pedían hasta para atender en centros de llamadas, llamadas de países hispanohablantes. Simplemente ridículo.

Envió su hoja de vida a cuanta empresa encontró, describiendo sus cualidades y don de gentes, pero esto no parecía tener efecto.

Ahora su único desahogo, sus amigas, se había convertido en algo fastidioso. Siempre que quedaban para verse, hablaban de los maravillosos trabajos, lo ocupadas que estaban y los proyectos que tenían en el corto plazo para el dinero que estaban ganando. Alicia solo sonreía y trataba de cambiar el tema a algo más banal pero siempre volvían a lo mismo.

Un buen día, salió a caminar. Estaba harta de la casa y había decidido salir por ahí a despejar la mente. Caminó por una avenida con bastante comercio que quedaba cerca a su hogar. Había bastantes personas yendo y viniendo, olor a comida y personas contentas. Ella no lo estaba.

Después de caminar un buen rato, se detuvo frente a un local grande pero con las ventanas tapadas con un velo rojo. No se podía ver hacia adentro. El sitio no tenía letrero que dijera que había dentro pero Alicia podía ver luces adentro y sombras.

Se acercó a la puerta y allí vio algo inesperado: había una hoja pegada en la puerta. Solicitaban empleado de tiempo completo pero no detallaban en que consistía el trabajo. Alicia pensó que habiendo gastado todos los cartuchos, cualquier cosa podía ser opción. Empujó la puerta y entró.

El lugar tenía una luz roja bastante fuerte y el ambiente se sentía pesado, como si se pudiera sentir en los hombros. Frente a la chica, había unas cinco filas, paralelas, de estantes llenos de películas. Y ahí entendió que clase de tienda era. Viendo que al fondo había un mostrador, atravesó uno de los pasillos para llegar. Era la sección de "Asiaticas" y "Latinas". Trató de no mirar detalladamente las carátulas de los estuches porque si lo hacía seguramente reiría, como siempre le pasaba cuando se ponía nerviosa.

Llegó al mostrador. Allí estaba Miguel, sentado sobre una silla alta, leyendo una revista. Alicia se aclaró la garganta. El chico, algo mayor que ella, la miró.

 - Hola.
 - Hola.
 - Ehm... Vengo por el aviso... El de la puerta.
 - Ah...

El chico se puso de pie, le hizo una seña a Alicia para que lo siguiera y atravesó una cortina de cuentas rojas. La joven lo siguió algo nerviosa. Había cabinas por ese pasillo pero por los sonidos dudaba que fueran para llamar por teléfono. Al final del corredor había una puerta que Miguel abrió con una llave de seguridad.

Al otro lado había una casa, común y corriente. Parecida a todas las otras que había en el barrio. Bien iluminada y con escalera en espiral.

 - Espera aquí.

Miguel subió dejando a Alicia atrás. De pronto, se le ocurrió la idea de que podría ser que estuvieran buscando chicas para desnudarse o algo por el estilo. Y sus manos empezaron a sudar y quiso irse pero la puerta estaba cerrada y no sabía por donde más salir de allí. Muy tarde, se oían pasos bajar.

Era un hombre parecido a Miguel, que venía detrás. Era gordo y bonachón, algo calvo.

 - Mucho gusto. Alfredo Prada, como la ropa.
 - Alicia García.
 - Vienes entonces por el trabajo?
 - Sí pero...
 - Tranquila, no hay nada de que preocuparse. Ven.

Siguieran a un estudio y allí se sentaron los tres. Miguel no decía nada. Su padre empezó a hablar y le explicó a Alicia que necesitaban un empleado para la tienda, ya que solo eran tres personas en el momento.

La joven iba a hablar pero el señor le dijo que sus obligaciones serían de aseo, arreglar los videos, atender a la gente y tal vez cobrar. Alicia estaba evidentemente aliviada y Alfredo lo notó.

 - Es que pensaba que... necesitaban chicas para...

No completó la frase pero Alfredo igual rió y Miguel le sonrió. No contrataban chicas en el sitio. Le explicaron que solo era una tienda de videos y accesorios sexuales y que ofrecían a los clientes la posibilidad de ver las películas en el sitio. Nada más.

Volvieron luego a la tienda y le mostraron todo: las filas de películas y los estantes donde exponían los accesorios a la venta. Desde esposas hasta disfraces. Alicia, extrañamente, sintió curiosidad y empezó a querer saber más. Esto le gustó a Alfredo y la contrató, sin pedir hoja de vida ni nada más.

Y así fue como Alicia empezó a trabajar en un "sex shop", sin decirle a sus padres. Le había dicho que era una tienda de ropa en el centro para que nunca fueran a verla trabajar ni nada parecido.

Se hizo amiga de Miguel, que resultaba ser un músico empedernido. Había estudiado piano cuando pequeño y ahora iba a clases de canto y guitarra. El señor Alfredo era un amor de persona, siempre le invitaba a comer con su familia y la consideraba de sus mejores adquisiciones para la tienda. También conoció a Mireya, la mamá de Miguel y esposa de Alfredo. Una mujer grande en todo sentido, igual de amable que su esposo. Todo era perfecto.

Tanto así, que empezó a darle ideas a Alfredo, cuando llegaba la hora de cerrar. Con la ayuda de Alicia, la tienda cambió la iluminación por una menos "agresiva" así como la vitrina. No ponían vibradores o películas allí pero sí disfraces y accesorios inofensivos. Esto atrajo nueva clientela, sobre todo de parejas que buscaban darle un giro a sus relaciones.

Tuvieron también la idea de cambiar el tipo de estantes para generar más espacio y también se sumaron nuevas categorías para atraer más público. Todo tipo de película XXX estaba en la tienda e hicieron tratos con los mejores proveedores.

Un año después, convenció a don Alfredo de poner una sucursal en la zona "alternativa" de la ciudad. Las ventas iban por los cielos y la gente los seguía en todas las redes sociales. Esta colaboración también había resultado en una relación estable entra la joven y Miguel. Se entendían y compartían gustos.

Alicia, la chica que no sabía que hacer con su vida, encontró entonces una pasión. Tal vez una poco común pero era suya y nadie se lo podría arrebatar nunca.

jueves, 16 de octubre de 2014

Lady of the night

Brutal, bloody, senseless. Few words to describe the kind of horrors we have been living in Paris the past few days.

