Y estando en París, tan lejos de su hogar, Fernando se dio cuenta de cuanto lo extrañaba, en especial a su madre y su padre e incluso a el torbellino que era su hermano menor.
Claro que no se arrepentía de haber venido a estudiar lo que quería y, además, conocer una de las ciudades más famosas del mundo. Pero igual los extrañaba y hubiera querido estar con ellos en ciertos momentos, como cuando iba a pasear por hermosos jardines o cuando veía cosas en vitrinas que seguro ellos adorarían.
Había llegado a la ciudad al final del verano y ya habían pasado casi cuatro meses desde eso. Navidad estaba a la vuelta de la esquina y el clima era tan frío que ya se le había vuelto una costumbre vestir bufanda, abrigo y guantes. No le gustaba mucho aquello de estar tan abrigado pero era eso o literalmente congelarse en el camino a la universidad.
Le habían dado casi un mes de receso y Fernando pensaba aprovecharlo al máximo. Aunque muchos de sus compañeros habían decidido volver a su país o a sus pueblos y otros más iban de paseo a países cercanos, él había decidido que no conocía bien París todavía y quería aprovechar el receso para ello.
Pero había otra razón. Fernando era homosexual y quería aprovechar su estadía en un país más liberal para conocer gente y tal vez experimentar una que otra cosa. Al fin y al cabo tenía 23 años, la edad ideal para ver lo que la vida puede ofrecer.
Fue así como cada día salía a caminar. Miraba el mapa del metro, elegía una estación en una zona interesante y tomaba el tren hacia ese punto. Después caminaba bastante y por la noche volvía exhausto pero contento a su casa.
En una de sus salidas, caminó por un barrio bastante extraño. Se veían autos estacionados en la calle y muchos edificios pero no había ni un alma por ningún lado. Era un lugar casi desolado y eso que no era ni muy temprano ni muy tarde.
Caminó y caminó hasta entrar a una callejuela para salir a una avenida del otro lado pero allí escuchó una música a lo lejos y la reconoció como música de su país. Se detuvo a escuchar e imaginó que seguramente sería alguien bailando en su cuarto o algo parecido, tal vez con la misma añoranza que a veces invadía a Fernando.
Pero no. Cuando el chico iba por la mitad de la callejuela, se dio cuenta que la música venía de un café tipo "pub". Sobre la puerta ponía "Magma" en letras rojas con borde naranja. Y, algo aburrido del paseo de hoy, Fernando decidió entrar pensando en la música y en que, de paso, podría comer algo.
El lugar estaba un poco más bajo que la calle y no era muy grande. Afortunadamente estaba bien iluminado y no olía a cigarrillo ni nada parecido. La música seguía mientras una joven se le acercaba a Fernando con la carta. Le habló en español al instante y tuvieron una conversación amena, intercambiando puntos de vista y demás. Al final, Fernando escogió algo de comer y ella le dijo que no demoraría.
La verdad fue que sí demoró pero Fernando no tenía nada que hacer así que no le importaba. Sacó su celular para revisar sus cosas pero algo lo distrajo: entraba un grupo de jóvenes y en el grupo había un muchacho bastante guapo. Fernando lo miró por un momento pero dejó de hacerlo cuando por fin llegó su comida.
El grupo se hizo cerca de él: eran dos parejas, una chica sola y dos chicos solos, entre esos el que Fernando había mirado. Miró a los demás y, sobre todo, al chico que hablaba más con el guapo. Era bastante simpatico también pero no tan evidentemente atractivo. El chico que Fernando había visto parecía modelo de perfume.
Fernando siguió comiendo y la chica le ofreció una cerveza de su país, la que él acepto sin dudarlo.
Pasados unos minutos, el sitio estaba casi lleno y el volumen de la música había subido. Fernando terminó de comer y se dedicó a tomar su cerveza mientras veía como una pareja de otra mesa se levantaba para comenzar a bailar. Lo hacían muy bien y todos los aplaudieron y más se unieron a ellos, empezando por las parejas del grupo que Fernando había detallado.
Él había empezado de nuevo a mirar al chico guapo cuando la joven que estaba sola en ese grupo se le había acercado para pedirle que bailaran. Fernando aceptó y bailaron dos canciones completas. El dolor de piernas era bastante ahora y veía que ya era tarde. Le agradeció a la chica por el baile, pagó su comida y salió del lugar. Cuando había llegado a la avenida, se dio cuenta que lo llamaban diciéndole "Bailarín!".
Pero no era el chico guapo, que él por un momento pensó, sino el chico que estaba con él en la mesa. Se le acercó trotando y le entregó la bufanda. La había dejado en su puesto. Fernando le agradeció. El chico entonces le dijo que él era francés pero que algunos de sus amigos eran extranjeros y le gustaba la música aunque estaba cansado por el trabajo.
Fernando, extrañado que alguien se le acercara así no más a hablarle, le dijo que él también estaba cansado y por eso había salido. Decidieron caminar juntos a la estación del metro y hablaron mucho en el camino. Fernando le preguntó incluso por el chico guapo y el otro rió. Dijo que siempre la gente miraba mucho a su amigo pero que él solo estaba interesado en sí mismo. Aunque lo quería mucho porque se conocían de la niñez, sabía que era un poco egocéntrico.
Cuando llegaron a la estación, Fernando le preguntó al chico donde vivía y se dieron cuenta de que no había ni tres calles entre sus hogares. Tomaron entonces el tren y hablaron de sus vidas y sus gustos en el camino. Resultó que el chico era bastante simpático y muy interesante.
Fernando vivía más cerca a la estación por lo que se debía despedir primero pero en vez de eso decidió arriesgarse: invitó al otro chico a tomar una cerveza y seguir hablando.
Ese día Fernando realizó una de las fantasías que quería cumplir en París pero, sin saberlo, había conocido a una persona que le enseñaría mucho en poco tiempo.
Por esto, casi diez años después cuando Fer volvió a la ciudad por placer, buscó el Magma de nuevo e invitó a su esposo a bailar allí y le contó la historia del chico que había conocido hacía tanto tiempo. Y le gustaba recordarlo todo ya que en ese momento descubrió que la vida tenía, algunas veces, buenas sorpresas para todos.
Pensamientos, escritos, cine y más / Thoughts, writings, cinema and more.
viernes, 31 de octubre de 2014
jueves, 30 de octubre de 2014
Reign of the Ruler
It was the 1960's. Johanna was a catholic and her family thought the best education could only be provided by the clergy so she went to a school run by a convent, by nuns. Her parents were right, actually. In a country with such a low quality in education, only private institutions could provide real knowledge for children.
Johanna at first was unhappy. Before going to a catholic school, she had attended one of the districts institutions. The difference was abismal and there was no doubt that they had better quality with the nuns but she missed being with both boys and girls. She had many friends from both sexes and the change proved hard.
But she grew accustomed to that. She discovered that being around girls all the time wasn't so bad at all and, anyway, she still had friends who were boys in her neighborhood so no problem there.
Besides, she loved many of her new teachers. Sister Glenda, music, was one of her favorites. She brought all kinds of music to class and knew how to play every single instrument, or at least that's what it looked liked. She was very skilled and fun to be around.
Sister Clara, biology, was very strict and poised but she encouraged curiosity in her pupils. The best part of the school year was when she brought dead animals to be opened by the girls. Although contrary to what one may think, every single girl loved to do it and only a few went sick after it. They opened iguanas and frogs and also dissected a cow's heart. It was all fun and learning.
Sister Mary was short and chubby and the funniest woman you would ever have the luck to meet. She cooked the meals in the kitchens and also had an optional course for girls looking to learn how to cook a proper meal. In those times, women were taught to be good housewives from school and no one had anything to say about it.
They made cakes and cookies and also stew and baked potatoes. Even before entering the cafeteria, you knew the contents of the meal. And it was heavenly.
But they were not all nice. Some were even known to be cruel and girls whose mothers had come to the school told the others about what it was like years ago: in their minds, it sounded like a prison of the Middle Ages.
In their years, however, there was Sister Joy. Her name was pure sarcasm as no one thought the woman had ever felt joy in her life. She was professor of mathematics, so it was a prefect combo: most difficult subject, most cruel teacher.
It wasn't only that she hated girls talking or not paying attention during her class. She only hit the chalkboard with her one meter ruler and that was it. Things got bad when, for example, Johanna challenged her once about an exercise they had to do as homework. The girl told the nun she thought the exercise was to advanced for them and that's why many had not even done it correctly.
Sister Joy responded by asking Johanna to put her hands on the table and threatened her not to move them or the punishment would be worst. And then she hit her with the ruler, right on her fingers. The pain was awful. The fingers rapidly got swollen and Johanna had to go to the nurse. That wasn't much better as Nurse Amanda, a nun too, was a bit too old for the job and sometimes didn't handled her strength.
They did denounce Sister Joy's actions but to no end. The school said the professors were actually allowed to enforce respect in their classrooms as they wished. However, they told Johanna's parents that they would talk to the mathematics teacher about her ways of responding to the girls.
They were times children had to respect blindly what older people said, even if they were wrong. And besides that, the church was more powerful and families thought the best thing to do was to live how God intended, or rather, how the church intended.
From that moment on, Johanna tried to be better at math and decided not to give any reason for the woman to be mad. But the truth was the kid was not very good in math, so when she failed an important test, Sister Joy told her she wouldn't be able to pass to the next grade. She would have to get an impressive mark in the last exam to do it and that, in her opinion, wasn't probable.
Johanna told all about it to her parents but they just said "Study harder" and so she did. For other subjects she wasn't as dedicated because she liked them or they were somehow easier for her. But for the final math exam she studied a lot, with friends and her brothers and reading and doing a large amount of exercises.
When the time came, she did the best she could and waited. All other exams had gone fine and she was pleased with it but couldn't stop thinking about Sister Joy and her ways to grade the exam. She didn't think a religious woman would be unfair but this woman seemed liked she liked challenges.
The day came and Johanna got her exam. She received 11 points out of 20 but she needed 12 to pass. She compared her exam to a friend's and noticed one of the answers was the same but the way they got there was different. The thing was her friend had receive the point but not her.
She knew she couldn't complain to Sister Joy so she went to her boss. Mother Superior was also a though woman but fair and really nice if she wanted. Johanna told her about the exam and Mother Superior summoned Sister Joy. She had no way to deny her awful attitude. She just said sorry, changed the grade and almost didn't even looked at the girl.
After the summer vacations, Johanna was surprised to learn Sister Joy had left the school to be in a remote convent, somewhere in a valley or something. The girl didn't care anymore, although the younger girls were relieved to know about her departure. She had made that ruler very popular among them but, from now on, it would only be use from time to time to silence a class or to trace simple and innocent lines.
Johanna at first was unhappy. Before going to a catholic school, she had attended one of the districts institutions. The difference was abismal and there was no doubt that they had better quality with the nuns but she missed being with both boys and girls. She had many friends from both sexes and the change proved hard.
But she grew accustomed to that. She discovered that being around girls all the time wasn't so bad at all and, anyway, she still had friends who were boys in her neighborhood so no problem there.
Besides, she loved many of her new teachers. Sister Glenda, music, was one of her favorites. She brought all kinds of music to class and knew how to play every single instrument, or at least that's what it looked liked. She was very skilled and fun to be around.
Sister Clara, biology, was very strict and poised but she encouraged curiosity in her pupils. The best part of the school year was when she brought dead animals to be opened by the girls. Although contrary to what one may think, every single girl loved to do it and only a few went sick after it. They opened iguanas and frogs and also dissected a cow's heart. It was all fun and learning.
Sister Mary was short and chubby and the funniest woman you would ever have the luck to meet. She cooked the meals in the kitchens and also had an optional course for girls looking to learn how to cook a proper meal. In those times, women were taught to be good housewives from school and no one had anything to say about it.
They made cakes and cookies and also stew and baked potatoes. Even before entering the cafeteria, you knew the contents of the meal. And it was heavenly.
But they were not all nice. Some were even known to be cruel and girls whose mothers had come to the school told the others about what it was like years ago: in their minds, it sounded like a prison of the Middle Ages.
In their years, however, there was Sister Joy. Her name was pure sarcasm as no one thought the woman had ever felt joy in her life. She was professor of mathematics, so it was a prefect combo: most difficult subject, most cruel teacher.
It wasn't only that she hated girls talking or not paying attention during her class. She only hit the chalkboard with her one meter ruler and that was it. Things got bad when, for example, Johanna challenged her once about an exercise they had to do as homework. The girl told the nun she thought the exercise was to advanced for them and that's why many had not even done it correctly.
Sister Joy responded by asking Johanna to put her hands on the table and threatened her not to move them or the punishment would be worst. And then she hit her with the ruler, right on her fingers. The pain was awful. The fingers rapidly got swollen and Johanna had to go to the nurse. That wasn't much better as Nurse Amanda, a nun too, was a bit too old for the job and sometimes didn't handled her strength.
They did denounce Sister Joy's actions but to no end. The school said the professors were actually allowed to enforce respect in their classrooms as they wished. However, they told Johanna's parents that they would talk to the mathematics teacher about her ways of responding to the girls.
They were times children had to respect blindly what older people said, even if they were wrong. And besides that, the church was more powerful and families thought the best thing to do was to live how God intended, or rather, how the church intended.
From that moment on, Johanna tried to be better at math and decided not to give any reason for the woman to be mad. But the truth was the kid was not very good in math, so when she failed an important test, Sister Joy told her she wouldn't be able to pass to the next grade. She would have to get an impressive mark in the last exam to do it and that, in her opinion, wasn't probable.
Johanna told all about it to her parents but they just said "Study harder" and so she did. For other subjects she wasn't as dedicated because she liked them or they were somehow easier for her. But for the final math exam she studied a lot, with friends and her brothers and reading and doing a large amount of exercises.
When the time came, she did the best she could and waited. All other exams had gone fine and she was pleased with it but couldn't stop thinking about Sister Joy and her ways to grade the exam. She didn't think a religious woman would be unfair but this woman seemed liked she liked challenges.
The day came and Johanna got her exam. She received 11 points out of 20 but she needed 12 to pass. She compared her exam to a friend's and noticed one of the answers was the same but the way they got there was different. The thing was her friend had receive the point but not her.
She knew she couldn't complain to Sister Joy so she went to her boss. Mother Superior was also a though woman but fair and really nice if she wanted. Johanna told her about the exam and Mother Superior summoned Sister Joy. She had no way to deny her awful attitude. She just said sorry, changed the grade and almost didn't even looked at the girl.
After the summer vacations, Johanna was surprised to learn Sister Joy had left the school to be in a remote convent, somewhere in a valley or something. The girl didn't care anymore, although the younger girls were relieved to know about her departure. She had made that ruler very popular among them but, from now on, it would only be use from time to time to silence a class or to trace simple and innocent lines.
miércoles, 29 de octubre de 2014
Volver al presente
Sabíamos que así debía de ser, tarde o temprano. Lo habíamos hablado tantas veces durante los últimos años que ya era rutinario invertir al menos media hora al día reflexionando al respecto. Como volveríamos y en que condiciones?
Eric era quien más hablaba de ello, yo prefería vivir mi vida como estaba y no como iba a ser. Después de casi cinco años, teníamos una pequeña casa en un valle remoto y gracias a nuestros amigos, que habían fallecido hacía poco, teníamos un gran rebaño de ovejas con el que podíamos subsistir.
Yo me encargaba de los animales y Eric se había dedicado a crear un pequeño huerto y a vender lo que salía de allí en un pueblo cercano. Gracias a nuestros amigos, habíamos podido conseguir documentos falsos. Y como Eric era alto y algo rubio, no tenía problemas cuando se acercaba a los demás habitantes del valle. Yo prefería mantenerme lejos, no porque fuera a ser evidente que no era del lugar, sino porque lo prefería así.
Mientras paseaba al rebaño, me gustaba sentir el frío viento en la cara y sentirme único en el mundo, alejado de todo lo que no quería recordar. Pero era inevitable que los recuerdos llegaran a nuestras mentes cada cierto tiempo: recuerdos de nuestras familias, lo que habíamos vivido en nuestra travesía y los horrores de los que oíamos de vez en cuando.
La guerra había seguido y no parecía que la Confederación quisiera detenerse en sus planes de expansión. Ya era bien conocido que las Américas y parte de Europa habían caído y habían rumores de que África pudiese ya estar bajo su control. No quedaban muchos que pelearan y no había manera de oír noticias del otro lado. Al fin y al cabo el país estaba parcialmente ocupado y era obvio que no querían que supiéramos más de los necesario.
Tras una discusión particularmente aireada en la que Eric creía que era cada vez más necesario que regresáramos y yo decía que el mundo estaba mejor con nosotros a un lado, él salió de la casa tirando la puerta. Yo lo amaba y por lo mismo no podía admitir que regresáramos a un campo de batalla, donde uno o los dos podríamos morir.
Para mi sorpresa, Eric regresó al cabo de una hora. Cuando estaba de mal humor, normalmente iba al pueblo y luego volvía y eso tomaba mucho más tiempo. Pero allí estaba y detrás había una mujer rubia, hermosa. Parecía modelo de las revistas de antes.
Se presentó: su nombre era Helga Rottmiller. Era ciudadana alemana y había desembarcado en la isla hacía poco. Según lo que decía, trabajaba para la resistencia en Europa y tenía como encargo reclutar gente para la causa. Había escuchado de nosotros y había pensado que éramos los candidatos perfectos.
Yo iba a hablar pero Eric me interrumpió. Al parecer ya habían discutido el asunto afuera. Él decía que apoyaba a la resistencia pero que solo dejaría Islandia si hubiera razones de peso para irse. Le decía a la mujer que las noticias no eran alentadoras y que no quería arriesgar lo que había logrado por algo sin futuro.
Tengo que decir que su pequeño discurso me alegró. Tanto así que le tomé la mano sobre la mesa y se disipó cualquier rastro de las discusiones que habíamos tenido. No en vano habíamos hecho tanto para venir hasta allí y era feliz sabiendo que él pensaba igual que yo.
La mujer nos dijo que las noticias no eran tan malas: los chinos habían derrotado a la Confederación un par de veces y otros países también resistían con fuerza. Les contaba que Alemania estaba ocupada por ellos y que la central de la resistencia estaba en Donetsk, en territorio todavía en disputa.
Dijo que la Confederación estaba debilitada ya que en su mismo territorio habían surgido varios movimientos rebeldes y, en su opinión, era imposible extinguirlos todos. Era inevitable la caída del imperio. Les dijo que volvería al continente en cuatro días. Les dijo el lugar donde atracaría el barco si querían ir con ella y se fue, sin decir más.
