Todas las mañanas toma algo de leche y come su concentrado, como cualquier otro gato. Y, también como muchos otros gatos, sale por la ventana y se pierde por horas y horas. No lo hace todos los días. Es casi como si supiera que su dueño se preocupa por él.
Su primera parada suele ser el apartamento de la señora Flores. La pobre señora Flores es casi ciega, aunque eso no sorprende a los 83 años. Es una mujer muy dulce. Vive sola. Su marido murió hace ya cinco años y lo primero que hace al levantarse es observar la foto del joven apuesto e inteligente que conoció alguna vez en una parada de bus. Era tan galante que no tuvo ningún reparo en enamorarse perdidamente de él.
Después la señora toma su desayuno y suele ser a esa hora que llega el gato negro y blanco. La señora Flores se asegura de siempre dejar una ventana abierta para él y él sabe que la mujer siempre le tendrá un plato de leche fresca, su segundo del día y de la hora.
Allí permanece por algunas horas. La mujer disfruta de verlo comer o le acaricia la cabeza mientras ve algo de televisión. El gato le recuerda a un perrito que tuvo cuando niña y como le gustaba acariciarlo para tranquilizarse. Era una niña avanzada para su edad pero sus padres nunca lo pensaron así. Ella era brillante, más que muchos otros, pero sus padres no la apoyaron. Y por ser mujer, no pagaron su carrera de química. Lo único que hicieron fue dejarla casar joven y cuando tuvo uno, dos, tres hijos, ya no hubo tiempo para estudiar.
Al mediodía el gato sale por la ventana de la señora Flores y le da la vuelta a la manzana para llegar al negocio del Ramón Rugeles. El señor Rugeles tiene un restaurante para los oficinistas que van a vienen. Lo mejor para Ramón ha sido el reciente desarrollo inmobiliario que ha atraído tanto a empresas como ciudadanos al barrio. Esto ha supuesto la revitalización de su negocio, heredado de su padre, y una prosperidad que siempre agradece.
El gato de cuerpo negro pero de patas y una mancha blanca en su rostro, llega siempre a la hora más ocupada, la del almuerzo. Pero jamás es un fastidio ni se cuela por entre las piernas de quienes comen a toda prisa. No, el gato se podría decir que es respetuoso. Siempre espera afuera a que Ramón venga por él. Lo carga hasta el cuarto de aseo donde le tiene bastantes trozos de pescado, sobrantes del caldo marinero del día. El gato come con gana y él se le queda mirando, a la vez que grita órdenes a sus empleados.
Ramón nunca descuida su negocio, ni siquiera cuando, viendo al gatito, recuerda su pasado, mucho más humilde. El restaurante fue iniciado por su padre pero nunca fue buen negocio. La familia tuvo que pasar dificultades con frecuencia y muchas noches no había nada que comer más que pan duro y algo de leche, cerca de la fecha de caducidad. El gato le recordaba lo hambriento que había estado en el pasado y lo agradecido que estaba ahora por el éxito repentino.
A la misma hora que los oficinistas corrían para no llegar tarde, algo adormilados, el gato salía del restaurante y se colaba a un edificio distinto a donde vivía. La gente lo conocía y, muchas veces, ni lo determinaban. Era como un vecino más. En el segundo piso rasguñaba una puerta y esperaba que lo dejaran entrar.
En ese pequeño apartamento vivía Soledad, cuyo nombre era más que apropiado. Era una estudiante de Bellas Artes, que estaba completando su tesis. Estaba terminando una exposición ambiciosa, constituida por tres obras distintas que había pensado hasta el más mínimo detalle: una escultura, una pintura y una recopilación de poemas.
Sin embargo, como le recordaba su madre por teléfono, era bueno para ella comer y ver gente de vez en cuando. Había pasado meses encerrada logrando su objetivo, incluso se veía más pálida que nunca. A la hora en que el gato de dos colores entraba a su casa, se tomaba un descanso merecido. Normalmente comía poco, ya que no era fanática de la comida. Había sufrido mucho por ello en el pasado y ahora trataba de enmendarse, medio fracasando: su almuerzo era un sandwich de queso en pan de cereales y jugo de naranja. Nada más. Para el animal tenía jamón, que su madre compraba pero a ella le daba asco.
Viendo a la criatura comer con gana, recordó a su mejor amiga Clara. Ambas eran fervientes defensoras de los animales y habían hecho un pacto para permanecer veganas por el resto de su vida. Ambas habían desarrollado disgusto por todos los tipos de carne y sus derivados y compartían recetas que solo utilizaban verduras o frutas frescas.
Pero hacía mucho no hablaba con Clara. Ni siquiera sabía si era vegana todavía. Terminó su comida y retomó su pintura, que estaba casi lista. Pintar la distraía y evita que pensara en cosas que la distraían de su tesis, como Clara. Ya habría tiempo para ello, pensaba siempre, esperando no estar equivocada.
El gato permanecía allí unas horas, durmiendo. Alrededor de las cuatro de la tarde, se despertaba de golpe y arañaba la puerta para que lo dejaran salir. Salía del edificio y entonces cruzaba la calle al mismo tiempo que lo hacía la gente.
Del otro lado había un bonito parque, cubierto de hojas secas y en sombra gracias a los numerosos árboles que allí había. El gato visitaba el parque por dos razones. La primera eran los pájaros. A pesar de ser un animal domestico, era para él una necesidad seguir cazando como lo habían hecho sus ancestros y otros felinos grandes.
La otra razón era más interesante. A esa hora, siempre había niños pequeños en los varios juegos que habían en todo el parque para su diversión. Y eso para el gato de patas blancas no tenía precio. Se acercaba con cuidado a, por ejemplo, los columpios, y los niños siempre se le acercaban para acariciarlo y él se dejaba.
Lo mejor de todo era que muchos niños venían de la escuela o de su casa y traían comida. No era inusual que recibiera pedazos de galletas, pan, jamón, queso, varios tipos de jugo, leche, chocolate,... Era todo un festín para cualquier animal que lo supiera valorar.
Lo malo era que muchas madres y padres se ponían histéricos y les prohibían de un grito a sus hijos que tocarán a un gato "callejero". Al gato esos apelativos le daban igual. Lo que hacía era cambiar de campo de juego y retomar su merienda y las caricias de los niños.
Casi a las seis de la tarde, se iba de allí. Los niños se iban con sus guardianes y ya no había interés alguno para él en quedarse en un parque que, de noche, podría tornarse desagradable. Esto especialmente por la presencia de perros.
Así que el gato se encaminaba a la casa y entraba por la misma ventana que había salido y allí, Felipe su dueño, lo recibía con concentrado y agua.
Felipe estaba casi siempre fuera de casa, excepto los fines de semana. Era un humano que trabajaba demasiado pero siempre tenía la mejor comida del día y el gato lo agradecía. Además, el animal dormía encima de la cama de Felipe y no había mejor lugar para dormir que ese rinconcito calientito.
- Adonde te vas todo los días? - le pregunta el dueño.
Y el minino con nombre de cantante solo lo miraba y le maullaba, respondiéndole pero sin que él nunca pudiera entender.
Pensamientos, escritos, cine y más / Thoughts, writings, cinema and more.
lunes, 24 de noviembre de 2014
domingo, 23 de noviembre de 2014
Writing Crap
My days are always the same: I wake up ten minutes before 10 AM to watch this tv show I like. As I do that, I eat breakfast. My breakfast is basically anything that lays around the fridge or the cupboard. I don't like breakfast, it annoys me for some reason.
After that, my mom is already up too so we watch more Tv for like an hour and then I shower, get dressed, tidy up my bedroom and by 1 PM I should be writing on my laptop.
And then, things get really easy or really annoying. Sometimes I've had an idea before and it comes back as I seat in front of the screen so it comes right up: every detail, every character, everything there is to say to make it good enough to read.
However, I practically never make corrections. That's because I'm lazy and also because I think that makes me kind of a bad writer, if I'm not capable to see errors as I write them.
Well, that's on the good days. On the bad days, it sucks, big time. I normally come up with stories I can write fast and don't make me go crazy. As one day I write in English and the following day in Spanish and so on, it gets easier or harder depending on how ready I am to write in one language or the other. Some things are easier on one or in the other. it just depends on my mood or something.
It happens a lot too that after i began, already with two pages finished, I realized how awful my story of the day is. I read a paragraph and I get pissed, sad and annoyed at the same time. It either doesn't make sense or it sound stupid or childish... It make me angry.
Sometimes, if I spent too much time doing it, I just post it and think "Fuck it". No one appear to be reading these so who to fuck cares.
If I happen to be particularly annoyed by my writing, I just erased it all and start again. Those times, I think how awful it would be if someone read my blog and thought "What is this?". So I write something else, out of the blue.
Writing is the only thing I think I am able to do correctly. I mean, I make cupcakes and I read a lot of wikipedia, but writing is my thing. I'm an idiot with numbers and social issues don't really get to me. Let's just say if I was a president I would very rapidly become a dictator.
And I know it's weird and frowned upon, for a so-called writer, but I don't really love reading. I mean, sure I read but not huge books and 5 in a year. Maybe I read one a year. I mean, for many people I know I suck a lot. But I believe writing and reading are two different things, that have little to do with one another. But that's me and, quite possibly, I'm the only one who thinks that.
So this is what I do. Write a blog and just hope for thing to pick up somehow. I have a career and a masters degree but no company gives a fuck about that. They want people they can mold and I'm past that. Not to say I'm such a creative soul but I'm not an empty canvas either.
After writing, I normally go walking somewhere. my goal every week day (there's no way in hell I'm going to exercise on weekends), is to walk 10 kilometers. I do it through nice little neighborhoods or by avenues or on huge malls. I don't care as long as I have time to make my brain calm down.
To sum it up, here are the reasons why I NEED to walk everyday:
- Live with parents
- Never had a job. NONE.
- Have never been paid to do nothing. For real.
- I'm 25.
- I'm gay.
- Social life in a coma.
- What the hell. I do need the exercise.
And those are all (probably not) the reasons why I need to breath some fresh air and prevent myself from going crazy, again. I have my "rage episodes" and they can get pretty ugly but I writing has gotten those under control.
See? Writing is not only about doing the one thing that I do good. It's about doing something that makes me calm, that has the incredible capacity of make me think and just concentrate. I left school and college so long ago and I need some structure in some kind of way.
Before you think "the gym is nice" or some shit like that, let me tell you a little something. I hate gyms, I loath them and the people that love them. That's it. I won't apologize for that and won't explain it because, let's face it, how many people will be reading this?
Anyhow, what I like the most about writing is the imagination part. Many people think about techniques or structures or storylines and I don't really care about that. Actually, that doesn't really matter because what really matters is a good story, a real one, kind of original. That's it.
My career was focused on cinema and that made me think about how brilliant minds can be when they put all their energy on something. We are all in awe of people that have come up with awesome tales and characters and dialogue and we worship them like gods but we forget they were once like us.
Ok, maybe not like me but you get my point. They were people just looking to make their dreams real and by that I don't mean "dreams" like in "making your wishes come true". Not that. I mean taking out from you mind what's there and put it in display for others to see. That's the dream that comes true, not if you find a loved one or win the lottery.
Imagination for me is the most attractive thing. Maybe that's way my social life is in a coma. Yes, I have friends and they are a small number, which for me it's great, I know them better because of that. But I fail to make new ones because I get bored fairly fast. I mean, if I'm not interested in you in the first five minutes, believe, were not going to be anything.
Same goes with guys. If they prove to me that they have no imagination whatsoever, there will be no second date. Or second chat, to be accurate. Nowadays, not even that. I have no energy or personality left to have a steady relationship with anyone. And before you say "Someone will come when you least expect it", let's just say I have been waiting for 25 fucking years so kiss that.
Well, I think I digress a bit from my main point. For me writing makes things happen were I need them to happen first: in my mind. Yes, life is about physical things and so on but that hasn't worked for me, so what's bad about creating stuff for people to read and, first and foremost, to make me feel I'm not a failure and that I can do something?
No harm done I think.
To be honest, I prefer writing my crap every single day, that forcing myself into a life I know I will hate and loath every single day of my life. Unemployed and poor? Well, yeah. But hey, there are always fast food chains.
After that, my mom is already up too so we watch more Tv for like an hour and then I shower, get dressed, tidy up my bedroom and by 1 PM I should be writing on my laptop.
And then, things get really easy or really annoying. Sometimes I've had an idea before and it comes back as I seat in front of the screen so it comes right up: every detail, every character, everything there is to say to make it good enough to read.
However, I practically never make corrections. That's because I'm lazy and also because I think that makes me kind of a bad writer, if I'm not capable to see errors as I write them.
Well, that's on the good days. On the bad days, it sucks, big time. I normally come up with stories I can write fast and don't make me go crazy. As one day I write in English and the following day in Spanish and so on, it gets easier or harder depending on how ready I am to write in one language or the other. Some things are easier on one or in the other. it just depends on my mood or something.
It happens a lot too that after i began, already with two pages finished, I realized how awful my story of the day is. I read a paragraph and I get pissed, sad and annoyed at the same time. It either doesn't make sense or it sound stupid or childish... It make me angry.
Sometimes, if I spent too much time doing it, I just post it and think "Fuck it". No one appear to be reading these so who to fuck cares.
If I happen to be particularly annoyed by my writing, I just erased it all and start again. Those times, I think how awful it would be if someone read my blog and thought "What is this?". So I write something else, out of the blue.
Writing is the only thing I think I am able to do correctly. I mean, I make cupcakes and I read a lot of wikipedia, but writing is my thing. I'm an idiot with numbers and social issues don't really get to me. Let's just say if I was a president I would very rapidly become a dictator.
And I know it's weird and frowned upon, for a so-called writer, but I don't really love reading. I mean, sure I read but not huge books and 5 in a year. Maybe I read one a year. I mean, for many people I know I suck a lot. But I believe writing and reading are two different things, that have little to do with one another. But that's me and, quite possibly, I'm the only one who thinks that.
So this is what I do. Write a blog and just hope for thing to pick up somehow. I have a career and a masters degree but no company gives a fuck about that. They want people they can mold and I'm past that. Not to say I'm such a creative soul but I'm not an empty canvas either.
After writing, I normally go walking somewhere. my goal every week day (there's no way in hell I'm going to exercise on weekends), is to walk 10 kilometers. I do it through nice little neighborhoods or by avenues or on huge malls. I don't care as long as I have time to make my brain calm down.
To sum it up, here are the reasons why I NEED to walk everyday:
- Live with parents
- Never had a job. NONE.
- Have never been paid to do nothing. For real.
- I'm 25.
- I'm gay.
- Social life in a coma.
- What the hell. I do need the exercise.
And those are all (probably not) the reasons why I need to breath some fresh air and prevent myself from going crazy, again. I have my "rage episodes" and they can get pretty ugly but I writing has gotten those under control.
See? Writing is not only about doing the one thing that I do good. It's about doing something that makes me calm, that has the incredible capacity of make me think and just concentrate. I left school and college so long ago and I need some structure in some kind of way.
Before you think "the gym is nice" or some shit like that, let me tell you a little something. I hate gyms, I loath them and the people that love them. That's it. I won't apologize for that and won't explain it because, let's face it, how many people will be reading this?
Anyhow, what I like the most about writing is the imagination part. Many people think about techniques or structures or storylines and I don't really care about that. Actually, that doesn't really matter because what really matters is a good story, a real one, kind of original. That's it.
My career was focused on cinema and that made me think about how brilliant minds can be when they put all their energy on something. We are all in awe of people that have come up with awesome tales and characters and dialogue and we worship them like gods but we forget they were once like us.
Ok, maybe not like me but you get my point. They were people just looking to make their dreams real and by that I don't mean "dreams" like in "making your wishes come true". Not that. I mean taking out from you mind what's there and put it in display for others to see. That's the dream that comes true, not if you find a loved one or win the lottery.
Imagination for me is the most attractive thing. Maybe that's way my social life is in a coma. Yes, I have friends and they are a small number, which for me it's great, I know them better because of that. But I fail to make new ones because I get bored fairly fast. I mean, if I'm not interested in you in the first five minutes, believe, were not going to be anything.
Same goes with guys. If they prove to me that they have no imagination whatsoever, there will be no second date. Or second chat, to be accurate. Nowadays, not even that. I have no energy or personality left to have a steady relationship with anyone. And before you say "Someone will come when you least expect it", let's just say I have been waiting for 25 fucking years so kiss that.
Well, I think I digress a bit from my main point. For me writing makes things happen were I need them to happen first: in my mind. Yes, life is about physical things and so on but that hasn't worked for me, so what's bad about creating stuff for people to read and, first and foremost, to make me feel I'm not a failure and that I can do something?
No harm done I think.
To be honest, I prefer writing my crap every single day, that forcing myself into a life I know I will hate and loath every single day of my life. Unemployed and poor? Well, yeah. But hey, there are always fast food chains.
sábado, 22 de noviembre de 2014
Celebración
Melissa entró a su hogar, cargando dos bolsas del supermercado en cada mano. Las dejó en en el mesón de la cocina y luego se dirigió a su cuarto. Se quitó el abrigo, la bufanda y los guantes. Mientras lo hacía, pensaba en lo extraño que era que, después de la guerra, el frío se hubiera asentado casi en todas partes. Claro que se sentía calor en el verano pero no se parecía a lo que antes muchos habían conocido. Era como si hiciese falta energía.
La mujer, de unos 40 años, bajó a la cocina y empezó a sacar ingredientes y utensilios para hacer una lasaña de carne molida. Hirvió las capas de pasta, cortó las verduras, coció la carne,... Le tomó más tiempo de lo normal porque hacía años que no hacía nada parecido, pero la ocasión ciertamente valía la pena.