It all started with a corpse, floating on the Seine. They had tried to fill his guts with stones but the cut opened and the dead man floated back up.

As a member of the police, I'm responsable for the people of this town. It's not an easy task: these streets are filled with every single element of society: whores and thieves, society ladies and dandies, politicians and bakers. Every one walks these streets.

This first year of the new century has been disastrous for the force. I sometimes think 1900 is going to be the year that tears us apart, when this country will finally fall to the hands of brigands and opium smokers.

The city is less dangerous than in the past, that may be true, but what about this murders? Five men have been found floating on the Seine, in different parts of the city, always with a mark carved behind their necks: a spiral.

No one knew what that meant but, as policemen, we knew dead men would continue to come up. They all had some stones inside and we dismissed the idea the killer wanted them to sink. It was something else.

I visited Doctor Marteau, an old men that had studied in London and knew all about the procedures and tests to be done to a corpse, in order to find more about the death. Well, he did his job just fine. He found out every single one of these men had been sodomized with an object. The doctor was sure of it.

On the job, I had been to every part of town and knew about every aberration that lived in the city. Men sodomizing each other? No news to me. So there was more to it than just raping men and killing them. Someone was throwing them to the water, making them visible for us to get them. And that person, or persons, were branding these men like cattle.

After days of stalling, I went to have a glass of wine, a few glasses actually, to an old place I loved in the artists district, not far from the Moulin Rouge and the Sacré Coeur. All the girls knew me well and also knew I would be good to them if they didn't get into trouble. They greeted me on the street and I slightly bowed: they were women all the same.

I finally got to my joint and drank and drank and enjoyed myself for the first time in months. I liked talking to Michel, the bartender. A bald men that had seen enough of Paris and now only worked and lived in the same neighborhood, never traveling anywhere nor wandering around. But, as I did, he knew people.

He told me he had heard about the dead men and even about the state of the bodies, something we hadn't released to the press. I was rather surprised. He said a guy from the morgue came in the place a few times a week to brag about the horrible things he saw, drank a few ones and then left with a different chick every time.

I left the place, a bit dizzy but sure enough I could get home all right. It wasn't very far and I hated trains or cars. Nothing like the good air of Paris in the spring. Even late at night, it comforts you.

I walked down a steep road and among various buildings. I stopped to pee on a garden or something and moved on. Wine out of the system, I felt less drunk and very hungry. I had walked a lot and suddenly found myself near Madeleine. I knew a place around there so I could have something to eat.

But I never got to that. A man was screaming his lungs out, mad to the core or scared. I approached the screams, as I tried to dissipate any dizziness of my mind. Apparently, I was on duty.

The man was on the ground, leaning on a building. His eyes looked troubled, big and red. His leg was cut deep and bled profusely on the ground. The sight was enough to make me sick. And having had nothing to eat, it was worse.

I calmed down the man, telling him to stop shouting and to talk to me. I took out my ID and presented myself as a policemen. He ceased with the screaming but still trembled uncontrollably, as if he had seen a monster.

I looked all over my coat and finally pulled out my whistle. I carried it for emergencies and this was one for sure. I used it many times and minutes later two fellow officers helped me get the sick man to an ambulance.

The next day, I tried to visit him but couldn't. He had been put on strong medication, in order to cure his leg and to help him deal with the pain. It wasn't the appropriate time to question him.

I came back after two days. I wasn't feeling very good: another body had been found on the night I found my screaming lunatic. I visited him because I needed to know he was fine, at the moment, I never imagined he would be a pivotal part of everything.

A nurse pulled a chair close for me and I sat beside his bed. To be honest, this young man was handsome, which led me to believe he came of a good family. His clothes were expensive, for what the talkative nurse told me, and he had money on himself so he wasn't mugged.

He turned to me and greeted me kindly, as if I was a old friend. He told me he remembered me from that night and thanked me for my help. I told him that, as a policemen, that was my duty. I proceeded to ask what had happened and then his kind smile disappeared. And he began telling me.

He had escaped his parents house. He was the son of a duchess and a politician that lived in Lyon. He had come with a friend to Paris and started enjoying the night of the city. He went to parties with artists and whores and enjoyed both flesh and drinking. He smoked opium and had sexual relations with everyone he met.

Then, he said, he met a woman when coming out of one of many parties. She was beautiful and willingly went with her to her home. But there was nothing there, no furniture, no clothes, nothing. Only empty space. She said she liked to bring boys there and then proceed to tie him to a post. Then pulled out a knife and cut herself and him, on the leg.

She started talking about the pleasure of carving human flesh, of feeling the guilt of men when she did so and how weak they all were and women had to deal with their stupid attitudes and ideas. She laughed at moments and said it was precious to see them cry in front of her, as he was doing.

Then, according to the young men, she got near but he managed to kick her and release himself. As he was, he fled the building, almost getting caught by the woman. She didn't follow him but he ran fast and far and finally caved to his leg.

I stood there, hearing his words. While he was talking about being forced to drink and smoke by her, I was thinking I was closer to my murderer than ever before. A lady of the night, nonetheless.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Cuando joven

La juguetería era enorme. Parecía tener varias plantas y cada lugar estaba lleno de niños y padres viendo los miles de objetos en exposición por todo el sitio.

Yo cogí a Lucas y le dije que aquí no podía correr. Me aterraba la idea de perderlo y tener que buscarlo en semejante selva de juguete. Le apreté la mano, de pronto algo más de lo debido, y seguimos caminando.

 - Pa, que es eso?

Lucas señalaba hacia la zona de los videojuegos. En un estante cercano, al que me acerqué porque mi hijo me halaba con fuerza, estaba lleno de pequeñas cajas cuadradas con imágenes de criaturas varias por todos lados.

 - Mira, peluches!

Me haló de nuevo para entrar a un pasillo. Empezó a mirar los peluches uno por uno, fascinado por las formas y los colores.

Yo los conocía. Eran mis juguetes preferidos de infancia y no sabía que todavía los vendían tanto. Tengo que decir que me alegré mucho al ver caras y formas conocidas de cuando era mucho más joven, aunque de más edad que Lucas.