Esa noche, no hablé con Eric aunque nuestras manos se mantuvieron unidas casi todo el tiempo. Al día siguiente me sorprendió ver que no estaba en el huerto sino en la cocina. Había cocinado el desayuno para ambos y cuando lo comimos solo hubo sonrisas y bonitos recuerdos e historias cómicas.
Me acompañó a pasear al rebaño y el la colina más alta me dio un beso como hacía mucho no lo hacía y me pidió perdón por pelear y por buscar más de lo que ya tenía. Le dije que no debía pedirme disculpas. Yo tampoco había sabido manejar la situación.
Entre las ovejas comimos algo y vimos el atardecer y al bajar a la casa bailamos recordando música de nuestra juventud y cantando alegremente. En la noche hicimos el amor y recordé porque lo amaba tanto.
El día siguiente fue igual de perfecto y el día después de ese tuvimos que hablar de lo que urgía: o nos íbamos con la mujer extranjera y peleábamos por nuestro país o nos quedábamos allí y veíamos como sucedían las cosas a una distancia prudente.
Había argumentos en pro y en contra de cada opción y las contemplamos todas, juntos, queriéndonos más que nunca. Llegada la noche, me acerqué a Eric y le dije:
- Te acuerdas de como nos conocimos?
Claro que se acordaba. Eramos terroristas en ese momento y nos habíamos conocido al tener una causa en común. Queríamos libertad. Queríamos vivir en nuestra tierra, juntos, libres de verdad. Eramos más jóvenes, de hecho parecían recuerdos remotos, y teníamos una visión más esperanzadora que la que teníamos en Islandia.
Al otro día alistamos todo con rapidez. Eric habló con un granjero que vivía cerca y le confío nuestras ovejas. La casa la cerramos con llave y, en silencio, nos tomamos de la mano y nos despedimos de ella. Había sido nuestro pequeño paraíso y jamás podría retribuirle a esta tierra lo que había hecho por mi.
En el pueblo pedimos prestada una moto a un amigo de Eric quien la dio sin preguntas y llegamos a la zona acordada tras una hora de viaje. Dejamos la moto en la carretera y bajamos a la rocosa playa a pie. Allí había un barco pesquero viejo y nos reímos. La ironía de la vida: salir como llegamos.
Abordo había un hombre grande y gordo que nos saludó con gracia. También estaba la mujer rubia y dos personas que había podido reclutar, ambas mujeres. Según nos contaba, les habían quitado a sus hijos para ponerlos a luchar lejos y querían venganza. Solo les sonreí porque no quería involucrarme en eso. Yo no quería venganza, quería paz en mi vida.
Y así zarpó el barco, cobijado por la neblina de la noche. Lo que pasó el siguiente año cambió mi vida para siempre y me haría pensar mucho en el poder que tienen las decisiones, tanto las que tomamos como las que toman por nosotros.
Eric era quien más hablaba de ello, yo prefería vivir mi vida como estaba y no como iba a ser. Después de casi cinco años, teníamos una pequeña casa en un valle remoto y gracias a nuestros amigos, que habían fallecido hacía poco, teníamos un gran rebaño de ovejas con el que podíamos subsistir.
Yo me encargaba de los animales y Eric se había dedicado a crear un pequeño huerto y a vender lo que salía de allí en un pueblo cercano. Gracias a nuestros amigos, habíamos podido conseguir documentos falsos. Y como Eric era alto y algo rubio, no tenía problemas cuando se acercaba a los demás habitantes del valle. Yo prefería mantenerme lejos, no porque fuera a ser evidente que no era del lugar, sino porque lo prefería así.
Mientras paseaba al rebaño, me gustaba sentir el frío viento en la cara y sentirme único en el mundo, alejado de todo lo que no quería recordar. Pero era inevitable que los recuerdos llegaran a nuestras mentes cada cierto tiempo: recuerdos de nuestras familias, lo que habíamos vivido en nuestra travesía y los horrores de los que oíamos de vez en cuando.
La guerra había seguido y no parecía que la Confederación quisiera detenerse en sus planes de expansión. Ya era bien conocido que las Américas y parte de Europa habían caído y habían rumores de que África pudiese ya estar bajo su control. No quedaban muchos que pelearan y no había manera de oír noticias del otro lado. Al fin y al cabo el país estaba parcialmente ocupado y era obvio que no querían que supiéramos más de los necesario.
Tras una discusión particularmente aireada en la que Eric creía que era cada vez más necesario que regresáramos y yo decía que el mundo estaba mejor con nosotros a un lado, él salió de la casa tirando la puerta. Yo lo amaba y por lo mismo no podía admitir que regresáramos a un campo de batalla, donde uno o los dos podríamos morir.
Para mi sorpresa, Eric regresó al cabo de una hora. Cuando estaba de mal humor, normalmente iba al pueblo y luego volvía y eso tomaba mucho más tiempo. Pero allí estaba y detrás había una mujer rubia, hermosa. Parecía modelo de las revistas de antes.
Se presentó: su nombre era Helga Rottmiller. Era ciudadana alemana y había desembarcado en la isla hacía poco. Según lo que decía, trabajaba para la resistencia en Europa y tenía como encargo reclutar gente para la causa. Había escuchado de nosotros y había pensado que éramos los candidatos perfectos.
Yo iba a hablar pero Eric me interrumpió. Al parecer ya habían discutido el asunto afuera. Él decía que apoyaba a la resistencia pero que solo dejaría Islandia si hubiera razones de peso para irse. Le decía a la mujer que las noticias no eran alentadoras y que no quería arriesgar lo que había logrado por algo sin futuro.
Tengo que decir que su pequeño discurso me alegró. Tanto así que le tomé la mano sobre la mesa y se disipó cualquier rastro de las discusiones que habíamos tenido. No en vano habíamos hecho tanto para venir hasta allí y era feliz sabiendo que él pensaba igual que yo.
La mujer nos dijo que las noticias no eran tan malas: los chinos habían derrotado a la Confederación un par de veces y otros países también resistían con fuerza. Les contaba que Alemania estaba ocupada por ellos y que la central de la resistencia estaba en Donetsk, en territorio todavía en disputa.
Dijo que la Confederación estaba debilitada ya que en su mismo territorio habían surgido varios movimientos rebeldes y, en su opinión, era imposible extinguirlos todos. Era inevitable la caída del imperio. Les dijo que volvería al continente en cuatro días. Les dijo el lugar donde atracaría el barco si querían ir con ella y se fue, sin decir más.
Esa noche, no hablé con Eric aunque nuestras manos se mantuvieron unidas casi todo el tiempo. Al día siguiente me sorprendió ver que no estaba en el huerto sino en la cocina. Había cocinado el desayuno para ambos y cuando lo comimos solo hubo sonrisas y bonitos recuerdos e historias cómicas.
Me acompañó a pasear al rebaño y el la colina más alta me dio un beso como hacía mucho no lo hacía y me pidió perdón por pelear y por buscar más de lo que ya tenía. Le dije que no debía pedirme disculpas. Yo tampoco había sabido manejar la situación.
Entre las ovejas comimos algo y vimos el atardecer y al bajar a la casa bailamos recordando música de nuestra juventud y cantando alegremente. En la noche hicimos el amor y recordé porque lo amaba tanto.
El día siguiente fue igual de perfecto y el día después de ese tuvimos que hablar de lo que urgía: o nos íbamos con la mujer extranjera y peleábamos por nuestro país o nos quedábamos allí y veíamos como sucedían las cosas a una distancia prudente.
Había argumentos en pro y en contra de cada opción y las contemplamos todas, juntos, queriéndonos más que nunca. Llegada la noche, me acerqué a Eric y le dije:
- Te acuerdas de como nos conocimos?
Claro que se acordaba. Eramos terroristas en ese momento y nos habíamos conocido al tener una causa en común. Queríamos libertad. Queríamos vivir en nuestra tierra, juntos, libres de verdad. Eramos más jóvenes, de hecho parecían recuerdos remotos, y teníamos una visión más esperanzadora que la que teníamos en Islandia.
Al otro día alistamos todo con rapidez. Eric habló con un granjero que vivía cerca y le confío nuestras ovejas. La casa la cerramos con llave y, en silencio, nos tomamos de la mano y nos despedimos de ella. Había sido nuestro pequeño paraíso y jamás podría retribuirle a esta tierra lo que había hecho por mi.
En el pueblo pedimos prestada una moto a un amigo de Eric quien la dio sin preguntas y llegamos a la zona acordada tras una hora de viaje. Dejamos la moto en la carretera y bajamos a la rocosa playa a pie. Allí había un barco pesquero viejo y nos reímos. La ironía de la vida: salir como llegamos.
Abordo había un hombre grande y gordo que nos saludó con gracia. También estaba la mujer rubia y dos personas que había podido reclutar, ambas mujeres. Según nos contaba, les habían quitado a sus hijos para ponerlos a luchar lejos y querían venganza. Solo les sonreí porque no quería involucrarme en eso. Yo no quería venganza, quería paz en mi vida.
Y así zarpó el barco, cobijado por la neblina de la noche. Lo que pasó el siguiente año cambió mi vida para siempre y me haría pensar mucho en el poder que tienen las decisiones, tanto las que tomamos como las que toman por nosotros.
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martes, 28 de octubre de 2014
The Rain
There was no way of seeing anything in the downpour. It was as if the sky had been ripped apart and all the water from the clouds came rushing down, hitting rocks and houses, trees and mountains.
I live in a small cottage, on the outskirts of a small town in the highest mountains in the region. I love living here but sometimes it gets lonely. Although, to be honest, I don't really mind. Since George, my husband, died all those years ago, I have grown accustomed to being alone, only with Nancy as my companion. Nancy is a golden retriever and a present from George.
The day of the downpour, I had just come back from hunting with her and we were exhausted. I twas then when it started and it didn't seem to end. Actually, the rain went on all night and continued the next morning, with the same intensity.
After having lunch, I decided to check my computer for news about the storm, as I thought it was for sure related to a storm somewhere. Not a surprise, my internet feed was down and by sunset I had no electricity in the house. Nancy was restless as she hated complete darkness which is quite uncommon for a dog.
We sat by the fireplace to heat ourselves, she slept while I read. And then I heard someone knocking at the door. We were both startled and, for a moment, I thought I was imagining it. I relaxed my muscles but then I heard it again and I couldn't ignore it. Someone was outside and it seemed impossible but it was real. As I came close to the door, I realized that the town was not very near but the road was and maybe someone had an accident. So I opened.
On the other side there was a young boy, maybe ten years old. He was trembling from the cold, his clothes damped and about to collapse. I let him in and look for a towel, as Nancy helped him get close to the fire. After drying him a bit, I told him to take of his clothes in order to dry them by the fire.
As I waited outside the bathroom, I noticed a fragrance in the air, like flowers. Somehow, that reminded me of something but I had no clue what. The boy came out, covered in the towel, leaving his clothes in the sink.
He didn't spoke a word. He sat next to Nancy, by the fire and the dog seemed calm as the boy stroke her back. I twisted his clothes, leaving them a little less wet and then put them in a chair next to the fire. I didn't thought they would dry a lot but it was better than nothing.
I then asked the boy where were his parents and what had happened to him. But he just looked at me and said nothing. He was probably shocked or something. Maybe he was in a car accident and his family was on the road. I had to check. I put on my jacket, a hat, gloves, other pants and my boots. I told the boy to stay there but I never knew if he heard me.
Outside was awful. I had never witnessed a hurricane but I thought that storm must have been very similar. I couldn't see much so I decided not to head down to the road but rather to a an area that overlooked it from above. The rain was a pain in the ass but when I got there, I saw nothing. No people, no cars, nothing.
When I came back to my house, and it took time, I smelled again flowers and something else. When I got to the kitchen I realized it was the boy, cooking. Nancy stood by him as he dropped some vegetables into a big pot filled with water. He realized I was there and then he finally spoke.
- I was hungry. Do you want some?
I nodded. He was cooking on my portable stove and I was frankly surprised he had poured my gasoline on it. After a few minutes the night fell and the boy served the soup.
We sat by the fire and enjoyed our meal. Even Nancy had some and she loved it. To be honest, his cooking reminded me of my husband, as he always loved to use vegetables in his preparations. Not that he cooked much, but when he did it was all about mother nature and its gifts.
When we were finished, I asked the boy again about his parents and why he was alone in the rain. A thunder fell and I was startled, even more when he started speaking just after it.
- You have always been scared of them.
- How do you know that?
He raised his shoulders and grabbed the plates. After washing them, he came back and stroke Nancy again as she fell asleep.
I felt a bit nervous by then. The kid didn't seem too normal, he knew things and hadn't said a word about his family. Other kids would be terrified and would scream or cry or fight. But he just looked to the fire and stroke my dog. He seemed at peace.
Later, I told him it was bed time. He would sleep on the sofa, by the fire, and I would heat some water for me to sleep in my room. Nancy could stay with him. I gave him a think quilt my mother had made many years ago and he said another puzzling thing:
- I've always loved this quilt.
I ignored this and put the quilt over him. When I did he grabbed my hand and looked at me to the eyes. This made me nervous but he pressed harder and then spoke:
- You should do something with your life. Don't close yourself to the world. You have a lot to offer.
The only thing I could do was smile and not sleep. Not for the whole night. It was after 5 AM when I finally fell asleep. My last thought was: "Why am I not hearing the rain?".
I later realized the storm had stopped and that my guest, the little boy, had left in the morning. He had folded the quilt as George did and then I realized what had happened. I opened to the door and called for him, knowing it was useless.
My one true love had come to me and I didn't realize it. Although, he was right. I had come here to be away of everything, as life reminded me of him every second but that had been a wrong move from my part. That day, I decided to sell the cottage and move to the city, closer to my son and to his children.
lunes, 27 de octubre de 2014
Teko y el bosque
Era curioso por naturaleza. Así había nacido, uno entre diez hermanos y hermanas, y sus padres no lo querían menos por ello. Teko amaba explorar el bosque y, sobre todo, le gustaba observar a los humanos.
Siendo una comadreja, esto era aún más extraño. Teko muchas veces, mientras buscaba alimento con sus hermanos, pensaba en el mundo más allá del bosque. Conocían muy bien todos sus caminos, los árboles e incluso la inclinación de la montaña, pero no más allá de eso. Sus límites eran los caminos de los hombres, que pocas veces cruzaban.
Los padres de Teko habían construido una madriguera en lo más profundo del bosque para ocultarla de sus enemigos. Paradójicamente, muchas veces cazaban otros animales. Nada grande como los felinos que a veces merodeaban ni las grandes aves que los miraban con ganas sino roedores pequeños y demás animales de bosque.
Pero como se dijo antes, Teko era curioso, incluso se podía decir que aventurero. Muchas veces se alejaba más de la cuenta para buscar comida y cuando no buscaban ni se acicalaban, Teko recorría el bosque, subiéndose a los árboles más altos e incluso haciendo algunos amigos.
Los conejos y roedores les tenían miedo a su familia por obvias razones, por lo que el mejor amigo de Teko, fuera de su familia, era un topo negro que vivía bastante cerca. El topo era una conocedor del mundo, había ido a lugares que Teko jamás había imaginado.
Aunque su visión no era la mejor, el topo le había contado que más abajo, en bosques más densos y calurosos, había conocido criaturas más grandes y feroces. Tanto que se había devuelto a su hogar rápidamente. A diferencia de Teko, el topo no gustaba de las aventuras pero por su costumbre de excavar y excavar, muchas veces terminaba en ellas sin proponérselo.
Teko le preguntaba frecuentemente sobre los humanos y el topo le decía que no valía la pena esforzarse con ellos. No eran seres muy inteligentes aunque sí recursivos. El topo le decía que por todas partes había cosas hechas por ellos. Con frecuencia el se estrellaba bajo tierra con túneles duros, lo que lastimaba su nariz. Estaba seguro de que ellos eran responsables.
Un día Teko y su familia salieron a cazar, como siempre lo hacían, pero algo fue diferente y no para bien: un incendio tenía lugar en el bosque y toda criatura huía atemorizada de las llamas. La familia corrió, pasando su madriguera, colina abajo, hasta que dejaron de sentir el calor de las llamas. Todavía se sentía el olor a humo pero creían que podría haberse detenido allí.
Los más fuertes fueron por comida y los demás por una fuente de agua. Se encontraron tras varias horas y las noticias seguían siendo malas: el alimento había huido aún más abajo y los riachuelos que conocían ya no estaban, solo piedras y musgo. Sin más remedio, chuparon del musgo la poca agua que todavía tenían y siguieran colina abajo.
La situación se prolongó por días hasta que, después de regresar de patrullar, el padre les contó que las llamas habían desaparecido pero que el bosque había sido casi completamente destruido. Tanto así que su madriguera, antes en el medio del bosque, ahora estaba en el borde del mismo.
La familia tuvo que discutir que hacer: la primera opción era quedarse en la franja de bosque que quedaba y hacer una nueva madriguera. La otra era cruzar los caminos humanos en busca de otro bosque. Y además estaba el problema del agua que parecía haber desaparecido.
En un momento libre Teko buscó a su amigo el topo pero no lo encontró. Recordaba que él le había contado alguna vez de un gran charco de agua cerca del bosque y era necesario encontrarlo. Tal vez allí era el mejor lugar para hacer la nueva madriguera.
Pero el topo no llegó y tuvieron que decidir: lo mejor era arriesgarse. Era tremendamente peligro pero no había más que hacer. Así que todos juntos, los doce, esperaron a la noche y cruzaron los caminos humanos. Afortunadamente no se cruzaron con ninguno pero escucharon ruido extraños durante la travesía que parecía durar años.
Al día siguiente tuvieron que resguardarse en una granja humana y tuvieron que huir cuando uno de ellos trató de matarlos. Padre mordió al atacante, posibilitando que huyera la familia. Él fue herido en una pata pero por lo demás estaba bien.
Esa noche durmieron en un conjunto de árboles, donde crecía pasto alto. Teko vigiló el sueño de los demás y mientras lo hacía vio un pájaro negro revoloteando cerca, donde crecían plantas de humanos. Teko se le acercó y el pájaro casi lo ataca pero la comadreja le explicó la situación. El pájaro sentía mucho que ellos no tuvieran comida ni agua. Decía que robaba gusanos de las granjas para llevárselos a su familia, en un árbol cercano. Se hicieron amigos y conversaron hasta que Teko, cansado, se despidió para dormir un poco.