Hoy se cumplían diez años del fin de la guerra y era un día festivo en todo el mundo, sin excepción. Todos habían acordado que la paz se debería celebrar siempre, recordando a quienes habían muerto por culpa de la megalomanía de algunos y la terquedad de otros.
Melissa metió el recipiente con la lasagna en el horno y se propuso a esperar a que estuviera lista sirviéndose una copa de vino. Justo en ese momento, escuchó el timbre de la casa y sonrío. Caminó hasta la puerta, limpiándose las manos en el pantalón vaquero.
Apenas abrió la puerta, un perro le saltó encima, tan grande que casi la tumba. Su dueña lo calmó y le dio un beso en la mejilla a la asustada Melissa. Era Nina, con su perro Capitán. Era de raza gran danés y el tamaño intimidaba a cualquiera, antes de conocer su lado más pacifico.
Melissa llevó a sus invitados al patio, donde dejaron a Capitán para que jugara con varios objetos que la dueña de casa jamás usaba. No había nada peligroso, solo viejos juguetes.
Nina tomó algo de vino con Melissa antes de servir y, para entonces, ya había llegado el otro invitado. Era Clemente, un hombre más joven que ellas pero que apreciaban como... como a nadie.
Los tres se sentaron a la mesa y sirvieron generosas porciones de lasaña, ensalada que Melissa había comprado en el supermercado ya lista y rebosantes copas de vino.
Hablaron primero del clima. Clemente, que vivía a las afueras de la ciudad, decía que en su casa habían tenido que poner calefacción. De hecho, un amigo le había contado que ese era el negocio del año para muchos ya que mucha gente no soportaba el nuevo clima después de la guerra.
Nina estaba de acuerdo. Comentaba que había visto en la televisión niños en India cubiertos de pies a cabeza en bufandas, abrigos y demás. Al parecer, era la primera vez que nevaba en Delhi.
Luego, tras dejar de lado la ensalada y haber tomado al menos dos copas de vino cada uno, siguieron con la lasaña y las noticias recientes.
Melissa les preguntó si habían visto la primera nueva sesión de la ONU y ambos amigos le dijeron que sí. Nadie se lo había perdido. Nuevos países habían nacido y con ello la reconstrucción de un sistema decadente y anticuado. La nueva sesión auguraba buen futuro aunque con más de 230 miembros, era difícil saber como iban a resultar las cosas. Al menos, ya no existía el veto.
Luego hablaron de los documentales sobre la guerra y, por algunos minutos, ninguno dijo mucho. Clemente había participado en ella, combatiendo personas que no conocía. Había matado, de frente y por la espalda, y eso jamás podría olvidarlo. Cuando acabó la guerra, sin una pierna y con varias cicatrices, Clemente fue sentenciado a cinco años de prisión por crímenes de guerra. Y nunca se quejó porque tenían razón.
Melissa había perdido a su hijo y esto había causado el divorcio con el padre del niño. Su hijo, según reportes oficiales, había participado en la creación de una célula terrorista que contemplaba derrocar al demente que se había instalado en el poder. Después de la guerra, se atrevieron a llamarlo criminal y ella lo defendió, creando una asociación de padres y familiares de quienes habían luchado contra el regimen. Allí conoció a Nina.
Ella lo perdió todo: sus hijos, su marido e incluso su hogar, después de que bombardearan su casa durante la invasión. Una hija había sido terrorista y ella con orgullo le decía a todo el que la escuchara, que su hija había estado a segundos de asesinar al hombre más nefasto que había pisado este mundo.
Clemente rompió el hielo, elogiando el sabor de la lasagna. Nina lo secundó y Melissa les agradeció por los cumplidos y cambiaron el tema, esta vez sobre los planes que tenían para la próxima Navidad. La dueña de casa les propuso que se quedaran allí el día antes y el día después de Navidad y así podrían celebrar apropiadamente, adornando todo y cocinando y compartiendo momentos alegres, para no recordar los momentos dolorosos.
Para el postre, Nina había traído un pastel de queso con crema de limón y Clemente había horneado galletas de mantequilla, que su madre le había enseñado a hacer cuando era pequeño. Sirvieron tres platos llenos y comieron con ganas, mientras reían de anécdotas que recordaban, de los últimos días o de la vida.
Dejaron entrar a Capitán y compartieron con él la lasagna, que comió en segundos. Parecía muy contento y lo premiaron con algo de concentrado con sabor dulce, algo que Melissa no sabía que existía pero Nina vendía en su tienda. Después de la guerra, había decidido montar un negocio con gran variedad de productos para mascotas y le iba bastante bien.
A Clemente lo había conocido porque era un carpintero excelente y con tanta lluvia y frío, las reparaciones en casas eran cada vez más frecuentes.
Los tres amigos, que nunca se hubieran conocido si no hubiera sido por una tragedia en común, se despidieron al final de la noche después de haber comido bastante y de haber consumido casi cinco botellas de vino.
Melissa no tuvo que recoger mucho porque sus amigos le habían ayudado. Al rato subió a su cuarto y se acostó en la cama, mirando por la ventana que tenía más cercana. La luz de la luna entraba débilmente por entre las rendijas de la persiana pero ella no pensaba en eso. Pensaba en su hijo y en lo mucho que le dolía no haberlo conocido más, no haber estado con él. Había sido un luchador y lo mejor de todo es que ella sabía que había conocido el amor.
Y con ese último pensamiento, Melissa durmió en calma toda la noche.
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viernes, 21 de noviembre de 2014
Why, Cynthia? Why?
Yeah, you could call her that. She was a "gym freak", no doubt about it. Cynthia would expend several hours a day in the gym, exercising in various ways. She did it for two hours in the morning, then she would work, at midday have a balanced meal, work again until 4 and then four more hours at the gym. She arrived home at 8:30, had a salad or something light to eat and then bed, at around 11.
And that was every single day. On weekends? Well, instead of four hours, she would spend all the afternoon there. Cynthia's favorite exercise was pilates but she also joined dancing classes, spinning, swimming, running, biking, weightlifting and various others. It was as if her energy was eternal.
Her diet was also fully controlled. Everything in small portions, no red meat and no flours based products such as bread or even desserts. To be honest, she didn't ate too many sweets. Only from time to time she would treat herself to a low fat yogurt with fruit or a sugarless dessert. She preferred eating a fruit.
Anyhow, Cynthia met Jamie and they fell in love right away. Jamie was an accountant in the same company Cynthia worked on and they had bonded right away. Whatever free time she had to spend, she would spend it with Jamie: watching movies, going shopping, traveling to nice little towns,...
Luckily enough, Jamie also liked to exercise. He had a perfect body, or so she thought. Jamie would join Cynthia on weekends at the gym, were they would run against each other or help one another doing advanced exercises.
To sum it up, everything seemed fine with Cynthia. But that was exactly it. It only seemed.
Unknown to many, she had stopped talking to her siblings, only calling her parents once a month to let them know she was fine. They would never visit as she had been clear to them she wasn't keen on surprise guests. Her brother and sister were fine not talking to her. To them, Cynthia had been too pampered by their parents; everything she wanted, she got it. And it had been like that ever since she was a baby.
They knew what she really was like and they were not really interested in having anything to do with someone that would rather spend time with others or climbing positions, instead of joining them for Christmas dinners or birthdays. Cynthia always sent her gifts to her parents, never getting there and hug or kiss them. It was as if they were distant, annoying relatives.
Her sister in particular, knew a side of her many of her "closest friends" didn't know. Cynthia was violent, easily becoming enraged if people didn't allow her to do as she wanted. Her sister had once not allowed her to use a new lipstick she had been given as a gift, so Cynthia went crazy, throwing things all around and, finally, breaking the new expensive lipstick into pieces.
None of them knew about Jamie and if they had known, it wouldn't have been too different. She had had boyfriends before, all as shallow and obsessed with beauty and power like her. Some were jocks, others more of the responsable type, but it didn't mattered. They all finally met the real Cynthia and ran away scared.
But her relationship with Jamie turned two years old and everything was as good as the first day. Soon, they married and moved in together. Her parents and siblings only knew about it through a friend, in a most uncomfortable conversation.
Her mom and dad decided to go to the city were she lived and stayed in a hotel. They contacted her from there and arranged a meeting. Long story short, Cynthia lost contact with her parents. They had allowed too much to happen, to many indulgences, too many things and details. But this, had been the last drop.
Jamie proved himself an empty human being. To Cynthia's father, he was one of the shallowest persons he had ever met. The guy was only interested in money and in looking good. That was fine, but people normally had more to go with that. No, not Jamie. He was empty, like a vase with no flowers. Cynthia's dad asked him about his hobbies, his passions but the answers were always the same.
Cynthia's mom, however, was not that bothered by the simple mindedness of her new son in law. She was more shocked to know how Cynthia appeared to have changed, a turn for the worst in her opinion. Her daughter talked about maybe adopting, as she did not wish to ruin her body for a baby. She said she had it all figured it out, including nannies, education, sports,... Her mother was horrified; not only Cynthia lived away and ashamed of them (they were meeting in a café, not even a restaurant) but her future life contemplated raising a child to be like them, or maybe even even worse. It was too much.
They left to their home were they crumbled in tears, realizing how bad they had raised their daughter, as they felt it was their fault that she had grown up to be such a shallow woman. It wasn't the gym thing or even the diets. It was the fact that she was obsessed to be perfect, not accepting who she really was. She never discussed her past with people that met her and decided not to have friends, rather acquaintances. She only trusted herself in order to make her life perfect by buying and doing and pretending. And if it wasn't, she had no problem pretending.
Cynthia never knew she had nephews, from both of her siblings. She never knew her parents had won a trip to Europe or that the home were she had grew up had been destroyed by a massive flooding. And all that happened in only ten years, during which she had no contact with her relatives.
Many hoped, without telling others, that she would someday change as having children changed people, as did marriage. Well, she divorced Jamie, who tried to get custody of the child they had adopted, with no success. He was an idiot but he proved to have a heart. Cynthia did not have one. The divorce, the life of her child, they did not change her. She was as focused and cold, as always.
Maybe that is why the kid, a girl called Camilla, ran away from home at age 15. She escaped with the help of a friend and Cynthia's rage was more than it had ever been. But that was it: no guilt, no sadness, no pain. Only rage.
Camilla, after a long search, got her grandparents address and visited them. They were seniors now and she cried as she felt time had been stolen from her. Her grandma kissed and hugged her and cried with her.
They sent an email to Cynthia, where Camilla confessed she would rather stay with her grandparents than with her. That was the only time Cynthia shed a tear. The following day, she sent all of Camilla's belongings the her parents house and forgot about her. She then increased her exercise hours, becoming more and more trapped in herself until, one day, she fainted on a treadmill and died.
And that was every single day. On weekends? Well, instead of four hours, she would spend all the afternoon there. Cynthia's favorite exercise was pilates but she also joined dancing classes, spinning, swimming, running, biking, weightlifting and various others. It was as if her energy was eternal.
Her diet was also fully controlled. Everything in small portions, no red meat and no flours based products such as bread or even desserts. To be honest, she didn't ate too many sweets. Only from time to time she would treat herself to a low fat yogurt with fruit or a sugarless dessert. She preferred eating a fruit.
Anyhow, Cynthia met Jamie and they fell in love right away. Jamie was an accountant in the same company Cynthia worked on and they had bonded right away. Whatever free time she had to spend, she would spend it with Jamie: watching movies, going shopping, traveling to nice little towns,...
Luckily enough, Jamie also liked to exercise. He had a perfect body, or so she thought. Jamie would join Cynthia on weekends at the gym, were they would run against each other or help one another doing advanced exercises.
To sum it up, everything seemed fine with Cynthia. But that was exactly it. It only seemed.
Unknown to many, she had stopped talking to her siblings, only calling her parents once a month to let them know she was fine. They would never visit as she had been clear to them she wasn't keen on surprise guests. Her brother and sister were fine not talking to her. To them, Cynthia had been too pampered by their parents; everything she wanted, she got it. And it had been like that ever since she was a baby.
They knew what she really was like and they were not really interested in having anything to do with someone that would rather spend time with others or climbing positions, instead of joining them for Christmas dinners or birthdays. Cynthia always sent her gifts to her parents, never getting there and hug or kiss them. It was as if they were distant, annoying relatives.
Her sister in particular, knew a side of her many of her "closest friends" didn't know. Cynthia was violent, easily becoming enraged if people didn't allow her to do as she wanted. Her sister had once not allowed her to use a new lipstick she had been given as a gift, so Cynthia went crazy, throwing things all around and, finally, breaking the new expensive lipstick into pieces.
None of them knew about Jamie and if they had known, it wouldn't have been too different. She had had boyfriends before, all as shallow and obsessed with beauty and power like her. Some were jocks, others more of the responsable type, but it didn't mattered. They all finally met the real Cynthia and ran away scared.
But her relationship with Jamie turned two years old and everything was as good as the first day. Soon, they married and moved in together. Her parents and siblings only knew about it through a friend, in a most uncomfortable conversation.
Her mom and dad decided to go to the city were she lived and stayed in a hotel. They contacted her from there and arranged a meeting. Long story short, Cynthia lost contact with her parents. They had allowed too much to happen, to many indulgences, too many things and details. But this, had been the last drop.
Jamie proved himself an empty human being. To Cynthia's father, he was one of the shallowest persons he had ever met. The guy was only interested in money and in looking good. That was fine, but people normally had more to go with that. No, not Jamie. He was empty, like a vase with no flowers. Cynthia's dad asked him about his hobbies, his passions but the answers were always the same.
Cynthia's mom, however, was not that bothered by the simple mindedness of her new son in law. She was more shocked to know how Cynthia appeared to have changed, a turn for the worst in her opinion. Her daughter talked about maybe adopting, as she did not wish to ruin her body for a baby. She said she had it all figured it out, including nannies, education, sports,... Her mother was horrified; not only Cynthia lived away and ashamed of them (they were meeting in a café, not even a restaurant) but her future life contemplated raising a child to be like them, or maybe even even worse. It was too much.
They left to their home were they crumbled in tears, realizing how bad they had raised their daughter, as they felt it was their fault that she had grown up to be such a shallow woman. It wasn't the gym thing or even the diets. It was the fact that she was obsessed to be perfect, not accepting who she really was. She never discussed her past with people that met her and decided not to have friends, rather acquaintances. She only trusted herself in order to make her life perfect by buying and doing and pretending. And if it wasn't, she had no problem pretending.
Cynthia never knew she had nephews, from both of her siblings. She never knew her parents had won a trip to Europe or that the home were she had grew up had been destroyed by a massive flooding. And all that happened in only ten years, during which she had no contact with her relatives.
Many hoped, without telling others, that she would someday change as having children changed people, as did marriage. Well, she divorced Jamie, who tried to get custody of the child they had adopted, with no success. He was an idiot but he proved to have a heart. Cynthia did not have one. The divorce, the life of her child, they did not change her. She was as focused and cold, as always.
Maybe that is why the kid, a girl called Camilla, ran away from home at age 15. She escaped with the help of a friend and Cynthia's rage was more than it had ever been. But that was it: no guilt, no sadness, no pain. Only rage.
Camilla, after a long search, got her grandparents address and visited them. They were seniors now and she cried as she felt time had been stolen from her. Her grandma kissed and hugged her and cried with her.
They sent an email to Cynthia, where Camilla confessed she would rather stay with her grandparents than with her. That was the only time Cynthia shed a tear. The following day, she sent all of Camilla's belongings the her parents house and forgot about her. She then increased her exercise hours, becoming more and more trapped in herself until, one day, she fainted on a treadmill and died.
jueves, 20 de noviembre de 2014
Al otro día
Había tomado tanto la noche anterior que no era una sorpresa que la cabeza me diera tantas vueltas. Parecía ser de noche todavía o al menos estar muy oscuro. No prendí ninguna luz para llegar hasta el baño, conocía mi pequeño apartamento lo suficiente para saber donde iba.
Adentro, oriné, me lavé la cara y giré el cuello un par de veces antes de volver a la cama. Antes de quedar dormido, mi último pensamiento fue en lo rica que se sentía la cama, más caliente que de costumbre.
Horas más tarde, casi al medio día, me desperté de nuevo. No tenía el más mínimo deseo de levantarme. Además era domingo, entonces no había necesidad de hacerlo. En pocos minutos, decidí que dormiría un par de horas más y luego pediría algún domicilio, algo rico para compensar los pésimos almuerzos (o falta de ellos) durante la semana.
Cerré los ojos pero no podía conciliar el sueño. De pronto ya había dormido lo suficiente... Fue entonces que oí algo que me asustó y me incorporé de golpe, quedando sentado en una esquina.
A mi lado, dormía otra persona. Era un hombre. Traté de recordar quien era pero no había caso. Había bebido tanto que no recordaba haber dejado a nadie dormir en mi casa, menos aún en mi cama.
Reconstruí la noche anterior en algunos segundos: con amigas y amigos habíamos decidido salir a bailar y tomar algo pero empezó a llover tan fuerte que preferimos dejarlo para después. Entonces tuve la idea de quedar mejor en mi casa, donde ya estaba la mitad de la gente, y hacer una fiesta pequeña.
En efecto, compramos bastante alcohol, algo de comida y bailamos todo tipo de música. Fue bastante agradable, en especial porque hacía mucho no veía a algunas personas y había notado que la amistad había resistido las pruebas del tiempo y de la distancia.
Pero entonces quién era ese hombre en mi cama? Decidí despertarlo. Sin duda era lo mejor. Incluso era posible que el hombre no supiera donde estaba y seguramente tendría algún lugar adonde ir.
Me levanté con cuidado y, al salir del cuarto, cerré de un portazo. Eso debía despertarlo. Caminé a la cocina y serví algo de café frío y lo puse a calentar. La cantidad era para dos, ya que seguramente mi compañero de cama lo necesitaría también.