Se acercó con uno y me dijo que le gustaba y se lo quería llevar. Le sonreía y le dije que sí, como me iba a negar. El que había elegido no tenía manos pero si dos pequeñas patas azules y hojas en la cabeza con unos ojos grandes.

Luego de eso recorrimos el lugar, viendo todos los juguetes que había. Pero algo me oprimía el pecho, como si tratase de salir. Gracioso fue cuando pasamos por los juguetes para niños mayores y vi uno de Ellen Ripley. Mi carcajada asustó a un par de niños y extrañó a Lucas, que no se cansó de preguntarme porque me había reído.

Pagamos el muñeco y nos fuimos en el carro hasta la casa. En el camino le conté a mi hijo que conocía al personaje que tenía ahora en las manos, porque había jugado con criaturas parecidas cuando era pequeño.

Entonces él me preguntó que me gustaba a esa edad. Recordé tantas cosas al mismo tiempo. Cuando tenía unos doce años amaba los videojuegos y eran mi manera de pasar el tiempo y así había conocido a los personajes que habíamos visto en la juguetería.

A decir verdad, no tenía muchos amigos y los videojuegos creaban mundos aparte de ese en el que no me gustaba mucho estar. El colegio era aburrido y la gente, no parecía interesante. No sé como sea para todos los niños a esa edad, pero yo no estaba muy interesado en amigos, a menos que fueran pocos. Siempre he pensado que es mejor pocos y buenos que muchos y malos.

Llegamos a la casa y le dije a Lucas que la abuela se demoraría un poco en llegar todavía, por asuntos del trabajo. Le pregunté si tenía hambre y me dijo que sí. Mientras le hacía un sandwich, se sentó a la barra de la la cocina, con el peluche, y me preguntó si jugaba fútbol cuando pequeño.

La pregunta tenía razones: le encantaba llenarse de barro hasta el pelo jugando con sus amigos del barrio. No había reglas ni había competencia. Era diversión sana y nada más.

Le dije que no. Nunca me gustaron los deportes porque nunca necesité de ellos porque, como dije antes, había encontrado otras diversiones. Y cuando tuve que hacer deporte ya estaba en los otros el espíritu de competir, de ganar, de vencer. No me interesaba en lo más mínimo perseguir una pelota para alimentar mi ego o el de nadie más.

Y si por ejercicio preguntan, pues no me interesaba mucho. Cuando se es joven, siempre hay tiempo para remediar las cosas. Y ya cuando somos viejos, es muy tarde. Es el orden de la vida.

Lucas mordía el sandwich de jamón con mayonesa como si temiera que le saliera un gusano en él. Mordía un poco y miraba, con cuidado. De pronto, separó los dos panes y miró detenidamente.

 - Come bien.
 - Pa, no es atún?
 - No, no es atún. Es jamón. Cerdo.
 - El jamón es cerdo?

Asentí y le di un mordisco al mío. Lucas había heredado mi aberración por el pescado, en cualquiera de sus presentaciones. Ahora revisaba porque mi madre le había dado atún hacía días, olvidando los gustos del pequeño hombre. No era un niño que llorara pero sí que se quejaba cuando algo no le gustaba. Eso sí, agradecía bastante cualquier cosa que sí fuera de su gusto, como el peluche.

 - Que materia te gustaba más en el cole?

La pregunta me cogió fuera de base. Era difícil de responder, ya que el colegio para mí había sido una etapa de transición.

 - Historia y geografía.
 - Porque?
 - Me gusta saber como vivió la gente antes, que pasó y en donde. Como son los lugares.

Asintió, asimilando mi respuesta.

Era cierto, la historia y la geografía siempre me habían gustado en el colegio y había sobresalido con mis conocimientos en ambas clases. La gente siempre parecía sorprendida porque yo supiera una fecha o algo sobre algún lugar. Eso no me gustaba, era como si dudaran de que yo pudiera saber algo que ellos no. Me ofendía, así esa no fuera su intención.

 - Tenías novia en el cole?

Me reí. Respuesta nerviosa a una situación que siempre había sido incomoda para mí.

 - No. Tu tienes?
 - No! Soy muy chiquito.

Me reí de nuevo. Él siguió con el sandwich, sin parar de revisar como si fuera un investigador privado en una misión fundamental.

 - Y novio?

Esa pregunta fue aún más incomoda, tanto que no me reí sino que me quedé en silencio.

 - Tampoco.
 - Nunca, ni novio ni novia en todo el cole?
 - No, nunca.
 - Porque?

Era una buena pregunta. Supongo que jamás había sido de los que quieren que todo el mundo sepa de sus cosas. Bueno, al menos en el colegio. Después ya no me importaba quien supiera que acerca de mi.

 - Ya terminé.

Era cierto. Le retiré el plato y ahí se bajó solo de la silla y se fue con su peluche y un cajita de jugo a la sala de estar, seguramente a ver televisión.

Suspiré. Ahora entendía lo que habían dicho tantos de ser padre. Era bonito verlos crecer pero a la ves dolía saber que no se quedaran así para siempre.

Lavé los platos y fui con él a ver televisión. Los dos estuvimos en silencio todo el rato, yo todavía pensando en mi infancia. No, no todo había sido feo. Había disfrutado aprendiendo muchas cosas, teniendo algunos amigos bastante buenos e imaginando del futuro, que no había resultado malo tampoco. Muy al contrario.

martes, 14 de octubre de 2014

The Mark

His eyes move, a lot, still asleep. His hairs is all on one side so we can easily see, on his forehead, a big mark. Red, with lines and black dots.

The man, or boy pending on your definition, wakes up rather fast, opening his eyes as if he had been scared by the boogieman in a dream. He doesn't move, as the physical pain of his forehead comes to him and he has to relive everything again.

He finally gets out of bed and goes to the bathroom. With one hand he holds his hair and stares at his image. The red mark is centered right above the nose. Frowning hurts a bit but he has no way of doing some other facial expression. He lets his hair down again and pees and then washes his hands.

As he walks to the kitchen, he thinks that at least it's not bleeding now, as it was yesterday night. He touches his forehead with care and then watches his fingers: clean.