El día siguiente fue igual o peor. Casi los pisa una máquina humana, una niña los vio y gritó y el sol parecía tener más fuerza que nunca. Teko sabía que iban colina abajo y se preguntaba cuan lejos estarían de su antiguo hogar.
Llegaron por fin a una zona de pastos altos, con pequeños canales de agua. En el momento estaban inundados y la familia aprovechó para bañarse y saciar su sed. Además un par de ellos capturaron tres ratones, que fueron la comida del día.
Teko no podía dejar de pensar que había algo raro acerca del sitio. Mientras su familia terminaba de comer, él exploró en las cercanía y se dio cuenta que los pastos estaban en fila, como los canales. Y que sí había humanos pero no entraban en el lugar. Más raro aún, descubrió que el agua venía de muy cerca y fue allí cuando vio a su amigo el topo.
Estaba con la señora topo y parecían perdidos. Se alegraron de ver a Teko y le explicaron que habían huido del incendio hacia el gran charco pero que ese ya no estaba. Ahora había un hilo de agua que apenas ayudaba a todas las criaturas que habían venido hacía él.
En ese momento llegó el pájaro negro de la noche anterior y agregó algo importante a la conversación: él conocía el gran charco pero decía que había uno nuevo, hecho por los humanos.
Y fue así como los topos, el pájaro y la familia de Teko viajaron un día más hacia el nuevo charco. Era un lugar enorme y fue el topo el único que lo reconoció. Dijo que ese lugar era una montaña alta antes, con varias criaturas peligrosas viviendo en el valle. Era un sitio de calor y un poco menos cubierto de árboles.
La familia se decidió por asentarse allí y hacer una nueva madriguera. Mientras lo hacían, Teko exploró las cercanías con el topo y su nuevo amigo pájaro. Descubrieron que a un lado del gran charco había una pared pero no de tierra sino de algo más fuerte. Y esa pared parecía sostener el agua allí. Y parados sobre la pared vieron a lo lejos un sitio familiar: el gran charco anterior, ya seco y varios hombres con máquinas tumbando los árboles.
Desde ese día la familia se mudó más hacia adentro de el nuevo bosque y aprendió que los humanos jamás podrían ser considerados criaturas del bosque como ellos.
Siendo una comadreja, esto era aún más extraño. Teko muchas veces, mientras buscaba alimento con sus hermanos, pensaba en el mundo más allá del bosque. Conocían muy bien todos sus caminos, los árboles e incluso la inclinación de la montaña, pero no más allá de eso. Sus límites eran los caminos de los hombres, que pocas veces cruzaban.
Los padres de Teko habían construido una madriguera en lo más profundo del bosque para ocultarla de sus enemigos. Paradójicamente, muchas veces cazaban otros animales. Nada grande como los felinos que a veces merodeaban ni las grandes aves que los miraban con ganas sino roedores pequeños y demás animales de bosque.
Pero como se dijo antes, Teko era curioso, incluso se podía decir que aventurero. Muchas veces se alejaba más de la cuenta para buscar comida y cuando no buscaban ni se acicalaban, Teko recorría el bosque, subiéndose a los árboles más altos e incluso haciendo algunos amigos.
Los conejos y roedores les tenían miedo a su familia por obvias razones, por lo que el mejor amigo de Teko, fuera de su familia, era un topo negro que vivía bastante cerca. El topo era una conocedor del mundo, había ido a lugares que Teko jamás había imaginado.
Aunque su visión no era la mejor, el topo le había contado que más abajo, en bosques más densos y calurosos, había conocido criaturas más grandes y feroces. Tanto que se había devuelto a su hogar rápidamente. A diferencia de Teko, el topo no gustaba de las aventuras pero por su costumbre de excavar y excavar, muchas veces terminaba en ellas sin proponérselo.
Teko le preguntaba frecuentemente sobre los humanos y el topo le decía que no valía la pena esforzarse con ellos. No eran seres muy inteligentes aunque sí recursivos. El topo le decía que por todas partes había cosas hechas por ellos. Con frecuencia el se estrellaba bajo tierra con túneles duros, lo que lastimaba su nariz. Estaba seguro de que ellos eran responsables.
Un día Teko y su familia salieron a cazar, como siempre lo hacían, pero algo fue diferente y no para bien: un incendio tenía lugar en el bosque y toda criatura huía atemorizada de las llamas. La familia corrió, pasando su madriguera, colina abajo, hasta que dejaron de sentir el calor de las llamas. Todavía se sentía el olor a humo pero creían que podría haberse detenido allí.
Los más fuertes fueron por comida y los demás por una fuente de agua. Se encontraron tras varias horas y las noticias seguían siendo malas: el alimento había huido aún más abajo y los riachuelos que conocían ya no estaban, solo piedras y musgo. Sin más remedio, chuparon del musgo la poca agua que todavía tenían y siguieran colina abajo.
La situación se prolongó por días hasta que, después de regresar de patrullar, el padre les contó que las llamas habían desaparecido pero que el bosque había sido casi completamente destruido. Tanto así que su madriguera, antes en el medio del bosque, ahora estaba en el borde del mismo.
La familia tuvo que discutir que hacer: la primera opción era quedarse en la franja de bosque que quedaba y hacer una nueva madriguera. La otra era cruzar los caminos humanos en busca de otro bosque. Y además estaba el problema del agua que parecía haber desaparecido.
En un momento libre Teko buscó a su amigo el topo pero no lo encontró. Recordaba que él le había contado alguna vez de un gran charco de agua cerca del bosque y era necesario encontrarlo. Tal vez allí era el mejor lugar para hacer la nueva madriguera.
Pero el topo no llegó y tuvieron que decidir: lo mejor era arriesgarse. Era tremendamente peligro pero no había más que hacer. Así que todos juntos, los doce, esperaron a la noche y cruzaron los caminos humanos. Afortunadamente no se cruzaron con ninguno pero escucharon ruido extraños durante la travesía que parecía durar años.
Al día siguiente tuvieron que resguardarse en una granja humana y tuvieron que huir cuando uno de ellos trató de matarlos. Padre mordió al atacante, posibilitando que huyera la familia. Él fue herido en una pata pero por lo demás estaba bien.
Esa noche durmieron en un conjunto de árboles, donde crecía pasto alto. Teko vigiló el sueño de los demás y mientras lo hacía vio un pájaro negro revoloteando cerca, donde crecían plantas de humanos. Teko se le acercó y el pájaro casi lo ataca pero la comadreja le explicó la situación. El pájaro sentía mucho que ellos no tuvieran comida ni agua. Decía que robaba gusanos de las granjas para llevárselos a su familia, en un árbol cercano. Se hicieron amigos y conversaron hasta que Teko, cansado, se despidió para dormir un poco.
El día siguiente fue igual o peor. Casi los pisa una máquina humana, una niña los vio y gritó y el sol parecía tener más fuerza que nunca. Teko sabía que iban colina abajo y se preguntaba cuan lejos estarían de su antiguo hogar.
Llegaron por fin a una zona de pastos altos, con pequeños canales de agua. En el momento estaban inundados y la familia aprovechó para bañarse y saciar su sed. Además un par de ellos capturaron tres ratones, que fueron la comida del día.
Teko no podía dejar de pensar que había algo raro acerca del sitio. Mientras su familia terminaba de comer, él exploró en las cercanía y se dio cuenta que los pastos estaban en fila, como los canales. Y que sí había humanos pero no entraban en el lugar. Más raro aún, descubrió que el agua venía de muy cerca y fue allí cuando vio a su amigo el topo.
Estaba con la señora topo y parecían perdidos. Se alegraron de ver a Teko y le explicaron que habían huido del incendio hacia el gran charco pero que ese ya no estaba. Ahora había un hilo de agua que apenas ayudaba a todas las criaturas que habían venido hacía él.
En ese momento llegó el pájaro negro de la noche anterior y agregó algo importante a la conversación: él conocía el gran charco pero decía que había uno nuevo, hecho por los humanos.
Y fue así como los topos, el pájaro y la familia de Teko viajaron un día más hacia el nuevo charco. Era un lugar enorme y fue el topo el único que lo reconoció. Dijo que ese lugar era una montaña alta antes, con varias criaturas peligrosas viviendo en el valle. Era un sitio de calor y un poco menos cubierto de árboles.
La familia se decidió por asentarse allí y hacer una nueva madriguera. Mientras lo hacían, Teko exploró las cercanías con el topo y su nuevo amigo pájaro. Descubrieron que a un lado del gran charco había una pared pero no de tierra sino de algo más fuerte. Y esa pared parecía sostener el agua allí. Y parados sobre la pared vieron a lo lejos un sitio familiar: el gran charco anterior, ya seco y varios hombres con máquinas tumbando los árboles.
Desde ese día la familia se mudó más hacia adentro de el nuevo bosque y aprendió que los humanos jamás podrían ser considerados criaturas del bosque como ellos.
domingo, 26 de octubre de 2014
Guy with iPhone
That's all guys want. And girls too. A guy with an iPhone.
In today's world things, stuff, objects are what define us. Not what we think or do or say but what we own. Going to the newest store or coffee shop, buying the latest trend in technology or clothes, watching the "hip" shows on TV or trying to be like the hottest celebrity. All that is important now.
But what about us? The real us, I mean. These days who er are is extreme diluted, as if what we own was water and our painted souls just got to insignificant in its presence.
What is really incredible is the fact that many people fabricate originality and sell it as if it was unique and never repeatable. But it is the opposite. We are unique by the mere fact of being born but that seems not to be enough for any of us.
As a species, we fail to appreciate life. We recognize ourselves as the ruling species of this Earth, more intelligent and adaptable but are we really? Specially when, for the largest part, we use our lives only to imitate and pretend instead of living it and nothing more?
Just go outside for some time, it doesn't have to be much. You'll see people. Look at their way of using clothes, their way of wearing make up, even the way people talk and walk. In the most part, all of it has been prefabricated. And the source is not a surprise. The media is today the most powerful force in the world, more than any petty politician or religious leader. Media is here to stay and judges us all every single day.
We created it so we should know what is about but we seem to have lost control of it. Instead of using it as a tool to unite the world and share cultural heritage, media has transformed in the almighty God of us all. Church is inside our homes and, even more dangerous, inside our minds.
Media has become so powerful that everything it tells us, we assume it as the truth. And even if we don't, we have no way of really contradicting it as it handles almost every aspect of modern day societies, here and anywhere else in the world.
The worst are the mixed messages. For year media, along with other industries at its service, has told us that we most look a certain way. Skinny, in general, but also with certain features to be more attractive to others, never mind our gender.
So that's where all the perfume ads are born. Artsy, maybe. But they tell who should we be or at least what we should aspire to be. And people believe it and enforce it.
For example, create a profile in any dating site or even any social media website. For one week put a picture of someone else. Women should find the picture of a woman with big breasts, tiny waist and pouty lips and men should post a picture of a shirtless guy, gym body, nice teeth. A week after, change it for a picture of yourself, out of bed (for real). See what gets more attention.
And this even translates to subcultures. Gay men are a perfect example or superficial thought. And no, its not about homophobia, is how homosexual men have adapted to their so called community being mistreated for years. So it was preferable not to form a bond with someone so sex has stayed most important. And that, is hardly arguable. So big dick pics are a huge thing. I'm a gay man, I should know.
But when I said mixed messages I also refer to those endearing campaigns, ads or others, most likely featuring a celebrity, that tell us how great it is the be ourselves and how everyone is going to love each other so much just because we accept our differences.
I call bullshit on that one. Why? Because humankind is hypocritical, we say one thing but do the opposite just seconds after. That's how many wars have started and how geopolitics works. Many people don't really like each other but they try to keep it peaceful as wars are often too expensive and money is first.
Many people may disagree with all that's being said, more like written, in these past paragraphs. But it is the truth, take it as you want. As said before, just go outside, take a walk and take a good look at the people, everyday folks walking around with their families or in couples.
Do you really see happiness? Or do you see people just content, happy enough? Is like asking about freedom, a phenomenon not very different from this one.
So that's how we can come back around and realize we do want to be those people, the one in the advertisements and the movies. We want to be easily happy, we want love that is unconditional and perfect and even better if it comes in the shape of someone we have learned is physically suitable.
We're not the same humankind that came out of caverns and mated only to have offspring. No, now love is a status factor in society, like a very important prize that not everyone gets and certainly not in the same way. This affects specially the people born after the media explosion, the sixties and seventies.
So that's why, we look for that guy with an iPhone, a guy that helps us get where we want and to be who we've been told to be. And if you disagree, you fail. Because the only way to change that reality is by accepting it and then slowly turn it into something else. After all, we made it happen. So we can make it stop.
In today's world things, stuff, objects are what define us. Not what we think or do or say but what we own. Going to the newest store or coffee shop, buying the latest trend in technology or clothes, watching the "hip" shows on TV or trying to be like the hottest celebrity. All that is important now.
But what about us? The real us, I mean. These days who er are is extreme diluted, as if what we own was water and our painted souls just got to insignificant in its presence.
What is really incredible is the fact that many people fabricate originality and sell it as if it was unique and never repeatable. But it is the opposite. We are unique by the mere fact of being born but that seems not to be enough for any of us.
As a species, we fail to appreciate life. We recognize ourselves as the ruling species of this Earth, more intelligent and adaptable but are we really? Specially when, for the largest part, we use our lives only to imitate and pretend instead of living it and nothing more?
Just go outside for some time, it doesn't have to be much. You'll see people. Look at their way of using clothes, their way of wearing make up, even the way people talk and walk. In the most part, all of it has been prefabricated. And the source is not a surprise. The media is today the most powerful force in the world, more than any petty politician or religious leader. Media is here to stay and judges us all every single day.
We created it so we should know what is about but we seem to have lost control of it. Instead of using it as a tool to unite the world and share cultural heritage, media has transformed in the almighty God of us all. Church is inside our homes and, even more dangerous, inside our minds.
Media has become so powerful that everything it tells us, we assume it as the truth. And even if we don't, we have no way of really contradicting it as it handles almost every aspect of modern day societies, here and anywhere else in the world.
The worst are the mixed messages. For year media, along with other industries at its service, has told us that we most look a certain way. Skinny, in general, but also with certain features to be more attractive to others, never mind our gender.
So that's where all the perfume ads are born. Artsy, maybe. But they tell who should we be or at least what we should aspire to be. And people believe it and enforce it.
For example, create a profile in any dating site or even any social media website. For one week put a picture of someone else. Women should find the picture of a woman with big breasts, tiny waist and pouty lips and men should post a picture of a shirtless guy, gym body, nice teeth. A week after, change it for a picture of yourself, out of bed (for real). See what gets more attention.
And this even translates to subcultures. Gay men are a perfect example or superficial thought. And no, its not about homophobia, is how homosexual men have adapted to their so called community being mistreated for years. So it was preferable not to form a bond with someone so sex has stayed most important. And that, is hardly arguable. So big dick pics are a huge thing. I'm a gay man, I should know.
But when I said mixed messages I also refer to those endearing campaigns, ads or others, most likely featuring a celebrity, that tell us how great it is the be ourselves and how everyone is going to love each other so much just because we accept our differences.
I call bullshit on that one. Why? Because humankind is hypocritical, we say one thing but do the opposite just seconds after. That's how many wars have started and how geopolitics works. Many people don't really like each other but they try to keep it peaceful as wars are often too expensive and money is first.
Many people may disagree with all that's being said, more like written, in these past paragraphs. But it is the truth, take it as you want. As said before, just go outside, take a walk and take a good look at the people, everyday folks walking around with their families or in couples.
Do you really see happiness? Or do you see people just content, happy enough? Is like asking about freedom, a phenomenon not very different from this one.
So that's how we can come back around and realize we do want to be those people, the one in the advertisements and the movies. We want to be easily happy, we want love that is unconditional and perfect and even better if it comes in the shape of someone we have learned is physically suitable.
We're not the same humankind that came out of caverns and mated only to have offspring. No, now love is a status factor in society, like a very important prize that not everyone gets and certainly not in the same way. This affects specially the people born after the media explosion, the sixties and seventies.
So that's why, we look for that guy with an iPhone, a guy that helps us get where we want and to be who we've been told to be. And if you disagree, you fail. Because the only way to change that reality is by accepting it and then slowly turn it into something else. After all, we made it happen. So we can make it stop.
sábado, 25 de octubre de 2014
Reflexiones de Adela, una joven cansada
Adela se quería dar por vencida. Ya nada tenía sentido y todo la tenía harta.
Hacia un año había salido de la universidad. Hoy por hoy cuando alguien le preguntaba a que se dedicaba, decía que a nada. Otras veces decía que era desempleada y otras veces inventaba largos discursos ridículos que no venían al caso pero que callaban a la gente.
La verdad era que estaba harta. La tal bonanza económica del país parecía no servirle de mucho y ya estaba cansada de enviar hojas de vida (o curriculums, como ustedes prefieran) y ver que nadie parecía interesado.
Había dejado de enviar nada, de buscar, de tratar. Ya no había remedio y pensó que la vida seguramente se encargaría de ella, para bien o para mal.
Obviamente dinero no tenía y aunque siempre había querido vivir sola, apreciaba el poder tener padres que la querían y con los que vivía con comodidades. Había ahorrado algo de las mesadas de cuando era más joven así que cuando salía con sus amigas siempre tenía un poco para gastar pero ese ahorro se terminaría tarde o temprano.
Era irritante, de verdad un fastidio salir a veces con sus amigas. Aunque en muchas ocasiones solo tomaban algo y hablaban del pasado o de temas superficiales, recientemente habían adquirido la costumbre de hablar de sus trabajos, de sus novios e, incluso, de sus hijos. Sí, una ya estaba embarazada y planeaba su boda.
Para Adela el matrimonio no era prioridad y encontraba la idea algo tonta. Por eso soportar interminables conversaciones sobre arreglos florales, vestidos y demás no era su idea de una buena conversación para tener con un café, más bien para un vodka o algo más fuerte.
En cuanto al amor, bueno, ese no existía. Hacía mucho tiempo que no había salido con nadie en una cita y menos aún tener relaciones íntimas con nadie. Había conocido chicos para eso pero después de un tiempo era tremendamente aburrido, se volvía rutinario y seco. Normalmente prefería charlar a tener sexo casual pero lo de charlar tampoco se daba.
No era del tipo de persona que conociera a alguien en la calle. No iba a fiestas y así hubiera ido nunca había nadie de su tipo, alguien de verdad interesante. Para ella todos eran superficiales, hablando tonterías en vez de disfrutar de temas apasionantes, o que al menos lo eran para ella.