Apenas serví el liquido, oí que la puerta de mi cuarto se abría y, para mi sorpresa, se cerraba la del baño. "Que frescura!", pensé yo en ese momento. Cómo era capaz de entrar al baño de un desconocido así como así? Hay que ver la gente lo descarada que puede ser.
Me senté a la barra, que cerraba la pequeña cocina, y empecé a tomar de mi taza. Al rato, salió el hombre y no pude evitar quedar con la boca abierta. Y no fue por su apariencia sino porque en ese mismo momento supe quien era. No era porque lo hubiese recordado sino porque había visto su foto.
- Buenos días. - dijo él. Me sonrió. - Dormiste bien?
Cerré la boca y la abrí de nuevo para contestar pero no salió ni una palabra. Debí parecer un pescado muriendo o algo por el estilo. Él pareció no darse cuenta o solo ignoró la situación. Se acercó y cogió la otra taza de café. Tomó un sonoro sorbo y luego hizo un sonido, como si hubiera tomado algo particularmente refrescante.
- Justo lo que necesitaba. No soy nada sin el café de la mañana.
"Al demonio", pensé.
- Eres el hermano de Cristina.
Él me volteó a mirar y, de inmediato, pude notar que su actitud relajada había desaparecido. Me preguntó si me acordaba de él y le respondí con toda honestidad. De la foto, sí. Pero no de anoche.
- No recuerdas? Llegué tarde y mi hermana nos presentó. Les conté que había discutido con mi familia y no tenía donde quedarme y tu me ofreciste tu casa.
No lo podía creer. Que carajos me había pasado? Así de bebido estaba? Por un momento dudé en creerle pero el tipo parecía preocupado y no había un actor tan bueno como para fingir un malestar de ese tamaño.
- Lo siento. Estabas... Mierda. Me voy, no te preocupes.
- No!
La palabra salió de mi boca, sin pensarla. Él se detuvo en sus pasos y me miró, con unos ojos que parecían de historieta, grandes y suplicantes.
- Ya estás aquí. Toma el café y puedes desayunar conmigo. Ya dormimos juntos entonces, que más da.
Él chico asintió y pareció aliviado. Hice sandwiches para cada uno, en pan baguette, con jamón y queso y tomate y lechuga y de todo. Quedaron deliciosos y me lo agradeció mucho.
Durante el desayuno, le pregunté porque había discutido con sus padres. Me confesó que les había confesado que era homosexual y ellos no lo habían aceptado.
Yo conocía bien a Cristina y sabía que amaba a su hermano. Eran amigos. Pero su familia era muy devota, de ir a la iglesia todos los domingos, y francamente la situación del chico no me sorprendía.
Tomamos jugo de naranja también, que él sirvió. Me confesó que no sabía que hacer, adonde ir. Yo solo podía decirle que todo se arreglaría con el tiempo, que las cosas sabían como encajar casi solas.
- Que bebí ayer?
Mario, ese era su nombre, se rió de mi pregunta.
- De verdad no recuerdas nada?
Y así era. Él se puso de pie y empezó a mirar en unas bolsas. Estaban llenas de botellas. Había de whisky, aguardiente, vino y vodka.
- Que asco.
- Si no has vomitado es que tienes buen estomago. Además el desayuno ayuda.
Sonreí ante su comentario.
Terminamos de comer y entonces entramos al cuarto. En ese momento, nos dimos cuenta que habíamos comido en ropa interior y camiseta pero nadie dijo nada. Cada uno recogió su ropa. Lo vi ponerse el pantalón mientras yo guardaba lo mío y entonces tuve una idea.
Siempre me habían dicho que no me arriesgaba lo suficiente, que me gustaba hacer todo lo que era seguro y nunca lo que era loco o inesperado. Y entonces me di cuenta que tenía a la mano una oportunidad.
- Que vas a hacer? - le pregunté.
- Verme con mi hermana. Es lo único que se me ocurre.
Asentí, todavía pensando en mi idea.
- Gracias por tu ayuda.
- De nada.
Lo acompañé a la puerta y entonces nos miramos y fue extraño. Sentí algo raro, como si ese momento ya hubiera ocurrido. Pero eso no importaba.
- Te quieres quedar?
No, eso sonó raro.
- Quiero decir... Para hacer algo? Iba a quedarme en la casa y pedir algo y ver películas. No sé si sea buena idea pero si quieres... Podemos llamar a...
- Sí. Sí, quiero.
Sonrió más que antes y otra vez sentí lo mismo, como si ya lo hubiera visto antes.
Se quitó su chaqueta y nos sentamos en el sofá. Allí empezamos a hablar y casi nunca dejamos de hacerlo. Ese día comimos juntos, reímos y compartimos gustos. Hacía mucho no me sentía tan a gusto compartiendo tanto tiempo con alguien, mucho menos alguien que prácticamente no conocía.
Él era divertido, muy gracioso y con bastantes anécdotas. Y él, al parecer, creía que mi vida era interesante y siempre quería saber más. Todo se sentía bien.
En la noche lo invité, de nuevo, a quedarse en mi casa. Esa vez lo hice sobrio y le ofrecí mi sofá.
Cuando me despedí antes de ir a dormir, me pidió un momento y me confesó algo:
- Ayer... Antes de acostarnos, me diste un beso. Pensé que... deberías saberlo.
Y sin pensarlo, le di uno nuevo y lo invité a dormir a mi cama otra vez. Sabía que me sentía así por alguna razón y esa era. Algo había en él que me hacía sentir extraño, pero de una manera muy agradable.
Adentro, oriné, me lavé la cara y giré el cuello un par de veces antes de volver a la cama. Antes de quedar dormido, mi último pensamiento fue en lo rica que se sentía la cama, más caliente que de costumbre.
Horas más tarde, casi al medio día, me desperté de nuevo. No tenía el más mínimo deseo de levantarme. Además era domingo, entonces no había necesidad de hacerlo. En pocos minutos, decidí que dormiría un par de horas más y luego pediría algún domicilio, algo rico para compensar los pésimos almuerzos (o falta de ellos) durante la semana.
Cerré los ojos pero no podía conciliar el sueño. De pronto ya había dormido lo suficiente... Fue entonces que oí algo que me asustó y me incorporé de golpe, quedando sentado en una esquina.
A mi lado, dormía otra persona. Era un hombre. Traté de recordar quien era pero no había caso. Había bebido tanto que no recordaba haber dejado a nadie dormir en mi casa, menos aún en mi cama.
Reconstruí la noche anterior en algunos segundos: con amigas y amigos habíamos decidido salir a bailar y tomar algo pero empezó a llover tan fuerte que preferimos dejarlo para después. Entonces tuve la idea de quedar mejor en mi casa, donde ya estaba la mitad de la gente, y hacer una fiesta pequeña.
En efecto, compramos bastante alcohol, algo de comida y bailamos todo tipo de música. Fue bastante agradable, en especial porque hacía mucho no veía a algunas personas y había notado que la amistad había resistido las pruebas del tiempo y de la distancia.
Pero entonces quién era ese hombre en mi cama? Decidí despertarlo. Sin duda era lo mejor. Incluso era posible que el hombre no supiera donde estaba y seguramente tendría algún lugar adonde ir.
Me levanté con cuidado y, al salir del cuarto, cerré de un portazo. Eso debía despertarlo. Caminé a la cocina y serví algo de café frío y lo puse a calentar. La cantidad era para dos, ya que seguramente mi compañero de cama lo necesitaría también.
Apenas serví el liquido, oí que la puerta de mi cuarto se abría y, para mi sorpresa, se cerraba la del baño. "Que frescura!", pensé yo en ese momento. Cómo era capaz de entrar al baño de un desconocido así como así? Hay que ver la gente lo descarada que puede ser.
Me senté a la barra, que cerraba la pequeña cocina, y empecé a tomar de mi taza. Al rato, salió el hombre y no pude evitar quedar con la boca abierta. Y no fue por su apariencia sino porque en ese mismo momento supe quien era. No era porque lo hubiese recordado sino porque había visto su foto.
- Buenos días. - dijo él. Me sonrió. - Dormiste bien?
Cerré la boca y la abrí de nuevo para contestar pero no salió ni una palabra. Debí parecer un pescado muriendo o algo por el estilo. Él pareció no darse cuenta o solo ignoró la situación. Se acercó y cogió la otra taza de café. Tomó un sonoro sorbo y luego hizo un sonido, como si hubiera tomado algo particularmente refrescante.
- Justo lo que necesitaba. No soy nada sin el café de la mañana.
"Al demonio", pensé.
- Eres el hermano de Cristina.
Él me volteó a mirar y, de inmediato, pude notar que su actitud relajada había desaparecido. Me preguntó si me acordaba de él y le respondí con toda honestidad. De la foto, sí. Pero no de anoche.
- No recuerdas? Llegué tarde y mi hermana nos presentó. Les conté que había discutido con mi familia y no tenía donde quedarme y tu me ofreciste tu casa.
No lo podía creer. Que carajos me había pasado? Así de bebido estaba? Por un momento dudé en creerle pero el tipo parecía preocupado y no había un actor tan bueno como para fingir un malestar de ese tamaño.
- Lo siento. Estabas... Mierda. Me voy, no te preocupes.
- No!
La palabra salió de mi boca, sin pensarla. Él se detuvo en sus pasos y me miró, con unos ojos que parecían de historieta, grandes y suplicantes.
- Ya estás aquí. Toma el café y puedes desayunar conmigo. Ya dormimos juntos entonces, que más da.
Él chico asintió y pareció aliviado. Hice sandwiches para cada uno, en pan baguette, con jamón y queso y tomate y lechuga y de todo. Quedaron deliciosos y me lo agradeció mucho.
Durante el desayuno, le pregunté porque había discutido con sus padres. Me confesó que les había confesado que era homosexual y ellos no lo habían aceptado.
Yo conocía bien a Cristina y sabía que amaba a su hermano. Eran amigos. Pero su familia era muy devota, de ir a la iglesia todos los domingos, y francamente la situación del chico no me sorprendía.
Tomamos jugo de naranja también, que él sirvió. Me confesó que no sabía que hacer, adonde ir. Yo solo podía decirle que todo se arreglaría con el tiempo, que las cosas sabían como encajar casi solas.
- Que bebí ayer?
Mario, ese era su nombre, se rió de mi pregunta.
- De verdad no recuerdas nada?
Y así era. Él se puso de pie y empezó a mirar en unas bolsas. Estaban llenas de botellas. Había de whisky, aguardiente, vino y vodka.
- Que asco.
- Si no has vomitado es que tienes buen estomago. Además el desayuno ayuda.
Sonreí ante su comentario.
Terminamos de comer y entonces entramos al cuarto. En ese momento, nos dimos cuenta que habíamos comido en ropa interior y camiseta pero nadie dijo nada. Cada uno recogió su ropa. Lo vi ponerse el pantalón mientras yo guardaba lo mío y entonces tuve una idea.
Siempre me habían dicho que no me arriesgaba lo suficiente, que me gustaba hacer todo lo que era seguro y nunca lo que era loco o inesperado. Y entonces me di cuenta que tenía a la mano una oportunidad.
- Que vas a hacer? - le pregunté.
- Verme con mi hermana. Es lo único que se me ocurre.
Asentí, todavía pensando en mi idea.
- Gracias por tu ayuda.
- De nada.
Lo acompañé a la puerta y entonces nos miramos y fue extraño. Sentí algo raro, como si ese momento ya hubiera ocurrido. Pero eso no importaba.
- Te quieres quedar?
No, eso sonó raro.
- Quiero decir... Para hacer algo? Iba a quedarme en la casa y pedir algo y ver películas. No sé si sea buena idea pero si quieres... Podemos llamar a...
- Sí. Sí, quiero.
Sonrió más que antes y otra vez sentí lo mismo, como si ya lo hubiera visto antes.
Se quitó su chaqueta y nos sentamos en el sofá. Allí empezamos a hablar y casi nunca dejamos de hacerlo. Ese día comimos juntos, reímos y compartimos gustos. Hacía mucho no me sentía tan a gusto compartiendo tanto tiempo con alguien, mucho menos alguien que prácticamente no conocía.
Él era divertido, muy gracioso y con bastantes anécdotas. Y él, al parecer, creía que mi vida era interesante y siempre quería saber más. Todo se sentía bien.
En la noche lo invité, de nuevo, a quedarse en mi casa. Esa vez lo hice sobrio y le ofrecí mi sofá.
Cuando me despedí antes de ir a dormir, me pidió un momento y me confesó algo:
- Ayer... Antes de acostarnos, me diste un beso. Pensé que... deberías saberlo.
Y sin pensarlo, le di uno nuevo y lo invité a dormir a mi cama otra vez. Sabía que me sentía así por alguna razón y esa era. Algo había en él que me hacía sentir extraño, pero de una manera muy agradable.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
The bare facts
Barcelona was beautiful, that couldn't be doubted. But after walking all around town, visiting museums, churches, squares and even the zoo, Liam was exhausted and in need of some time to relax.
So the day before leaving for home, he decided to visit the beaches of the city. He grabbed a backpack, put everything he needed in it and walked to the nearest metro station. In the train, he watched the people, as he always did. He loved to do that as he felt it gave him a vision of what people truly were and if the world was doomed or not.
At the next stop, a guy and his girlfriend (Liam inferred this from seeing them holding hands) entered the train. They were both really good looking: the girl had auburn hair, big eyes and a curvy body and the guy had nice legs, great arms and really sexy lips.
Liam stopped watching soon as he thought it would be most unsettling to notice a 28 year old guy looking at you as if you were a god or something. Instead, he checked his cellphone to see how many stops there were left.
Fifteen minutes later, he got off the train and walked up to the surface: the station was blocks away from the most popular beach. He walked a few meters but started to see loads and loads of people, coming in from every street and side. When he got to the boardwalk, he realized the place was packed.
Liam was alone and couldn't afford to leave his backpack where there were at least two hundred people watching. He was not only worried about being robbed, though, As he walked along the boardwalk, he also remembered how self-conscious he could be about his own body. He hated it but that was the way things were.
He walked, looking for an emptier part of the beach but that appeared to be useless. He crossed a marina and then a park and, finally, got to a much nicer and calmer beach. There was a huge rock in the entrance, possibly to make it a little less noisier for everyone.
Liam stepped on the sand and walked a bit until he saw the perfect spot by the ocean but with a good view from the water to check the backpack if it was needed.
He looked at both sides, seeing very few people and then took off his T-shirt. He put it in the backpack and pulled out a big blue towel. He sat on it and started to put some sunscreen on his skin when he noticed something peculiar.
A woman, maybe in her sixties, laid in the sand topless. She was not very far and Liam couldn't understand how he had not seen her before. The woman seemed to have fallen asleep as she was enjoying the sun.
Liam ignored this and continued to put on some sunscreen. He laid on his towel and put on his headphones to listen to music as he tanned with the sun. He sure needed it as his skin was very pale and in urgent need of some color.
He was starting to doze off when a volleyball hit him on the side. He was more scared than hurt but the young man rubbed his ribs anyway. Someone came running on the sand and grabbed the ball.
- Sorry man. Are you okay?
- Sure...
When the guy started to walk away, Liam gazed upwards and stopped faking he had been hurt. The guy was naked. Stark naked. not even wearing sandals or a watch.
Liam looked at him walk to his friends, who were also naked, and start their game again. He couldn't believe he was witnessing a naked game of volleyball.
Then he looked in another direction and he saw an older man walking a dog and behind him a couple playing with their baby. All of them were naked too.
The young man grabbed his phone and quickly wrote, already too nervous, the shame kicking in. Yeah, just what he thought. He had apparently walked straight into the only nude beach within the city limits.
To be correct, nudity was allowed but it wasn't exclusive. People could wear clothes if they wanted to and some were, mostly women wearing the lower part of their bikinis.
Liam looked for his T-shirt and put it on. He put everything back inside his backpack and started to walk when someone called him. And he knew they were calling him because they were yelling "metro boy".
Unbeknownst to him, the guy and the girl from the train were not very far from him. He hadn't seen them either, like the topless woman. For a moment, that seem to go for ages, he had no idea of what to do. But he had no other choice when the girl came up to him and greeted him, as if they were long time friends.
He grabbed him by the hand and took him to were the guy was. They said they had seen Liam in the train and that he looked foreign. He confirmed it and they told him they were foreigners too, from New Zealand. And they were brother and sister, so he had gotten that wrong.
It was all very nice but Liam was too uncomfortable. The girl had her top off and the guy was totally naked and, as expected, they both looked great. They had to be models or surfers or something like that.
- I have to leave. Sorry. - said Liam, after 15 minutes of chatting.
They begged for him to stay but Liam insisted he had to leave.
- Maybe you would feel better without the shirt. - said the guy.
Liam looked at him with anger but also with shame. That was maybe true but it wasn't that easy for him. Fed up with everything, he decided to be honest. He told them how uncomfortable he was at the moment and that he'd rather leave than make everyone feel awkward too.
The guy told him they had decided to speak to him because he seemed nice and he was alone, like them. He insisted on him taking off his shirt and talking to them. He clarified it was their first time in a nude beach too but that bodies were overrated.
Liam sat down and asked the guy to explain that to him. He responded that people that were really into people, had no trouble getting naked as they knew bodies are just a fraction of what a person really is.
- An important fraction. The one you see at first glimpse. - replied Liam.
- True. But you don't stay for it. And if you do, you're just a shallow idiot.
This made Liam smile. He then changed the subject and talked to them both for hours, about heir lives, their countries and what discoveries they had made in the city. They played UNO and, finally, Liam took off his shirt to swim with them.