In the kitchen, he pours some juice into a glass and drinks half of it as if he had been walking across a dessert for years. When he's done, he goes to the living room and sits on the sofa, to watch people go by.

Have they ever done that too? Have they ever caved to their urges and fears and weaknesses?
Who knows... He just watches them as he finishes up the juice and, once again, touches his forehead.

He then remembers being in school, twelve years old or something like that and being mocked for having peed his pants. He was so afraid of speaking to anyone he had held his urge for too much time and accidents happen. No one was kind, nor nice, nor decent. They were all animals and he hated them for it. He was just a kid and from then on, he felt rejected, an outcast.

No, not the moment for that. He goes to the kitchen again and makes a sandwich. Somehow, he's starving. He must have had an awful dream or one of those were you run like crazy, not knowing why.

He goes back in the sofa and eats his breakfast as he sees a man helping a woman with some boxes. They smile and each other and are oddly kind. People are not like that, almost never

He then remembers what it was for him to turn into a teenager, parties and all. And still feeling left out. It was incredible how much he had hated everyone in school so much, and none of them knew. They had no idea he never wanted to see them again. He didn't wish them harm or anything but he didn't care about their happiness. He was too hurt and alone.

The last year of school was different. He was just himself, as he knew he would never come back again. And college was another story, with different disappointments. No, not all was bad. Friends, real ones, were there.

As he finishes his sandwich, he touches the mark again and goes back to the bathroom. He puts some cold water on it and on his hair, to flatten it so people cannot see it easily. It shames him. It's a mark of shame and despair.

He washes the glass and the plate and enjoys the feel of water on his hands. He flattens his rebel hair again and then goes back to the sofa, now with his laptop. He puts on some music and finds himself reviewing, mentally of course, his bad luck in love.

He had grown tired of going out, dates, getting to know people. They didn't even tried to know him, at least to fake interest. No. They just didn't care much. Sex was first many times and he caved as it was fun and felt good but soon that ran out and it wasn't enough.

And the world wasn't helping. He had grown up to see how he had to look and behave and he wasn't that model everyone was supposed to be. And if you weren't, you lost. And he did, or so he felt.

He changes the song, to something a little more upbeat. Starts reading an article about sea creatures with incredible strength and the people that look out for them.
And again, thoughts. His brain was his enemy, no doubt.

Now he remembered, as if he had forgotten, that he had no money, no job, nothing. He had become bored too of sending his damn CV to every single company, even to fast food restaurants and retail stores. No one wanted him. And that felt awful. It hurt a lot to feel no one needed him, or appreciated what little he could do.

He shook his head, feeling some pinches, as his brain now was trying to escape, to move away as he too had become bored with him. He closed his eyes in pain, trying to push everything inside, deep, never to come back out again.

Suddenly he heard a voice and opened his eyes. It was his mother.

 - Hi.
 - Hey.
 - How are you feeling today?
 - Better. Thanks.
 - Sure?

He doubts.

 - Yeah.

She sighs and moves on to the kitchen.

After hitting himself with the first object he could get his hand on, he stroke his head too with his fists and he had a physical strength that scared him. He had caved to his inner fears, his demons, everything that was eating his brain.

He bled alone and cried as he hadn't done in so many years, when he thought he had kept it all behind. No. The past always comes back to have a bite of your brain, to torture you slowly.
And he, fed up, had taken matters in his owns hands and almost broke his skull.

As his mother made breakfast for herself, he took a few deep breaths and calmed down. He had to be strong, as she had said. "Take control of your feeling. Don't let them control you". And he knew she was right.

He hoped, really hard, that things would change soon. But that is something no one knows, until it happens or it doesn't.

lunes, 13 de octubre de 2014

Amor y amistad

 - No.

Se quedaron entonces en silencio, bastante incómodos el uno con el otro. La mesera vino con la orden que habían hecho: un chocolate caliente con pastel de queso para uno y un café negro con croissant de almendras para el otro.

Mientras Jorge, el del chocolate, tomó un sorbo de su bebida, Tomás no hacía nada. Su café humeaba frente a él pero solo miraba por la ventana, a un punto perdido en la calle.

Jorge preferiría no decir nada. Tenía hambre y por eso comía pero no tenía la mínima intención de seguir la conversación.

 - Porque no?

Tomás lo miraba a los ojos. Jorge trató de que su expresión no fuera de exasperación. Suspiró.

 - Porque somos amigos.
 - Y ? Que tiene?
 - Que te quiero como amigo.
 - Por favor...
 - No quiero dañar nuestra amistad? Ok?

Tomás por fin tomó un sorbo de café. Se quemó la lengua pero no se quejó. Le pegó un mordisco al croissant y mientras tragaba, pensó en que decir.

 - Como podríamos dañarla?
 - Porque nada de eso me sale bien!

Había subido voz y la gente los estaba mirando. Eso no les importaba. No a Jorge, que se sentía herido.

 - Le hemos pasado muy bien estos días... Nos hemos acercado más.
 - Lo sé. Por mi culpa en parte.
 - Culpa suena como algo malo.
 - No he estado en mi mejor momento.
 - Me gustó mucho ir de viaje juntos, solos. Nunca lo habíamos hecho.
 - Sabes que necesitaba irme.
 - Sí...

Jorge toma otro sorbo de chocolate. De pronto ya tiene nada del entusiasmo que hasta hace algunos minutos lo invadía. Estaba de nuevo como antes, sumido en una tristeza inexplicable.

 - Me gusta nuestra amistad y significa mucho para mí.
 - Para mi igual.
 - Yo nunca tuve un amigo hombre... No uno de verdad. Y contigo puedo compartir cosas y pasarla  bien y me gusta. No quiero que eso se vaya, no ahora.

Tomás veía la mano de Jorge tan cerca pero se contuvo como pudo. Sabía lo que él había pasado y estaba contento porque ahora por fin parecía estar pasando su mala temporada. Y definitivamente no quería ser la causa de otro mal en su vida.

 - El último día del paseo...
 - Que?
 - El último día, me desperté antes que tu. Te vi dormir un rato, antes de bañarme.

El otro se siente incómodo pero Tomás no puede dejar de decirlo.

 - Me di cuenta de que...
 - No.

Jorge lo detiene con esa sola palabra. Eso sí, no logra detener una única lágrima que sale de uno de los ojos de Tomás.