Francamente era una vida aburrida pero al menos era una vida. Lo mejor de todos los días era cuando salía a caminar y veía otras caras y a la ciudad latiendo a un ritmo lento y rápido al mismo tiempo. Como usaba sus pies, no la volvían loca las filas de automóviles o no llegar a tiempo a ningún lado porque el tiempo era suyo y lo manejaba a su antojo.
Reflexionaba mucho en esas caminatas. Pensaba en que hacer, en que no hacer, en como la vida podía hacerse camino y como a veces no existían caminos. Muchos dirían: "Haz tu propio camino", pero eso no es fácil para nadie y puede que no sirva de nada.
Arriesgarse, lanzarse... Eran palabras que todo el mundo ondeaba alegremente, más que todo aquellas personas con talento o que no habían hecho mucho para encontrarse en un mundo tan jodido como el nuestro.
Adela no se sentía buena en nada y no sentía placer o pasión por nada. Esa era la verdad. Se sentía vacía pero no era algo que pudiera buscar y adquirir. Cuando no se siente pasión esta no se puede forzar. Y sin pasión, que es la vida sino una repetición de lo mismo que ya ha ocurrido tantas veces?
Le dolía, eso sí, ver parejas en la calle y ver como todos se parecían. No solo en aspecto físico sino en comportamiento. Las mujeres siendo lo que los hombres les dicen que son y los hombres haciendo lo que otros hombres esperan de ellos. Y así por siempre.
Se sentía muchas veces sola, más que todo de noche. Nunca se lo había dicho a nadie, pero imaginaba que a su lado había alguien respirando con ella, sintiendo su calor y compartiendo un pequeño lugar de este planeta. Era fácil imaginarlo...
Pero no fácil conseguirlo. Y muchos dicen que el amor no se busca sino que llega. Que gran mierda. Hoy por hoy el amor es buscar una chica linda, con buenos senos y culo, que sepa hacer algo para que años después pierda su sentido siendo ama de casa. Y cuando llegan los hijos, todo es más difícil, díganlo o no.
O el amor puede ser buscar un chico lindo, de revista, con abdomen y pecho perfectos, sonrisa medicada y que mejor si tiene un bonito auto, un iPhone y algo de dinero por ahí. Nadie los quiere de verdad si a la imaginaria estabilidad que proporcionan.
Y así, todos los días se miente la gente. Ya sea inventando amores inexistentes, siendo felices a la fuerza con cosas que no les gustan o, peor, odian o incluso sin saber quienes son pero actuando frente a los demás porque no hay nada peor que estar perdido.
Adela pensaba en esto todos los días y todos los días llegaba a la misma conclusión: como ser humano, ella solo podía hacer hasta cierto punto. No podía forzar nada ni hacer obras extraordinarias porque la vida no funciona igual para todo el mundo. Odiaba que le aconsejaran porque ella sabía, e incluso ellos sabían, que la vida no es una sino muchas y las maneras en que las cosas pasan son tan variadas que es imposible que un consejo aplicado exactamente igual funcione siempre.
Cuando se acostaba a dormir trataba de despejar su mente e imaginar ese lejano e irreal futuro en el que no tuviera que preocuparse por nada salvo por sostener la mano de alguien que la quisiera por quien era en realidad. No una mujer hecha en un gimnasio o que valiera lo equivalente a lo que tenía en su bolso sino hecha por sí misma. Y lo imaginaba porque si algo necesitamos todos es alguien que nos aprecie por quienes somos en realidad y no por las ilusiones que fabricamos para no sentirnos alienados de una sociedad sin perdón.
Hacia un año había salido de la universidad. Hoy por hoy cuando alguien le preguntaba a que se dedicaba, decía que a nada. Otras veces decía que era desempleada y otras veces inventaba largos discursos ridículos que no venían al caso pero que callaban a la gente.
La verdad era que estaba harta. La tal bonanza económica del país parecía no servirle de mucho y ya estaba cansada de enviar hojas de vida (o curriculums, como ustedes prefieran) y ver que nadie parecía interesado.
Había dejado de enviar nada, de buscar, de tratar. Ya no había remedio y pensó que la vida seguramente se encargaría de ella, para bien o para mal.
Obviamente dinero no tenía y aunque siempre había querido vivir sola, apreciaba el poder tener padres que la querían y con los que vivía con comodidades. Había ahorrado algo de las mesadas de cuando era más joven así que cuando salía con sus amigas siempre tenía un poco para gastar pero ese ahorro se terminaría tarde o temprano.
Era irritante, de verdad un fastidio salir a veces con sus amigas. Aunque en muchas ocasiones solo tomaban algo y hablaban del pasado o de temas superficiales, recientemente habían adquirido la costumbre de hablar de sus trabajos, de sus novios e, incluso, de sus hijos. Sí, una ya estaba embarazada y planeaba su boda.
Para Adela el matrimonio no era prioridad y encontraba la idea algo tonta. Por eso soportar interminables conversaciones sobre arreglos florales, vestidos y demás no era su idea de una buena conversación para tener con un café, más bien para un vodka o algo más fuerte.
En cuanto al amor, bueno, ese no existía. Hacía mucho tiempo que no había salido con nadie en una cita y menos aún tener relaciones íntimas con nadie. Había conocido chicos para eso pero después de un tiempo era tremendamente aburrido, se volvía rutinario y seco. Normalmente prefería charlar a tener sexo casual pero lo de charlar tampoco se daba.
No era del tipo de persona que conociera a alguien en la calle. No iba a fiestas y así hubiera ido nunca había nadie de su tipo, alguien de verdad interesante. Para ella todos eran superficiales, hablando tonterías en vez de disfrutar de temas apasionantes, o que al menos lo eran para ella.
Francamente era una vida aburrida pero al menos era una vida. Lo mejor de todos los días era cuando salía a caminar y veía otras caras y a la ciudad latiendo a un ritmo lento y rápido al mismo tiempo. Como usaba sus pies, no la volvían loca las filas de automóviles o no llegar a tiempo a ningún lado porque el tiempo era suyo y lo manejaba a su antojo.
Reflexionaba mucho en esas caminatas. Pensaba en que hacer, en que no hacer, en como la vida podía hacerse camino y como a veces no existían caminos. Muchos dirían: "Haz tu propio camino", pero eso no es fácil para nadie y puede que no sirva de nada.
Arriesgarse, lanzarse... Eran palabras que todo el mundo ondeaba alegremente, más que todo aquellas personas con talento o que no habían hecho mucho para encontrarse en un mundo tan jodido como el nuestro.
Adela no se sentía buena en nada y no sentía placer o pasión por nada. Esa era la verdad. Se sentía vacía pero no era algo que pudiera buscar y adquirir. Cuando no se siente pasión esta no se puede forzar. Y sin pasión, que es la vida sino una repetición de lo mismo que ya ha ocurrido tantas veces?
Le dolía, eso sí, ver parejas en la calle y ver como todos se parecían. No solo en aspecto físico sino en comportamiento. Las mujeres siendo lo que los hombres les dicen que son y los hombres haciendo lo que otros hombres esperan de ellos. Y así por siempre.
Se sentía muchas veces sola, más que todo de noche. Nunca se lo había dicho a nadie, pero imaginaba que a su lado había alguien respirando con ella, sintiendo su calor y compartiendo un pequeño lugar de este planeta. Era fácil imaginarlo...
Pero no fácil conseguirlo. Y muchos dicen que el amor no se busca sino que llega. Que gran mierda. Hoy por hoy el amor es buscar una chica linda, con buenos senos y culo, que sepa hacer algo para que años después pierda su sentido siendo ama de casa. Y cuando llegan los hijos, todo es más difícil, díganlo o no.
O el amor puede ser buscar un chico lindo, de revista, con abdomen y pecho perfectos, sonrisa medicada y que mejor si tiene un bonito auto, un iPhone y algo de dinero por ahí. Nadie los quiere de verdad si a la imaginaria estabilidad que proporcionan.
Y así, todos los días se miente la gente. Ya sea inventando amores inexistentes, siendo felices a la fuerza con cosas que no les gustan o, peor, odian o incluso sin saber quienes son pero actuando frente a los demás porque no hay nada peor que estar perdido.
Adela pensaba en esto todos los días y todos los días llegaba a la misma conclusión: como ser humano, ella solo podía hacer hasta cierto punto. No podía forzar nada ni hacer obras extraordinarias porque la vida no funciona igual para todo el mundo. Odiaba que le aconsejaran porque ella sabía, e incluso ellos sabían, que la vida no es una sino muchas y las maneras en que las cosas pasan son tan variadas que es imposible que un consejo aplicado exactamente igual funcione siempre.
Cuando se acostaba a dormir trataba de despejar su mente e imaginar ese lejano e irreal futuro en el que no tuviera que preocuparse por nada salvo por sostener la mano de alguien que la quisiera por quien era en realidad. No una mujer hecha en un gimnasio o que valiera lo equivalente a lo que tenía en su bolso sino hecha por sí misma. Y lo imaginaba porque si algo necesitamos todos es alguien que nos aprecie por quienes somos en realidad y no por las ilusiones que fabricamos para no sentirnos alienados de una sociedad sin perdón.
viernes, 24 de octubre de 2014
Lake Akhizgraz
When you go to Batong, you'll only hear one story over and over: the legend of Lake Akhizgraz. In the shops, coffee houses, department stores, the market, by the pier or on the hillside, everyone single person in the region knows the tale of the lake that rests near them
According to many, Lake Akhizgraz came to exist when a meteorite fell to Earth and transformed the region. Some scientists agreed and other did not. However, one could argue that hills surrounded the lake on every side except one, were Batong had been founded.
Legend also said that there used to be an island in the middle of the lake, long before the city existed. Everyone said the island was not attached to the bottom of the lake and so it moved around slowly over the water. Now, some stories differ: some say the island was not an actual island but a gigantic animal that roamed the waters. Others say the island had always been there and that it still was but sunk to the bottom.
Anyhow, they all agreed the island had been the home of the first settlers that, enchanted by the lake, sailed to the island and built a house there. It was a couple, man and woman. She was pregnant and they stayed as she was unable to walk anymore.
The baby's name was no other than Akhizgraz. They say is a name in an ancient language meaning beautiful lake, but that too hasn't been proven. The truth was that they lived happy for about ten years, until something happened.
One night, after supper, the family heard a voice calling them from the water. They came out of the house to find a wolf walking on the water. Yes, that is what they say. He was silver and from his eyes came a white light, piercing and impossible to stand for long. The wolf told the family that they had been good to this holy place but that danger was imminent and that they should leave the lake immediately.
Father, mother and son discussed it all night long, each giving reasons for staying and for leaving. But in the end they decided to remain in their house as it was the only home they had. The couple had gotten there after getting lost in the desert and escaping poverty and they had no desire of going back to that.
So they lived there one more year and then a storm came. An awful storm, black and twisted, carrying sand from the desert. Their house was almost destroy by a fire started by a lighting that hit the tallest part of a nearby tree. It lasted for hours and the family just begged for it to stop, as they held each other.
And it ended, as fast as it had started. The wolf appeared again that night and told them the storm preceded the arrival of a stronger evil. He said the spirits now considered them part of the lake so they would protect them as long as they could.
Only a week passed until Akhizgraz, chopping wood with his father, saw something on the plain side of the lake. He thought the ground was shaking and told his parents the storm was back but then they realized it wasn't the storm. It was an army.
They had covered the house with leaves and grass days before and now just watched what happened. The leader of the army walked along the shore slowly and the kneeled and put one ear against the ground. He then sent three groups, one to each cardinal point in the lake, so to cover all its extension.
And then the family heard the explosions. Brutal and overwhelming. The ground was lifted and so they created three more entries to the lake. The family hid for days as more men arrived. The yhad brought machines and rapidly installed them. They were mining and drilling and taking the water to feed their industry.
The lake begin to die, slowly. The wolf appeared once again and told them they could only save the lake if they destroyed the machines so they planned an attack on the army. They all feared death but their life was one of many that would be destroyed. So they went on to sabotage machines and causing malfunctions.
But their leader was smart and one day caught Akhizgraz when he was about to sabotage one more drilling machine. As he knew a boy this young couldn't be in the forest alone, the cruel man stood in the know cleared beach and called for them. Mother and father watched their son but knew that revealing themselves would mean no one would be left to save the lake. And their son indicated to them, by single blink of an eye, not to come out.
The evil man killed Akhizgraz with a knife and threw his body to the lake. This action was decisive: the forest and its spirits revealed themselves and fought along the now grieving parents, destroying everything that the lake wanted out. With superhuman strength, everything was thrown away and the men were swallowed by the ground.
Only the leader was left and it was the mother, now enraged, that killed him with her own hands.
Knowing the sacrifice of Akhizgraz, the lake and its spirits decided to honor the family for ever. On each of the new entrances to the lake created by the army, the spirits created new mountains, taller and more beautiful than any in the vicinity. And they created them using the body of the son and of his parents, that decided to part the world as the pain of loosing a child was too great.
Soon after that, the spirits used the island to carry the souls of the family to the afterlife.
Nowadays, people say the tallest mountain around the lake, just across from where Batong stands, is the one built from the body of Akhizgraz.
Once every year the city celebrates the sacrifice done by the first family to settle in the lake and thanked them for their strength and courage.
There is a temple by the lake too and they say that if you go there in a foggy day, you may be able the see the wolf spirit that took the family to their final resting places.
According to many, Lake Akhizgraz came to exist when a meteorite fell to Earth and transformed the region. Some scientists agreed and other did not. However, one could argue that hills surrounded the lake on every side except one, were Batong had been founded.
Legend also said that there used to be an island in the middle of the lake, long before the city existed. Everyone said the island was not attached to the bottom of the lake and so it moved around slowly over the water. Now, some stories differ: some say the island was not an actual island but a gigantic animal that roamed the waters. Others say the island had always been there and that it still was but sunk to the bottom.
Anyhow, they all agreed the island had been the home of the first settlers that, enchanted by the lake, sailed to the island and built a house there. It was a couple, man and woman. She was pregnant and they stayed as she was unable to walk anymore.
The baby's name was no other than Akhizgraz. They say is a name in an ancient language meaning beautiful lake, but that too hasn't been proven. The truth was that they lived happy for about ten years, until something happened.
One night, after supper, the family heard a voice calling them from the water. They came out of the house to find a wolf walking on the water. Yes, that is what they say. He was silver and from his eyes came a white light, piercing and impossible to stand for long. The wolf told the family that they had been good to this holy place but that danger was imminent and that they should leave the lake immediately.
Father, mother and son discussed it all night long, each giving reasons for staying and for leaving. But in the end they decided to remain in their house as it was the only home they had. The couple had gotten there after getting lost in the desert and escaping poverty and they had no desire of going back to that.
So they lived there one more year and then a storm came. An awful storm, black and twisted, carrying sand from the desert. Their house was almost destroy by a fire started by a lighting that hit the tallest part of a nearby tree. It lasted for hours and the family just begged for it to stop, as they held each other.
And it ended, as fast as it had started. The wolf appeared again that night and told them the storm preceded the arrival of a stronger evil. He said the spirits now considered them part of the lake so they would protect them as long as they could.
Only a week passed until Akhizgraz, chopping wood with his father, saw something on the plain side of the lake. He thought the ground was shaking and told his parents the storm was back but then they realized it wasn't the storm. It was an army.
They had covered the house with leaves and grass days before and now just watched what happened. The leader of the army walked along the shore slowly and the kneeled and put one ear against the ground. He then sent three groups, one to each cardinal point in the lake, so to cover all its extension.
And then the family heard the explosions. Brutal and overwhelming. The ground was lifted and so they created three more entries to the lake. The family hid for days as more men arrived. The yhad brought machines and rapidly installed them. They were mining and drilling and taking the water to feed their industry.
The lake begin to die, slowly. The wolf appeared once again and told them they could only save the lake if they destroyed the machines so they planned an attack on the army. They all feared death but their life was one of many that would be destroyed. So they went on to sabotage machines and causing malfunctions.
But their leader was smart and one day caught Akhizgraz when he was about to sabotage one more drilling machine. As he knew a boy this young couldn't be in the forest alone, the cruel man stood in the know cleared beach and called for them. Mother and father watched their son but knew that revealing themselves would mean no one would be left to save the lake. And their son indicated to them, by single blink of an eye, not to come out.
The evil man killed Akhizgraz with a knife and threw his body to the lake. This action was decisive: the forest and its spirits revealed themselves and fought along the now grieving parents, destroying everything that the lake wanted out. With superhuman strength, everything was thrown away and the men were swallowed by the ground.
Only the leader was left and it was the mother, now enraged, that killed him with her own hands.
Knowing the sacrifice of Akhizgraz, the lake and its spirits decided to honor the family for ever. On each of the new entrances to the lake created by the army, the spirits created new mountains, taller and more beautiful than any in the vicinity. And they created them using the body of the son and of his parents, that decided to part the world as the pain of loosing a child was too great.
Soon after that, the spirits used the island to carry the souls of the family to the afterlife.
Nowadays, people say the tallest mountain around the lake, just across from where Batong stands, is the one built from the body of Akhizgraz.
Once every year the city celebrates the sacrifice done by the first family to settle in the lake and thanked them for their strength and courage.
There is a temple by the lake too and they say that if you go there in a foggy day, you may be able the see the wolf spirit that took the family to their final resting places.
jueves, 23 de octubre de 2014
Dulce y Amargo
Pasteles, tortas, dulces, chocolates y todo tipo de repostería. Eso era lo que la señora González hacía mejor. Si trataba de hacer algún platillo sin azúcar, le quedaba horrible, tanto así que la gente se lo decía sin vergüenza ni temor.
Ella se había acostumbrado a esto y por eso solo cocinaba cosas dulces, lo más delicioso que se podía encontrar en el pueblo. No era un lugar muy grande, eso es cierto. Pero era el centro de la comuna y mucha gente de otros poblados venía al menos una vez al día a comprar alimentos o simplemente a divertirse.
La señora González se llamaba Libia y su pueblo estaba a las orillas de un río de gran caudal, en la mitad de la selva tropical. No era un lugar muy común para que surgiera una maestra pastelera pero eso era lo que había ocurrido.
De todas partes venía gente para probar los deliciosos bocados de azúcar de Libia y ella les ponía nombres y procuraba tener al menos una novedad cada día de bazar, que normalmente caía un miércoles, para mostrarla a los habitantes de la región.