When night was arriving, they went for dinner to a restaurant and then had some drinks. When he got to his hotel, a bit tipsy, Liam realized he had made new friends and, even if it only ended up being a "Facebook friendship", it didn't mattered. What was important was the fact he had decided to listen what others had to say and that opened more doors than the doubts he had.
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tan,
to listen,
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uncomfortable,
unexpected
martes, 18 de noviembre de 2014
Payaso
No era un nombre normal para un perro. Muchos decían incluso que los nombres de personas no eran para perros aunque había algunos que quedaban muy bien y ciertamente hubieran sido mejores para un animal tan noble como ese.
Era un golden retriever y su nombre era Payaso. Mucha gente prefería decirle "perro" o "perrito" que su nombre ya que pensaban que lo estaban insultando si lo decían en voz alta. Daba algo de vergüenza llamarlo en un parque por su nombre, sobre todo sabiendo que el perro era tan bien educado que solo respondía cuando decían su nombre completo, no de otra manera.
Su propietario, el señor Reyes, no daba explicación para el nombre pero decía que tenía buenas razones para llamarlo así. El señor Reyes tenía unos 70 años y tenía el perro desde hacía unos 3 años, por regalo de su hija, a quien tampoco le gustaba el nombre.
A pesar de que no era un hombre muy agradable en general, mucha gente había empezado a hablar con él desde que el perro había llegado a su hogar. La gente veía que el hombre era amable con la criatura y que este era gentil y dócil, y era imposible que fuese por entrenamiento previo ya que algunos vecinos podían jurar haber visto al perro cuando cachorro. Tenía que haber sido el señor Reyes.
La gente se les acercaba en el parque y acariciaban al perro y descubrían que ahora el señor Reyes era menos huraño y le encanta hablar de su mascota, un ejemplo de educación y bondad, según sus propias palabras.
Pero pasado un tiempo, algo cambió. No en la bondad de ambos seres, sino en el aspecto del señor Reyes. Era un hombre robusto, no muy alto, con cabellos rizado negro y ojos verdes penetrantes. Pero en días recientes sus ojos habían parecido perder brillo, su cabello lucía menos abundante y parecía más pequeño de lo que jamás había lucido.
El perro, sin embargo, seguía igual, eso sí, inseparable de su dueño humano. El señor Reyes ya no podía caminar tanto como antes y Payaso no tenía ningún problema en ayudarlo y esperarlo.
Entre los vecinos y amigos, corrieron rumores de una enfermedad grave pero nadie supo nada con certeza hasta que la hija del señor Reyes, la misma que le había regalado el perro, apareció un día en el edificio que vivía su padre para visitarlo. Salió llorosa de allí y cuando una mujer, encargada de la limpieza la consoló, le confesó que su padre tenía cáncer.
A nadie le importó de que o desde cuando. Los vecinos, los que más apreciaban tanto al dueño como al perro, fueron visitando de tanto en tanto. Había días que las visitas estaban fuera de discusión pero había otros en que el Ssñor Reyes los recibía como si la realeza estuviera de visitas.
El perro ayudaba como nunca antes. Ahora tenía un chaleco con bolsillos en los que estaban las pastillas que debía tomar su dueño, su celular e incluso un rastreador. Esto último porque un día el señor Reyes se había perdido en la ciudad, después de recibir noticias desalentadoras en el hospital. El animal lo había cuidado pero estuvieron perdidos juntos por varias horas.
Un vecino traía pastel y otra empanadas de carne. Otro más revistas y otro venía solo a charlar y el señor Reyes se sentía agradecido por todo. Después de que se iban era común que el hombre, antes una roca, se desmoronara y llorara por algunos minutos. Su mascota le brindaba una pata y su cabeza para acariciar y eso hacía magia en él.
Las sesiones de quimioterapia empezaron por esos mismos días. La hija del señor Reyes lo acompañaba cuando podía pero era tal la cantidad de trabajo que no podía cumplir con su responsabilidad todos los días. Habían contratado entonces a un entrenador para Payaso, para que este aprendiera todo lo necesario en relación al cuidado de personas en un estado tan delicado.
El perro aprendió bastante rápido, como si no pudiera esperar para empezar a ayudar. Y fue él el compañero ideal en la quimioterapia. El dolor, las ganas de vomitar, la desesperanza. Todo eso sabía manejarlo espléndidamente y de paso ayudaba a otros pacientes que estuvieran allí para el mismo tratamiento.
Los pacientes más cariñosos eran los niños sin duda. Y esto le partía el corazón al señor Reyes. Ver criaturas tan pequeñas, con una vida por delante, en semejantes condiciones. Solía pensar que él al menos había tenido una vida larga y plena. Había hecho lo que había querido y, aunque le dolería partir de este mundo, no sería algo injusto.
Había meses que se sentía mucho mejor y otros en los que no salía de la cama. La terapia se detenía durante un tiempo y revisaban como iba todo pero parecía ser un descenso lento pero progresivo.
La hija, harta de estar alejada de su padre, pidió vacaciones que tenía acumuladas y lo llevó con ella y su hijo a la playa. Payaso también los acompañó y se divirtió como nunca. Fue sin duda uno de los momentos más felices en la vida del señor Reyes: compartiendo recuerdos de su esposa con su hija, viendo a su nieto jugar con Payaso con tanta energía que parecía recargarlo y sentir el sol en su rostro. Todo eso lo hacía sentirse vivo y eso era para agradecer.
Lamentablemente, su salud decayó de golpe a su regreso. Tuvieron que internarlo y, solo un día después de aquello, el doctor avisó a su hija que no tenía mucho tiempo más de vida. Ella lo acompañó en la habitación, todos los días e incluso consiguió un permiso especial para que Payaso se quedara todo el día, ya que ella debía regresar a casa en la noche.
El día antes de su muerte, mientras su hija conseguía un café de máquina, el señor Reyes miró a Payaso y le recordó, sin palabras, porque ese era su nombre. Por la simple razón de que le había alegrado su vida, desde el primer momento. Era la chispa que lo había mantenido viviendo durante los últimos años y le agradecía a la vida haberlo conocido.
Le acarició la cabeza y el perro la apoyó en la cama. Cuando la hija llegó, su padre había muerto. El perro chillaba a su lado y ella lo acompañó en su dolor.
El funeral fue sencillo y asistieron bastantes personas, muchos vecinos y nuevos amigos que el señor Reyes había hecho en poco tiempo. La hija les agradeció a todos por su presencia y su apoyo y dejó a Payaso descansar junto a la tumba de su padre hasta que todos se hubieran ido.
El perro vivió entonces con ella y con su hijo y le dieron todo el amor que pudieron. La mascota tuvo cachorros con una perra vecina y se quedaron con uno de los perritos. Lo llamaron Rey, en honor al padre y dueño de Payaso.
Un día, en el que ella dejó la puerta abierta sin intención, el perro salió y recorrió la ciudad hasta llegar a la tumba de su dueño. Y allí murió, en paz.
Era un golden retriever y su nombre era Payaso. Mucha gente prefería decirle "perro" o "perrito" que su nombre ya que pensaban que lo estaban insultando si lo decían en voz alta. Daba algo de vergüenza llamarlo en un parque por su nombre, sobre todo sabiendo que el perro era tan bien educado que solo respondía cuando decían su nombre completo, no de otra manera.
Su propietario, el señor Reyes, no daba explicación para el nombre pero decía que tenía buenas razones para llamarlo así. El señor Reyes tenía unos 70 años y tenía el perro desde hacía unos 3 años, por regalo de su hija, a quien tampoco le gustaba el nombre.
A pesar de que no era un hombre muy agradable en general, mucha gente había empezado a hablar con él desde que el perro había llegado a su hogar. La gente veía que el hombre era amable con la criatura y que este era gentil y dócil, y era imposible que fuese por entrenamiento previo ya que algunos vecinos podían jurar haber visto al perro cuando cachorro. Tenía que haber sido el señor Reyes.
La gente se les acercaba en el parque y acariciaban al perro y descubrían que ahora el señor Reyes era menos huraño y le encanta hablar de su mascota, un ejemplo de educación y bondad, según sus propias palabras.
Pero pasado un tiempo, algo cambió. No en la bondad de ambos seres, sino en el aspecto del señor Reyes. Era un hombre robusto, no muy alto, con cabellos rizado negro y ojos verdes penetrantes. Pero en días recientes sus ojos habían parecido perder brillo, su cabello lucía menos abundante y parecía más pequeño de lo que jamás había lucido.
El perro, sin embargo, seguía igual, eso sí, inseparable de su dueño humano. El señor Reyes ya no podía caminar tanto como antes y Payaso no tenía ningún problema en ayudarlo y esperarlo.
Entre los vecinos y amigos, corrieron rumores de una enfermedad grave pero nadie supo nada con certeza hasta que la hija del señor Reyes, la misma que le había regalado el perro, apareció un día en el edificio que vivía su padre para visitarlo. Salió llorosa de allí y cuando una mujer, encargada de la limpieza la consoló, le confesó que su padre tenía cáncer.
A nadie le importó de que o desde cuando. Los vecinos, los que más apreciaban tanto al dueño como al perro, fueron visitando de tanto en tanto. Había días que las visitas estaban fuera de discusión pero había otros en que el Ssñor Reyes los recibía como si la realeza estuviera de visitas.
El perro ayudaba como nunca antes. Ahora tenía un chaleco con bolsillos en los que estaban las pastillas que debía tomar su dueño, su celular e incluso un rastreador. Esto último porque un día el señor Reyes se había perdido en la ciudad, después de recibir noticias desalentadoras en el hospital. El animal lo había cuidado pero estuvieron perdidos juntos por varias horas.
Un vecino traía pastel y otra empanadas de carne. Otro más revistas y otro venía solo a charlar y el señor Reyes se sentía agradecido por todo. Después de que se iban era común que el hombre, antes una roca, se desmoronara y llorara por algunos minutos. Su mascota le brindaba una pata y su cabeza para acariciar y eso hacía magia en él.
Las sesiones de quimioterapia empezaron por esos mismos días. La hija del señor Reyes lo acompañaba cuando podía pero era tal la cantidad de trabajo que no podía cumplir con su responsabilidad todos los días. Habían contratado entonces a un entrenador para Payaso, para que este aprendiera todo lo necesario en relación al cuidado de personas en un estado tan delicado.
El perro aprendió bastante rápido, como si no pudiera esperar para empezar a ayudar. Y fue él el compañero ideal en la quimioterapia. El dolor, las ganas de vomitar, la desesperanza. Todo eso sabía manejarlo espléndidamente y de paso ayudaba a otros pacientes que estuvieran allí para el mismo tratamiento.
Los pacientes más cariñosos eran los niños sin duda. Y esto le partía el corazón al señor Reyes. Ver criaturas tan pequeñas, con una vida por delante, en semejantes condiciones. Solía pensar que él al menos había tenido una vida larga y plena. Había hecho lo que había querido y, aunque le dolería partir de este mundo, no sería algo injusto.
Había meses que se sentía mucho mejor y otros en los que no salía de la cama. La terapia se detenía durante un tiempo y revisaban como iba todo pero parecía ser un descenso lento pero progresivo.
La hija, harta de estar alejada de su padre, pidió vacaciones que tenía acumuladas y lo llevó con ella y su hijo a la playa. Payaso también los acompañó y se divirtió como nunca. Fue sin duda uno de los momentos más felices en la vida del señor Reyes: compartiendo recuerdos de su esposa con su hija, viendo a su nieto jugar con Payaso con tanta energía que parecía recargarlo y sentir el sol en su rostro. Todo eso lo hacía sentirse vivo y eso era para agradecer.
Lamentablemente, su salud decayó de golpe a su regreso. Tuvieron que internarlo y, solo un día después de aquello, el doctor avisó a su hija que no tenía mucho tiempo más de vida. Ella lo acompañó en la habitación, todos los días e incluso consiguió un permiso especial para que Payaso se quedara todo el día, ya que ella debía regresar a casa en la noche.
El día antes de su muerte, mientras su hija conseguía un café de máquina, el señor Reyes miró a Payaso y le recordó, sin palabras, porque ese era su nombre. Por la simple razón de que le había alegrado su vida, desde el primer momento. Era la chispa que lo había mantenido viviendo durante los últimos años y le agradecía a la vida haberlo conocido.
Le acarició la cabeza y el perro la apoyó en la cama. Cuando la hija llegó, su padre había muerto. El perro chillaba a su lado y ella lo acompañó en su dolor.
El funeral fue sencillo y asistieron bastantes personas, muchos vecinos y nuevos amigos que el señor Reyes había hecho en poco tiempo. La hija les agradeció a todos por su presencia y su apoyo y dejó a Payaso descansar junto a la tumba de su padre hasta que todos se hubieran ido.
El perro vivió entonces con ella y con su hijo y le dieron todo el amor que pudieron. La mascota tuvo cachorros con una perra vecina y se quedaron con uno de los perritos. Lo llamaron Rey, en honor al padre y dueño de Payaso.
Un día, en el que ella dejó la puerta abierta sin intención, el perro salió y recorrió la ciudad hasta llegar a la tumba de su dueño. Y allí murió, en paz.
lunes, 17 de noviembre de 2014
The Hunt
He let his body fell into the water. It felt like ice surrounding him but he didn't mind at all. He spend a whole minute below water, before he had to emerge again, a bit less dizzy.
The lake was almost pitch black at this time of night, only the moon casted some light over the water and the nearby trees.
The man pulled out of the water, on the other side of the lake, and stripped down, entering the water again, now naked. The water felt less chilly now but he shivered anyway, his teeth chattering also.
He swam a few meters away from the shore but came back after his buttocks and feet started to hurt from the cold. As he had no way of drying himself with a towel, he remained naked, sitting down on a big rock, waiting for the water to slide down his body.
As he stroke his skin to get the water off, he heard the barking of dogs, far away, on the other side of the lake. So he had run far faster than them but they were still looking for him. He kept drying himself with his hands, making a special effort to hear every single sound on the forest.
Again, he heard the dogs, nearer. He grabbed his clothes and hid among some trees and waited there. Sure enough, a group of five men, each with a german Shepard dog, scouted the area, walking fast all along the shore. The dogs seemed puzzled as his scent ended there, in the edge of the lake. They were there for almost an hour, even checking the water with a flashlight.
After the hour, they left, entering the forest on the other side. The man could finally breath at ease and came out of the trees again. He left his clothes on the floor and sat down. He began to think on all that had happened that night. It was unreal to him, it seemed like a really bad prank. But it wasn't. Somehow, all of it happened.
He gazed at the clothes and saw that they still had stains of blood all over. Even if he got rid of the stains, he knew the police was aware of his clothes when he escaped their custody, so he decided to dig a hole and put them there. As he covered it all with dirt, he watched the sky: the night was clear and beautiful. He could see all the stars above and the constellations. He finally found the North Star and stood up.
He pointed at the star and moved his hand down, to a point behind the trees he had been hiding on went the dogs and police came. He then washed his hands, stomped on the ground to make it seem natural and then penetrated the forest.
The man walked for several hours and when he finally got to the edge of the forest, he encountered a road. No car was visible. it must have been really early in the morning and he knew it wasn't wise to be a naked guy near a road as it would be very suspicious.
He decided to cross the land, away from all roads or paths. His skin got scratched and hurt several times by barb wire and other elements that separated every single lot on his path.
That night, he didn't sleep. He just couldn't and wouldn't either. He decided to keep walking and when he got tired, he just lay on the ground, preferably on grass or against a tree, were shadows protected him.
The next day, he passed by a house that appeared to be empty. He grabbed some sweatpants and a hoodie from their clothes line and then stood by the back door for several minutes. He doubted if he should go inside or maybe try some other site. He needed shoes and socks, if he could find them. His feet were in very bad shape.
He finally decided to go in, as he was desperate and waiting was not an option. He knocked on the door and shouted "Hello?". He preferred, if people were inside, to be believed a homeless man and not a crazy killer or something.
The first room was the kitchen and his stomach growled instantly. He looked on the cupboard and grabbed some bread and drank milk that he found in the refrigerator. When he was done, he walked to the next room, the dining room. Connected to a sitting room.
Everything was so well done, so well decorated. There were pictures too, of a happy family: Mom, Dad, an older son and two younger daughters.
- Who are you?
Scared by the voice of a young girl, the man dropped the picture and the glass shattered into a thousand pieces on the ground.
The girl was standing not too far from him. She was holding a knife. She looked 14, maybe older. She was wearing pijamas and slippers.
- What are you doing here?
- Please...
- I'm calling the police.
- No! Please. No...
The girl did not move from her spot. She got closer as he walked back to the kitchen. There, the girl opened a drawer and pulled out a gun. She left the knife on the counter. Pointing at him, she talked again:
- Why did you took our clothes?
- I was... I don't have clothes. Just, let me go, please.
The man gave a few steps towards the back door but the girl charged the gun and yelled " Don't you move!". The man, too weak to argue, fell on his knees and begged her to let him go. He swore he wasn't a thief or a murderer. He only needed clothes as he was escaping.
- So you belong to the police. What innocent person escapes?
He gazed up and looked her, straight to her eyes.
- Someone who is desperate.
On that precise moment, the girl flinched. The guy took advantage of this and stood up fast, pushing the door hard and running as fast as he could. The girl stood on the door and fired three times but she seemed to have failed her target.
When her parents got home, she told them all about the intruder. Her dad called the police and officers scouted the area but no one was found. However, some blood did appear on some corn crops belonging to the family's neighbor.
No one ever saw that man again. Months after his intrusion into that house, they found the clothes he had taken in a bin inside a restaurant located 20 kilometers to the north. But they never stopped looking for him. He was believed to be the killer of, at least, six people in the most brutal way possible. but the truth was even more twisted and difficult to believe. It was easier to hunt him down.
The lake was almost pitch black at this time of night, only the moon casted some light over the water and the nearby trees.