Él se la limpia casi al instante y decide tomar otro poco de café, para tratar de calmarse. La mesera se acerca y les pregunta si desean algo más. Jorge le dice que por ahora nada y sonríe con debilidad.

Toma otro sorbo de chocolate y trata de controlar esa voz interna, tal vez más aventurera que su yo de diario. Hay mucho en riesgo y no es el momento para ponerse a apostar con lo poco que se tiene.

 - Y Manuela?

Tomás ríe.

 - Que pasa con ella?
 - No la has olvidado o sí?
 - Tu sabes que sí.

Esta vez mira la mano de Jorge y sin dudarlo la toma. La aprieta con suavidad y Jorge deja que suceda.

 - Siempre terminan las cosas mal. Siempre quieren algo.
 - Alguna vez terminarán bien. Y creo que me conoces lo suficiente como para saber que quiero y que  no.
 - No quiero intentar más. No quiero más dolor gratis.
 - Porque?
 - Porque me asusta que nos terminemos odiando. Eso me dolería más que cualquier cosa. Si fueras  un desconocido sería distinto.

Jorge retira la mano y se cruza de brazos, sin decir más. De nuevo, es como si se creara de la nada un muro invisible entre los dos.

Ninguno termina lo pedido. La mesera viene de nuevo y pregunta si puede retirar los platos y los dos asienten, sin decir nada ni cruzar la mirada.

Cuando la mujer regresa con la cuenta cada uno pone exactamente lo que debe y no más, no más cortesías entre los dos, al menos no hoy.

Se ponen de pie y salen del negocio, al frío de la tarde de domingo. El viento sopla bastante y los dos caminan juntos a la parada del autobús. Al fin y al cabo, viven en el mismo barrio.

Se sientan en la banca del paradero y no dicen nada hasta que Tomás sonríe y Jorge lo voltea a mirar.

 - Que?
 - Te acuerdas del perro que quería venir con nosotros?

Jorge también sonríe.

 - Sí, hubo que bajarlo del carro como cinco veces.
 - Que raza es esa?
 - No sé... Collie?
 - No... Es otra. No sé como se llaman.

Y de pronto silencio de nuevo. Pero esta vez se miran cara a cara y sonríen. Los daños son menos graves de lo previsto.

Cuando llega el bus, se suben los dos y se sientan uno al lado del otro, Jorge contra la ventana porque se baja después de Tomás. Miran hacia el frente o por la ventana.

 - Como vas con el guión para Julieta?
 - Bien... Ya casi lo termino.

El turno es de Jorge.

 - Ya pasaste los diseños para el concurso?
 - No.

Jorge respira profundo.

 - Porque?
 - No sé... No tengo cabeza para eso ahora.

Silencio de nuevo. Ahora es más duradero. Se acercan al barrio y los dos saben que no tienen mucho tiempo más de decir nada, no hoy que es cuando cuenta.

Sin embargo, Tomás se despide en voz baja y apenas se baja empieza a llorar en silencio. Tan mal se siente, que casi trota para llegar a su apartamento. Allí, se dirige a su cuarto y se acuesta en su cama, con los ojos húmedos y rojos.

Casi una hora después, a punto de dormirse, escucha el sonido de su celular.

Se levanta de la cama y mira la pantalla. Es un mensaje:

QUIEN MÁS VA A ENTENDERME? MARATÓN DE ALIEN?

Jorge sonríe. Se pone la chaqueta rápidamente y sale como un rayo del lugar.

domingo, 12 de octubre de 2014

Beneath The Habit

Sister Gwendoline loved desserts. From her first years on this world, she had adored anything sweet that you could share with friends and family. Her favorites were éclairs, any kind, as her grandmother always made them when she visited.

Many years had passed and, instead of baking, she would spend her days in the convent, taking care of the elderly nuns and helping with a day care center the church had established in town, to help single mothers with their children.

Let's not misunderstand the situation: Sister Gwendoline loved to help and it was this calling that made her take the habit when she was eighteen. Her mother encouraged her to do i and her father would have preferred to see her become a great cook. But when her grandmother died, she new she wanted the world to be a better place and becoming a nun was her choice to do so.

She had asked Sister Eloise to talk to the Mother Superior, in order for her to have duties in the kitchen but she wouldn't listen or care. She thought Sister Gwendoline was suited for her current duties and sending her to the kitchen would not be in the best interest of the congregation.

But, as they say, God works in mysterious ways. Mother Superior had been called to a reunion in Italy and decided to leave Sister Mary in charge. Sister Mary was just past seventy years old. She was a bit deaf and forgetful. But dedicated 100% to our Lord. She was always first in mass and last to leave.

Sister Gwendoline had also noticed Sister Mary was also first in the dining hall and last to leave, after repeating dessert, something only the most elderly members of the convent could do. So the younger woman took advantage of the situation and directly asked Sister Mary to have duties in the kitchen.

But Sister Mary knew about Gwendoline's requests and said no, like Mother Superior. But knowing about her predilection for sweets, Sister Gwendoline asked for a trial period or a test to be in the kitchen. She said she would bake éclairs for every single nun in the convent as a proof she was suited for the duties she was looking for.

And Mary, number one fan of pastries, accepted. Sister Gwendoline was thrilled and immediately when to the kitchen and asked for a time in which she could do her creation: only after dinner, said Sister Ruby. She was a big, older woman, happy in her duties as a chef and taking care of everyone's health. To her, she was even more important than a doctor as she relieved not only the body but also the soul of her patients.

Sister Gwendoline cooked the pastries the same night she asked Sister Ruby and took special attention to detail. Everything was there, in that big and old kitchen that had seen so many groups of religious women come and go.

She did one for every single sister, using three different types of filling (pistachio, rum and vanilla) and decorating with edible pearls, nuts, fruit and chocolates. When they were done, they looked as if one had entered a french shop. They look perfect, maybe too perfect to even eat.

On breakfast, the morning after, she stood besides Sister Ruby as she served oatmeal and gave aways juices and fruit. She put an éclair on every tray and she told every nun to eat it last, so everyone could taste it at the same time. It wasn't very common to have dessert this early but no one said a word.