Un día hizo unas increíbles milhojas de maracuyá con crema batida sabor a mango. Era una mezcla divina, literalmente. El mismo gobernador, que visitaba ese día el pueblo, la felicitó por tan delicioso postre y la invitó a su casa para que cocinara. Se acercaba el día de la Independencia y habría festejos y música y la comida no podía faltar. El hombre quería que Libia se encargara de los postres.
Pero había algo más. Libia era una mujer hermosa. A pesar de su edad, rondando los 50, tenía un cuerpo con curvas en los lugares correctos, una sonrisa amable y unos grandes ojos color marrón claro. Su piel tenía el tono de la canela que usaba tan a menudo y su voz era calma, con el poder de apaciguar a cualquiera.
El gobernador al parecer había notado todo esto y más su destreza en la cocina, era imposible no mirarla o reconocer su existencia. Además el era también viudo hacía poco y se esperaba que gobernara de la mano de una mujer.
Libia, por su parte, había enviudado poco tiempo después de casarse a los 20 años y más nunca se quiso volver a casar. Si bien era correcto no apresurarse a buscar un hombre, todos creían que era demasiado bella y joven como para ser viuda de por vida. Pero nunca se volvió a casar. Eso sí, no faltaron los pretendientes y el gobernador quería ser uno más en esa larga lista.
El día anterior al día de la Independencia, Libia viajó en bus hasta la capital del departamento. Quedó fascinada con la hermosa casa del gobernador: tenía el aspecto de una de esas viejas mansiones del sur de los Estados Unidos, que ella había visto en películas. Parecía un sueño entrar y ser recibida como invitada de honor.
El gobernador mismo se presentó y dieron un paseo por la casa para mostrarle sus tesoros: el árbol gigante del patio, la porcelana china del comedor y los muebles franceses de la sala. Finalmente le mostró la cocina y Libia perdió el habla de la sorpresa: era una cuarto enorme, como ninguna cocina que hubiera visto antes. Todo tipo de objetos estaban a la vista y unas ocho personas trabajaban en los hornos, hornillas y sobre grandes superficies cocinando, cortando y creando obras de arte.
Le mostraron su puesto de trabajo y ella empezó ahí mismo a inventar. Se olvidó de todo lo demás y solo tuve mente para sus postres. El gobernador se resintió un poco pero pensó que lo mejor sería verla en la fiesta y ahí sorprenderla una vez más.
Lo que quedaba del día, Libia escribió receta tras receta e incluso horneó algunas de sus viejas recetas para tenerlas listas de antemano. Hizo galletas de nueces con naranja, pastelitos de arazá con fresas y pasteles de con chocolate de la región por dentro.
La mañana siguiente se sorprendió al descubrir en en una silla un hermoso vestido de dos tonos de amarillo, acompañado de zapatos y sombrero a juego. Sobre el vestido había una nota que decía: "Para la fiesta. Nos vemos allí." No decía quien la había escrito pero era evidente que había sido el gobernador.
Esto entristeció un poco a Libia. Recordó a su primer esposo, Alcides y como este había muerte en una de sus expediciones por el río. A pesar de que no habían vivido juntos por mucho tiempo, ella había estado enamorada perdidamente de él y habían hecho muchos planes para el futuro, imaginando hijos, festejos y un amor que no moriría.
Tratando de apartar el dolor de su mente, Libia se duchó rápidamente y se puso ropa normal con un delantal encima. Le echó un ojo a su vestido y salió del cuarto. En la cocina, habían dispuesto a dos ayudantes para que le colaboraran y en pocos minutos les explicó cuales eran los postres que iban a hacer. Algunos clásicos infaltables como la milhoja de maracuyá y los macarrones de lulo no podían faltar pero también había creaciones nuevas como las canastillas de fruta con flores comestibles o un pastel de cuatro pisos con sabores cítricos y cubierto de chocolate amargo y frutos de la selva.
Trabajaron desde temprano hasta pasado el mediodía. El almuerzo fue de pie, mientras esperaban que los hornos hicieran su trabajo. A las 5 de la tarde empezaron a llegar invitados. Libia echó un ojo al patio y vio que habían montado dos grandes carpas cerca al árbol gigante y había mesas y sillas todas de blanco y adornadas con lazos y moños color crema.
Al rato vino el gobernador con la mujer a cargo del evento. Les explicó adonde debían llevar cada uno los alimentos y la distribución de las mesas. Los trabajadores comerían también pero dentro de la casa, en un gran comedor dispuesto para ellos. Solo podrían comer cuando afuera todos ya estuvieran en el postre, bailando y escuchando la música.
El gobernador les agradeció a todos y dio un pequeño discurso sobre la gran nación en la que vivían. Libia notó que el hombre le sonrió en un momento antes de irse y esto la puso nerviosa.
Trató de olvidarlo y mientras los demás cocineros iban y venían con sus creaciones a la fiesta, ella terminó los postres. Estuvieron a tiempo, justo cuando los comensales terminaban el plato fuerte y empezaban a beber y escuchar los ritmos regionales que una banda tocaba sobre una improvisada tarima.
Cuando ella y sus ayudantes salieron al patio con los postres, todos se callaron al instante. Era una visión de belleza única, de perfección y dedicación. Tanto así que cuando todo estuvo ubicado en su lugar, la gente le dio un fuerte aplauso a Libia y ella respondió con algunas lágrimas y reverencias tímidas.
Mientras la gente se servía subió a su habitación y se puso el vestido. Se veía bien pero no se sentía como ella misma. Pensó que igual era por una noche y así bajó a la fiesta.
El gobernador dio su discurso y al final mencionó a Libia y a sus postres. Ella pensó que seguramente sería allí que el hombre preguntaría lo que ella temía y odiaba que fuera frente a tantas personas. En todo caso esta podía ser una oportunidad... Quien mejor que el gobernador como marido?
Pero no sucedió. El gobernador la felicitó y hubo más aplausos y luego baile. Bailó con él y con otros hombres y vio a la gente disfrutar sus postres. Pero todo el tiempo pensaba: "Que hice mal? Que pasó".
Al otro día empacó sus cosas y se disponía para irse. El gobernador la llamó a su oficina justo cuando salía y se devolvió con todo y maleta. Por fin entendió que pasaba: él quería una repostera para la casa y nada más. No la quería de esposa sino de cocina.
Sorprendiendo a si misma, Libia se negó. Le dijo que le tenía mucho cariño a su pueblo y que no podía dejarlo así nada más, después de tanto tiempo. Tomó el primer bus que encontró y regresó a su hogar.
Libia siguió creando y creando hasta el día que murió, muchos años después. La gente la amaba y se preguntaba porque ella no había amado a nadie más pero se equivocaban: Alcides siempre había estado en su corazón y ahora ella estaba con él, seguramente creando más de esas maravillas que habían hecho de su vida una muy feliz.
Ella se había acostumbrado a esto y por eso solo cocinaba cosas dulces, lo más delicioso que se podía encontrar en el pueblo. No era un lugar muy grande, eso es cierto. Pero era el centro de la comuna y mucha gente de otros poblados venía al menos una vez al día a comprar alimentos o simplemente a divertirse.
La señora González se llamaba Libia y su pueblo estaba a las orillas de un río de gran caudal, en la mitad de la selva tropical. No era un lugar muy común para que surgiera una maestra pastelera pero eso era lo que había ocurrido.
De todas partes venía gente para probar los deliciosos bocados de azúcar de Libia y ella les ponía nombres y procuraba tener al menos una novedad cada día de bazar, que normalmente caía un miércoles, para mostrarla a los habitantes de la región.
Un día hizo unas increíbles milhojas de maracuyá con crema batida sabor a mango. Era una mezcla divina, literalmente. El mismo gobernador, que visitaba ese día el pueblo, la felicitó por tan delicioso postre y la invitó a su casa para que cocinara. Se acercaba el día de la Independencia y habría festejos y música y la comida no podía faltar. El hombre quería que Libia se encargara de los postres.
Pero había algo más. Libia era una mujer hermosa. A pesar de su edad, rondando los 50, tenía un cuerpo con curvas en los lugares correctos, una sonrisa amable y unos grandes ojos color marrón claro. Su piel tenía el tono de la canela que usaba tan a menudo y su voz era calma, con el poder de apaciguar a cualquiera.
El gobernador al parecer había notado todo esto y más su destreza en la cocina, era imposible no mirarla o reconocer su existencia. Además el era también viudo hacía poco y se esperaba que gobernara de la mano de una mujer.
Libia, por su parte, había enviudado poco tiempo después de casarse a los 20 años y más nunca se quiso volver a casar. Si bien era correcto no apresurarse a buscar un hombre, todos creían que era demasiado bella y joven como para ser viuda de por vida. Pero nunca se volvió a casar. Eso sí, no faltaron los pretendientes y el gobernador quería ser uno más en esa larga lista.
El día anterior al día de la Independencia, Libia viajó en bus hasta la capital del departamento. Quedó fascinada con la hermosa casa del gobernador: tenía el aspecto de una de esas viejas mansiones del sur de los Estados Unidos, que ella había visto en películas. Parecía un sueño entrar y ser recibida como invitada de honor.
El gobernador mismo se presentó y dieron un paseo por la casa para mostrarle sus tesoros: el árbol gigante del patio, la porcelana china del comedor y los muebles franceses de la sala. Finalmente le mostró la cocina y Libia perdió el habla de la sorpresa: era una cuarto enorme, como ninguna cocina que hubiera visto antes. Todo tipo de objetos estaban a la vista y unas ocho personas trabajaban en los hornos, hornillas y sobre grandes superficies cocinando, cortando y creando obras de arte.
Le mostraron su puesto de trabajo y ella empezó ahí mismo a inventar. Se olvidó de todo lo demás y solo tuve mente para sus postres. El gobernador se resintió un poco pero pensó que lo mejor sería verla en la fiesta y ahí sorprenderla una vez más.
Lo que quedaba del día, Libia escribió receta tras receta e incluso horneó algunas de sus viejas recetas para tenerlas listas de antemano. Hizo galletas de nueces con naranja, pastelitos de arazá con fresas y pasteles de con chocolate de la región por dentro.
La mañana siguiente se sorprendió al descubrir en en una silla un hermoso vestido de dos tonos de amarillo, acompañado de zapatos y sombrero a juego. Sobre el vestido había una nota que decía: "Para la fiesta. Nos vemos allí." No decía quien la había escrito pero era evidente que había sido el gobernador.
Esto entristeció un poco a Libia. Recordó a su primer esposo, Alcides y como este había muerte en una de sus expediciones por el río. A pesar de que no habían vivido juntos por mucho tiempo, ella había estado enamorada perdidamente de él y habían hecho muchos planes para el futuro, imaginando hijos, festejos y un amor que no moriría.
Tratando de apartar el dolor de su mente, Libia se duchó rápidamente y se puso ropa normal con un delantal encima. Le echó un ojo a su vestido y salió del cuarto. En la cocina, habían dispuesto a dos ayudantes para que le colaboraran y en pocos minutos les explicó cuales eran los postres que iban a hacer. Algunos clásicos infaltables como la milhoja de maracuyá y los macarrones de lulo no podían faltar pero también había creaciones nuevas como las canastillas de fruta con flores comestibles o un pastel de cuatro pisos con sabores cítricos y cubierto de chocolate amargo y frutos de la selva.
Trabajaron desde temprano hasta pasado el mediodía. El almuerzo fue de pie, mientras esperaban que los hornos hicieran su trabajo. A las 5 de la tarde empezaron a llegar invitados. Libia echó un ojo al patio y vio que habían montado dos grandes carpas cerca al árbol gigante y había mesas y sillas todas de blanco y adornadas con lazos y moños color crema.
Al rato vino el gobernador con la mujer a cargo del evento. Les explicó adonde debían llevar cada uno los alimentos y la distribución de las mesas. Los trabajadores comerían también pero dentro de la casa, en un gran comedor dispuesto para ellos. Solo podrían comer cuando afuera todos ya estuvieran en el postre, bailando y escuchando la música.
El gobernador les agradeció a todos y dio un pequeño discurso sobre la gran nación en la que vivían. Libia notó que el hombre le sonrió en un momento antes de irse y esto la puso nerviosa.
Trató de olvidarlo y mientras los demás cocineros iban y venían con sus creaciones a la fiesta, ella terminó los postres. Estuvieron a tiempo, justo cuando los comensales terminaban el plato fuerte y empezaban a beber y escuchar los ritmos regionales que una banda tocaba sobre una improvisada tarima.
Cuando ella y sus ayudantes salieron al patio con los postres, todos se callaron al instante. Era una visión de belleza única, de perfección y dedicación. Tanto así que cuando todo estuvo ubicado en su lugar, la gente le dio un fuerte aplauso a Libia y ella respondió con algunas lágrimas y reverencias tímidas.
Mientras la gente se servía subió a su habitación y se puso el vestido. Se veía bien pero no se sentía como ella misma. Pensó que igual era por una noche y así bajó a la fiesta.
El gobernador dio su discurso y al final mencionó a Libia y a sus postres. Ella pensó que seguramente sería allí que el hombre preguntaría lo que ella temía y odiaba que fuera frente a tantas personas. En todo caso esta podía ser una oportunidad... Quien mejor que el gobernador como marido?
Pero no sucedió. El gobernador la felicitó y hubo más aplausos y luego baile. Bailó con él y con otros hombres y vio a la gente disfrutar sus postres. Pero todo el tiempo pensaba: "Que hice mal? Que pasó".
Al otro día empacó sus cosas y se disponía para irse. El gobernador la llamó a su oficina justo cuando salía y se devolvió con todo y maleta. Por fin entendió que pasaba: él quería una repostera para la casa y nada más. No la quería de esposa sino de cocina.
Sorprendiendo a si misma, Libia se negó. Le dijo que le tenía mucho cariño a su pueblo y que no podía dejarlo así nada más, después de tanto tiempo. Tomó el primer bus que encontró y regresó a su hogar.
Libia siguió creando y creando hasta el día que murió, muchos años después. La gente la amaba y se preguntaba porque ella no había amado a nadie más pero se equivocaban: Alcides siempre había estado en su corazón y ahora ella estaba con él, seguramente creando más de esas maravillas que habían hecho de su vida una muy feliz.
miércoles, 22 de octubre de 2014
The Crossing
My family was very tired, they couldn't walk any more. We all helped putting up a bit tent beneath a rocky formation, in order to spend the night there. We had walked over twenty kilometres today and that was a lot for some of us.
Grandma was the most tired. Mom had to massage her legs for her to be able to sleep. Dad and I agreed to carry grandma on our backs if it was necessary.
Dad, mom, my sister, her husband and I decided to check the map on our mobile device, as grandma and my niece slept in a corner of the tent. According to the map, we were only a few kilometers from the border that passed over the highest peak. If we passed it, we would be safe, at least for a couple more months.
The war had suddenly erupted and, even if we recognized it or not, it was our fault. Many of us helped that mad man with our votes and now he was the only ruler. Many had been killed and he had decided to cleanse the nation of people he deemed "dangerous".
And that's what we, apparently, were. We didn't even now why but we realized it when the police raided our home and wanted to arrest us. They actually took grandpa and, in part, that was the real pain grandma was suffering. They were my father's parents. My mother's parents had been killed in the first wave of the war, as they lived in another city.
We escaped thanks to my sister's husband, a former member of the military, and now we were all on the run, trying to get to the border over the mountains. We couldn't afford any other way of escape as boats and planes had been forbidden, except for those used by the armed forces.
I turned off my phone fast. We had four phones but used only one at a time in order to preserve the batteries. The communications were cut off but somehow some of the apps still work, such as the map.
We slept on the ground, covering ourselves with a few blankets my sister's husband had stolen from the barracks. They were really warm and cozy blankets and we were all grateful for them. Still, I couldn't get any sleep, thinking of the next day. Without a doubt, it would be a very important day: we would cross the most dangerous part of the mountain and then get to a country that no one knew if it would be welcoming.
I woke everyone up at the first light of the following day. Grandma complained and my little niece was happy as some snow had fallen overnight.
We tore down our tent, we put it on the biggest backpack and started walking. Snow made our ascent mucho more slow than I had imagined. We had to pull out the blankets and cover ourselves with them as our clothes were not made for cold weather.
We didn't stop for lunch: we ate in motion, being very careful with the food as it wasn't necessary to lure animals or anyone to our position.
Sunset arrived and I checked my phone: if we walked fifteen more minutes, we would pass the border. I told everyone and insisted on walking in the dark if it was necessary: we were too close to stop now.
What I didn't expect was for the wind to be so strong and chilly, freezing our faces and bodies to the bone. Grandma fainted and we had to stop. After putting up the tent and putting the elderly woman inside, I checked my phone again. With the last remaining battery power, I could see the border was only 700 hundred meters away. The phone died. When I told the news to the others they seemed relieved and we agreed to wake up early to walk to the border and then down the mountain.
There was apparently a town nearby and that was their goal. We knew many people had fled to the neighboring nation and that it might be problem to get in as such, but that was a problem for tomorrow. Now we felt a bit more at ease and and I even slept a couple of hours before been awoken by a rumble, a horrible sound in the distance.
All the family woke up and, although we did not day, we were scared. We packed up again and started walking. The wind had calmed down and the sky seemed cloudless.
After some minutes, we finally arrived at the top, to the border. My mom gave me her phone so I could locate the town. As it was very early still and the sky wasn't properly lit, we may have seen the town from there.
A horrible sound again. But now it was a rumble but something like an engine... an airplane. We all stared at the sky and saw the shadow of a large aircraft. The first light of the day let us see what was happening: in the valley below was the town we were looking for. And the airplane was heading there but not with refugees or food. They were bombing.
We hadn't seen lights because it had been cut off. From our vantage point, we could see at least five more planes descending into the valley and drop dozens maybe hundreds of bombs. The city was on fire.
From our tiny spot in the mountain we were witnesses of an invasion, the first of many. Our future was now even bleaker.
Grandma was the most tired. Mom had to massage her legs for her to be able to sleep. Dad and I agreed to carry grandma on our backs if it was necessary.
Dad, mom, my sister, her husband and I decided to check the map on our mobile device, as grandma and my niece slept in a corner of the tent. According to the map, we were only a few kilometers from the border that passed over the highest peak. If we passed it, we would be safe, at least for a couple more months.
The war had suddenly erupted and, even if we recognized it or not, it was our fault. Many of us helped that mad man with our votes and now he was the only ruler. Many had been killed and he had decided to cleanse the nation of people he deemed "dangerous".