The man pulled out of the water, on the other side of the lake, and stripped down, entering the water again, now naked. The water felt less chilly now but he shivered anyway, his teeth chattering also.
He swam a few meters away from the shore but came back after his buttocks and feet started to hurt from the cold. As he had no way of drying himself with a towel, he remained naked, sitting down on a big rock, waiting for the water to slide down his body.
As he stroke his skin to get the water off, he heard the barking of dogs, far away, on the other side of the lake. So he had run far faster than them but they were still looking for him. He kept drying himself with his hands, making a special effort to hear every single sound on the forest.
Again, he heard the dogs, nearer. He grabbed his clothes and hid among some trees and waited there. Sure enough, a group of five men, each with a german Shepard dog, scouted the area, walking fast all along the shore. The dogs seemed puzzled as his scent ended there, in the edge of the lake. They were there for almost an hour, even checking the water with a flashlight.
After the hour, they left, entering the forest on the other side. The man could finally breath at ease and came out of the trees again. He left his clothes on the floor and sat down. He began to think on all that had happened that night. It was unreal to him, it seemed like a really bad prank. But it wasn't. Somehow, all of it happened.
He gazed at the clothes and saw that they still had stains of blood all over. Even if he got rid of the stains, he knew the police was aware of his clothes when he escaped their custody, so he decided to dig a hole and put them there. As he covered it all with dirt, he watched the sky: the night was clear and beautiful. He could see all the stars above and the constellations. He finally found the North Star and stood up.
He pointed at the star and moved his hand down, to a point behind the trees he had been hiding on went the dogs and police came. He then washed his hands, stomped on the ground to make it seem natural and then penetrated the forest.
The man walked for several hours and when he finally got to the edge of the forest, he encountered a road. No car was visible. it must have been really early in the morning and he knew it wasn't wise to be a naked guy near a road as it would be very suspicious.
He decided to cross the land, away from all roads or paths. His skin got scratched and hurt several times by barb wire and other elements that separated every single lot on his path.
That night, he didn't sleep. He just couldn't and wouldn't either. He decided to keep walking and when he got tired, he just lay on the ground, preferably on grass or against a tree, were shadows protected him.
The next day, he passed by a house that appeared to be empty. He grabbed some sweatpants and a hoodie from their clothes line and then stood by the back door for several minutes. He doubted if he should go inside or maybe try some other site. He needed shoes and socks, if he could find them. His feet were in very bad shape.
He finally decided to go in, as he was desperate and waiting was not an option. He knocked on the door and shouted "Hello?". He preferred, if people were inside, to be believed a homeless man and not a crazy killer or something.
The first room was the kitchen and his stomach growled instantly. He looked on the cupboard and grabbed some bread and drank milk that he found in the refrigerator. When he was done, he walked to the next room, the dining room. Connected to a sitting room.
Everything was so well done, so well decorated. There were pictures too, of a happy family: Mom, Dad, an older son and two younger daughters.
- Who are you?
Scared by the voice of a young girl, the man dropped the picture and the glass shattered into a thousand pieces on the ground.
The girl was standing not too far from him. She was holding a knife. She looked 14, maybe older. She was wearing pijamas and slippers.
- What are you doing here?
- Please...
- I'm calling the police.
- No! Please. No...
The girl did not move from her spot. She got closer as he walked back to the kitchen. There, the girl opened a drawer and pulled out a gun. She left the knife on the counter. Pointing at him, she talked again:
- Why did you took our clothes?
- I was... I don't have clothes. Just, let me go, please.
The man gave a few steps towards the back door but the girl charged the gun and yelled " Don't you move!". The man, too weak to argue, fell on his knees and begged her to let him go. He swore he wasn't a thief or a murderer. He only needed clothes as he was escaping.
- So you belong to the police. What innocent person escapes?
He gazed up and looked her, straight to her eyes.
- Someone who is desperate.
On that precise moment, the girl flinched. The guy took advantage of this and stood up fast, pushing the door hard and running as fast as he could. The girl stood on the door and fired three times but she seemed to have failed her target.
When her parents got home, she told them all about the intruder. Her dad called the police and officers scouted the area but no one was found. However, some blood did appear on some corn crops belonging to the family's neighbor.
No one ever saw that man again. Months after his intrusion into that house, they found the clothes he had taken in a bin inside a restaurant located 20 kilometers to the north. But they never stopped looking for him. He was believed to be the killer of, at least, six people in the most brutal way possible. but the truth was even more twisted and difficult to believe. It was easier to hunt him down.
domingo, 16 de noviembre de 2014
Al borde del abismo
La labor social no era lo que se le daba mejor a Fran. Era un chico que poco o nada se interesaba en los demás. Para él lo más importante era sobrevivir y, a veces, la gente que lo ayudaba con eso.
Era huérfano y, después de haber estado en el orfanato toda la vida, donde lo habían educado en algunos trabajos, lo dejaron ir para que encontrara algo que hacer de su vida. Lo único que encontró fue a la calle y a su varios habitantes. Drogas, alcohol y tabaco eran su vida desde hacía 5 años y ya no tenía, como antes, esperanzas de cambiar su vida.
Robaba a la gente en los trenes, comida de restaurantes, dinero de supermercados e incluso incendiaba autos por el solo placer. Nadie lo detenía y el no tenía intenciones de empezar a tratar al mundo mejor, después de como este lo había tratado a él.
Un día, en el que llevaba ya cuatro billeteras robadas en el tren, cayó en las manos de un oficial de policía. Normalmente era más astuto y no se dejaba ver de ellos pero ese día el hambre apremiaba y sentía el dolor de la dependencia a las drogas.
El policía lo llevó a la estación. Allí durmió en una celda sucia y húmeda y al otro día le dijeron que por su edad y por haber sido la primera vez que lo cogían, solo tenía que pasar un año en una cárcel de mínima seguridad. Sin embargo, durante todo el año debía hacer trabajo social para remediar sus crímenes. En lo personal, Fran hubiera preferido cincuenta años en una cárcel de máxima seguridad que tener que juntarse más de lo necesario con gente tan distinta a él.
Sus primeros días en la cárcel fueron difíciles. No por la convivencia o el encierro sino porque su cuerpo cada vez más necesitaba las drogas. Fran se consideraba un consumidor ocasional pero eso no fue lo que pensé el doctor de la prisión. Le dio algunos medicamentos para calmar el dolor. En parte funcionaron, en parte lo desesperaban más.
Pasada la primera semana, él y otros dos jóvenes fueron subidos a una camioneta de la prisión y llevados a un lugar bastante extraño para un trío de convictos: el asilo de ancianos del pueblo cercano.
Cuando entraron, el personal del lugar los saludó con amabilidad y les dijeron cual era su tarea en el sitio: entretener a los ancianos y ayudar a todo lo que fuera posible, desde jugar ajedrez con ellos o bailar hasta colaborar en el cambio del pañal y acompañarlos al baño.
Fran se volteó, pensando en volver a la camioneta pero los tres guardias con los que habían venido le cerraron el paso y lo amenazaron. Les dijeron, a los tres convictos, que estarían vigilándolos todo el tiempo y que si trataban de escapar, las consecuencias serían fatales.
No había más alternativa que seguir a una de las enfermeras a un gran salón donde los ancianos hacían actividades, veían televisión o tan solo se sentaban a mirar por la ventana. Les pidieron que fueran por la habitación y escogieran a un anciano para acompañarlo el día de hoy.
Antes de que lo hicieran, uno de los guardias se acercó y les fue quitando las esposas, mientras los otros les apuntaban con pistolas eléctricas. Fran los miró con odio y, apenas le quitaron las esposas, se alejó de ellos lo más que pudo. Se sentó al lado de una mujer en silla de ruedas que parecía ser muda y, por una hora, no hizo más sino pensar en lo que les haría a los guardias si no tuvieran como someterlo.
- Que hiciste?
Fran salió de su imaginación y volteó a mirar a la anciana. Seguía tan impasible como antes, mirando al exterior, más allá que acá.
Resopló y y apretó los puños, con rabia. Volvió a sus pensamientos, los que le hacían sentir más y más rabia, hacia él, hacia todos.
- Tomas algo para eso?
De nuevo volteó a ver a la mujer, que seguía mirando al exterior. Pero no era ella quien hablaba. De atrás de Fran se acercó otra mujer, algo más joven que la otra pero también en silla de ruedas. Tenía una expresión de suficiencia en su rostro que le daba un aire de presunción bastante fastidioso.
- Que?
- Tu mano, chico tonto.
En efecto, las manos de Fran temblaban todo el tiempo. Era la primera persona, aparte del doctor en la prisión, que lo había notado.
- Heroína? O algo menos fuerte?
- Que?
Estaba vez la cara de fastidio fue más evidente.
- No sabes decir más?
Fran se puso de pie pero apenas lo hizo, vio como uno de los guardias se acercaba al lugar donde estaba. El tipo le apuntó con la pistola. Pero entonces la mujer los dio unas palmaditas en el estomago y el guardia se puso nervioso.
- Señora, yo me encargo.
- No sea ridículo. De que se va a encargar?
- Este hombre... No le hizo nada?
- Este payaso a mi? - decía señalando a Fran. - Hijo, hace falta mucho más que unos malos tatuajes y una mirada despectiva para atemorizarme. Váyase mejor allí, parece que lo necesitan
En efecto, al otro lado de la habitación, uno de los reos le daba palmadas a un anciano que parecía no poder respirar. El guardia salió corriendo.
- Entonces, vas a responder o no? Que haces aquí?
Fran no quería responder. No tenía idea de quien era esa mujer y no le interesaba. Además tenía planeado pasar casi desapercibido durante su estancia en la cárcel y esperaba que se dieran cuenta que esto del "trabajo social" no era algo que él pudiese hacer.
Resentía todo y a todos. Odiaba tener que hablar con la gente, verlos reír y disfrutar de una vida que Fran no sabía porque ellos merecían y él no. Era peor pensar que él los envidiaba y por eso las drogas habían sido ideales para él: lo llevaban a un lugar en el que solo él, Fran, era importante, y nada más era importante o existía si quiera.
Todos los días quería volver a ese lugar pero ya no podía. La estúpida cárcel y ese maldito doctor le estaban quitando todo lo que tenía adentro y, al final, solo sería una concha vacía, solo un cuerpo que se reiría de las mismas idioteces que todos los demás. Y no sabría que, si fuera todavía él, se odiaría con todas las fuerzas del mundo.
- Prefiero la cocaína y los ácidos y el éxtasis.
La mujer se le quedó mirando, como si lo analizara.
- No te ves como un chico que pueda pagar esa clase de gustos.
- Robo gente.
- Ah... Eso lo explica. Y por eso tiemblas. El dolor, la urgencia.
Fran evitó su mirada, mientras ella lo escudriñaba, centímetro a centímetro.
- No sabes nada. Crees que conoces el dolor? Trata de vivir con un riñón y un esposos inútil. Con hombres abusivos y mujeres envidiosas. No sabes nada.
La mujer empezó a alejarse en su silla pero se detuvo, dándole la espalda a Fran.
- Y tus padres? Que dicen?
- No sé quienes son.
- Desgraciados crían hijos desgraciados.
La anciana giro en el mismo punto y miró a los ojos a Fran, que por primera ves, no evitó mirarla.
- Que medicamentos te dieron?
- Valium y Ativan.
- Idiotas.
De debajo de la silla, la mujer sacó una cajita de pastillas.
- Estas son hechas de algas japonesas. Te relajan mejor que cualquiera de esas porquerías. Mi hija Amanda me las envía, vive allá. Se casó con uno de ellos.
De la cajita, sacó una tabla de 8 pastillas. Se las dio a Fran y luego cambió el tema, evitando que el las devolviera. El chico se las guardó en un zapato y entonces empezaron a hablar de sus vidas, de detalles sin importancia y de lo que menos les gustaba del mundo.
Fran volvió una vez por semana durante toda su sentencia. Y fue esa mujer su única amiga en el mundo porque por fin pudo entender a alguien más y sentirse comprendido.
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sábado, 15 de noviembre de 2014
The past never forgets
His eyes opened, not so much at once. The light was too strong, blinding him, making him feel sick. He vomited on the side and then, noticed he was on a chair and he was tied to it, by hands and legs. As he couldn't turn so good, he had vomit stains on his new trousers, the ones he had bought for his first days as general manager of the bank.
- Awake? - said someone behind him.
A young boy appeared in front of him. He was using a hoodie and jeans. The boy grabbed a metallic folding chair that rested against the farthest wall. He opened the chair in front of the tied man, sat down and smiled at him.
- How do you like it?
His voice was soft, to the point of being annoying. Somehow, the guy in the chair knew he had heard the voice before but couldn't put all the thoughts together. He felt his head pounding and an urgent urge to vomit again. But he didn't.
- Alex Winston. You even have the perfect name for what you are.
Then he felt it: something liquid sliding down his forehead and falling on his pants. It was blood. He started to breath fast, finally realizing he was in danger.
- You sure are slow. I'm afraid that's what a baseball bat does.
He wanted to talk but couldn't. The boy smiled when he noticed these attempts. His mouth stretched so big. Or maybe he was imagining it? He closed his eyes but the pain remained.
- Trying to remember? Take your time honey. Meanwhile, let me help you.
The boy stood up and the tied man trembled. The boy smiled again and walked past the man. He tried to gather all his strength to free himself but it was useless. His arms and legs felt like noodles and his head wasn't exactly up for the task of walking. The small amount of consciousness he had told him that maybe he had been drugged too.
The boy came back with a cellphone on one hand and the bat in the other, drag it on the floor. The guy in the chair then trembled again and found it difficult to breath.
- So, Alex... You're 32, right? General manager of the FN Bank... Sweet, huh?
The man stood still and only breathed heavily.
- What? Something to say before I begin?
But Alex said nothing. His body couldn't help him do nothing.
- Ok then. Let's start. You're a naughty boy, aren't you? You like boys and girls, metrosexual, a player. But do you remember? Do you have the capacity to feel? Both really great questions.
He then got near and Alex shivered. The boy laughed out loud. He raised the cellphone on his hand and showed the displayed image to Alex. It was the picture of a girl, maybe twenty years old.
- Remember her, Alex? Do you ?
Alex didn't remembered. And his attacker saw that on his face: he punched him in the stomach so hard, he started vomiting again.
- While you do that... - He browsed to more pictures. - ... do you know him?
He grabbed Alex by the ear and made him watch: the picture was now even more grim. It was the one of a dead boy, probably the age of the mad young men that held him there. But Alex did not remember.
- You fucking piece of shit.
Alex thought he was going to be hit again but, instead, the boy went back to his seat. His way of moving, his expressions, everything about that guy was disturbing.
- I have three others but first I want you to speak. Tell me your father's name. Now.
He had to gather all his energy. It wasn't much. But he managed to say one thing: "Robert". The boy was evidently pleased. He stood up and got near the chair. Alex shivered again but the guy only grabbed something from below the chair: a bottle filled with water. He opened and told Alex to be still: he poured some liquid into his mouth and watched as he drank.
The water made him feel better but, suddenly, memories came rushing to his head and, in return, the headache was bigger.
- "Always watch behind you". Isn't that a great lesson? I sure learned it.
He watched Alex to the eyes and Alex new he had to do the same, or he would stand no chance. The guy smiled again but this time hatred could be felt, as if it had a temperature, a very low one.
- Water makes miracles... Now, do you remember them? Or... do you remember me?
Yes. He did. But when he realized who the boy was, they both kept silent as, in the distance, sirens could be heard.
- Well, that's my cue to get the fuck out. And please, never forget my face.
He stood up and left the cellphone on the chair. He then walk towards Alex and kissed him in the mouth. He didn't close his eyes as he did it. It only lasted a few seconds. After that, the boy disappeared behind him.
As he felt a bit stronger, he began trying to release himself and only managed to burn his wrists. Then, just minutes after his captor had left, a team of policeman and special forces agents stormed the building he was in.
The first they did was take the phone from the seat. They only released him from the ropes when they had checked what it apparently contained.
He told them he didn't remembered anything and that the guy that had kept him there, a young man, had hit him with a bat and punched him too.
- You could catch him. He left only minutes ago.
Then, a police woman entered the premises. As she checked the cellphone, she asked for Alex's father and apparently browsed through images and documents. She finally looked at Alex and walked to him.
- I'm Sheriff Janice Jones. It is my duty to inform you that were putting you under arrest for the rape and murder of, at least, four people.
Alex didn't hear the rest. He was being handcuffed when he realized what was on the cellphone. It was the one thing he had dreaded for years and that guy, that young man...
They had met years ago in a party and bonded over drinks. He was an innocent, idealist guy. But Alex wasn't. And he did what he had always done and that was his downfall.
- Awake? - said someone behind him.
A young boy appeared in front of him. He was using a hoodie and jeans. The boy grabbed a metallic folding chair that rested against the farthest wall. He opened the chair in front of the tied man, sat down and smiled at him.
- How do you like it?
His voice was soft, to the point of being annoying. Somehow, the guy in the chair knew he had heard the voice before but couldn't put all the thoughts together. He felt his head pounding and an urgent urge to vomit again. But he didn't.
- Alex Winston. You even have the perfect name for what you are.
Then he felt it: something liquid sliding down his forehead and falling on his pants. It was blood. He started to breath fast, finally realizing he was in danger.
- You sure are slow. I'm afraid that's what a baseball bat does.
He wanted to talk but couldn't. The boy smiled when he noticed these attempts. His mouth stretched so big. Or maybe he was imagining it? He closed his eyes but the pain remained.
- Trying to remember? Take your time honey. Meanwhile, let me help you.
The boy stood up and the tied man trembled. The boy smiled again and walked past the man. He tried to gather all his strength to free himself but it was useless. His arms and legs felt like noodles and his head wasn't exactly up for the task of walking. The small amount of consciousness he had told him that maybe he had been drugged too.