They ate the oatmeal plates faster than usual, even the elderly nuns. Sister Clara, who was over ninety years old, kept watching her éclair with the same eyes a mother sees a baby. She thought it was adorable and that she should thank Mother Superior for this delicacy.

Then the moment came and everyone ate in silence. Sisters Ruby, Gwendoline, Clara, Eloise, Mary and everyone else enjoyed it in silence, as if this was another one of the masses. When they finished, they cleared the tables and went on to their duties, without any word been spoken.

Sister Gwendoline was summoned to Sister Mary's office two hours later. She was nervous but overall happy. She had done what she liked best and that was a great accomplishment.
In the office, Sister Ruby sat in front on a large desk, on the other side Sister Mary smiling. They had agreed that Gwendoline should spend two hours each day in the kitchen, getting familiar with every single aspect of cooking. She would keep her duties with the children and the elderly until they had seen she could handle kitchen work.

All the rest of that day, of the week actually, Sister Gwendoline walked on air. She was thrilled to serve her congregation with her real talents. She was on the kitchen on time everyday and, although tired at night, she would fulfill her other duties as she had always done.

Then, Mother Superior came back. Sister Mary told Gwendoline she would speak about their arrangement with her but apparently that wasn't necessary.
Unknown to anyone, Sister Clara had taken Sister Romilda's éclair, as she had an upset stomach. Instead of eating it, the elderly nun had kept it in a cloth napkin for the last few days in order to give it to Mother Superior, as a thank you, thinking she had been the one to authorize dessert on breakfast.

Gwendoline thought she would be summoned to Mother Superior's quarters but that didn't happen. Instead, she summoned all nuns to the chapel and there she talked about what the congregation had gathered to talk about in Italy: tolerance and understanding.

She said these teaching didn't only apply to their relationship with people outside the convent but also inside, and that an example of this not being handled correctly was her denial to let Sister Gwendoline cook, as it was her desire.
Mother Superior said understanding was basic in their way of life and that they should respect each other's tastes and preferences, as the Lord intended them to be individual beautiful creatures.

So from that day on, Gwendoline moved full time to the kitchen and the sisters enjoyed her creations for many years, as she had always wanted to do.

sábado, 11 de octubre de 2014

Sueños

Estaba acostado en una cama y sabía que lo estaba mirando a él, sin conocerlo. No se movió ni dijo nada, solo contempló la hermosa vista que había desde la habitación así como el movimiento de la delgada cortina por el viento que entraba y el personaje que estaba recostando sobre la baranda del balcón.

No le veía el rostro al hombre que estaba afuera pero veía que solo tenía puesto unos boxers y nada más. Sabía que estaba soñando pero todo parecía perfecto. De pronto el sueño cambió y ahora estaba en un tren, lleno de gente.

Estaba sentado entre de una anciana que tejía algo y una chica gótica que escuchaba música. Se levantó de la silla porque sabía que la siguiente estación era su parada. Se cogió de un tubo junto a la puerta y esperó.

Justo cuando entró el tren a la estación, vio al tipo del balcón, de nuevo de espaldas. Estaba en la estación, caminando hacia la escaleras eléctricas. Apenas se bajó, corrió detrás del hombre del balcón pero había muchas personas y empujarlas parecía no servir de mucho. Siempre quedaba muy detrás del tipo y nunca lo pudo alcanzar.

Corriendo por un pasillo, se tropezó y cayó al piso con fuerza. Y el sueño cambió de nuevo. Esta vez estaba en un sitio muy extraño: parecía el interior de una de esas naves espaciales de las películas. Incluso estaba vestido con un uniforme parecido al que llevaban los actores.

La gente lo saludaba y el parecía conocerlos, al mismo tiempo que no tenía idea de que era lo que pasaba. Se acercó en un momento a una ventana y pudo ver a través de ella al planeta Tierra, o eso parecía.

Retomó su caminata por el lugar y vio mucha gente que conocía, de la infancia, del colegio, de la universidad, del trabajo... Todos parecían estar allí y se conocían los unos con los otros, algunos se daban la mano y otros incluso se besaban en público. Era muy extraño.

De nuevo, vio al hombre del balcón de espaldas y lo siguió. Por los pasillos de la nave espacial hasta que, esta vez, pudo alcanzarlo. Cuando le tocó el hombre, el tipo se dio la vuelta. No lo conocía o al menos no conscientemente.

El tipo era más alto que él y, no se podía negarlo, era bastante atractivo. Solo le sonreía y se tomaron de la mano.

Ahí cambió el sueño de nuevo, esta vez por algo más simple y familiar. Estaba en su cuarto, con todo lo que conocía de siempre. Y el chico del balcón estaba con él, durmiendo en la cama. Él se puso de pie y lo contempló un buen rato. Quería escuchar su voz, para hacerlo más real pero se veía tan en paz y tranquilo dormido que no quiso despertarlo.

Se sentó en la silla del escritorio y siguió contemplando al hombre en su cama hasta que por fin se despertó.

A su lado estaba su novia y se sintió culpable, como si hubiera traicionado su confianza con solo imaginar a otra persona en sus sueños. La relación estaba deteriorada y, de hecho, ella estaba allí para intentar mejorar las cosas.

La quería pero como a una amiga, algo que nadie quería escuchar. Habían tenido relaciones y él no había estado muy interesado y creía que lo mejor era no fingir lo contrario. Para que? Todo tiene que terminar algún día.

Cuando ella se despertó, tomaron café en la cocina y hablaron. De mutuo acuerdo, terminaron. Se abrazaron y despidieron. Ella se cambió y se fue y el se quedó allí, tomando su café en la sala.

Entonces sonrió, al ver un pequeño cuadro en la pared opuesta: era una fotografía de la isla griega de Santorini, con sus edificios blancos. En primer plano, se veía una pequeña casa con una gran terraza pero no había nadie allí.

viernes, 10 de octubre de 2014

Signore Mazzanti

Fyodor Mazzanti, was born to an odd couple: an italian father and a russian mother. He was born in Kazan in 1916, but a year after his family fled to the west. They eventually came back to his father's hometown, Laurenzana, locate in southern Italy.

The kid, born between communism and fascism, grew up with a lot of love around: his mother, an only child, gave him all that she could, including a younger brother. His father always came from work with candies or toys.