And that's what we, apparently, were. We didn't even now why but we realized it when the police raided our home and wanted to arrest us. They actually took grandpa and, in part, that was the real pain grandma was suffering. They were my father's parents. My mother's parents had been killed in the first wave of the war, as they lived in another city.
We escaped thanks to my sister's husband, a former member of the military, and now we were all on the run, trying to get to the border over the mountains. We couldn't afford any other way of escape as boats and planes had been forbidden, except for those used by the armed forces.
I turned off my phone fast. We had four phones but used only one at a time in order to preserve the batteries. The communications were cut off but somehow some of the apps still work, such as the map.
We slept on the ground, covering ourselves with a few blankets my sister's husband had stolen from the barracks. They were really warm and cozy blankets and we were all grateful for them. Still, I couldn't get any sleep, thinking of the next day. Without a doubt, it would be a very important day: we would cross the most dangerous part of the mountain and then get to a country that no one knew if it would be welcoming.
I woke everyone up at the first light of the following day. Grandma complained and my little niece was happy as some snow had fallen overnight.
We tore down our tent, we put it on the biggest backpack and started walking. Snow made our ascent mucho more slow than I had imagined. We had to pull out the blankets and cover ourselves with them as our clothes were not made for cold weather.
We didn't stop for lunch: we ate in motion, being very careful with the food as it wasn't necessary to lure animals or anyone to our position.
Sunset arrived and I checked my phone: if we walked fifteen more minutes, we would pass the border. I told everyone and insisted on walking in the dark if it was necessary: we were too close to stop now.
What I didn't expect was for the wind to be so strong and chilly, freezing our faces and bodies to the bone. Grandma fainted and we had to stop. After putting up the tent and putting the elderly woman inside, I checked my phone again. With the last remaining battery power, I could see the border was only 700 hundred meters away. The phone died. When I told the news to the others they seemed relieved and we agreed to wake up early to walk to the border and then down the mountain.
There was apparently a town nearby and that was their goal. We knew many people had fled to the neighboring nation and that it might be problem to get in as such, but that was a problem for tomorrow. Now we felt a bit more at ease and and I even slept a couple of hours before been awoken by a rumble, a horrible sound in the distance.
All the family woke up and, although we did not day, we were scared. We packed up again and started walking. The wind had calmed down and the sky seemed cloudless.
After some minutes, we finally arrived at the top, to the border. My mom gave me her phone so I could locate the town. As it was very early still and the sky wasn't properly lit, we may have seen the town from there.
A horrible sound again. But now it was a rumble but something like an engine... an airplane. We all stared at the sky and saw the shadow of a large aircraft. The first light of the day let us see what was happening: in the valley below was the town we were looking for. And the airplane was heading there but not with refugees or food. They were bombing.
We hadn't seen lights because it had been cut off. From our vantage point, we could see at least five more planes descending into the valley and drop dozens maybe hundreds of bombs. The city was on fire.
From our tiny spot in the mountain we were witnesses of an invasion, the first of many. Our future was now even bleaker.
martes, 21 de octubre de 2014
Entrevista
1. CAFETERÍA - INT. DÍA
Gabriel (42) está sentado en una mesa, solo. En ese momento se abre la puerta del sitio y es Abel (23) que se acerca y se sienta frente a él.
Gabriel, con un gesto, llama a la mesera.
La señorita mira a Abel.
La señorita asiente y se va. Gabriel saca un cigarrillo pero lo guarda al darse cuenta que está en un lugar público.
Los dos se quedan en silencio hasta que la mujer trae el pedido a la mesa. Gabriel prueba su pastel pero Abel no hace nada. Se ve fastidiado.
Gabriel se incorpora y de su abrigo saca una pequeña grabadora. La enciende.
Abel toma un poco del chocolate. Casi se quema. Sopla un poco e intenta de nuevo. Gabriel toma de su espresso.
Gabriel miró entonces a Abel que partió un trozo de pastel.
Gabriel asiente. Toman y comen un poco más y siguen la entrevista.
Gabriel asiente de nuevo. Termina su espresso y solo le queda un pequeño pedazo de pastel. Lo mismo con Abel.
Abel se ríe.
Gabriel y Abel miran al mismo tiempo a un lado y otro de la mesa. Algunas personas los miran.
Gabriel no responde.
Los dos terminan sus cosas. La mesera viene y deja la cuenta. Gabriel saca la billetera.
Gabriel no responde nada. Abel se pone de pie.
Abel se ríe.
Gabriel se despide de Abel con un apretón de manos. El joven sale de la cafetería. Gabriel saca de su billetera lo necesario y lo pone sobre la cuenta.
Gabriel (42) está sentado en una mesa, solo. En ese momento se abre la puerta del sitio y es Abel (23) que se acerca y se sienta frente a él.
ABEL
Bonito lugar.
GABRIEL
Es una cafetería de cadena. Nada especial.
ABEL
Igual, bonito.
Gabriel, con un gesto, llama a la mesera.
GABRIEL
Quisiera un espresso y una porción de pastel de queso.
ABEL
Mmm... También pastel de queso y de tomar chocolate caliente.
La señorita asiente y se va. Gabriel saca un cigarrillo pero lo guarda al darse cuenta que está en un lugar público.
ABEL
Fuma mucho?
GABRIEL
Algo.
Los dos se quedan en silencio hasta que la mujer trae el pedido a la mesa. Gabriel prueba su pastel pero Abel no hace nada. Se ve fastidiado.
ABEL
Esto no era una entrevista?
GABRIEL
Sí, porque?
ABEL
No se supone que hace preguntas? No tengo todo el tiempo, sabe?
Gabriel se incorpora y de su abrigo saca una pequeña grabadora. La enciende.
GABRIEL
Feliz?
ABEL
No.
GABRIEL
Como empezaste?
ABEL
Bueno, pues me atrajo el dinero fácil. Mi familia tenía dinero,
no eran ricos, pero tenían. No lo hice por necesidad sino por tener dinero.
GABRIEL
Como fue la primera vez?
ABEL
Desagradable hasta que el tipo me pagó.
GABRIEL
Cuanto fue?
ABEL
Unos doscientos cincuenta dólares.
GABRIEL
Eso no es mucho.
ABEL
Para mi lo eran.
Abel toma un poco del chocolate. Casi se quema. Sopla un poco e intenta de nuevo. Gabriel toma de su espresso.
ABEL
Porque el interés?
GABRIEL
Es para un artículo. La prostitución infantil está en boca de todos,
es lo que la gente quiere ver.
ABEL
Es lo que los medios quieren que vean. Y hace mucho no soy un niño.
GABRIEL
Pero empezaste como uno o no ?
ABEL
Supongo, a los dieciséis.
GABRIEL
Que hacías con el dinero?
ABEL
Comprarme ropa o juegos o relojes.
No sé, lo que viera que me gustara.
GABRIEL
Algún cliente que recuerdes?
ABEL
Los recuerdo a todos.
Gabriel miró entonces a Abel que partió un trozo de pastel.
GABRIEL
Alguno en especial?
ABEL
Claro. Un alemán que venía seguido.
No recuerdo el apellido pero el nombre era Max.
Era muy guapo.
GABRIEL
Que recuerdas de él?
ABEL
Me hacía regalos cuando venía. Chocolates, relojes, ...
Me pidió que me fuera con él a Alemania.
GABRIEL
Porque no lo hiciste?
ABEL
Tenía dieciocho e iba a empezar la carrera.
GABRIEL
Que estudiaste?
ABEL
(Masticando pastel)
Comunicación.
Gabriel asiente. Toman y comen un poco más y siguen la entrevista.
GABRIEL
Te gusta el sexo?
ABEL
No lo odio. Hoy en día me da de comer.
GABRIEL
No vives con tus padres?
ABEL
No. Salí de mi casa hace tres años. No terminé la carrera.
Estoy ahorrando para retomarla.
GABRIEL
Entonces el dinero que ganas con clientes es esencial?
ABEL
Claro. No hay trabajo y en eso me pagan.
Que más iba a hacer?
GABRIEL
No has tratado de cambiar de... profesión?
ABEL
No es una profesión, no me dan cartón por comerme a nadie.
Y sí, he tratado pero sin éxito.
GABRIEL
Tus clientes son solo hombres? Porque?
ABEL
Son más fáciles de controlar.
Las mujeres no son lo mío.
Gabriel asiente de nuevo. Termina su espresso y solo le queda un pequeño pedazo de pastel. Lo mismo con Abel.
GABRIEL
Eres feliz?
Abel se ríe.
ABEL
Prefiero no responder preguntas idiotas.
GABRIEL
Pareces contento contigo mismo.
ABEL
No lo soy. De hecho por eso busco dar placer.
Porque así mi apariencia no es importante sino como lo...
Gabriel y Abel miran al mismo tiempo a un lado y otro de la mesa. Algunas personas los miran.
ABEL
Como hago lo que hago.
GABRIEL
Crees que es importante la apariencia?
ABEL
No soy actor porno.
Usted saque las conclusiones.
GABRIEL
No entiendo.
ABEL
Trabajo por debajo, sin que muchos sepan.
Entre menos me noten, mejor.
GABRIEL
Entonces no eres feliz?
ABEL
Nadie lo es o sí? Usted lo es?
Gabriel no responde.
ABEL
Todos queremos más de lo que recibimos. Siempre más.
Nunca estamos felices con nada.
GABRIEL
Entonces piensa hacer esto para siempre?
ABEL
No lo sé. Eso ni idea.
ABEL
Dicen que la esperanza nunca muere, no?
Supongo que debo esperar a ver que pasa.
Gabriel no responde nada. Abel se pone de pie.
ABEL
Me tengo que ir.
GABRIEL
Cliente?
Abel se ríe.
ABEL
No. Tengo que visitar a mi abuela.
Me llama.
Gabriel se despide de Abel con un apretón de manos. El joven sale de la cafetería. Gabriel saca de su billetera lo necesario y lo pone sobre la cuenta.
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lunes, 20 de octubre de 2014
Beauty
Flora Summers was a psychiatrist. She worked in a facility, the biggest in the country, that treats different types of disorders.
She decided to study this field as her grandmother suffered from senile dementia and had died during her last year in high school. She loved grandma and the ineptitude of the people in understanding her condition had been essential in the decisions Flora made from then on.
Now over forty, she married a gynecologist and had a young son. She watched over her mother with great care as the probabilities that she would suffer the same illness her grandma did, were very high.
Everyday, she was in charge of watching over the patients in ward C. In the mornings, she made her rounds, checking them out, talking a bit, watching over their diets and recent behavior. She had lunch in an office with a window towards the patients dining room as she liked to see them in different kind of situations. She thought that was pivotal in understanding their diseases.
One day, she realized Thomas, a patient suffering from depression, had been moved to ward D. Ward D was reserved for those that were deemed "untreatable". She hated to go to that place as the people that attended the patients there were rude and did not treat anyone well.
A week later, Thomas's room was taken over Rudy, another young man. As psychiatrist of the ward, she had to interview the patient so they could now what kind of medication, diet and treatment he should follow.
When he entered her office, she couldn't help being sad: he looked like a ghost, very pale with big dark circles beneath his eyes. He had beautiful eyes, the color of honey. She started by telling him that. She had read he suffered anorexia and depression had already kicked in: he had attempted to kill himself twice.
The boy wasn't very talkative. Not uncommon to be honest, except in those with diseases like persecutory delusion. He looked at his hands all the time, answering only in "yes" or "no" and sometimes just shrugging. When he left, she realized it was yet another one of those cases, the kind you never knew how to solve or how it would end as they depended highly on the patient and their surroundings.
The days passed by and Flora tried harder to make Rudy come out of his shell. She had been sent information about his school and other activities and had even visited his parents. No, she didn't blame them although it was clear he had never felt like he could talk to them, as they only found out about his condition when he committed suicide the second time.
After that, she summoned him every other day to talk and she started, after having read every piece of information, with a blunt question:
- Why did you tried to hang yourself?
This time, he looked at her, nervous.
- I have seen many patients that have attempted to take their own lives but hanging is quite uncommon.
Then he talked, the words just poured out as if she had said a magical word. He told Flora that he wanted people to feel bad for him been dead, even his parents. He wanted all to see him as miserable as he was.
Over the course of many sessions, Rudy told everything the doctor already knew and more. She had learned he was a TV fan, watching all shows and watching all kinds of movies with his friend Robert. He said he loved candy and specially ice cream. Flora told him she could bring her some next time but that threw him over the edge and she had to call a nurse to calm him down and take him to his room.
Rudy was visibly upset by something and had decided not to eat. But what was it? Flora knew that he had a profile in many social networks, that he didn't liked sports and that he had just finished high school. So, what was wrong?
In the next session, Rudy told her he was sorry to have lost his temper but that he didn't like to talk about food. Flora answered they had to, as that seemed to be a part of the problem. She told him he had anorexia and depression, and that the combination was hard to live with.
Flora asked him to give her his hand and, with a bit of hesitation, he did: she pulled up his sleeve and made him look the marks the cuts had left there.
- That was the first time, yes?
He nodded. Next she asked him to take off his shirt and take a look into a mirror on one of the corners of the room.
- What do you see?
He knew what she meant: the skin covering the bones and little more. Rudy did not say a word. He pulled down his shirt and cleaned off a tear from his face.
- Do you see a healthy person or an unhealthy one?
Rudy answered he saw a fat person, a person no one wanted to be with, someone that felt ashamed. Flora told him she was going to change his diet a bit as he needed many vitamins and nutrients to be healthy. He didn't care.
On the weekend, the doctor thought of Rudy while watching her son play in the garden with her husband. She thought of how awful it would be if her son felt like Rudy, misplaced and ugly. She was brought to reality when the phone rang. From outside, her husband watched her cry and went in with their son.
Months later, she continued to work in the facility but had also started a venture of her own: at least once a week, she would visit a school or a college's auditorium and then just talk with young and older teens. Her subject: the destructive beauty standards in our times.
As it happens, the day of Rudy's burial, his parents approached Flora and thanked her for her help. They told her that Rudy wanted to get better but just couldn't. His sister, a young and beautiful twelve year old, talked to her after her parents just couldn't do it anymore. She told Flora they had found things in Rudy's laptop: apparently he had been bullied as he had uploaded pictures all round and he had been attacked for being "ugly".
Even more, he had written somewhere he felt bad because of what he saw all around, the beauty standards that were impossible to follow and that he had felt more and more guilty because he wasn't like everybody else wanted to be.
Now Flora knew why what happened, had taken place. She had decided to make something for her community and started the talks, to teach teenagers not to feel obliged to be something they weren't and to love yourself. She always said "being healthy is not the same as been skinny or muscular. It's about loving your body and doing the best for yourself".
Now, she really felt she was helping people and not only keeping them safe or sane. She thanked Rudy for this and always made sure her son knew he could talk to her.
She decided to study this field as her grandmother suffered from senile dementia and had died during her last year in high school. She loved grandma and the ineptitude of the people in understanding her condition had been essential in the decisions Flora made from then on.
Now over forty, she married a gynecologist and had a young son. She watched over her mother with great care as the probabilities that she would suffer the same illness her grandma did, were very high.
Everyday, she was in charge of watching over the patients in ward C. In the mornings, she made her rounds, checking them out, talking a bit, watching over their diets and recent behavior. She had lunch in an office with a window towards the patients dining room as she liked to see them in different kind of situations. She thought that was pivotal in understanding their diseases.
One day, she realized Thomas, a patient suffering from depression, had been moved to ward D. Ward D was reserved for those that were deemed "untreatable". She hated to go to that place as the people that attended the patients there were rude and did not treat anyone well.
A week later, Thomas's room was taken over Rudy, another young man. As psychiatrist of the ward, she had to interview the patient so they could now what kind of medication, diet and treatment he should follow.
When he entered her office, she couldn't help being sad: he looked like a ghost, very pale with big dark circles beneath his eyes. He had beautiful eyes, the color of honey. She started by telling him that. She had read he suffered anorexia and depression had already kicked in: he had attempted to kill himself twice.
The boy wasn't very talkative. Not uncommon to be honest, except in those with diseases like persecutory delusion. He looked at his hands all the time, answering only in "yes" or "no" and sometimes just shrugging. When he left, she realized it was yet another one of those cases, the kind you never knew how to solve or how it would end as they depended highly on the patient and their surroundings.
The days passed by and Flora tried harder to make Rudy come out of his shell. She had been sent information about his school and other activities and had even visited his parents. No, she didn't blame them although it was clear he had never felt like he could talk to them, as they only found out about his condition when he committed suicide the second time.
After that, she summoned him every other day to talk and she started, after having read every piece of information, with a blunt question:
- Why did you tried to hang yourself?
This time, he looked at her, nervous.
- I have seen many patients that have attempted to take their own lives but hanging is quite uncommon.
Then he talked, the words just poured out as if she had said a magical word. He told Flora that he wanted people to feel bad for him been dead, even his parents. He wanted all to see him as miserable as he was.
Over the course of many sessions, Rudy told everything the doctor already knew and more. She had learned he was a TV fan, watching all shows and watching all kinds of movies with his friend Robert. He said he loved candy and specially ice cream. Flora told him she could bring her some next time but that threw him over the edge and she had to call a nurse to calm him down and take him to his room.
Rudy was visibly upset by something and had decided not to eat. But what was it? Flora knew that he had a profile in many social networks, that he didn't liked sports and that he had just finished high school. So, what was wrong?
In the next session, Rudy told her he was sorry to have lost his temper but that he didn't like to talk about food. Flora answered they had to, as that seemed to be a part of the problem. She told him he had anorexia and depression, and that the combination was hard to live with.
Flora asked him to give her his hand and, with a bit of hesitation, he did: she pulled up his sleeve and made him look the marks the cuts had left there.
- That was the first time, yes?
He nodded. Next she asked him to take off his shirt and take a look into a mirror on one of the corners of the room.
- What do you see?
He knew what she meant: the skin covering the bones and little more. Rudy did not say a word. He pulled down his shirt and cleaned off a tear from his face.
- Do you see a healthy person or an unhealthy one?
Rudy answered he saw a fat person, a person no one wanted to be with, someone that felt ashamed. Flora told him she was going to change his diet a bit as he needed many vitamins and nutrients to be healthy. He didn't care.
On the weekend, the doctor thought of Rudy while watching her son play in the garden with her husband. She thought of how awful it would be if her son felt like Rudy, misplaced and ugly. She was brought to reality when the phone rang. From outside, her husband watched her cry and went in with their son.