The boy came back with a cellphone on one hand and the bat in the other, drag it on the floor. The guy in the chair then trembled again and found it difficult to breath.
- So, Alex... You're 32, right? General manager of the FN Bank... Sweet, huh?
The man stood still and only breathed heavily.
- What? Something to say before I begin?
But Alex said nothing. His body couldn't help him do nothing.
- Ok then. Let's start. You're a naughty boy, aren't you? You like boys and girls, metrosexual, a player. But do you remember? Do you have the capacity to feel? Both really great questions.
He then got near and Alex shivered. The boy laughed out loud. He raised the cellphone on his hand and showed the displayed image to Alex. It was the picture of a girl, maybe twenty years old.
- Remember her, Alex? Do you ?
Alex didn't remembered. And his attacker saw that on his face: he punched him in the stomach so hard, he started vomiting again.
- While you do that... - He browsed to more pictures. - ... do you know him?
He grabbed Alex by the ear and made him watch: the picture was now even more grim. It was the one of a dead boy, probably the age of the mad young men that held him there. But Alex did not remember.
- You fucking piece of shit.
Alex thought he was going to be hit again but, instead, the boy went back to his seat. His way of moving, his expressions, everything about that guy was disturbing.
- I have three others but first I want you to speak. Tell me your father's name. Now.
He had to gather all his energy. It wasn't much. But he managed to say one thing: "Robert". The boy was evidently pleased. He stood up and got near the chair. Alex shivered again but the guy only grabbed something from below the chair: a bottle filled with water. He opened and told Alex to be still: he poured some liquid into his mouth and watched as he drank.
The water made him feel better but, suddenly, memories came rushing to his head and, in return, the headache was bigger.
- "Always watch behind you". Isn't that a great lesson? I sure learned it.
He watched Alex to the eyes and Alex new he had to do the same, or he would stand no chance. The guy smiled again but this time hatred could be felt, as if it had a temperature, a very low one.
- Water makes miracles... Now, do you remember them? Or... do you remember me?
Yes. He did. But when he realized who the boy was, they both kept silent as, in the distance, sirens could be heard.
- Well, that's my cue to get the fuck out. And please, never forget my face.
He stood up and left the cellphone on the chair. He then walk towards Alex and kissed him in the mouth. He didn't close his eyes as he did it. It only lasted a few seconds. After that, the boy disappeared behind him.
As he felt a bit stronger, he began trying to release himself and only managed to burn his wrists. Then, just minutes after his captor had left, a team of policeman and special forces agents stormed the building he was in.
The first they did was take the phone from the seat. They only released him from the ropes when they had checked what it apparently contained.
He told them he didn't remembered anything and that the guy that had kept him there, a young man, had hit him with a bat and punched him too.
- You could catch him. He left only minutes ago.
Then, a police woman entered the premises. As she checked the cellphone, she asked for Alex's father and apparently browsed through images and documents. She finally looked at Alex and walked to him.
- I'm Sheriff Janice Jones. It is my duty to inform you that were putting you under arrest for the rape and murder of, at least, four people.
Alex didn't hear the rest. He was being handcuffed when he realized what was on the cellphone. It was the one thing he had dreaded for years and that guy, that young man...
They had met years ago in a party and bonded over drinks. He was an innocent, idealist guy. But Alex wasn't. And he did what he had always done and that was his downfall.
viernes, 14 de noviembre de 2014
Amigas
Martina y Carolina eran excelentes amigas. Desde el primer momento de la carrera universitaria, habían decidido sentarse juntas, comer juntas y ayudarse mutuamente, en lo que fuera necesario. Naturalmente, surgió una amistad bastante fuerte a la que pronto se añadió Carmen. Para el final de la carrera, las tres eran inseparables y eran conocidas por trabajar siempre de la mano, sin dejar a ninguna de lado.
Pero mientras Martina y Carolina habían permanecido en el país, para trabajar en el caso de una y para seguir estudiando en el caso de la otra, Carmen había decidido salir del país y probar suerte en España.
El tiempo ya había pasado, casi dos años para ser exactos, y llegaba el día en que Carmen se reuniría con sus amigas después de tanto tiempo. Habían decidido citarse en un popular restaurante para así comer algo y luego tal vez irían a un bar, dependiendo del ánimo de cada una.
Martina y Caro llegaron primero. Aunque cualquiera hubiera pensado que no tenían nada de que hablar, siendo amigas siempre tenían algún tema, así fuera sobre alguien que no conocían personalmente, alguna película o un chisme de última hora.
Fue en esas que Carmen llegó y sus amigas no podían estar más sorprendidas. Hay que decir que Carmen nunca había sido fea ni mucho menos pero lo cierto es que jamás había mostrado interés en la moda, el maquillaje o en arreglarse para nada o nadie más allá de lo estrictamente necesario. Era una chica dedicada al trabajo y, en principio, para eso precisamente había dejado el país: para especializarse y trabajar.
Pero la que llegaba parecía otra. Si ella no la conocieran tan bien, hubieran jurado que una mujer bastante glamurosa había decidido entrar en el restaurante. Tenía un vestido que le llegaba a medio muslo, de estampado de piel de leopardo. Llevaba unos altos, y por lo visto caros, tacones rojos y todo está complementado con un abrigo café y un bolso amarillo pálido. Entre todo lo que tenía puesto, hubiera podido alimentar a un pueblo pequeño, sin exagerar.
Mientras la saludaban de beso y se abrazaban, Martina se dio cuenta de que algo más había cambiado: su cuerpo parecía diferente pero no sabía exactamente que era.
Carolina llamó al mesero y ordenaron un aperitivo para antes de comer. Le recomendaron a Carmen una piña colada sin alcohol, ya que ella no tomaba pero las sorprendió diciendo que prefería un martini de manzana.
Empezaron entonces a charlar, aunque la conversación siempre se enfocaba en Carmen. Le preguntaron que hacía, que contaba y ella respondía que sus estudios le habían servido bastante y ahora vivía en Barcelona, trabajando para la compañía que tenía su novio.
En ese momento las dos amigas intercambiaron miradas, mientras ella las miraba. Un novio? Barcelona? Y... que era eso otro?
Cuando Carmen empezó a hablar de nuevo, se dieron cuenta de lo que era: su acento. Era una mezcla extraña entre el acento español y el que ella había tenido toda la vida. Ahora que se daban cuenta, era un poco molesto al oído ya que sonaba como alguien que hubiera aprendido español hacía dos días.
Le preguntaron por el novio y desde cuando vivía en Barcelona. El mesero interrumpió y cada uno pidió su plato deseado. Otro mesero llegó entonces con los tragos y Carmen bebió un buen sorbo de golpe.
El tema cambió tanto, que para cuando llegaron los platos principales, estaban riendo recordando todos los chicos que habían conocido en la universidad. Decían lo que sabían de la vida actual de cada uno de ellos y con cuales hubieran querido tener algo, así fuera pasajero.
Martina aprovechó la oportunidad para preguntar otra vez sobre el novio de Carmen y esta respondió que lo había conocido en su especialización. Habían congeniado tanto que ella lo había seguido a Barcelona, de donde era el individuo.
Carolina entonces casi se ahoga con su comida pero no porque estuviese caliente sino porque notó, por fin, que Carmen tenía un anillo bastante vistoso en la mano. Era bastante costoso, sin duda. Ella sabía de joyería y sin preguntar tomó la mano de su amiga y miró el anillo de cerca. Martina se dio cuenta también y entonces Carmen confeso que estaba comprometida y su viaje respondía a la visita de su novio para pedir la mano de ella oficialmente a sus padres.
Las chicas las felicitaron con besos y abrazos. Pero la reacción de Carmen no fue tan alegre. De hecho, algunas lágrimas salieron de sus ojos. Dijo que desde que se había ido muchas cosas habían cambiado para ella. Les confesó que no había terminado sus estudios y que estaba trabajando en la empresa de su novio a manera de regalo de él a ella, no porque hubiese presentado una entrevista o nada parecido. Finalmente, sacó su celular y les mostró una imagen de su novio. Las chicas quedaron en shock.
El hombre de la foto tenía, por lo menos, veinte años más que Carmen y no era uno de esos cincuentones atractivos, para nada. Esta vez, las chicas no dijeron nada ya que veían que por fin podían ser tan naturales como antes, cuando eran tan cercanas.
En su acento de siempre, Carmen dijo que se había dado cuenta que nunca había hecho nada de lo que le gustaba: la elección de la carrera la habían hecho sus padres así como la decisión de viajar. Ella solo quería que la dejaran en paz y en parte por eso había decidido casarse con un hombre que le podía dar lo que quisiera y que, al fin y al cabo, la quería.
Carolina le preguntó si ella quería al hombre de la foto pero ella no respondió. Solo cambió de tema, preguntándole a Martina sobre su blog de moda.
El tiempo pasó de esa manera y cuando terminaron, las chicas invitaron a Carmen a tomar algo antes de ir a sus respectivas casas pero ella se negó. Les dio un abrazo fuerte a cada una y les dijo que las quería mucho y que trataría de mantener el contacto. Ellas quedaron en silencio, sin saber que responder o decir.
A Carmen la recogió un automóvil particular y se fue. Carolina y Martina no la volvieron a ver sino muchos años después, pero esa es otra historia.
Pero mientras Martina y Carolina habían permanecido en el país, para trabajar en el caso de una y para seguir estudiando en el caso de la otra, Carmen había decidido salir del país y probar suerte en España.
El tiempo ya había pasado, casi dos años para ser exactos, y llegaba el día en que Carmen se reuniría con sus amigas después de tanto tiempo. Habían decidido citarse en un popular restaurante para así comer algo y luego tal vez irían a un bar, dependiendo del ánimo de cada una.
Martina y Caro llegaron primero. Aunque cualquiera hubiera pensado que no tenían nada de que hablar, siendo amigas siempre tenían algún tema, así fuera sobre alguien que no conocían personalmente, alguna película o un chisme de última hora.
Fue en esas que Carmen llegó y sus amigas no podían estar más sorprendidas. Hay que decir que Carmen nunca había sido fea ni mucho menos pero lo cierto es que jamás había mostrado interés en la moda, el maquillaje o en arreglarse para nada o nadie más allá de lo estrictamente necesario. Era una chica dedicada al trabajo y, en principio, para eso precisamente había dejado el país: para especializarse y trabajar.
Pero la que llegaba parecía otra. Si ella no la conocieran tan bien, hubieran jurado que una mujer bastante glamurosa había decidido entrar en el restaurante. Tenía un vestido que le llegaba a medio muslo, de estampado de piel de leopardo. Llevaba unos altos, y por lo visto caros, tacones rojos y todo está complementado con un abrigo café y un bolso amarillo pálido. Entre todo lo que tenía puesto, hubiera podido alimentar a un pueblo pequeño, sin exagerar.
Mientras la saludaban de beso y se abrazaban, Martina se dio cuenta de que algo más había cambiado: su cuerpo parecía diferente pero no sabía exactamente que era.
Carolina llamó al mesero y ordenaron un aperitivo para antes de comer. Le recomendaron a Carmen una piña colada sin alcohol, ya que ella no tomaba pero las sorprendió diciendo que prefería un martini de manzana.
Empezaron entonces a charlar, aunque la conversación siempre se enfocaba en Carmen. Le preguntaron que hacía, que contaba y ella respondía que sus estudios le habían servido bastante y ahora vivía en Barcelona, trabajando para la compañía que tenía su novio.
En ese momento las dos amigas intercambiaron miradas, mientras ella las miraba. Un novio? Barcelona? Y... que era eso otro?
Cuando Carmen empezó a hablar de nuevo, se dieron cuenta de lo que era: su acento. Era una mezcla extraña entre el acento español y el que ella había tenido toda la vida. Ahora que se daban cuenta, era un poco molesto al oído ya que sonaba como alguien que hubiera aprendido español hacía dos días.
Le preguntaron por el novio y desde cuando vivía en Barcelona. El mesero interrumpió y cada uno pidió su plato deseado. Otro mesero llegó entonces con los tragos y Carmen bebió un buen sorbo de golpe.
El tema cambió tanto, que para cuando llegaron los platos principales, estaban riendo recordando todos los chicos que habían conocido en la universidad. Decían lo que sabían de la vida actual de cada uno de ellos y con cuales hubieran querido tener algo, así fuera pasajero.
Martina aprovechó la oportunidad para preguntar otra vez sobre el novio de Carmen y esta respondió que lo había conocido en su especialización. Habían congeniado tanto que ella lo había seguido a Barcelona, de donde era el individuo.
Carolina entonces casi se ahoga con su comida pero no porque estuviese caliente sino porque notó, por fin, que Carmen tenía un anillo bastante vistoso en la mano. Era bastante costoso, sin duda. Ella sabía de joyería y sin preguntar tomó la mano de su amiga y miró el anillo de cerca. Martina se dio cuenta también y entonces Carmen confeso que estaba comprometida y su viaje respondía a la visita de su novio para pedir la mano de ella oficialmente a sus padres.
Las chicas las felicitaron con besos y abrazos. Pero la reacción de Carmen no fue tan alegre. De hecho, algunas lágrimas salieron de sus ojos. Dijo que desde que se había ido muchas cosas habían cambiado para ella. Les confesó que no había terminado sus estudios y que estaba trabajando en la empresa de su novio a manera de regalo de él a ella, no porque hubiese presentado una entrevista o nada parecido. Finalmente, sacó su celular y les mostró una imagen de su novio. Las chicas quedaron en shock.
El hombre de la foto tenía, por lo menos, veinte años más que Carmen y no era uno de esos cincuentones atractivos, para nada. Esta vez, las chicas no dijeron nada ya que veían que por fin podían ser tan naturales como antes, cuando eran tan cercanas.
En su acento de siempre, Carmen dijo que se había dado cuenta que nunca había hecho nada de lo que le gustaba: la elección de la carrera la habían hecho sus padres así como la decisión de viajar. Ella solo quería que la dejaran en paz y en parte por eso había decidido casarse con un hombre que le podía dar lo que quisiera y que, al fin y al cabo, la quería.
Carolina le preguntó si ella quería al hombre de la foto pero ella no respondió. Solo cambió de tema, preguntándole a Martina sobre su blog de moda.
El tiempo pasó de esa manera y cuando terminaron, las chicas invitaron a Carmen a tomar algo antes de ir a sus respectivas casas pero ella se negó. Les dio un abrazo fuerte a cada una y les dijo que las quería mucho y que trataría de mantener el contacto. Ellas quedaron en silencio, sin saber que responder o decir.
A Carmen la recogió un automóvil particular y se fue. Carolina y Martina no la volvieron a ver sino muchos años después, pero esa es otra historia.
jueves, 13 de noviembre de 2014
It came from us...
- The place is deserted.
- It is a desert, after all.
Lin and Allan had been inside the crashed craft for over an hour now and there were no signs of survivors to the crash.
The day before, radars had detected the ship near the planet. Several times the people at Jongjin base had attempted to establish contact but the ship but hey were unable to. Then the ship appeared to lose all stability and fell into the planet.
A scientist and a military officer had been sent to check the crash site. No living beings were onboard. From the look of it all, it appeared as if the ship had been empty all along but that was impossible as radars and other technology had verified the ship was on a strict course before they stopped and fell into Katf II, the second planet in a system not far from Earth.
Both astronauts came out of the ship and entered their vehicle, a four wheeled rover that could travel as it would in Earth. The atmosphere was similar but not breathable. As they traveled back to the base, two hours away, they started talking about the possible reasons the ship was there and why it crashed.
Suddenly, the wind started to blow, getting stronger by the minute. The vehicle had to stop and, in these cases, the astronauts were required to raise stay still as storms normally moved a lot and it would be soon be away from them.
- I'm so hungry.
- Didn't you eat before leaving?
- No, I had to submit my report on that rockslide on the far side last month. Pain in the ass.
- Did someone got killed?
- No, but...
But Lin didn't know more of the matter. The wind, that had formed a tornado of sorts, was moving away from them. What had impressed Allan to the point of being rendered speechless was a figure that had appeared from the other side of the storm, it moved slowly but towards them.
Lin realized about it too and grabbed the binoculars that they kept between the two seats. She could see what the creature was: it seemed like a man with a limp but its looks were far from that. It was made of something green and seemed to be furry. Furry...
- What is it? - Allan asked.
- We need to get to the base, now.
She restarted the vehicle and pressed on towards the base.
Once there, Lin asked for an emergency meeting with the top minds and chiefs in the base. They were all there in a matter of minutes. Allan was the last person to arrive. He approached Lin and said something to hear, almost in a whisper.
- May we know the reason of your call, Ms. Lin? We have things to deal with.
- I know and I'm sorry to call you like this but it is urgent.
Lin asked Allan to turn off the lights and then presented to the audience with a video, apparently footage made with a handheld recorder. The video depicted a woman in a lab. She seemed very intelligent but very worried too. She said that she worked with a company from Earth that dealt with biogenetics and related topics. Her duty was to study all pathogens that could affect humans but that her bosses had asked, in a top secret document, to start the creation of a special virus, a strong one, able to resist any plague.
To her own surprise, research and its costs were not a problem and within a couple of years they had a prototype. Unfortunately, the experiment had worked all too well: the virus had proved its resistance to everything, even to humans. When scientists decided the project was too dangerous, the virus took possession of several members of the scientific body, killed them.
The female scientist said that their last opportunity was to send the virus to the Sun, so it would be destroyed for good. They shipped the virus in an automated craft and launched it but they soon realized they had failed. They realized the virus had taken control of the ship.
She finally stated she did this video for the people to know the company wanted all record of the virus erased as it was "no longer their problem", as the craft it inhabited had left the system.