Lorenzo, his brother, and him, grew up happy. That was the most important. But their parents suddenly became enthralled by the governing party in the country. Soon enough, they were attending rallies and supporting causes they did not fully understand.

When he turned eighteen, he had the chance to leave the country to study and their parents wanted him to go to Berlin. They said the german language was the future and that he and Lorenzo should know all about it.
But Fyodor felt his place was in Italy, as his love for this country, his adoptive one, grew exponentially since he was a little boy. He wanted to study history or art. His parents finally accepted his decision and he went on to live alone in small flat above a bakery in Rome, in the Trastevere district.

Lorenzo turned eighteen the same year Italy entered the war against the Allies and he didn't let his parents say a word: he went to Sicily and boarded a ship from there, on to New York. Fyodor would only know about him until five years later.

The war ravaged the continent and it was worst for the Mazzanti family towards the end, when the allies bombarded cities all over Italy. Fyodor himself was saved by a lover, who kept him a little bit too long in her room, saving his life as a bomb hit his house.

In Laurenzana, his parents were safe and received the American troops by asking them how to get in touch with their son. No one knew how to help, as communications to the outside had been cut for months. And both mother and father suffered for the faith of their children.

As soon as the government fell, Fyodor travelled to his former house and found that no one was there. His family had disappeared, leaving no word or letter behind. He returned to Rome, finished his studies and went on to work with the Capitoline Museums. They were gathering a lot of damaged paintings and sculptures from every single part of the country.

He was happy for his job and now lived in a very nice house, near his first flat in the city. Every day he got to see great pieces of artwork. But at the same time, he thought of his family, the face of his mother when cooking a brilliant new dish, his father when carving a nice piece of wood and his brother Lorenzo playing with his favorite toy train.

He had looked for them all over, visiting Laurenzana often but he found very little information. A neighbor told him they had left after the American arrived, towards Sicily. Fyodor went to Palermo but the trail died there as no one knew if they had ever boarded a ship or if they had decided to go back.

Death was not an option, he thought. He felt of them as alive as every single moment he wasn't working, restoring old pieces in the museum or traveling for them, he went on to check every fact he knew about his parents and his brother.

He had even visited New York a couple of times, looking for his parents. He knew that was useless as many immigrants had changed their names when arriving through Ellis Island but he insisted without success.

Fyodor grew bitter because of this. His family had given him so much love as a child and then they just vanished. He was a grown man but he missed them all and not knowing anything about what had happened, was just heartbreaking.

It had affected his love life too. Women grew tired of trying to make him fall in love with them as he never paid much attention. His work was the thing that distracted him from the pain of having been left alone. Besides, he was afraid that if he had a child, he would do the same. He couldn't think of breaking someone into pieces like that, he just didn't want to do what his parents did to him.

In 1978, after more than thirty years on the job, he finally decided to step out to give room for a new generation. His eyesight was everything for him and now he was slowly loosing it. The staff of the museum made a party, with cake and champagne and all kinds of songs and music. It was the first time in years that he cried, in public no les. People thought it was because of his job, but that wasn't the cause.

During those years he had a dog called Caesar. A gray great dane that just loved him. As tall and strong as he had always being, it was the perfect pet for Fyodor.

Now, with all the time in the world, he decided to try one last time and he looked for the help of an institution to track down his family. He gave them all the information he had and they told him to be patient, to wait and that sometimes, nothing happened.

Fyodor waited for almost fifteen years until a young woman called Maria, called him to tell him she had found his file and that she had been investigating. She had found her brother. When he asked about his parents, she said they had died years ago in California.

Weak but now on the verge of finally getting answers, he flew to San Francisco and, with Maria, visited the cemetery were his parents were buried. He cried and cried, kneeling and just crying, without saying a word. Maria could only stand there.

The day after that, they went to Las Vegas. Lorenzo had become the owner of a fast food restaurant chain and now was retired in a house on the outskirts of Las Vegas.
They hugged and cried together and Maria smiled, as she was happy to reunite family.

Fyodor went back to Rome after a week and asked Lorenzo to visit him sometime.

Just a few weeks after that, he went to take a stroll around his neighborhood with Caesar. They sat in a park bench and watched people go by. And he then fell asleep. And died there, finally at peace.

jueves, 9 de octubre de 2014

Lo Natural

Después de dejar el automóvil en la entrada, el pequeño grupo de personas esperó mientras el guardabosques iba por el guía, que estaba en una cabaña cercana alistando lo necesario para la caminata.

Los miembros del grupo eran siete personas: había cuatro mujeres y tres hombres. Ninguno se conocía con el siguiente, eran desconocidos los unos con los otros y habían tenido distintas razones para venir al parque.

Estaba, por ejemplo, Daniela. Era fotógrafa de corazón pero cardióloga de profesión. Siempre había querido tomar fotos de la naturaleza pero sus obligaciones en el hospital no dejaban que se alejara demasiado. Tenía 46 años y no se había casado. Su único compañero era Mateo, un gran danés que había querido traer pero el parque no admitía mascotas.

Al lado de ella estaba Clara. Era asistente en un estudio de moda y la habían enviado para revisar el sitio. Su trabajo era ver que posibilidades tenían ciertos sitios para ser utilizados como locación para fotografías varias. Ella no quería venir: era alérgica a muchas cosas y su nariz ya estaba roja en el transporte que los había traído.

El guardabosques volvió con otro hombre, un hombre bastante guapo. Las cuatro mujeres se quedaron mirándolo como tontas, por lo que no escucharon muy bien cuando el guía les explicó que el recorrido sería de tres horas, con un descanso en un hermoso lugar panorámico.

Vestidos con ropa térmica, se adentraron en el parque siguiente un sendero de tierra que pronto vieron cubierto de ramas, pasto y musgo.

Felicia y Amanda eran estudiantes. No habían venido juntas pero habían comenzado a charlar en el bus y ahora se ayudaban a no pisar los charcos de barro más peligrosos. Las dos tenían el mismo estilo: demasiado arregladas para un paseo por la naturaleza y visiblemente incomodas con todo. Ellos no sabían, pero tenían el mismo profesor. Y él les había puesto como tarea hacer un informe personal de un parque nacional. Él había asignado los parques y así, las dos distraídas chicas, estaban ahora haciendo equilibrio para no pisar plantas ni barro.