Months later, she continued to work in the facility but had also started a venture of her own: at least once a week, she would visit a school or a college's auditorium and then just talk with young and older teens. Her subject: the destructive beauty standards in our times.
As it happens, the day of Rudy's burial, his parents approached Flora and thanked her for her help. They told her that Rudy wanted to get better but just couldn't. His sister, a young and beautiful twelve year old, talked to her after her parents just couldn't do it anymore. She told Flora they had found things in Rudy's laptop: apparently he had been bullied as he had uploaded pictures all round and he had been attacked for being "ugly".
Even more, he had written somewhere he felt bad because of what he saw all around, the beauty standards that were impossible to follow and that he had felt more and more guilty because he wasn't like everybody else wanted to be.
Now Flora knew why what happened, had taken place. She had decided to make something for her community and started the talks, to teach teenagers not to feel obliged to be something they weren't and to love yourself. She always said "being healthy is not the same as been skinny or muscular. It's about loving your body and doing the best for yourself".
Now, she really felt she was helping people and not only keeping them safe or sane. She thanked Rudy for this and always made sure her son knew he could talk to her.
domingo, 19 de octubre de 2014
Ricardo Villamil
La leyenda cuenta que Ricardo Villamil fue uno de los miles de hijos de españoles con indigenas. Aunque lo poco común era que su padre era indígena y su madre española. El padre había sido el jefe de su tribu y la mujer era hija de un comerciante de especias, más que todo exportando clavo y canela.
Pero este no era el aspecto que todos recordaban de Ricardo. La historia que todos conocían, y algunos todavía recuerdan, es la de su expedición al interior del país, en ese tiempo poco explorado, con uno que otro asentamiento, casi siempre un caserío de mala muerte.
La idea de Ricardo era aumentar el poder de la empresa que iba a heredar de su abuelo. Siendo su único descendiente, no podía negarse a dejarle hasta el último centavo y cada papel con su firma para que la empresa siguiera existiendo. Conociendo al viejo avaro que era su abuelo, sabía que nunca sería capaz de dejar derrumbar su imperio, que él mismo había heredado de sus ascendientes.
Ricardo había llegado en cuestión de dos semanas, casi un record en la época, al borde de la llanura, donde empezaba la jungla espesa y los mitos más locos sobre la tierra desconocida. Eso, francamente, no le interesaba. En el camino fue formando su equipo hasta encontrar 20 hombres dispuestos a adentrarse con él en la selva.
También viajaba con ellos una cocinera negra, que él conocía hacía años. La había convencido diciéndole que todos dependerían de ella para comer comida real y no porquerías de la selva. La idea del viaje no le importaba, solo nutrir a los demás.
Y así llegaron al borde de la selva y se abastecieron de comida, armas y demás cosas que pudieran necesitar. Se hicieron al río en una gran embarcación y siguieron el curso fluvial por kilómetros y kilómetros.
Para Ricardo este tramo del viaje fue el más tedioso ya que tenía que esperar y esperar. No había nada más que hacer sino repasar planos pasados, informes de tribus autóctonas y avisos de exploradores y otros personajes que frecuentaban la selva para conseguir comida.
Ya conocía de memoria las leyendas: una mujer que buscaba a sus niños matando hombres perdidos, el hombre que era jaguar o caimán o un oso y, por supuesto, la gran ciudad pérdida que muchos decían que existía pero que nadie vivo podía decir que había visitado.
En la travesía por el río pararon algunas veces, recolectando frutas, hierbas y cortezas de árboles. Todo podía servir. La idea era volver con todo a la costa y allí ver que se podía hacer con cada material. Al fin y al cabo allí estaban los equipos científicos necesarios para saber de que estaban hechos los materiales.
En el bote tenía una cabina para él solo y allí un cofre donde guardaba todo. Ya ansiaba volver, a pesar de no haber llegado al lugar donde muchos reclamaban haber visto poderosos animales y plantas exóticas. Extrañaba a sus padres, que ahora tenían el peso de la empresa encima.
A veces pensaba que los tiempos estaban cambiando y su familia era ahora menos discriminada pero sabía que el mundo no era así, era cruel y duro. Lo había notado cuando había cortejado a una joven dama hija de comerciantes de pieles. Ella misma le dijo que no podía dejar que la vieran con él.
Y así ocurrió con otras más hasta que se cansó y decidió montar la expedición. Era un viaje necesario para el negocio, pero también era una oportunidad perfecta para escapar de todo un tiempo, ver otros espacios, y encontrarse un poco en un mundo que no estaba hecho para él.
Un buen día desde el bote pudieron ver montañas, más bien montes por su altura, y tenían formas extrañas. Eran mucho más altas que la planicie de la selva y era planas por encima. Algunas tenían los costados en pendiente brusca y otros eran más suaves.
Unos pocos se quedaron para resguardar el bote, entre ellos la cocinera que dijo que no le interesaba ir a escalar pero que le trajeran carne roja para las comidas de los próximos días.
Ricardo se armó con un fusil y varias bolsas de piel de panza de oveja, ideales para guardar las preciosas plantas que encontraría. Dejaron las colinas para el último día y se dedicaron a buscar por entre los montes y las cuevas. Encontraron bastantes animales salvajes que, después del primer día, se mantuvieron al margen de los extraños.
En el tercer día encontraron las ruinas de lo que parecía un pueblo o un asentamiento. Habían círculos de rocas, claramente las bases de casas. Había también un rectángulo gigante de piedras y, a un lado del pueblo, varios montículos con piedras alargadas clavadas encima. Todas tenían caras talladas, cada una diferente a la otra.
Ricardo y otros calcaron los rostros e hicieron dibujos. Esto les tomó demasiado tiempo por lo que tuvieron que acampar esa noche allí. Ricardo no podía dormir. Se sentó sobre su cobija y escuchó la jungla: ruidos de monos, un rugido en la lejanía y, entonces, una canción. La escuchó por varios minutos hasta que la aprendió.
Al otro día le preguntó a la cocinera que hacía cantando en la noche y ella le dijo que jamás cantaba, no desde la muerte de su hijo. Además, había dormido desde temprano. Ricardo se extrañó pero no prosiguió la conversación. Era el penúltimo día y decidieron explorar una cueva grande que habían visto.
Los hombres entraron primero y espantaron a los murciélagos. La cueva brillaba en la oscuridad y no había mucho más que ver hasta que se adentraron en la roca y encontraron un recinto que parecía natural y, a la vez, se notaba la presencia humana. Había dibujos por todos lados y más piedras con caras. En la roca había hoyos, seguramente para antorchas o algún tipo de fuego.
Y allí escuchó de nuevo la canción. No sabía de donde provenía pero la voz era femenina, sin duda. Cuando le preguntó a los demás si escuchaban la canción, le dijeron que no sabían de que estaba hablando.
El último día subieron a uno de los montes. Escalaron con dificultad, casi cayendo al vacío varias veces. Pero había dos hombres experimentados y ayudaron al resto. Solo ocho subieron y exploraron uno de los montes. La vista era hermosa: la selva parecía una enorme alfombra de la que solo sobresalían montes como en el que estaban ahora y otras formaciones más oscuras, a lo lejos.
Y entonces uno de los hombres gritó y todos fueron con él. Había encontrado otro circulo de rocas con caras y, en el centro, había un montículo de tierra: era un entierro. Lo más extraño es que este entierro tenía una lapida y la inscripción estaba en números y alfabeto romanos. La enterrada era una mujer, europea por el nombre, muerta hacía unos cien años. Imposible, parecía.
Entonces se escuchó la alarma del barco que consistía en golpear un plato de metal. Algo malo ocurría. Ricardo supo entonces que no regresaría pronto a su hogar.
Pero este no era el aspecto que todos recordaban de Ricardo. La historia que todos conocían, y algunos todavía recuerdan, es la de su expedición al interior del país, en ese tiempo poco explorado, con uno que otro asentamiento, casi siempre un caserío de mala muerte.
La idea de Ricardo era aumentar el poder de la empresa que iba a heredar de su abuelo. Siendo su único descendiente, no podía negarse a dejarle hasta el último centavo y cada papel con su firma para que la empresa siguiera existiendo. Conociendo al viejo avaro que era su abuelo, sabía que nunca sería capaz de dejar derrumbar su imperio, que él mismo había heredado de sus ascendientes.
Ricardo había llegado en cuestión de dos semanas, casi un record en la época, al borde de la llanura, donde empezaba la jungla espesa y los mitos más locos sobre la tierra desconocida. Eso, francamente, no le interesaba. En el camino fue formando su equipo hasta encontrar 20 hombres dispuestos a adentrarse con él en la selva.
También viajaba con ellos una cocinera negra, que él conocía hacía años. La había convencido diciéndole que todos dependerían de ella para comer comida real y no porquerías de la selva. La idea del viaje no le importaba, solo nutrir a los demás.
Y así llegaron al borde de la selva y se abastecieron de comida, armas y demás cosas que pudieran necesitar. Se hicieron al río en una gran embarcación y siguieron el curso fluvial por kilómetros y kilómetros.
Para Ricardo este tramo del viaje fue el más tedioso ya que tenía que esperar y esperar. No había nada más que hacer sino repasar planos pasados, informes de tribus autóctonas y avisos de exploradores y otros personajes que frecuentaban la selva para conseguir comida.
Ya conocía de memoria las leyendas: una mujer que buscaba a sus niños matando hombres perdidos, el hombre que era jaguar o caimán o un oso y, por supuesto, la gran ciudad pérdida que muchos decían que existía pero que nadie vivo podía decir que había visitado.
En la travesía por el río pararon algunas veces, recolectando frutas, hierbas y cortezas de árboles. Todo podía servir. La idea era volver con todo a la costa y allí ver que se podía hacer con cada material. Al fin y al cabo allí estaban los equipos científicos necesarios para saber de que estaban hechos los materiales.
En el bote tenía una cabina para él solo y allí un cofre donde guardaba todo. Ya ansiaba volver, a pesar de no haber llegado al lugar donde muchos reclamaban haber visto poderosos animales y plantas exóticas. Extrañaba a sus padres, que ahora tenían el peso de la empresa encima.
A veces pensaba que los tiempos estaban cambiando y su familia era ahora menos discriminada pero sabía que el mundo no era así, era cruel y duro. Lo había notado cuando había cortejado a una joven dama hija de comerciantes de pieles. Ella misma le dijo que no podía dejar que la vieran con él.
Y así ocurrió con otras más hasta que se cansó y decidió montar la expedición. Era un viaje necesario para el negocio, pero también era una oportunidad perfecta para escapar de todo un tiempo, ver otros espacios, y encontrarse un poco en un mundo que no estaba hecho para él.
Un buen día desde el bote pudieron ver montañas, más bien montes por su altura, y tenían formas extrañas. Eran mucho más altas que la planicie de la selva y era planas por encima. Algunas tenían los costados en pendiente brusca y otros eran más suaves.
Unos pocos se quedaron para resguardar el bote, entre ellos la cocinera que dijo que no le interesaba ir a escalar pero que le trajeran carne roja para las comidas de los próximos días.
Ricardo se armó con un fusil y varias bolsas de piel de panza de oveja, ideales para guardar las preciosas plantas que encontraría. Dejaron las colinas para el último día y se dedicaron a buscar por entre los montes y las cuevas. Encontraron bastantes animales salvajes que, después del primer día, se mantuvieron al margen de los extraños.
En el tercer día encontraron las ruinas de lo que parecía un pueblo o un asentamiento. Habían círculos de rocas, claramente las bases de casas. Había también un rectángulo gigante de piedras y, a un lado del pueblo, varios montículos con piedras alargadas clavadas encima. Todas tenían caras talladas, cada una diferente a la otra.
Ricardo y otros calcaron los rostros e hicieron dibujos. Esto les tomó demasiado tiempo por lo que tuvieron que acampar esa noche allí. Ricardo no podía dormir. Se sentó sobre su cobija y escuchó la jungla: ruidos de monos, un rugido en la lejanía y, entonces, una canción. La escuchó por varios minutos hasta que la aprendió.
Al otro día le preguntó a la cocinera que hacía cantando en la noche y ella le dijo que jamás cantaba, no desde la muerte de su hijo. Además, había dormido desde temprano. Ricardo se extrañó pero no prosiguió la conversación. Era el penúltimo día y decidieron explorar una cueva grande que habían visto.
Los hombres entraron primero y espantaron a los murciélagos. La cueva brillaba en la oscuridad y no había mucho más que ver hasta que se adentraron en la roca y encontraron un recinto que parecía natural y, a la vez, se notaba la presencia humana. Había dibujos por todos lados y más piedras con caras. En la roca había hoyos, seguramente para antorchas o algún tipo de fuego.
Y allí escuchó de nuevo la canción. No sabía de donde provenía pero la voz era femenina, sin duda. Cuando le preguntó a los demás si escuchaban la canción, le dijeron que no sabían de que estaba hablando.
El último día subieron a uno de los montes. Escalaron con dificultad, casi cayendo al vacío varias veces. Pero había dos hombres experimentados y ayudaron al resto. Solo ocho subieron y exploraron uno de los montes. La vista era hermosa: la selva parecía una enorme alfombra de la que solo sobresalían montes como en el que estaban ahora y otras formaciones más oscuras, a lo lejos.
Y entonces uno de los hombres gritó y todos fueron con él. Había encontrado otro circulo de rocas con caras y, en el centro, había un montículo de tierra: era un entierro. Lo más extraño es que este entierro tenía una lapida y la inscripción estaba en números y alfabeto romanos. La enterrada era una mujer, europea por el nombre, muerta hacía unos cien años. Imposible, parecía.
Entonces se escuchó la alarma del barco que consistía en golpear un plato de metal. Algo malo ocurría. Ricardo supo entonces que no regresaría pronto a su hogar.
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sábado, 18 de octubre de 2014
Life's surprises
After walking for a long time, my feet had started to complain. My legs were starting to stop working correctly too and, quite frankly, I was dying of thirst. Not just for walking more than 10 kilometers but because I had decided to wear a winter coat, thinking it was kinda windy.
Anyhow, I had arrived to a neighborhood I didn't really know although a friend of mine lived fairly close. I saw a strip mall across the street and decided to explore the place.
It was not a big place but had a lot of stores and bars and even a multiplex on the second floor. I had no intention of watching a movie, and also no money. I just wanted to have a drink an watch people go by. I would think about how to get back home later.
Finally, I found a coffeeshop. They had many types of smoothies with multiple flavors and additions but I have always hated places with far too many choices. I was thirsty. So I bought a simple passion fruit smoothie, just fruit and ice, nothing else. After paying, I chose a sit outside the place to check my cellphone and drink my juice. But I didn't.
I should feel ashamed o something but I didn't then and don't now. The reason I didn't check my phone was that I saw a guy, a very handsome one, cute if you like the word. He was sitting there with a male friend. I drank my juice as I heard what they were talking about.
Surprise: the subject was a girl. Ok. Hope she is cute as well at least. I know, nasty thing to think but, haven't we all done it? It's not that everything is about how you look but it would be a lie to say we only fall in love with our feelings. We all need something more earthly.
Anyway, the friend left and five minutes after the girl, I suppose she was the one they were talking about, arrived. She was not my type, that is if I had one, but she wasn't bad altogether. He kissed her on the cheek and she sat down. He offered to buy her a drink and she complied, asking for a cappuccino. He rushed inside, happy that she had agreed.
That's a don't guys. Girls are not really into guys that do things so easily. They are just to easy and most girls, not all, are into someone a little more layered, typically complicated. Alert for girls too: don't be to picky. You're not all prizes. Nasty? Not sorry.
Anyway the guy came back with the drink and the girl started a long and uninteresting one person conversation about her friends, and how one of them was marrying and all the details about the engagement. The guy faked being interested but it was obvious he was interested in her liking him, not much more.
Ok. I'm not saying he's looking for sex. Although most guys do, gays or straights, many other are looking for meaningful relationships. The bad thing is that those guys are scarce and they are usually found by bitches. Yes, that is the word.
She then started asking him about babies and marriage. From what I could understand and see, they were younger than me, possibly in their first semesters in college. The guy just asked her what she liked and she keep on going, like a parrot. Never mind being ugly, if you just cannot stop talking, you're less appealing than an Arctic walrus.
I stood up to leave but my legs trembled and my feet hurt like hell. And I hadn't figured out how to get back home so I just wen back inside and bought another smoothie, an orange one. I came back to my table and realized it was five in the afternoon. I had to go back before sundown, or traffic would never let me leave.
Time had passed and I did not realize the couple was now arguing. What had I missed? More babies? A car? Whatever it was, the girl was pissed and, good for him, the guy took a stand. For what I could hear, he told her he was sick of going out with her friends. He said he would always go to expensive places with her, places he didn't even like, just to please her. And always with a bunch of people he didn't even like.
She bursted into tears and, not only me, but everyone around was looking at them. She said that her friends were her life and that it was hard that he didn't like them. And then she added something that made me laugh, loud: "Sometimes I thing you just like me for my looks".
Now people looked at me. I faked reading something hilarious on my phone so people wouldn't stare and some did look the other way. He didn't. And my face turned into a red fleshy thing. I hated people when they stared that way, not angry but just, looking.
Their argument went on until the girl just stood up and left, without saying one more word. Fast enough, she grabbed her phone and called someone. A friend or a rebound guy? Who knows...
I finished my second smoothie and really felt like peeing. Besides it was late. On my wait to the restroom I confirmed on the phone that only one bus line passing nearby would take me home. So I went to the urinals, thinking about how much time it might take to get home.
Then he, the guy in the coffeeshop entered. I went to wash my hands and he did the same, washing his face slowly. I then dried my hands in the machine and was about to leave when I heard him saying: "She's not that pretty, is she?".
I turned into stone for a moment. No one had ever come to me and talked, just like that. It was really strange.
"Pretty maybe. Empty, for sure". Now he laughed and I smiled. I told him that, by the looks of it all, he was better off without her. He didn't answer. I said I had to go but then he did something guys do when they are really affected by someone: he asked me to go with him for a beer.
I refused. Surely he had friends to do that but he answered they had all taken sides and that he didn't wanted to discuss it further. He just wanted to drink and talk about whatever.
And so we did. Needless to say, I still talk to him and we have become the best friends... No, I'm lying. That's not exactly what happened. But let's just say he's fairly close and we still laugh about that day.
Anyhow, I had arrived to a neighborhood I didn't really know although a friend of mine lived fairly close. I saw a strip mall across the street and decided to explore the place.