When the video stopped, the lights turned on and Lin explained the video had circulated for years amongst scientists but everyone had thought it was best not to mess with it all. Until now.
Lin explained that her and Allan had witnessed a creature walking towards them in the desert, limping and deformed. Checking the data they had gathered on the crash site, she realized the ship may be the one carrying the virus.
One of the men laughed and said it was all ridiculous. He said that, even if was all true, the possibilities of the craft with the virus landing in Katf II were very slim as larger planets would have attracted the craft.
Lin responded by telling him that her team had been investigating a life source near the crash site. An oasis of life on the planet. The creature seemed covered in moss, similar to the one that grew in that oasis. She theorized the virus had gotten close to it for water but then used moss to form a body.
Suddenly all lights went off and the red emergency ones were on. A voice in a speaker told everyone on the base the exists were now closed and that everyone should remain calm.
Allan approached a computer and logged on the security cameras on the outside. They all scanned the images until a woman from the mining commission yelled "There!".
On a camera registering the outside of the parking area of the base, they could see a creature resembling a man but with no face or fingers. It was banging at the door, possibly attempting to go in.
Then, everyone's cold got ice cold: from the "belly" of the creature, a face came up, that of a man. And the man screamed. And they knew all was lost.
- It is a desert, after all.
Lin and Allan had been inside the crashed craft for over an hour now and there were no signs of survivors to the crash.
The day before, radars had detected the ship near the planet. Several times the people at Jongjin base had attempted to establish contact but the ship but hey were unable to. Then the ship appeared to lose all stability and fell into the planet.
A scientist and a military officer had been sent to check the crash site. No living beings were onboard. From the look of it all, it appeared as if the ship had been empty all along but that was impossible as radars and other technology had verified the ship was on a strict course before they stopped and fell into Katf II, the second planet in a system not far from Earth.
Both astronauts came out of the ship and entered their vehicle, a four wheeled rover that could travel as it would in Earth. The atmosphere was similar but not breathable. As they traveled back to the base, two hours away, they started talking about the possible reasons the ship was there and why it crashed.
Suddenly, the wind started to blow, getting stronger by the minute. The vehicle had to stop and, in these cases, the astronauts were required to raise stay still as storms normally moved a lot and it would be soon be away from them.
- I'm so hungry.
- Didn't you eat before leaving?
- No, I had to submit my report on that rockslide on the far side last month. Pain in the ass.
- Did someone got killed?
- No, but...
But Lin didn't know more of the matter. The wind, that had formed a tornado of sorts, was moving away from them. What had impressed Allan to the point of being rendered speechless was a figure that had appeared from the other side of the storm, it moved slowly but towards them.
Lin realized about it too and grabbed the binoculars that they kept between the two seats. She could see what the creature was: it seemed like a man with a limp but its looks were far from that. It was made of something green and seemed to be furry. Furry...
- What is it? - Allan asked.
- We need to get to the base, now.
She restarted the vehicle and pressed on towards the base.
Once there, Lin asked for an emergency meeting with the top minds and chiefs in the base. They were all there in a matter of minutes. Allan was the last person to arrive. He approached Lin and said something to hear, almost in a whisper.
- May we know the reason of your call, Ms. Lin? We have things to deal with.
- I know and I'm sorry to call you like this but it is urgent.
Lin asked Allan to turn off the lights and then presented to the audience with a video, apparently footage made with a handheld recorder. The video depicted a woman in a lab. She seemed very intelligent but very worried too. She said that she worked with a company from Earth that dealt with biogenetics and related topics. Her duty was to study all pathogens that could affect humans but that her bosses had asked, in a top secret document, to start the creation of a special virus, a strong one, able to resist any plague.
To her own surprise, research and its costs were not a problem and within a couple of years they had a prototype. Unfortunately, the experiment had worked all too well: the virus had proved its resistance to everything, even to humans. When scientists decided the project was too dangerous, the virus took possession of several members of the scientific body, killed them.
The female scientist said that their last opportunity was to send the virus to the Sun, so it would be destroyed for good. They shipped the virus in an automated craft and launched it but they soon realized they had failed. They realized the virus had taken control of the ship.
She finally stated she did this video for the people to know the company wanted all record of the virus erased as it was "no longer their problem", as the craft it inhabited had left the system.
When the video stopped, the lights turned on and Lin explained the video had circulated for years amongst scientists but everyone had thought it was best not to mess with it all. Until now.
Lin explained that her and Allan had witnessed a creature walking towards them in the desert, limping and deformed. Checking the data they had gathered on the crash site, she realized the ship may be the one carrying the virus.
One of the men laughed and said it was all ridiculous. He said that, even if was all true, the possibilities of the craft with the virus landing in Katf II were very slim as larger planets would have attracted the craft.
Lin responded by telling him that her team had been investigating a life source near the crash site. An oasis of life on the planet. The creature seemed covered in moss, similar to the one that grew in that oasis. She theorized the virus had gotten close to it for water but then used moss to form a body.
Suddenly all lights went off and the red emergency ones were on. A voice in a speaker told everyone on the base the exists were now closed and that everyone should remain calm.
Allan approached a computer and logged on the security cameras on the outside. They all scanned the images until a woman from the mining commission yelled "There!".
On a camera registering the outside of the parking area of the base, they could see a creature resembling a man but with no face or fingers. It was banging at the door, possibly attempting to go in.
Then, everyone's cold got ice cold: from the "belly" of the creature, a face came up, that of a man. And the man screamed. And they knew all was lost.
miércoles, 12 de noviembre de 2014
De la mano
Decidimos alejarnos de la casa, siempre tomados de la mano. Mientras los demás tomaban, fuera por el frío o por las ganas de festejar, nosotros caminamos por el sendero que bajaba al camino principal.
Caminando hacia el mirador, no dijimos ni una sola palabra. Pero si nuestros pensamientos hubieran tenido sonido, seguramente habríamos despertado a todos los vecinos.
Nuestro reciente éxito con nuestro sitio de ventas por internet era la razón de este viaje, una celebración de lo que por tanto tiempo habíamos perseguido. No lo hubiera podido hacer sin él, tanto era cierto. Era la persona que me había apoyado y que había concebido la idea de como y que vender.
No era nada revolucionario tampoco. En estos tiempos ya nadie lo era, al menos no en el buen sentido de la palabra. Yo diseñaba objetos, los que fuera, y el iba encaminando mi trabajo a un producto final que se pudiera utilizar.
Pero todo eso sonaba tan técnico, tan superficial. La verdad era que Mauro había llegado en el momento justo, como si alguien lo hubiera enviado para rescatarme. No, no era un príncipe azul ni nada parecido. Era mejor porque era real, tenía defectos y, siendo sincera, yo amo sus defectos. De hecho, algunos no son sino detalles para mí, aunque para él obviamente son importantes.
No sabía que pensaba él, mientras caminábamos por el camino lleno de barro, evitando pisar charcos particularmente grandes. Me tomaba con firmeza pero sin aplastarme la mano, lo que era agradable. Normalmente no me gustaba que nadie me tomara de la mano. Sentía que le daba a la persona un poder que no habían ganado sobre mi. Que jamás ganarían, para ser exactos.
Me dolían las piernas pero sabía que el sitio estaba cerca. Desde nuestra llegada la finca de Eugenia, hermana de Mauro, habíamos bebido y bailado y reído y contado historias varias. Con nosotros habían venido varios amigos cercanos y, por lo menos yo, me sentía la persona más feliz del mundo. No me interesaba el dinero o el reconocimiento, no ahora. Me sentía contenta de ser apreciada por tanta gente y por tantas cosas.
Si hay algo que detesto es cuando la gente empieza a alabarme por cosas relacionadas a mi pero en las que yo no tengo ninguna incidencia. Es como cuando te felicitan por cumplir años. No es algo que podamos controlar por lo que felicitar sobra, aún más si con el envejecimiento físico no ha habido una madurez real adquirida. Pero tal vez lo pienso mucho... Lo hago con frecuencia.
Por fin vimos el hermoso balcón en madera que habían construido al borde del precipicio, que resultaba ser un cañón enorme con un pequeño hilo abajo que había sido, décadas atrás, un gran río por el cual incluso se podía navegar.
Nos sentamos en una de las bancas que allí había y contemplamos el oscuro vacío, sin decir nada todavía. Lo miré por un momento y sonreí. El me sonrió de vuelta, sin saber porque lo había hecho yo. La verdad era que había recordado cuando nos conocimos y la amistad que se desarrolló al comienzo. Yo nunca lo había visto atractivo entonces. Me parecía muy simpático pero jamás hubiera dicho que era atractivo o guapo.
Ahora, en cambio, me parecía perfecto: sus largas pestañas, sus ojos algo claros, su incipiente barba, sus manos cálidas,... Era increíble pensar como la percepción sobre alguien podía cambiar tanto en tan solo algunos meses y tras compartir una que otra experiencia.
Se removió entonces en el asiento y se levantó. Pero no me soltó. Me haló con suavidad para seguirlo y nos apoyamos entonces en el borde del balcón del mirador. No se podía ver casi nada pero igual era sobrecogedor. Los sonidos llegaban aumentados y el viento soplaba a ratos con fuerza.
Me pasó entonces uno de sus brazos por la espalda, apretando mi cintura ligeramente con la mano. Yo hice lo mismo, parecía lo correcto.
Amor? No lo sé. No tengo ni idea para ser sincera. Creo que nadie sabe en realidad que es el amor ya que no es igual para todos. Lo que para una persona es aquel sentimiento, para otro es algo completamente distinto. Fuera como fuere, yo no nunca había sentido nada que pudiera calificar como "amor". Había tenido novios, un par de larga duración, y los había querido mucho. Pero siempre después de terminar, meses después, me tomaba un tiempo para analizar cada situación y en esas ocasiones me di cuenta que no los amaba. O al menos, eso creí. De hecho, eso me ayudó a entender porque esas relaciones habían terminado.
No sabía que era el amor y eso, tanto en mi mente como en voz alta, sonaba tan melancólicamente ridículo, que prefería no pensarlo mucho. Nunca me he caracterizado por ser romántica o apasionada. Muchas personas de mi edad buscan esa emoción, como la de estar en una montaña rusa. Yo no. Nunca me han gustado las atracciones peligrosas. De hecho, por un tiempo me negué a tener una relación con alguien. Mi ex, anterior a Mauro, había sido hacía 2 años y todo con él había sido tan difícil y complicado y dramático, que había quedado cansada de todo el dilema de salir con alguien.
Me tomé esos dos años para encontrar trabajo, que nadie parecía querer ofrecerme. Hasta que, después de muchos trabajos de medio tiempo y en cosas en las que no tenía ni el más mínimo interés, tuve la idea de vender mis creaciones.
Con Mauro nos conocimos a través de Eugenia, a quién conocí en uno de mis trabajos esporádicos. Ella alguna vez me comentó de un hermano que sabía bastante de ventas y esas cosas pero nunca le puse mucho cuidado. Casi un año después fue que nos conocimos cuando me los encontré a ambos en la exposición de arte de una amiga. Empezamos a hablar y supongo que el resto es historia.
- Que piensas? - dijo Mauro.
Sonreí de nuevo. No le respondí. Solo me puse en puntitas y le di un beso suave en la boca y su respuesta fue, de nuevo, perfecta: me apretó suavemente y me besó de vuelta igual de suave, sin presiones ni ataduras tontas, sin dramatismo ni tonterías con los que la gente solía adornar momentos especiales.
- Volvemos? - dijo él.
- No. Quedemos un rato más. - dije. - Dicen que hay murciélagos.
Entonces el mostró sus colmillos y dijo que me chuparía la sangre y reímos y empezamos a hablar de las criaturas de la noche. Y a la vez que lo hacíamos, todavía tomados de la mano, pensaba en que todavía no lo amaba pero ciertamente había muchas razones para hacerlo.
Caminando hacia el mirador, no dijimos ni una sola palabra. Pero si nuestros pensamientos hubieran tenido sonido, seguramente habríamos despertado a todos los vecinos.
Nuestro reciente éxito con nuestro sitio de ventas por internet era la razón de este viaje, una celebración de lo que por tanto tiempo habíamos perseguido. No lo hubiera podido hacer sin él, tanto era cierto. Era la persona que me había apoyado y que había concebido la idea de como y que vender.
No era nada revolucionario tampoco. En estos tiempos ya nadie lo era, al menos no en el buen sentido de la palabra. Yo diseñaba objetos, los que fuera, y el iba encaminando mi trabajo a un producto final que se pudiera utilizar.
Pero todo eso sonaba tan técnico, tan superficial. La verdad era que Mauro había llegado en el momento justo, como si alguien lo hubiera enviado para rescatarme. No, no era un príncipe azul ni nada parecido. Era mejor porque era real, tenía defectos y, siendo sincera, yo amo sus defectos. De hecho, algunos no son sino detalles para mí, aunque para él obviamente son importantes.
No sabía que pensaba él, mientras caminábamos por el camino lleno de barro, evitando pisar charcos particularmente grandes. Me tomaba con firmeza pero sin aplastarme la mano, lo que era agradable. Normalmente no me gustaba que nadie me tomara de la mano. Sentía que le daba a la persona un poder que no habían ganado sobre mi. Que jamás ganarían, para ser exactos.
Me dolían las piernas pero sabía que el sitio estaba cerca. Desde nuestra llegada la finca de Eugenia, hermana de Mauro, habíamos bebido y bailado y reído y contado historias varias. Con nosotros habían venido varios amigos cercanos y, por lo menos yo, me sentía la persona más feliz del mundo. No me interesaba el dinero o el reconocimiento, no ahora. Me sentía contenta de ser apreciada por tanta gente y por tantas cosas.
Si hay algo que detesto es cuando la gente empieza a alabarme por cosas relacionadas a mi pero en las que yo no tengo ninguna incidencia. Es como cuando te felicitan por cumplir años. No es algo que podamos controlar por lo que felicitar sobra, aún más si con el envejecimiento físico no ha habido una madurez real adquirida. Pero tal vez lo pienso mucho... Lo hago con frecuencia.
Por fin vimos el hermoso balcón en madera que habían construido al borde del precipicio, que resultaba ser un cañón enorme con un pequeño hilo abajo que había sido, décadas atrás, un gran río por el cual incluso se podía navegar.
Nos sentamos en una de las bancas que allí había y contemplamos el oscuro vacío, sin decir nada todavía. Lo miré por un momento y sonreí. El me sonrió de vuelta, sin saber porque lo había hecho yo. La verdad era que había recordado cuando nos conocimos y la amistad que se desarrolló al comienzo. Yo nunca lo había visto atractivo entonces. Me parecía muy simpático pero jamás hubiera dicho que era atractivo o guapo.
Ahora, en cambio, me parecía perfecto: sus largas pestañas, sus ojos algo claros, su incipiente barba, sus manos cálidas,... Era increíble pensar como la percepción sobre alguien podía cambiar tanto en tan solo algunos meses y tras compartir una que otra experiencia.
Se removió entonces en el asiento y se levantó. Pero no me soltó. Me haló con suavidad para seguirlo y nos apoyamos entonces en el borde del balcón del mirador. No se podía ver casi nada pero igual era sobrecogedor. Los sonidos llegaban aumentados y el viento soplaba a ratos con fuerza.
Me pasó entonces uno de sus brazos por la espalda, apretando mi cintura ligeramente con la mano. Yo hice lo mismo, parecía lo correcto.
Amor? No lo sé. No tengo ni idea para ser sincera. Creo que nadie sabe en realidad que es el amor ya que no es igual para todos. Lo que para una persona es aquel sentimiento, para otro es algo completamente distinto. Fuera como fuere, yo no nunca había sentido nada que pudiera calificar como "amor". Había tenido novios, un par de larga duración, y los había querido mucho. Pero siempre después de terminar, meses después, me tomaba un tiempo para analizar cada situación y en esas ocasiones me di cuenta que no los amaba. O al menos, eso creí. De hecho, eso me ayudó a entender porque esas relaciones habían terminado.
No sabía que era el amor y eso, tanto en mi mente como en voz alta, sonaba tan melancólicamente ridículo, que prefería no pensarlo mucho. Nunca me he caracterizado por ser romántica o apasionada. Muchas personas de mi edad buscan esa emoción, como la de estar en una montaña rusa. Yo no. Nunca me han gustado las atracciones peligrosas. De hecho, por un tiempo me negué a tener una relación con alguien. Mi ex, anterior a Mauro, había sido hacía 2 años y todo con él había sido tan difícil y complicado y dramático, que había quedado cansada de todo el dilema de salir con alguien.
Me tomé esos dos años para encontrar trabajo, que nadie parecía querer ofrecerme. Hasta que, después de muchos trabajos de medio tiempo y en cosas en las que no tenía ni el más mínimo interés, tuve la idea de vender mis creaciones.
Con Mauro nos conocimos a través de Eugenia, a quién conocí en uno de mis trabajos esporádicos. Ella alguna vez me comentó de un hermano que sabía bastante de ventas y esas cosas pero nunca le puse mucho cuidado. Casi un año después fue que nos conocimos cuando me los encontré a ambos en la exposición de arte de una amiga. Empezamos a hablar y supongo que el resto es historia.
- Que piensas? - dijo Mauro.
Sonreí de nuevo. No le respondí. Solo me puse en puntitas y le di un beso suave en la boca y su respuesta fue, de nuevo, perfecta: me apretó suavemente y me besó de vuelta igual de suave, sin presiones ni ataduras tontas, sin dramatismo ni tonterías con los que la gente solía adornar momentos especiales.
- Volvemos? - dijo él.
- No. Quedemos un rato más. - dije. - Dicen que hay murciélagos.