El guía ahora se detenía para mostrarles un amplio sector del páramo, que estaba cubierto de frailejones y de hongos. Mientras les explicaba las propiedades de algunas plantas, Rodrigo comía una barra de cereal. Estaba obsesionado con el ejercicio y las calorías y demás y había pensado que retar al cuerpo con la altura y una larga caminata era buena idea.

A su lado estaba Marcos, estudiante de biología, que se sentía como niño en una dulcería. Era el único que escuchaba con atención todo lo que decía el guía y anotaba algunas cosas en una pequeña libreta. Incluso hacía preguntas y algunos comentarios que buscaban denotar su conocimiento de la zona.

Por último estaba Walter. Era un hombre maduro, apasionado por la naturaleza, recorriendo el mundo visitando cuanto parque o reserva pudiera encontrar. Había dejado atrás una vieja casa en Londres para hacer su travesía y no extrañaba su casa en ningún momento. Eso sí, estaba cansado. Había llegado de Ecuador hacía unas horas y no había tenido la oportunidad de dormir como se debe.

El grupo siguió caminando por el sendero hasta llegar a un pequeño bosque que cruzaron con cuidado. El guía ayudaba a las chicas y a ellas se les olvidaba todo, encantadas de que les cogiera la mano para ayudarlas a seguir el camino.

Había llovido a cántaros y se notaba: no había animales en ninguna parte, ni siquiera en el cielo. El guía les contaba que alguna vez habían visto cóndores pero que ya nadie sabía muy bien si existían en los terrenos del parque. Eran criaturas muy sensibles. Al igual que osos y ciervos, que tal vez verían, según él.

Apenas salieron a un claro, se cumplió lo que había dicho. Les indicó que hicieran silencio y que no se movieran ya que había un pequeño venado con su madre sobre una superficie plana, no muy lejos de un abismo.

Todos sacaron sus cámaras fotográficas y tomaron un par, a tiempo, antes de que los animales se asustaran cuando Felicia tropezó y cayó de frente contra el suelo. Se llenó de barro y dañó su cámara. La ayudaron a pararse mientras ella sollozaba y decía que nunca se graduaría. Amanda dijo que le prestaría sus fotos y el guía se alejó apenas pudo: odiaba las mujeres quejumbrosas.

Se reunieron en el sitio donde estaban los venados y el guía les dijo que era hora del descanso. Mientras sacaban de comer, les advirtió que no podían dejar basura, ni siquiera restos de comida porque un oso podría seguirlos y eso no era muy buena idea.

Walter y Daniela se acercaron al abismo que había cerca del plano donde habían estado comiendo los venados. Aunque con pésima visibilidad, podían ver el cañón que había abajo y las montañas verdes que se extendían muchos kilómetros más allá.
Y los dos empezaron a charlar, en inglés, ya que Daniela sabía muy bien el idioma por sus estudios. Rodrigo había sido odontólogo y compartieron anécdotas médicas mientras comían compartían un paquete de galletas.

Marcos hablaba con el guía, con quien compartía un sandwich. Hablaban de las nuevas especies descubiertas en Guyana y lo que significaba poder descubrir nueva vida en un mundo ya viejo.
El guía se sentía muy a gusto hablando con Marcos, ya que compartían ese gusto enorme que él tenía por los animales y la vida en general.

Felicia le decía a Amanda que fotos tomar y como tomarlas y ella asentía ante todas las peticiones de la otra. Amanda era del tipo de chica que quería caer bien y Felicia del tipo que le gustaba tener el control. Y lo hacían de maravilla.

Rodrigo hablaba con Clara de sus ambiciones de ser modelo para diferentes marcas y ella solo asentía. Ya conocía a los modelos y sabía que el tipo iba a hablar horas, quisiera ella o no. La joven solo sonreía en los momentos apropiados, asentía y pedía, en sus adentros, largarse de allí lo más pronto que se pudiera.

Pasados unos minutos el guía dijo que tenían que continuar. Revisó minuciosamente el sitio donde habían comido y, tras recoger una envoltura de barra de cereal tirada, prosiguieron con el recorrido. La idea era bajar a una zona del cañón para buscar vida salvaje y luego volver a subir por un lugar que no habían pasado, donde solo crecía musgo y habían restos arqueológicos.

Y así lo hicieron. Bajaron, unos quejándose más que otros, hasta encontrar el arroyo que pasaba por el cañón. Les advirtió no tomar de allí ya que podían contaminar el lugar. Felicia ordenaba a Amanda tomar fotos y Rodrigo ya ni se molestaba en fingir poner atención: se había puesto los audífonos y oía música electrónica.

Tras no ver nada en el cañon, subieron con dificultades por un tortuoso sendero hasta una pequeña meseta, despejada. Allí no crecía nada más que brotes de musgo. Habían varias piedras distribuidas por el sitio, algunas hundidas en el suelo. Formaban una marca circular, con otro circulo adentro de ese. La sensación fue de asombro general.

Todos tomaron fotos e incluso posaron junto a las rocas. Y después, en silencio, cada uno dio una vuelta por el lugar. Según el guía, esto era tradición.

Rodrigo pensó en que le gustaría no sentir tanta presión de todos, por ser más y mejor. Walter quiso volver a su hogar y dejar flores en la tumba de su mujer. Marcos tomó una decisión: haría un año académico en Brasil. Y el guía solo inhaló el aire puro y agradeció estar allí todos los días.

Amanda pensó en que querría tener un buen trabajo al salir de la universidad, mientras que Felicia solo pensó en pasar la materia. A Daniela se le aguaron los ojos pensando en lo sola que se sentía todos los días y Clara, como Marcos, tomó una decisión trascendental: dejaría la agencia para dedicarse al teatro, su verdadero amor.

Algo más felices de lo que habían entrado, el grupo dejó el parque tras media hora más de caminata. Le agradecieron al guía y al guardabosques y se alejaron en el pequeño bus que los había traído.

Antes del anochecer, un oso de anteojos visitó el sitio arqueológico, también llamado Templo de la Revelación. Y la criatura se sentó allí largo tiempo hasta que fue de noche y se alejó para cazar.