It was not a big place but had a lot of stores and bars and even a multiplex on the second floor. I had no intention of watching a movie, and also no money. I just wanted to have a drink an watch people go by. I would think about how to get back home later.
Finally, I found a coffeeshop. They had many types of smoothies with multiple flavors and additions but I have always hated places with far too many choices. I was thirsty. So I bought a simple passion fruit smoothie, just fruit and ice, nothing else. After paying, I chose a sit outside the place to check my cellphone and drink my juice. But I didn't.
I should feel ashamed o something but I didn't then and don't now. The reason I didn't check my phone was that I saw a guy, a very handsome one, cute if you like the word. He was sitting there with a male friend. I drank my juice as I heard what they were talking about.
Surprise: the subject was a girl. Ok. Hope she is cute as well at least. I know, nasty thing to think but, haven't we all done it? It's not that everything is about how you look but it would be a lie to say we only fall in love with our feelings. We all need something more earthly.
Anyway, the friend left and five minutes after the girl, I suppose she was the one they were talking about, arrived. She was not my type, that is if I had one, but she wasn't bad altogether. He kissed her on the cheek and she sat down. He offered to buy her a drink and she complied, asking for a cappuccino. He rushed inside, happy that she had agreed.
That's a don't guys. Girls are not really into guys that do things so easily. They are just to easy and most girls, not all, are into someone a little more layered, typically complicated. Alert for girls too: don't be to picky. You're not all prizes. Nasty? Not sorry.
Anyway the guy came back with the drink and the girl started a long and uninteresting one person conversation about her friends, and how one of them was marrying and all the details about the engagement. The guy faked being interested but it was obvious he was interested in her liking him, not much more.
Ok. I'm not saying he's looking for sex. Although most guys do, gays or straights, many other are looking for meaningful relationships. The bad thing is that those guys are scarce and they are usually found by bitches. Yes, that is the word.
She then started asking him about babies and marriage. From what I could understand and see, they were younger than me, possibly in their first semesters in college. The guy just asked her what she liked and she keep on going, like a parrot. Never mind being ugly, if you just cannot stop talking, you're less appealing than an Arctic walrus.
I stood up to leave but my legs trembled and my feet hurt like hell. And I hadn't figured out how to get back home so I just wen back inside and bought another smoothie, an orange one. I came back to my table and realized it was five in the afternoon. I had to go back before sundown, or traffic would never let me leave.
Time had passed and I did not realize the couple was now arguing. What had I missed? More babies? A car? Whatever it was, the girl was pissed and, good for him, the guy took a stand. For what I could hear, he told her he was sick of going out with her friends. He said he would always go to expensive places with her, places he didn't even like, just to please her. And always with a bunch of people he didn't even like.
She bursted into tears and, not only me, but everyone around was looking at them. She said that her friends were her life and that it was hard that he didn't like them. And then she added something that made me laugh, loud: "Sometimes I thing you just like me for my looks".
Now people looked at me. I faked reading something hilarious on my phone so people wouldn't stare and some did look the other way. He didn't. And my face turned into a red fleshy thing. I hated people when they stared that way, not angry but just, looking.
Their argument went on until the girl just stood up and left, without saying one more word. Fast enough, she grabbed her phone and called someone. A friend or a rebound guy? Who knows...
I finished my second smoothie and really felt like peeing. Besides it was late. On my wait to the restroom I confirmed on the phone that only one bus line passing nearby would take me home. So I went to the urinals, thinking about how much time it might take to get home.
Then he, the guy in the coffeeshop entered. I went to wash my hands and he did the same, washing his face slowly. I then dried my hands in the machine and was about to leave when I heard him saying: "She's not that pretty, is she?".
I turned into stone for a moment. No one had ever come to me and talked, just like that. It was really strange.
"Pretty maybe. Empty, for sure". Now he laughed and I smiled. I told him that, by the looks of it all, he was better off without her. He didn't answer. I said I had to go but then he did something guys do when they are really affected by someone: he asked me to go with him for a beer.
I refused. Surely he had friends to do that but he answered they had all taken sides and that he didn't wanted to discuss it further. He just wanted to drink and talk about whatever.
And so we did. Needless to say, I still talk to him and we have become the best friends... No, I'm lying. That's not exactly what happened. But let's just say he's fairly close and we still laugh about that day.
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viernes, 17 de octubre de 2014
Sex Shop
- Tienes que trabajar. O estudias o trabajas. Así de fácil.
Tan claro lo había dicho la madre de Alicia, que no había manera de pelearle nada. Su indecisión por elegir una carrera adecuada, sumado eso al hecho de que no había mucho dinero para estudios, había sido una carga pasada para la joven de 18 años.
Sus padres ya estaban hartos de verla por ahí en la casa, "haciendo nada" como ellos decían, y le habían llamado la atención dándole un ultimatum.
No tenía todavía ni idea que quería estudiar. Había mucho de donde elegir pero nada que la apasionara. De hecho no entendía bien el significado de esa palabra. No sentía nada así por nada ni por nadie. Pensaba que seguro sería algo interesante y bonito, pero no lo sentía y cuando no se siente algo, no aparece por simple voluntad. Hay que esperar.
La opción de buscar trabajo parecía, de algún modo, más sencilla que la de buscar una carrera que le gustara en serio. Buscó y buscó por los clasificados. Cada día que compraba el periódico para su jubilado padre, tomaba la sección de su interés y resaltaba los trabajos que resultaran atractivos.
Resultaba que para todo, hoy en día, había que tener especialización, saber inglés y tener maestría y doctorado. Lo pedían hasta para atender en centros de llamadas, llamadas de países hispanohablantes. Simplemente ridículo.
Envió su hoja de vida a cuanta empresa encontró, describiendo sus cualidades y don de gentes, pero esto no parecía tener efecto.
Ahora su único desahogo, sus amigas, se había convertido en algo fastidioso. Siempre que quedaban para verse, hablaban de los maravillosos trabajos, lo ocupadas que estaban y los proyectos que tenían en el corto plazo para el dinero que estaban ganando. Alicia solo sonreía y trataba de cambiar el tema a algo más banal pero siempre volvían a lo mismo.
Un buen día, salió a caminar. Estaba harta de la casa y había decidido salir por ahí a despejar la mente. Caminó por una avenida con bastante comercio que quedaba cerca a su hogar. Había bastantes personas yendo y viniendo, olor a comida y personas contentas. Ella no lo estaba.
Después de caminar un buen rato, se detuvo frente a un local grande pero con las ventanas tapadas con un velo rojo. No se podía ver hacia adentro. El sitio no tenía letrero que dijera que había dentro pero Alicia podía ver luces adentro y sombras.
Se acercó a la puerta y allí vio algo inesperado: había una hoja pegada en la puerta. Solicitaban empleado de tiempo completo pero no detallaban en que consistía el trabajo. Alicia pensó que habiendo gastado todos los cartuchos, cualquier cosa podía ser opción. Empujó la puerta y entró.
El lugar tenía una luz roja bastante fuerte y el ambiente se sentía pesado, como si se pudiera sentir en los hombros. Frente a la chica, había unas cinco filas, paralelas, de estantes llenos de películas. Y ahí entendió que clase de tienda era. Viendo que al fondo había un mostrador, atravesó uno de los pasillos para llegar. Era la sección de "Asiaticas" y "Latinas". Trató de no mirar detalladamente las carátulas de los estuches porque si lo hacía seguramente reiría, como siempre le pasaba cuando se ponía nerviosa.
Llegó al mostrador. Allí estaba Miguel, sentado sobre una silla alta, leyendo una revista. Alicia se aclaró la garganta. El chico, algo mayor que ella, la miró.
- Hola.
- Hola.
- Ehm... Vengo por el aviso... El de la puerta.
- Ah...
El chico se puso de pie, le hizo una seña a Alicia para que lo siguiera y atravesó una cortina de cuentas rojas. La joven lo siguió algo nerviosa. Había cabinas por ese pasillo pero por los sonidos dudaba que fueran para llamar por teléfono. Al final del corredor había una puerta que Miguel abrió con una llave de seguridad.
Al otro lado había una casa, común y corriente. Parecida a todas las otras que había en el barrio. Bien iluminada y con escalera en espiral.
- Espera aquí.
Miguel subió dejando a Alicia atrás. De pronto, se le ocurrió la idea de que podría ser que estuvieran buscando chicas para desnudarse o algo por el estilo. Y sus manos empezaron a sudar y quiso irse pero la puerta estaba cerrada y no sabía por donde más salir de allí. Muy tarde, se oían pasos bajar.
Era un hombre parecido a Miguel, que venía detrás. Era gordo y bonachón, algo calvo.
- Mucho gusto. Alfredo Prada, como la ropa.
- Alicia García.
- Vienes entonces por el trabajo?
- Sí pero...
- Tranquila, no hay nada de que preocuparse. Ven.
Siguieran a un estudio y allí se sentaron los tres. Miguel no decía nada. Su padre empezó a hablar y le explicó a Alicia que necesitaban un empleado para la tienda, ya que solo eran tres personas en el momento.
La joven iba a hablar pero el señor le dijo que sus obligaciones serían de aseo, arreglar los videos, atender a la gente y tal vez cobrar. Alicia estaba evidentemente aliviada y Alfredo lo notó.
- Es que pensaba que... necesitaban chicas para...
No completó la frase pero Alfredo igual rió y Miguel le sonrió. No contrataban chicas en el sitio. Le explicaron que solo era una tienda de videos y accesorios sexuales y que ofrecían a los clientes la posibilidad de ver las películas en el sitio. Nada más.
Volvieron luego a la tienda y le mostraron todo: las filas de películas y los estantes donde exponían los accesorios a la venta. Desde esposas hasta disfraces. Alicia, extrañamente, sintió curiosidad y empezó a querer saber más. Esto le gustó a Alfredo y la contrató, sin pedir hoja de vida ni nada más.
Y así fue como Alicia empezó a trabajar en un "sex shop", sin decirle a sus padres. Le había dicho que era una tienda de ropa en el centro para que nunca fueran a verla trabajar ni nada parecido.
Se hizo amiga de Miguel, que resultaba ser un músico empedernido. Había estudiado piano cuando pequeño y ahora iba a clases de canto y guitarra. El señor Alfredo era un amor de persona, siempre le invitaba a comer con su familia y la consideraba de sus mejores adquisiciones para la tienda. También conoció a Mireya, la mamá de Miguel y esposa de Alfredo. Una mujer grande en todo sentido, igual de amable que su esposo. Todo era perfecto.
Tanto así, que empezó a darle ideas a Alfredo, cuando llegaba la hora de cerrar. Con la ayuda de Alicia, la tienda cambió la iluminación por una menos "agresiva" así como la vitrina. No ponían vibradores o películas allí pero sí disfraces y accesorios inofensivos. Esto atrajo nueva clientela, sobre todo de parejas que buscaban darle un giro a sus relaciones.
Tuvieron también la idea de cambiar el tipo de estantes para generar más espacio y también se sumaron nuevas categorías para atraer más público. Todo tipo de película XXX estaba en la tienda e hicieron tratos con los mejores proveedores.
Un año después, convenció a don Alfredo de poner una sucursal en la zona "alternativa" de la ciudad. Las ventas iban por los cielos y la gente los seguía en todas las redes sociales. Esta colaboración también había resultado en una relación estable entra la joven y Miguel. Se entendían y compartían gustos.
Alicia, la chica que no sabía que hacer con su vida, encontró entonces una pasión. Tal vez una poco común pero era suya y nadie se lo podría arrebatar nunca.
Tan claro lo había dicho la madre de Alicia, que no había manera de pelearle nada. Su indecisión por elegir una carrera adecuada, sumado eso al hecho de que no había mucho dinero para estudios, había sido una carga pasada para la joven de 18 años.
Sus padres ya estaban hartos de verla por ahí en la casa, "haciendo nada" como ellos decían, y le habían llamado la atención dándole un ultimatum.
No tenía todavía ni idea que quería estudiar. Había mucho de donde elegir pero nada que la apasionara. De hecho no entendía bien el significado de esa palabra. No sentía nada así por nada ni por nadie. Pensaba que seguro sería algo interesante y bonito, pero no lo sentía y cuando no se siente algo, no aparece por simple voluntad. Hay que esperar.
La opción de buscar trabajo parecía, de algún modo, más sencilla que la de buscar una carrera que le gustara en serio. Buscó y buscó por los clasificados. Cada día que compraba el periódico para su jubilado padre, tomaba la sección de su interés y resaltaba los trabajos que resultaran atractivos.
Resultaba que para todo, hoy en día, había que tener especialización, saber inglés y tener maestría y doctorado. Lo pedían hasta para atender en centros de llamadas, llamadas de países hispanohablantes. Simplemente ridículo.
Envió su hoja de vida a cuanta empresa encontró, describiendo sus cualidades y don de gentes, pero esto no parecía tener efecto.
Ahora su único desahogo, sus amigas, se había convertido en algo fastidioso. Siempre que quedaban para verse, hablaban de los maravillosos trabajos, lo ocupadas que estaban y los proyectos que tenían en el corto plazo para el dinero que estaban ganando. Alicia solo sonreía y trataba de cambiar el tema a algo más banal pero siempre volvían a lo mismo.
Un buen día, salió a caminar. Estaba harta de la casa y había decidido salir por ahí a despejar la mente. Caminó por una avenida con bastante comercio que quedaba cerca a su hogar. Había bastantes personas yendo y viniendo, olor a comida y personas contentas. Ella no lo estaba.
Después de caminar un buen rato, se detuvo frente a un local grande pero con las ventanas tapadas con un velo rojo. No se podía ver hacia adentro. El sitio no tenía letrero que dijera que había dentro pero Alicia podía ver luces adentro y sombras.
Se acercó a la puerta y allí vio algo inesperado: había una hoja pegada en la puerta. Solicitaban empleado de tiempo completo pero no detallaban en que consistía el trabajo. Alicia pensó que habiendo gastado todos los cartuchos, cualquier cosa podía ser opción. Empujó la puerta y entró.
El lugar tenía una luz roja bastante fuerte y el ambiente se sentía pesado, como si se pudiera sentir en los hombros. Frente a la chica, había unas cinco filas, paralelas, de estantes llenos de películas. Y ahí entendió que clase de tienda era. Viendo que al fondo había un mostrador, atravesó uno de los pasillos para llegar. Era la sección de "Asiaticas" y "Latinas". Trató de no mirar detalladamente las carátulas de los estuches porque si lo hacía seguramente reiría, como siempre le pasaba cuando se ponía nerviosa.
Llegó al mostrador. Allí estaba Miguel, sentado sobre una silla alta, leyendo una revista. Alicia se aclaró la garganta. El chico, algo mayor que ella, la miró.
- Hola.
- Hola.
- Ehm... Vengo por el aviso... El de la puerta.
- Ah...
El chico se puso de pie, le hizo una seña a Alicia para que lo siguiera y atravesó una cortina de cuentas rojas. La joven lo siguió algo nerviosa. Había cabinas por ese pasillo pero por los sonidos dudaba que fueran para llamar por teléfono. Al final del corredor había una puerta que Miguel abrió con una llave de seguridad.
Al otro lado había una casa, común y corriente. Parecida a todas las otras que había en el barrio. Bien iluminada y con escalera en espiral.
- Espera aquí.
Miguel subió dejando a Alicia atrás. De pronto, se le ocurrió la idea de que podría ser que estuvieran buscando chicas para desnudarse o algo por el estilo. Y sus manos empezaron a sudar y quiso irse pero la puerta estaba cerrada y no sabía por donde más salir de allí. Muy tarde, se oían pasos bajar.
Era un hombre parecido a Miguel, que venía detrás. Era gordo y bonachón, algo calvo.
- Mucho gusto. Alfredo Prada, como la ropa.
- Alicia García.
- Vienes entonces por el trabajo?
- Sí pero...
- Tranquila, no hay nada de que preocuparse. Ven.
Siguieran a un estudio y allí se sentaron los tres. Miguel no decía nada. Su padre empezó a hablar y le explicó a Alicia que necesitaban un empleado para la tienda, ya que solo eran tres personas en el momento.
La joven iba a hablar pero el señor le dijo que sus obligaciones serían de aseo, arreglar los videos, atender a la gente y tal vez cobrar. Alicia estaba evidentemente aliviada y Alfredo lo notó.
- Es que pensaba que... necesitaban chicas para...
No completó la frase pero Alfredo igual rió y Miguel le sonrió. No contrataban chicas en el sitio. Le explicaron que solo era una tienda de videos y accesorios sexuales y que ofrecían a los clientes la posibilidad de ver las películas en el sitio. Nada más.
Volvieron luego a la tienda y le mostraron todo: las filas de películas y los estantes donde exponían los accesorios a la venta. Desde esposas hasta disfraces. Alicia, extrañamente, sintió curiosidad y empezó a querer saber más. Esto le gustó a Alfredo y la contrató, sin pedir hoja de vida ni nada más.
Y así fue como Alicia empezó a trabajar en un "sex shop", sin decirle a sus padres. Le había dicho que era una tienda de ropa en el centro para que nunca fueran a verla trabajar ni nada parecido.
Se hizo amiga de Miguel, que resultaba ser un músico empedernido. Había estudiado piano cuando pequeño y ahora iba a clases de canto y guitarra. El señor Alfredo era un amor de persona, siempre le invitaba a comer con su familia y la consideraba de sus mejores adquisiciones para la tienda. También conoció a Mireya, la mamá de Miguel y esposa de Alfredo. Una mujer grande en todo sentido, igual de amable que su esposo. Todo era perfecto.
Tanto así, que empezó a darle ideas a Alfredo, cuando llegaba la hora de cerrar. Con la ayuda de Alicia, la tienda cambió la iluminación por una menos "agresiva" así como la vitrina. No ponían vibradores o películas allí pero sí disfraces y accesorios inofensivos. Esto atrajo nueva clientela, sobre todo de parejas que buscaban darle un giro a sus relaciones.
Tuvieron también la idea de cambiar el tipo de estantes para generar más espacio y también se sumaron nuevas categorías para atraer más público. Todo tipo de película XXX estaba en la tienda e hicieron tratos con los mejores proveedores.
Un año después, convenció a don Alfredo de poner una sucursal en la zona "alternativa" de la ciudad. Las ventas iban por los cielos y la gente los seguía en todas las redes sociales. Esta colaboración también había resultado en una relación estable entra la joven y Miguel. Se entendían y compartían gustos.
Alicia, la chica que no sabía que hacer con su vida, encontró entonces una pasión. Tal vez una poco común pero era suya y nadie se lo podría arrebatar nunca.
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