Entonces el mostró sus colmillos y dijo que me chuparía la sangre y reímos y empezamos a hablar de las criaturas de la noche. Y a la vez que lo hacíamos, todavía tomados de la mano, pensaba en que todavía no lo amaba pero ciertamente había muchas razones para hacerlo.
martes, 11 de noviembre de 2014
Can you feel me?
He had done it before and knew what it felt like. But he kept doing it, not caring for the aftermath, how it hurt afterwards.
It was so easy now, not like it may have been for boys and young men decades earlier. These days, all you had to do was grab your phone, download an app, put up a picture and voila. That was it. Thousands of men available, just by touching a few commands, just by responding to a message or sending one.
Of course the images were laughable. Most tried too hard to get noticed so they uploaded pictures where their bodies were shown in full exposure. Many were taken at the gym or in a bathroom.
Our guy, he just took a selfie on the street and that was it.
For the last six months, he had intercourse with several men. Sometimes even two on the same day. Always in their homes, their workplaces or sometimes in cars or parks. He didn't really thought much of it, not before or during the moment. It was the aftermath that hunted him.
Curiously, it wasn't the unprotected sex that bothered him. Most guys used condoms so he didn't gave it much thought. What pierced through his head was that emptiness he felt during the process. He had sex to pass time, to forget, to feel liked for at least a second. He wasn't keen on finding love or looking for it. He just needed someone's touch sometimes, and to feel needed or wanted. That was his turn on.
But it all disappeared pretty fast after it had all ended. Most guys rushed him out of their homes and it was understandable: many had couples and were even married, to women. He had even known some of them had children.
The truth was that he felt numb, sometimes during sex but always after it. He didn't really care for anything. He was desperate to feel something but many times couldn't. Physical arousal was rapidly meaningless, empty and hollow.
One day, going to meet a guy, he realized he had lost his cellphone. He had no idea if he had lost it or if he had been the victim of theft. Anyhow, he didn't have the exact address of where he was going as it was noted on a message the guy had sent. He waited until he saw a familiar sight and waited for the bus to stop.
It wasn't a pretty neighborhood but he kind of knew all about it. He had been raised in a house not very far from there but hadn't visited in years. His family had sold the house more than twenty years ago and there were things he didn't remember.
He decided to walk around a bit, eat something and then go back to his house. All the houses looked as if they hadn't been cleaned for years and there was a lot of garbage on the side of the road. It was sad, to be honest, to see how a place could just freeze in time, in such a negative way. It had never been a nice place but it was sad anyway.
The boy saw an internet café and was tempted to go inside but something came over him. It was maybe better to spend the day without any electronic devices, specially not the kind that may make him go to a place he now had no intention of going.
He did enter a Chinese restaurant and asked for the menu of the day, which had lots of rice, soup, a drink and a dessert. All of it for a good price. He was glad to be the kind of person that never left the house without money. He didn't have much, but enough for the meal he craved.
As he ate, he detailed every corner of the restaurant: red and gold veils all over, dragon statues that looked like made of gold but obviously weren't, a Buddha figurine and a one of those white cats that greets people with a paw. It was nice and almost empty. Lunch time had passed so only two tables were occupied. The other one was taken by a young Chinese girl doing her homework or so it seemed.
As the boy finished the soup, a man came from the kitchen and started arguing with the girl, in Chinese. It had always fascinated him how, as different as languages may be, we all have the same facial expressions, body language and reactions.
The man went back inside and the girl continued with her work, typing on a calculator and writing in a small notebook.
- Is the business good? - he said.
She raised her head an looked at him, a bit confused.
- Sorry... The rice is really good.
She then smiled and said the recipe had been brought from China by her grandmother and it had been in her family for years. He asked if she was doing homework but, as it happens, she was doing the numbers for the restaurant. Her father had entrusted her with this responsibility a few months ago but now thought it may be too much for her to handle.
The boy said he was good with numbers so he could help if she needed to. She hesitated, so he took a bite of a spring roll. But then the girl stood up and took her things to his table. She explained what was troubling her and in a matter of minutes, the boy had cleared the issue easily.
As he finished lunch, he helped her get everything in order. The father came back and was surprised to see his daughter talking to a client. The boy thanked the man for his food and asked for the bill. The man did not say a thing to his daughter.
The boy then wrote his email in the girl's notebook and told her to remember him if she needed help again. She said she had actually been looking for a tutor, as she needed to improve her grades to one day be able to handle every single aspect of the restaurant.
The man brought the bill and he was introduced by his daughter. The boy thanked him again with a handshake and told him he was going to tutor his daughter, as he realized she was eager to have the best Chinese restaurant in town.
The man seemed very happy, shaking the boy's hand and smiling. After he left, the girl and the boy talked about the business and not much about each other. He then saw what time it was on a clock in the wall and decided to leave. They bid farewell and, some time after, he was on the bus en route to his home, to his family. And for days, he didn't even thought of getting a new cellphone. He finally did in order to be in contact with his friends and family, all the people he had banished of his life and was now getting to know again, feeling them closer.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Vuelo 131
Todos abordaron a tiempo, directamente en el hangar en que permanecía la aeronave cuando no estaba siendo utilizada. Piloto y copiloto esperaban al lado de la escalerilla para saludar a los pasajeros.
Primero subió la señora Carmen, la matriarca de la familia Castillo. Después subió su hija Inés con su hijo pequeño Matías, los hijos Alfredo y Carlos, cada uno con su esposa y el nieto mayor Samuel con su novia Elvira.
Cuando los nueve estuvieron a bordo, el piloto subió y el copiloto estuvo a punto de cerrar la puerta pero se dieron cuenta que no estaba con ellos la joven que iba a servir de auxiliar de vuelo. Esperaron unos minutos hasta que la joven llegó y pudieron por fin iniciar el vuelo.
Tenían como código de vuelo el 131, favorito de la familia por razones que ya nadie recordaba. La torre dio permiso y en algunos minutos estuvieron elevándose sobre los extensos campos aledaños al aeropuerto.
La joven azafata se paseó por la cabina preguntando a cada uno lo que deseaban beber. El vuelo tendría una duración de dos horas por lo que la comida sería servida más adelante. Volvió a su puesto en la cocina, ubicada junto a la cabina de mando.
En la cabina principal, la familia discutía los detalles de la fiesta en la que habían estado la noche anterior. Habían despegado temprano vestidos con la misma ropa que llevaban antes porque les resultaba más cómodo de esta manera. Las mujeres, a excepción de la señora Carmen, ya se habían quitado los zapatos.
La auxiliar le trajo a todos jugo de naranja y a Carlos un vaso con whisky. Su madre, su esposa y hasta su hijo empezaron a reñirle sobre beber tan temprano en la mañana pero el decía que era una tradición de hacía mucho tiempo. Su esposa le concedía esto pero le decía que había leído que beber y volar era una mala combinación.
Pasada la primera media hora, la mayoría de los pasajeros se quedaron dormidos. Estaban cansados y para muchos había sido una jornada pesada. Había sido una fiesta en celebración del abuelo, el esposo de Carmen, que había muerto hacía ya diez años. Todos los dueños de compañías y gente poderosa había asistido. El respeto que todavía guardaban por Gabriel, era sorprendente.
Sin embargo, Carmen, que no dormía, sabía que muchos habían ido por simple temor. Sabía bien que muchos habían siempre respetado a su esposo por ser un temerario y alguien que no dudaba en decir lo que pensaba a viva voz. Además era un hombre irascible. En las últimas horas había oído mucho de su querido esposo pero más que todo mentiras. El hombre era una bestia, un salvaje sin educación que había encontrado la manera de hacer dinero. Y ella se había casado con él por esa razón. El amor, nunca importó.
La joven auxiliar entró a la cabina y viendo a la señora Carmen despierta le pidió que no se preocupara pero que el piloto le había avisado que habría algo de turbulencia en unos minutos pero nada importante. La mujer le agradeció y la joven se retiró.
El niño de Inés se despertó en cuanto el aparato se empezó a sacudir, primero suave y después más violentamente. Pronto todos estuvieron despiertos y el niño empezó a llorar. Se pusieron los cinturones de seguridad y esperaron a que el momento pasara.
No duró mucho, tras lo cual la joven volvió, se disculpó en nombre del piloto y les avisó que serviría el desayuno.
Había pasado una hora exacta cuando todos empezaron a comer el desayuno en una hermosa vajilla con dibujos diferentes en cada plato. Comían huevos con jamón, pan y jugo de naranja. Además había cestas de pan con mermeladas y mantequilla para el que quisiera.
Comieron rápido ya que la siesta les había abierto el apetito. Después de terminar, todos empezaron a hablar de la vajilla y de los dibujos que cada uno veía en su plato. Parecía que todas eran ilustraciones de cuentos infantiles: Carmen tenía Caperucita roja, Inés a Cenicienta, Carlos a Barba Azul, Alfredo a Pinocho y Samuel a El Gato con Botas. Las esposas y la novia de Samuel compartían el dibujo con su pareja y el niño tenía solo flores en su plato.
De repente se oyó un grito, como si discutieran en otro lugar. La nave dio un salto extraño y se escuchó abrir la puerta de la cabina de mando. La cortina se abrió entonces y todos quedaron paralizados del miedo.
El copiloto sostenía un arma en la mano y los miraba a todos como loco, como si la cordura hubiera dejado su ser. Ya no tenía la cordial sonrisa que les habían brindado antes de embarcar sino una mirada maniática aterradora.
La esposa de Alfredo se puso de pie para protestar y el hombre disparó. Apenas se escuchó algo y la mujer cayó al suelo, probablemente muerta. La pistola tenía silenciador.
El hombre empezó a decirles que el piloto y la auxiliar estaban ahora muertos.
- Igual que la esposa de Alfredo, el mentiroso. En todo caso, todos van a terminar igual.
Les exigió que se pusieran el cinturón de seguridad para que supiera que no se iban a mover mucho. Se sentó frente a Carmen y le apuntó directamente a la frente.
Por un momento hubo silencio pero después el hombre rió y empezó a hablar. Resultaba ser un hijo ilegitimo de Gabriel. Un hijo que, al parecer, había tenido con una empleada de la oficina.
- No, no era su amante. Mi madre era una mujer respetable. Pero su esposo... Bueno, usted lo conocía mejor que nadie.
Gabriel había violado a su madre y él era el producto de esa violación. La mujer enloqueció poco a poco y murió un año después de dar a luz, en un hogar de reposo. Él se crió en un orfanato pero fue averiguándolo todo gracias a cartas que su madre había escrito antes de perder la razón.
Y el resto había sido sencillo. Seguirlos a todos, conocerlos, saberlo todo de cada uno. Hizo una breve lista casi gritando, nombrando los defectos de Carmen, las amantes de Alfredo, las particulares obsesiones de Carlos, los desfalcos de Samuel y los negocios torcidos de Inés. Todos habían heredado de Gabriel sus peores cualidades, que eran casi lo único que tenía. Y Carmen era la peor pues ella había sabido de los crímenes de esposo y nunca dijo nada.
El hombre se puso de pie y les dijo que lo había planeado todo para que ellos no tuvieran como escapar. Y estúpidamente, ellos habían caído. Les preguntaba como gente con tanto dinero, se olvidaba de preguntar porque el copiloto de siempre no estaba con ellos y porque la joven auxiliar había llegado tarde. Pero eso ya no importaba.
Al día siguiente, un barco pesquero se topó con pedazos de metal en el mar, uno de los cuales llevaba la matricula del vuelo 131. Nadie sobrevivió. Aunque siendo justos, nadie nunca vivió en esa familia.
Primero subió la señora Carmen, la matriarca de la familia Castillo. Después subió su hija Inés con su hijo pequeño Matías, los hijos Alfredo y Carlos, cada uno con su esposa y el nieto mayor Samuel con su novia Elvira.
Cuando los nueve estuvieron a bordo, el piloto subió y el copiloto estuvo a punto de cerrar la puerta pero se dieron cuenta que no estaba con ellos la joven que iba a servir de auxiliar de vuelo. Esperaron unos minutos hasta que la joven llegó y pudieron por fin iniciar el vuelo.
Tenían como código de vuelo el 131, favorito de la familia por razones que ya nadie recordaba. La torre dio permiso y en algunos minutos estuvieron elevándose sobre los extensos campos aledaños al aeropuerto.
La joven azafata se paseó por la cabina preguntando a cada uno lo que deseaban beber. El vuelo tendría una duración de dos horas por lo que la comida sería servida más adelante. Volvió a su puesto en la cocina, ubicada junto a la cabina de mando.
En la cabina principal, la familia discutía los detalles de la fiesta en la que habían estado la noche anterior. Habían despegado temprano vestidos con la misma ropa que llevaban antes porque les resultaba más cómodo de esta manera. Las mujeres, a excepción de la señora Carmen, ya se habían quitado los zapatos.
La auxiliar le trajo a todos jugo de naranja y a Carlos un vaso con whisky. Su madre, su esposa y hasta su hijo empezaron a reñirle sobre beber tan temprano en la mañana pero el decía que era una tradición de hacía mucho tiempo. Su esposa le concedía esto pero le decía que había leído que beber y volar era una mala combinación.
Pasada la primera media hora, la mayoría de los pasajeros se quedaron dormidos. Estaban cansados y para muchos había sido una jornada pesada. Había sido una fiesta en celebración del abuelo, el esposo de Carmen, que había muerto hacía ya diez años. Todos los dueños de compañías y gente poderosa había asistido. El respeto que todavía guardaban por Gabriel, era sorprendente.
Sin embargo, Carmen, que no dormía, sabía que muchos habían ido por simple temor. Sabía bien que muchos habían siempre respetado a su esposo por ser un temerario y alguien que no dudaba en decir lo que pensaba a viva voz. Además era un hombre irascible. En las últimas horas había oído mucho de su querido esposo pero más que todo mentiras. El hombre era una bestia, un salvaje sin educación que había encontrado la manera de hacer dinero. Y ella se había casado con él por esa razón. El amor, nunca importó.
La joven auxiliar entró a la cabina y viendo a la señora Carmen despierta le pidió que no se preocupara pero que el piloto le había avisado que habría algo de turbulencia en unos minutos pero nada importante. La mujer le agradeció y la joven se retiró.
El niño de Inés se despertó en cuanto el aparato se empezó a sacudir, primero suave y después más violentamente. Pronto todos estuvieron despiertos y el niño empezó a llorar. Se pusieron los cinturones de seguridad y esperaron a que el momento pasara.
No duró mucho, tras lo cual la joven volvió, se disculpó en nombre del piloto y les avisó que serviría el desayuno.
Había pasado una hora exacta cuando todos empezaron a comer el desayuno en una hermosa vajilla con dibujos diferentes en cada plato. Comían huevos con jamón, pan y jugo de naranja. Además había cestas de pan con mermeladas y mantequilla para el que quisiera.
Comieron rápido ya que la siesta les había abierto el apetito. Después de terminar, todos empezaron a hablar de la vajilla y de los dibujos que cada uno veía en su plato. Parecía que todas eran ilustraciones de cuentos infantiles: Carmen tenía Caperucita roja, Inés a Cenicienta, Carlos a Barba Azul, Alfredo a Pinocho y Samuel a El Gato con Botas. Las esposas y la novia de Samuel compartían el dibujo con su pareja y el niño tenía solo flores en su plato.
De repente se oyó un grito, como si discutieran en otro lugar. La nave dio un salto extraño y se escuchó abrir la puerta de la cabina de mando. La cortina se abrió entonces y todos quedaron paralizados del miedo.
El copiloto sostenía un arma en la mano y los miraba a todos como loco, como si la cordura hubiera dejado su ser. Ya no tenía la cordial sonrisa que les habían brindado antes de embarcar sino una mirada maniática aterradora.
La esposa de Alfredo se puso de pie para protestar y el hombre disparó. Apenas se escuchó algo y la mujer cayó al suelo, probablemente muerta. La pistola tenía silenciador.
El hombre empezó a decirles que el piloto y la auxiliar estaban ahora muertos.
- Igual que la esposa de Alfredo, el mentiroso. En todo caso, todos van a terminar igual.
Les exigió que se pusieran el cinturón de seguridad para que supiera que no se iban a mover mucho. Se sentó frente a Carmen y le apuntó directamente a la frente.
Por un momento hubo silencio pero después el hombre rió y empezó a hablar. Resultaba ser un hijo ilegitimo de Gabriel. Un hijo que, al parecer, había tenido con una empleada de la oficina.
- No, no era su amante. Mi madre era una mujer respetable. Pero su esposo... Bueno, usted lo conocía mejor que nadie.
Gabriel había violado a su madre y él era el producto de esa violación. La mujer enloqueció poco a poco y murió un año después de dar a luz, en un hogar de reposo. Él se crió en un orfanato pero fue averiguándolo todo gracias a cartas que su madre había escrito antes de perder la razón.
Y el resto había sido sencillo. Seguirlos a todos, conocerlos, saberlo todo de cada uno. Hizo una breve lista casi gritando, nombrando los defectos de Carmen, las amantes de Alfredo, las particulares obsesiones de Carlos, los desfalcos de Samuel y los negocios torcidos de Inés. Todos habían heredado de Gabriel sus peores cualidades, que eran casi lo único que tenía. Y Carmen era la peor pues ella había sabido de los crímenes de esposo y nunca dijo nada.
El hombre se puso de pie y les dijo que lo había planeado todo para que ellos no tuvieran como escapar. Y estúpidamente, ellos habían caído. Les preguntaba como gente con tanto dinero, se olvidaba de preguntar porque el copiloto de siempre no estaba con ellos y porque la joven auxiliar había llegado tarde. Pero eso ya no importaba.
Al día siguiente, un barco pesquero se topó con pedazos de metal en el mar, uno de los cuales llevaba la matricula del vuelo 131. Nadie sobrevivió. Aunque siendo justos, nadie nunca vivió en esa familia.
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